Precisamente de la adaptación de una de sus novelas, más bien un relato largo o eso que llaman los yanquis short novel (96 páginas tiene la criatura) surge Freaks of the Heartland, lo último de Niles en las librerías españolas. [Para otra ocasión dejo hablar de su universo vampírico, que he seguido por partida doble, tanto en su edición USA como española. Probablemente cuando tenga algo de tiempo para acumular material le dedique una semana 30 días de...]
La historia nos presenta a Trevor Owen, un muchacho de la América rural del medio oeste, el auténtico corazón de américa. Con un padre alcohólico, amargado y violento; una madre infeliz, maltratada y llena de miedo; y un hermano que vive encadenado en el granero y es alimentado a base de desechos podridos. La típica estampa rural llena de melancolía y campechanía. A lo largo de las seis partes de que consta Freaks of the Heartland asistimos a la vida cotidiana del muchacho, a sus juegos solitarios interrumpidos por la ominosa sombra de esas cinco tumbas perdidas en los prados, a la relación de Trevor con su hermano Will, ajena a las diferencias y a la repugnancia que éste último provoca en los adultos, al retrato de esa vida familiar infernal marcada por el silencio, el miedo y la ira y la violencia contenidas. Un acontecimiento trivial, la muerte de un cerdo en una granja cercana, desatará una ordalía de violencia y muerte que afectará a la vida de todos los habitantes de esa comunidad y sacará a la luz un secreto que supuestamente debía haberse enterrado hacía muchos años.
Intento ser críptico para no desvelar demasiado de una trama que, si bien no es demasiado sorprendente, todo lo contrario diría yo, más bien previsible, se lee con gusto y deja la buena sensación de haber leído un cuento de los de antes, con monstruos buenos, con persecuciones, personajes valientes y abnegados que luchan contra toda clase de dificultades... Niles sabe manejar esta clase de material, y, al igual que en Aleister Arcana, emplea un punto de vista infantil para narrar el choque entre la realidad y lo grotesco, lo terrorífico.
El trabajo de Greg Ruth es soberbio en su estilo, con un resultado mucho más claro que el Templesmith de 30 days... Las pinturas de los campos reflejan la soledad, la desolación, el aislamiento de una comunidad que se mantiene al margen del mundo, con reglas propias y con una desconfianza innata hacia lo que viene de fuera. En el tratamiento de los rostros consigue dotar a los personajes de los rasgos que convienen según el momento: miedo, ira, alegría, ternura, compasión.
En resumen, es un comic que merece la pena leer, sin ser una gran obra. Como casi todo en Niles bebe mucho de otras fuentes, y los referentes cinematográficos son muy fuertes y evidentes: desde El otro de Robert Mulligan hasta Bendición mortal de Wes Craven, con la omnipresente sombra, claro, de ese referente absoluto que supone Freaks, la parada de los monstruos de Tod Browning. Hay momentos de gran belleza, como los que muestran a Trevor jugando. Ambos finalizan abruptamente: cuando juega solo y contempla las tumbas; cuando su hermano le hace cosquillas y él se aparta instintivamente, la cadena que ata a Will les impide continuar, haciendo que ambos sean más conscientes que nunca de la realidad amarga en la que viven. Momentos melancólicos como el paseo nocturno se enfrentan a estallidos de violencia como el que se produce en el establo. Me quedo con el plano de la ciudad en el horizonte, tan cerca y tan lejos, y la asunción por parte de Will que para él y para los que son como él no habrá nunca un lugar en el que sean aceptados salvo en su hogar en el corazón de la tierra... en la tierra que cada uno lleva -que todos llevamos- en el corazón.