Uno echa la vista atrás y no entiende cómo ha podido sobrellevar los cuatro días invertidos en visitar, vivir, disfrutar y sufrir el Expocomic de este año, cuatro días en los que servidor -y miss Sparks- salía del hotel a las ocho de la mañana y no regresaba hasta las once de la noche, como mínimo. Dentro de ese lapso, uno comenzaba cada mañana haciendo la primera cola para las sesiones de firmas fuera del salón, a la espera de coger para la sesión que hubiera disponible. La pasión que muchos sienten por el mundillo les llevaba a estar allí preparados y plantados como unos pepes desde horas bien tempranas -siete, seis...-, pero uno ya se está haciendo viejo para según qué excesos, y el sueño, el frío y la cordura le impelían a aparecer a horas más cabales.
Frescoreta matutina en la Casa de Campo
Tras una espera tranquila y civilizada en el exterior dando patadas al suelo para no congelarse se podía entretener la espera entre sesión y sesión paseando entre los stands repletos de novedades, comics antiguos, saldos y merchandising diverso -que iba desde posters de cine, muñequitos de toda clase, fideos japoneses, gominolas, ropa friki-. Tampoco estaba a desmano el espacio de exposiciones en la planta superior, donde se podía disfrutar del trabajo de Javier Trujillo o de Didier Crissé, y entre exposición y exposición pasar un rato disfrutando de la variedad y calidad de originales puestos a disposición del comprador en el stand de originales que desde hace unos años se ha convertido en punto de encuentro obligado para muchos de nosotros.
Victoria Francés al estilo Trujillo
Buenos, bonitos y algunos baratos
Si el aburrimiento o el cansancio lo aconsejaban, dejarse caer por la zona de talleres para jugar una partida al último Tekken o al Guitar Hero podía ser una opción. Y si lo que se buscaba era empaparse de historia, anécdotas o talento relacionado con el mundo del comic el visitante podía asistir a las charlas del escenario o a las clases magistrales de talleres, donde los autores se mostraban divertidos y próximos en todo momento.
Granov empezando su clase magistral
Unzueta y Ferry echándole humor al asunto
Pero si videojuegos, exposiciones y stands no aportaban el suficiente componente friki al asunto, todavía podía uno acercarse a un pequeño stand escondido al comienzo del recinto en el que un mago del maquillaje, y por amor al arte -sangriento, eso sí-, se pasaba horas y horas poniendo cicatrices, heridas, abrasiones y disparos sobre la piel de cualquiera que quisiera dar una nota de color -rojo sangre- al salón, encontrando maquillajes curradísimos que iban desde la cicatriz facial hasta el disparo en la cabeza que estos impresentables pasearon por el salón y sus inmediaciones provocando sustos a los autores, asco en el personal y desconcierto entre los transeuntes que no sabían de qué iba el asunto.
Y llegada la hora de cada sesión de firmas -multitudinaria y que debía repartirse en dos espacios para acomodar a la cantidad de autores preparados para dedicar sus obras al aficionado- el sistema de números permitía una pronta ordenación y una nula posibilidad de fraude para carotas varios, amigos de las dobles colas y las mochilas fantasma, que buscaban, eso sí, practicar sus trucos preferidos de infiltración en las sesiones organizadas en otros stands.
Campos, Bernet, Ciruelo, Sanjulián y Saurí en una sesión...
Kitson, Buckingham, Ferry, Saurí, Campos y Portela en otra
Si no puedo poner pega alguna a las sesiones organizadas por Expocomic, en las que todo marchaba como la seda merced a un sistema que ha probado premiar el esfuerzo y la constancia, tengo que felicitar al stand de Dibbuks por su extrema simpatía hacia el aficionado, por su comprensión y su esfuerzo por lograr que todos nos encontrásemos a gusto. Las dos sesiones realizadas allí a la espera de un dibujo de Vicente Cifuentes merecieron la pena de largo, no sólo porque el esfuerzo finalmente se vio recompensado sino por un ambiente cálido y familiar que, al parecer, es el habitual en esta pequeña editorial a la que desde este mismo momento pienso prestarle muchísima más atención.
Casquero, Esteban -editor- y Medusa en el stand de Dibbuks
Cifuentes y Casquero codo con codo dejando asombrado al personal con su arte
Con la atención puesta en aquellos autores que me interesaban y de los que llevaba algún tebeo para dedicar, este salón me he dispersado muy poco, concentrando mi atención en sólo unos pocos artistas y siguiendo la máxima de otros años de no dividirnos y mantenernos en una misma cola. Cada año, y no sólo en Madrid sino en general, se constata que los autores hacen lo posible por llegar a la mayor cantidad posible de aficionados, por ofrecerles lo mejor de sí mismos con verdaderas obras de arte cada vez más elaboradas y lejos de lo que suele ser un sketch de convención como el que suelen realizar en otros países. Este año los afortunados en conseguir número para Granov o Migliari se veían recompensados con verdaderas joyitas, maravillas cuyo mejor destino es un marco y una pared en la que ser admirados y que les recomiendo busquen en Comic Art Fans, donde a buen seguro muchos ya habrán subido sus dibujos.
Granov y Unzueta haciendo algo que se les da bien
Si ha habido un autor que se ha llevado la palma en este sentido, superando las expectativas de los aficionados y dinamitando el sistema de números y de sesiones, ha sido Barry Kitson. El caballero, realizando dibujos a tinta primero y acuarela después en los que se demoraba todo lo que talento requería -entre cuarenta y cinco minutos y una hora-, decidió que una sesión de firmas al uso no bastaba para satisfacer a los suficientes aficionados, por lo que decidió buscarse un huequecito en el stand de originales y ponerse allí, en el sitio más caluroso del salón, a dibujar sin descanso en maratonianas sesiones de cinco, ocho horas, para todo aquel que tuviese la santa paciencia y constancia de esperar para lograr una verdadera obrita de arte. No vi un sólo dibujo malo salir de la manor de Barry, uno de mis dibujantes preferidos desde 1989 máromeno, desde que viera aquel anual de la Legion de Super-Héroes en el que se ponía fin a la saga de Starfinger. Si he tenido suerte en algún salón del comic con algún autor concreto a lo largo de los años, fue el pasado domingo por la mañana. Y ya no les digo más.
El stand de originales ya con toda la carne en el asador o con todo el arte sobre el tapete, con Barry Kitson al fondo, inasequible al calor, al desaliento, a todo
Barry de nuevo con todo el material desparramado, realizando el penúltimo dibujo de la sesión dominical... y hasta aquí quiero leer
Para ir acabando este personal repaso a un salón al que tengo gran cariño y al que he acudido en no menos de siete ocasiones, debo decir que me coincido plenamente con el análisis, mucho más lógico y objetivo que mi visión de aficionado de batalla, planteado por Pedro García en
Un tebeo con otro nombre. El salón ha alcanzado un cénit que ha sido el mismo desde hace tres años, y se está quedando pequeño para la cantidad de gente que atrae. La prensa habla de un significativo incremento en el porcentaje de visitantes en un año en el que incluso el Salón de Barcelona mostró un apreciable vacío en sus jornadas finales merced a la cacareada crisis y al cambio de fechas. Sin embargo en Expocomic resultaba imposible transitar -e incluso respirar- durante el sábado y el domingo y no parece existir una diferenciación para el otaku madrileño entre Expocomic y Expomanga, dado el entusiasmo que despiertan ambos eventos en un sector de lectores o seguidores que viven su hobby con una pasión y un entusiasmo envidiable, acudiendo en masa a ambos eventos.
Un ejemplo del antes y el después en la zona de charlas y firmas
Mi felicitación desde aquí a los organizadores del evento, algunos de ellos amigos, por poner a nuestra disposición tantos autores y tantas de las actividades que nos mueven a viajar cientos de kilómetros para disfrutar en compañía de amigos y colegas. Frikis como nosotros, sospechosos habituales... ¡llamadme Plissken!
P.D.: Quiero dejar constancia de mi alegría por haberos visto de nuevo a muchos de vosotros, y perdonar si me olvido de alguien, pero aquello es una ordalía de mucho cuidado en la que uno a veces debe dejarse llevar por la corriente. Gracias a Adri, Edu, Alberto, Paula, Miguel Ángel y Emilio por la labor que desarrolláis para que durante cuatro días estemos en el cielo de los frikis. Como siempre, resulta un placer compartir charla en las colas y bromas en el recinto con gente tan maja como vosotros: Quike, Emilio, Fran, Javi, Txema, Natam, Oneyros, Jiman, Ferrán, EduXavi, Gonzalo, Julián, Vuarnet y muchos otros habituales del saloneo y del coleccionismo vario. Y un abrazo enorme para vosotros, amigos y vecinos virtuales todo el año y reales en esas jornadas y salones en las que compartimos sangre, sudor y lágrimas. Eva, Irma, Mark, Juan, Jesús, Raúl, Pablo, Óscar, Nacho... ¡¡un abrazo y hasta la próxima!!