En el año 2001 la BBC decidió realizar un documental sobre las condiciones de trabajo en una sucursal de una empresa. Escogió la compañía papelera Wernham Hogg y su sucursal de Slough, una pequeña ciudad situada en el sur de Inglaterra caracterizada por su exasperante tranquilidad y su acelerado -y para algunos deshumanizado- desarrollo industrial, reflejados en un poema de John Betjeman (Venid, bombas amigas, y caed sobre Slough/no es lugar para hombres ahora...). El equipo de grabación asistió a cientos de horas de la vida diaria de dos docenas de trabajadores durante un espacio de dos años, y posteriormente regresó para realizar un especial que reflejara donde estaba cada uno de ellos y cómo era su vida en ese momento. The Office es el trocito de realidad en horario laboral de todos y cada uno de ellos.
Al frente de la sucursal de Slough nos encontramos a David Brent (Ricky Gervais), personaje cuando menos peculiar al que se le pueden aplicar todos los adjetivos que empiezan por in- de forma acertada: incapaz, incompetente, indeseable, inasequible al desaliento, inepto... Brent dirige su sucursal desde el convencimiento propio de ser un tipo divertido, alegre, cuyas bromas tienen gracia y cuyas imitaciones son chispeantes, querido y respetado por el personal y admirado por sus superiores. Esa es la imagen que tiene David Brent de sí mismo y la que quiere transmitir al resto de Gran Bretaña a través de la grabación del documental... fracasando miserable, patética, lamentablemente en todos y cada uno de sus intentos. El segundo al mando de la sucursal, de forma oficiosa, sin constancia real y de forma también autoasumida, es Gareth (Mackenzie Crook), un tipo obsequioso que busca la aprobación de Brent en todo momento, le cuenta todo lo que sucede en la oficina y permite que aquel se apropie de sus -pocas- bromas u ocurrencias que tienen gracia. Además de su trabajo como pelota oficial es teniente del Ejército Territorial y adora la vida castrense, algo que le convierte en el blanco idóneo para no pocas bromas acerca de su identidad sexual por parte de otros compañeros.
Tim Canterbury (Martin Freeman) se convertirá en el personaje más positivo del documental de largo. Callado, tímido, trabajador, eficiente, divertido sin pretenderlo y de carácter amigable vive con sus padres a sus treinta años y no termina de tener claro si quiere pasar el resto de su vida vendiendo papel o cursar estudios universitarios. Lo único que tiene claro es que no soporta a su jefe ni a su compañero de espacio de trabajo, Gareth, al que continuamente mortifica con bromas verbales o jugarretas con objetos de trabajo. Su relación con Brent oscila entre el rechazo ante las bromas vulgares y a menudo ofensivas de aquel (racistas, sexistas, machistas) y la pena que le proporcionan sus intentos de no ser rechazado y excluido por sus subordinados. La vida de Tim sería un infierno todavía peor de no ser por la presencia de Dawn Tinsley (Lucy Davis), eficiente secretaria y recepcionista que se convierte en la compañera perfecta de esas pequeñas bromas de oficina y la cómplice ideal para evitar con pequeños comentarios jocosos y miradas de camaradería el infierno del tedio diario y la monotonía absolutas que reinan en Wernham Hogg. El problema para ambos es que quizá en esas miradas y en esa camaradería vaya gestándose algo más que una buena relación de trabajo.
Junto a ellos encontramos un heterogéneo y nutrido catálogo de trabajadores que nos muestran, en horario de oficina, lo mejor y lo peor del comportamiento humano. Lee (Joel Beckett) es el banal y poco emotivo novio de Dawn, presencia intimidadora para Tim y representante perfecto del ambiente en el almacén, más de la calle que el que reina en la oficina. Chris Finch (Ralph Ineson) es el comercial de la sucursal, un vendedor con labia, soberbio, rudo, abiertamente desagradable, al que Brent considera su mejor amigo pese a ser el objetivo de prácticamente todas sus bromas y desprecios. La cúpula directiva de la compañía estará representada por Jennifer (Stirling Gallacher), la fría, eficiente, correcta delegada de Wernham Hogg que soporta incrédula muchas de las bromas groseras de Brent a la vez que asiste incrédula a sus actos de incompetencia supina, y por Neil (Patrick Baladi), la contrapartida luminosa de Brent: tipo brillante, encantador, divertido, con éxito a nivel laboral y personal, genuinamente preocupado por sus empleados y querido por estos. Todo ello, por supuesto, lo convertirá en el enemigo absoluto de David Brent, en su némesis. Pero en ese retrato de oficina con curritos al fondo hay muchos otros personajes que tendrán su momento de gloria frente a la cámara: el "gran" Keith (Ewen Macintosh), con su mutismo diario y su casi grosera franqueza cuando se decida a hablar; Ricky (Oliver Chris), recién graduado que se topa con la cruda realidad en su primera experiencia laboral; Malcolm (Robin Hooper), perro viejo de oficina que conoce a Brent como la palma de su mano y está eternamente preocupado por no convertirse en una "redundancia" (curiosa forma de llamar a los despidos) para la empresa...
The Office consta de catorce capítulos emitidos por la BBC entre 2001 y 2003, doce de ellos de media hora de duración divididos en las dos temporadas de las que consta la serie y dos especiales navideños de cuarenta y cinco minutos que cierran la historia de ese particular mini universo laboral. Pese a que en su momento la serie no contara con buenos índices de audiencia, quizá porque de buenas a primeras la serie no "entra" bien por su mirada descarnada a una realidad demasiado cercana y real para muchos espectadores o por la ruptura con las convenciones formales de la telecomedia (falso documental sin risas enlatadas), con los años ha ido ganando una más que merecida consideración de serie de culto avalada por numerosos premios y por versiones autóctonas de la serie en numerosos países, entre ellos Francia, Alemania, Brasil o Israel. En el año 2005 se iniciaba la exitosa y homónima versión yanqui, con Steve Carell y Rainn Wilson como rostros más reconocibles, que aún permanece en antena.
Los talentos creativos detrás de esta joyita de la televisión reciente, y una de las disecciones más incisivas, crueles, acertadas e irónicas del mundo laboral en el seno de una empresa, son Ricky Gervais y Stephen Merchant, que escriben y guionizan todos y cada uno de los capítulos de la serie y el primero de ellos, además, encarna a uno de los más despreciables y patéticos seres que he tenido la ocasión de ver en años, David Brent. La excelente simbiósis artística entre estos dos cómicos se extendió a proyectos ulteriores como The Ricky Gervais Show (podcast grabado junto a Karl Pilkington que se convirtió en uno de los más oídos y descargados de la historia) o la serie Extras -uno de mis próximos objetivos- en la que ambos actores reflejan las miserias y aspiraciones de ese sufrido y a veces invisible colectivo de actores.
Mi historia personal con esta serie resulta curiosa. En su momento -2002- la conseguí vía burrito, subtitulada, e intenté verla, pero el formato me desconcertó profundamente. Esas entrevistas con los protagonistas, la ausencia de risas -algo que hoy no sólo agradezco sino que demandaría en todas las series-, la escalofriante veracidad y verosimilitud de tipos y situaciones me sacaban continuamente de la serie y ni siquiera terminé de ver un capítulo entero. Tuvieron que pasar unos cuantos años y animarme a ver Arrested Development, con la que comparte aspectos formales y cafrerío devastador, para darle otra oportunidad a una serie que siempre estuvo esperándome ahí, para convertirse, junto a Trabajo Basura y El club de la lucha, en mi otra referencia de auto ayuda personal para entrar cada mañana en mi espacio de trabajo, fichar y soportar esas siete u ocho horas diarias de pedacito de árido desierto vital en el que el infierno, además de los otros, puede acabar siendo uno mismo.