Más alto, más rápido, más fuerte. Ese es el espíritu que voy a necesitar a partir de mañana cuando me incorpore de nuevo al trabajo. Con la que está cayendo la carrera hasta fin de año va a ser un triatlón de obstáculos sin más descanso que el mínimo amparado por el calendario laboral -si no deciden cambiarlo sobre la marcha y eliminar directamente los festivos, ese maldito opio del currito- y con todos los indicadores macrosocioestructuroeconomisupu... camino del apocalipsis. Por lo menos me queda el consuelo de haber disfrutado de unas vacaciones largas como ninguna, que comenzaron intensamente para ir perdiendo progresivamente intensidad hasta haber pasado las dos últimas semanas en una poco menos que monacal reclusión hogareña de la que la consola y la televisión han sido las máximas culpables. Vuelvo al trabajo con un curso de informática terminado con buena nota, con un nuevo relato escrito, con diez kilos menos, y con la intención apriorística y las ganas de dar lo mejor en el trabajo porque no queda otra. Volvemos a las trincheras, señores...
El pebetero de Sauron o el Ojo de los Juegos Olímpicos 2012
Y al tiempo que se acaban las vacaciones laborales, tampoco me queda otra cosa más que plantear el fin de las vacaciones blogueras y dar como mínimo un pequeño vuelco al ritmo de publicaciones. Se acerca el séptimo aniversario del blog y este mes de agosto voy a replantearme seriamente motivaciones, ganas y satisfacciones que esta aventura cibernauta me ha proporcionado a lo largo de los siete años que he estado al otro lado del teclado. Quizá un replanteamiento definitivo, quizá un cambio, quizá un final... Agosto será largo, caluroso y propicio para esas cavilaciones. Para empezar, esta semana en la que ya entrará el mes de las vacaciones por antonomasia en el país, seguiremos dejando caer algún dibujillo de convención y hablando de esa película que me dejé en el tintero la semana pasada.
Y ya para terminar, imbuido del espíritu olímpico que va a inundar medios de comunicación y retransmisiones televisivas a lo largo de las próximas dos semanas, y tras tragarme emocionado casi toda la ceremonia de inauguración, repleta de emotivos momentos para mí que he mamado cultura británica casi desde la cuna -literaria, televisiva, musical y cinematográfica-, empiezo esta nueva etapa del año, esta recta final con una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, escogida con todo merecimiento para acompañar a la aparición del pebetero de diseño. Tardaron en aparecer, pero cuando lo hicieron, los Pink Floyd lo hicieron por todo lo alto, brillando como un loco diamante de fuego...
Eclipse
Pink Floyd
All that you touch
And all that you see
All that you taste
All you feel
And all that you love
And all that you hate
All you distrust
All you save
And all that you give
And all that you deal
And all that you buy
Beg, borrow or steal
And all you create
And all you destroy
And all that you do
And all that you say
And all that you eat
And everyone you meet
And all that you slight
And everyone you fight
And all that is now
And all that is gone
And all that's to come
And everything under the sun is in tune
But the sun is eclipsed by the moon
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