Bueno, vamos con el repaso a estos días con algo de retraso. Después de ir contra reloj superando el retraso del tren, la aglomeración del metro y el tráfico infernal del centro, pudimos disfrutar del concierto de los DKT/MC5 del que ya os hablé el lunes. Si había una forma mejor de comenzar un fin de semana especial, yo no la conozco, aunque para ser fieles a la verdad, el cansancio que supuso pasar tres horitas sudando y dando botes fue algo que arrastramos ya todo el Expocomic.
(Duelo de guitarras entre Wayne Kramer y Adam Pearson. La calidad es nefasta, pero ustedes sabrán disculparme)
El viernes aprovechamos para saludar a la peña y dar un somero vistazo a los stands, destacando el de Norma por sus jugosos lotes saldados, el de Dolmen y sus sesiones de firmas o el de originales, custodiado por Nacho y Alberto, frikis donde los haya, pero que supieron contener la tentación de arramblar con todo el material a su alcance. Y ya de ahí a hacer colas. Perdónenme ustedes el chiste, que no tiene nada de gratuito: Leti Sparks y yo tenemos la misma norma de trabajo en los salones que una actriz de cine para adultos, nos tragamos todas las colas que se nos ponen por delante. Lo cierto es que citar de memoria el correcto orden de consecución me resultaría imposible, así que sólo diré que cumplimos con nuestros objetivos: Johnson, Jiménez, Azpiri, López Espí, Campos, Santos, Lafuente, March, Pérez, Ruiz, Milligan, Ferry, Sarnago, Tooks y Taylor. Mención especial merecen los Bull Damm Boys, a los que dedicaré post más adelante.
(Ilustres veteranos, entre los que destacarían Carlos Giménez, Azpiri o Purita Campos)
(El comic más actual en sus diferentes expresiones: Buckingham, Johnson, Delano, Vidal, Milligan y March)
Este año no hubo modelos disfrazadas, o por lo menos yo no las vi, pero acabamos en el stand de maquillaje haciéndonos un tatuaje de henna la mar de simpático. Si es que somos frikis monotemáticos, qué le vamos a hacer.
(La amable y guapísima Reina Blanca, miembro del Club Fuego Infernal gatuno)
Sólo hubo dos pegas en este Expocomic, la primera fue el asfixiante calor que reinó en el recinto toda la tarde del sábado, y decir infernal es quedarse corto. Más de uno se mareó con la atmósfera cargada y el calor reinante, agravado por la impresionante presencia de público que abarrotaba los pasillos entre stands y la zona de firmas.
La segunda es un problema que venimos arrastrando de unos años para acá y que se agrava en grandes eventos como éste, donde la mayor asistencia de público y de sketch-busters hace que los nervios estén a flor de piel y que todo se magnifique. Y vamos a pinchar hueso señores. Todos conocen perfectamente lo que es un sketch-buster, más que nada porque la mayoría de lectores de este blog lo son, al igual que servidor: coleccionistas de los dibujos que los artistas asistentes a salones, jornadas y convenciones tienen a bien hacer a los aficionados. Se trata de un regalo de tiempo y esfuerzo que los dibujantes o entintadores tienen a bien ofrecer a sus seguidores y fans. Esta es una situación de privilegio que vivimos los aficionados al comic en España y que muchas veces no apreciamos adecuadamente. Además, es un doble privilegio. Por un lado, respecto a otros campos artísticos, ya que sería impensable que gente como Bisbal o Mick Jagger se sentaran delante de una cola de treinta o cuarenta personas y además de dedicar sus discos a los aficionados les obsequiasen con una canción mientras lo hacen. Por otro, gozamos de la posibilidad de conseguir dibujos más o menos currados de forma completamente gratuita, sin necesidad de visitar el Artist’s Alley tan frecuente en las convenciones USA donde los aficionados pagan por commissions muy bien terminadas. El hecho de que yo pueda contar en mi colección con cerca de cuarenta dibujos que pueden englobarse perfectamente dentro de esa categoría es para mi una suerte, un honor que agradezco a esos autores y un privilegio como aficionado. Ése es el planteamiento.
Ahora vayamos al problema. El mundillo de los sketch-busters es muy cerrado, siempre somos los mismos, y nos encontramos en los mismos eventos. Sabes perfectamente quién asiste a Ficomic, quién aparecerá por Expocomic y quién se dejará caer por Avilés. Todos buscamos lo mismo, y nos enfrentamos a limitaciones de tiempo (el que dura una sesión de firmas) y de reparto del mismo (el número de aficionados que forman una cola). Sería muy fácil llegar a la cola de, por ejemplo, Coipel, y comprobar cuántos aficionados esperan su dibujo. Si hay cinco presentes, uno calcula y decide si esperar o no. Es su tiempo y puede malgastarlo donde quiera. El problema es que en Coipel no hay cinco personas esperando, sino quince, que a su vez están en colas de gente como Lloyd o Gibbons. El mismo ser humano ocupando un espacio quimérico en tres colas. Cambien esos nombres por los asistentes a Expocomic y tendrán una clara definición del problema. Y no estamos hablando de un consenso en el mundillo, ya que el desconcierto entre los aficionados suele ser de órdago cuando se multiplica la gente que aparece delante de uno, las colas no avanzan y los mismos tres o cuatro están en la cola de tres autores a la vez. La gente se pone nerviosa, comienzan las discusiones por el orden exacto, detrás o delante de quien va cada cual y los nervios se van alterando. Dado que este es nuestro tiempo libre, nuestro esparcimiento, nuestra afición, tal vez debiéramos empezar a considerar la forma en que nos comportamos en dichas colas. En mi caso y el de muchos más, más que pasión se trata de una devoción que he sentido durante más de veinticinco años, y de la que espero seguir disfrutando durante muchos más, pero también es cierto que hay comportamientos que no pienso aguantar. O empezamos a pensar en una forma cabal de racionalizar las colas, o servidor va a replantearse la presencia en según qué eventos. Y eso que pensé que con Ficomic 2006 se había tocado fondo, pero algunos de los nerviosos de allí reaparecieron por Madrid. Además, he notado ilustres ausencias de algún sketch-buster conocido. Sólo les daré un dato indicativo de cómo está el tema: el stand de Com Radio en Barcelona solía traer algún autor invitado para promocionar su espacio Mes Enlla de la Vinyeta, por lo menos durante los últimos 5 años. Hasta el affaire Adam Kubert y el follón que se montó con las colas de un día para otro y los aficionados franceses. Yo conseguí un dibujo en aquella ocasión pero después de perder dos mañanas enteras, y una de ellas con un nivel de estrés muy elevado. Y ese comportamiento exagerado de “consigue un dibujo o muere” es el que está empezando a predominar. Los sketchs son una parte muy importante de mi vida (y nunca llegarán a comprender enteramente lo que significan para un servidor y para Leti Sparks, pero sólo les diré que jugaron un papel determinante en dos momentos cruciales de nuestra vida) pero no son ni serán nunca TODA mi vida. Espero que podamos llegar a una comprensión entre nosotros, a una organización que surja de nosotros mismos, a una racionalización que evite ciertos comportamientos. La organización de Expocomic acabó teniendo que hacer listas para cada autor y así evitar problemas, aunque no se pudo evitar que la misma persona estuviera en dos y hasta tres colas al tiempo. Ante este tipo de problemas yo padezco un problema ético bastante grave, ya que me vencen las situaciones cuya única solución es “pues haz tú lo mismo”.
En fin, quizá tengamos que ir a un supermercado a ver cómo se organizan las colas de la carnicería y la pescadería, aunque no sé si será el mejor ejemplo. Hasta allí hay gente que intenta colarse y estar en misa y repicando.
Y próximamente, otra reflexión. E de Extinción, no digo más. ¡Plissken se nos ha puesto filósofo!