sábado, junio 06, 2009

Universo DC Flash 4: Empate mortal a través del tiempo

Hasta ahora Wally ha vencido al mayor enemigo de su tío, mentor y amigo, el profesor Zoom, ha asumido con todas las consecuencias el manto y la responsabilidad de ser el hombre más rápido del mundo, ha ido más lejos que ningún velocista antes que él -y ha regresado-, ha visitado lugares y épocas con las que otros héroes sólo soñarían y ha logrado conquistar el corazón de Linda a base de confianza, respeto y un amor incondicional. Si hasta ha evitado la aparición de un primordial sobre la tierra. Wally West, el tío más rápido sobre la faz de la Tierra ha demostrado tener todo lo que hay que tener... pero ahora se va a enfrentar al hombre que se lo puede arrebatar todo.


Pero antes Flash vivirá dos aventuras autoconclusivas (Flash 106-107) llenas de acción, frenéticas y peligrosas, que le enfrentarán primero a una enloquecida Frances Kane haciendo un uso devastador de sus poderes magnéticos por toda la ciudad y después a un mejorado y más poderoso Ladrón Sombra, que hace acto de presencia en un paraíso turístico en el que se estaba celebrando una convención de periodistas. Pese a los recursos y la inteligencia del velocista, para salir con éxito de ambos trances contará con colaboradores necesarios, una perspicaz y empática Linda en el primer caso, y con el poderoso y algo cándido Shazam en el segundo, colaboración esta que permitirá hacer además algún chiste jugoso acerca de la velocidad de Hermes o del relámpago que les da poderes a ambos.


Y llegamos ya a la saga Dead Heat (Flash 108-111, Impulse 10-11), traducida como Final igualado y que un servidor habría titulado Empate Mortal. En una localización aislada una secta de encapuchados invocan a un ser que parece tener gran poder -y el aspecto físico de un joven Sean Connery con perilla-. Un año después, y sin motivo aparente, todos los velocistas pierden su conexión con la Fuerza de la Velocidad y se ven incapaces de correr más rápido que un perro de lanas. Sólo Wally, gracias a su peculiar viaje de ida y vuelta a la Fuerza de la Velocidad ha logrado mantener su conexión con el mismo y por tanto sus poderes. El problema no sería demasiado grave a no ser por esos ninjas ultraveloces que han comenzado a aparecer por Keystone y Central City intentando acabar con los "impostores" en nombre de un tal Savitar. Johnny y Jesse Quick, Impulso, Jay Garrick, incluso XS, nieta de Barry y miembro de la Legion de Super-Héroes atrapada en nuestro tiempo, quieren ayudar a Wally frente a esta amenaza desconocida y ciertamente peligrosa.


Como siempre, Max Mercury, gurú zen de la velocidad y lo más parecido en la serie a un maestro Jedi, tiene las respuestas al enigma. Pese a estar desaparecido un viejo diario suyo narra la conversión de un piloto de combate en velocista tras conectar con el relámpago durante uno de sus vuelos. Confuso y desorientado causó una masacre la primera vez que empleó sus poderes, y su peculiar forma de entenderlos le hizo creer que él era el genuino velocista, el destinado a formar parte de la Fuerza de la Velocidad, merecedor de ello más que ningún otro y capaz de todo para lograrlo. En una carrera a muerte Max logró evitar que el perturbado Savitar lograra su objetivo, aunque sólo consiguió retrasarlo momentaneamente. Más poderoso, más sabio y más loco, Savitar ha regresado a por lo que es suyo y únicamente un hombre se interpone en su camino, uno de los dos hombres más rápidos del mundo... después de él mismo.

Apenas sale de una y Wally ya se ha metido en otra todavía peor. Atrapado en el siglo LXIV contempla las consecuencias que provocó su visita a aquella época tras derrocar su gobierno dictatorial. Carentes de empuje y liderazgo la sociedad ha quedado estancada y todos le rinden un culto divino. Flash intentará liberar a ese mundo de su influencia y regresar a su tiempo, aunque el único problema es que esto le resultará sumamente difícil y tendrá que ir haciendo etapas a través de los siglos. En Carrera contra el tiempo (Flash 112-118) visitaremos otras épocas, conoceremos a los famosos Gemelos Tornado, los hijos de Barry Allen, y a John Fox, velocista que ya había aparecido en busca de ayuda de los Flash del pasado en un anual y que aquí jugará un doble e importante papel. Por un lado conocerá a Flash en el siglo XXVII y por otro vivirá una intensa peripecia en el siglo XX intentando detener un desastre natural de proporciones planetarias en ausencia de Wally West, cuyos esfuerzos por regresar al lado de Linda se enfrentarán a problemas cada vez mayores.


Tras unas sagas tan intensas, llega la Noche Final, crossover muy digno escrito por Karl Kesel y dibujado magistralmente por Stuart Immonen que aquí deja sentir sus efectos en las Ciudades Gemelas. En una historia bastante intimista (Flash 119) Linda se debate entre su responsabilidad como periodista y el temor a hacer más mal que bien si da a conocer al público lo crítico de la situación. Un canto a los buenos sentimientos, a la esperanza y a la fe que se acerca todo lo que es posible en un tebeo de super-héroes a Frank Capra. A continuación nos vamos de vacaciones a Nueva Orleans, a pasear por sus festivas calles y a visitar una peculiar casa encantada junto a Wally y Dick, Flash y Nightwing, o lo que es lo mismo, dos amigos que empezaron sus carreras respectivas a la sombra de un mentor y que dieron sus primeros pasos fuera del nido en el mismo grupo, los Jóvenes Titanes. Una historia especial (Flash plus Nightwing) llena de un sano sentido del humor y tan intrascendente como divertida. El volumen se cierra con la historia en dos partes Carrera Presidencial (Flash 120-121), en la que un candidato con posibilidades de alcanzar la Casa Blanca con un mensaje ultraconservador provoca que el Flautista intente acabar con su carrera. Wally tendrá que arreglar una situación en la que nada es lo que parece y en la que un viejo antagonista tiene mucho que decir.

Mark Waid prosigue con el desarrollo de unos personajes a los que ha dado profundidad y vida más allá de la viñeta, creando una sólida sensación de familiaridad dentro del título -entre los personajes- y fuera del mismo -con los lectores que van quedando fascinados por esta familia Flash-. La mitología de la Fuerza de la Velocidad se va consolidando historia a historia, y la saga Dead Heat es buena muestra de ello, al expandir el concepto no sólo como fuente de los poderes de los velocistas sino como destino último al que todos ellos aspiran. Junto a la épica de una historia que una vez más fuerza a los personajes al límite y les une en la adversidad como sólo la familia y los amigos verdaderos lo hacen, encontramos esos apuntes sobre cómo deben entender los velocistas sus poderes y sus motivaciones. Momentos de acción sin tregua junto con otros de cotidianeidad perfectamente narrados culminan con otra de esas carreras mortales a las que nos tiene ya acostumbrado el título. Una vez que la Speed Force está asentada entre los lectores, nada mejor que volver a pasear a Wally por el tiempo en una historia que nos lleva a través de los siglos explorando la herencia de Flashy las muchas formas en que su legado ha sido malinterpretado (en el siglo 64 ha acabado con el libre albedrío de forma involuntaria), olvidado (los Gemelos Tornado ocultan sus habilidades en una sociedad restrictiva para los que tienen poderes) o empleado para fines dudosos (una fuerza policial ultraveloz con métodos expeditivos). La historia se asienta sobre el principio básico de reflejar los sentimientos de Wally y de Linda, el primero haciendo todo lo posible para regresar junto a su chica y la segunda no arredrándose ante la adversidad y luchando en la medida de sus posibilidades contra los males que siguen acechando su tiempo. La introducción de John Fox enriquece el plantel de personajes de la serie, aunque a la postre su papel sea un tanto ingrato y sirva para resaltar el valor y la integridad de un Wally que ya es definitivamente un heroe tan grande como lo fue su tío.


En el apartado artístico, resulta un placer disfrutar del arte de Óscar Jiménez, dinámico, espectacular, y dotando de una sensación de velocidad al personaje como pocos lo han conseguido. Por si fuera poco, además logra una expresividad y una individualización en los rasgos de cada personaje que hace que cada uno de ellos transmita sus emociones y sus pensamientos al lector más allá de lo que viñetas o textos de apoyo ya resalten. Además de Óscar Jiménez podemos disfrutar del arte de un Humberto Ramos todavía en rodaje, puliendo su estilo y dando buenas muestras del espectacular dibujante en que se ha convertido. No quiero dejar de elogiar el trabajo del siempre eficaz y correcto Eduardo Barreto en el especial junto a Nightwing, en el que diseña una arquitectura pesadillesca y unas criaturas aterradoras para una historia que comienza siendo el típico whodoneit y acaba convirtiéndose en una invasión ultradimensional bastante similar a la que ya ilustrara en la serie Secretos americanos. El último dibujante reseñable del volumen es Paul Ryan, nuevo dibujante regular de la serie que comienza con un estilo sobrio y con los titubeos propios de un artista que le está cogiendo el tono a la serie y a los personajes.

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