Un gato negro pasea perezoso por los tejados nocturnos y brumosos de Londres. Una ventana abierta le da acceso a un desván repleto de cachivaches en cuyo centro destaca un cuadro de grandes dimensiones cubierto por una tela. Un caballero reposa lánguidamente en un sofá, contemplando la pintura cubierta. Sin nadie más con el que compartir su terrible historia, el elegante, joven y hermoso caballero procede a desgranar la historia del cuadro, que es la suya propia para tan curioso y peludo compañero de confidencias...
El pintor Basil Hallward ultima los últimos detalles de la que puede ser su obra maestra, el retrato del joven caballero Dorian Gray, hombre de notoria belleza, pronunciada elegancia y altísimo gusto por el arte en sus más variadas manifestaciones. Contemplando la maestría de Hallward y la belleza del cuadro está Lord Henry Wotton, que realiza maliciosas observaciones tanto sobre la personalidad de Dorian como sobre la relación entre pintor y modelo. La aparición del propio Dorian marca un encuentro crucial en las vidas de los tres hombres, al tiempo que la finalización del cuadro, un retrato tan perfecto que hace a Dorian desear amargamente que sea el lienzo y no él mismo el que sufra los rigores de la edad y de la vida.
Pronto Wotton y Gray se convierten en inseparables, el primero ejerciendo poco menos que de mentor que del segundo, cuya pasión por vivir la vida al límite y extraer de la misma todo el placer y la belleza posibles encuentran en Lord Henry un particular guía e ideólogo. Pese a las reticencias de Hallward, que observa con preocupación la senda que va siguiendo la vida de su apreciado amigo, ambos hombres comparten discusiones filosóficas, estéticas y prácticas vitales que poco o nada tienen que ver con la moralidad imperante en el Londres de fin de siglo. Se suceden los escándalos y las víctimas, y un rumor se extiende por los salones y las callejas de Londres, el de un caballero capaz de los actos más viles cuya piel no envejece y cuyo rostro permanece tan bello y joven como si el tiempo no pasase por él... Tal es la terrible historia que Dorian Gray refiere al asustado minino...
Y tal es la historia inmortal que Oscar Wilde escribiera en 1890 con el título de El retrato de Dorian Gray, y que desde entonces se ha convertido en una suerte de fábula clásica sobre la decadencia estética y moral del alma adaptada en varias ocasiones al cine y transmitida mediante la cultura popular en forma de canciones o referencias en televisión. La fuerza de este relato decadente y hedonista llamó fuertemente la atención del dibujante e ilustrador Corominas, autor entre otras obras de Tragaldabas, Eye Gray o Dontar, que decidió emprender una adaptación personal del libro como un proyecto propio, realizado según sus propias palabras "como un capricho [...], trabajando en él cuando he querido y como he querido". La personalidad de Corominas ya marca desde el comienzo la adaptación del relato en formato novela gráfica, reduciendo el esqueleto argumental y dotándolo de un hilo argumental atractivo para el lector, al tiempo que reduce considerablemente la plantilla de personajes principales a una particular suerte de Endiablada Trinidad del arte y la moral victoriana.
Recurriendo a las palabras de Wilde, para caracterizar a sus personajes afirma que "Dorian Gray es como me gustaría ser; lord Henry Wotton es como me ven los demás y Basil Hallward es como realmente soy". Es la profunda sensibilidad del pintor, cegado por su devoción a la belleza y la inocente juventud de Dorian la que se haya en el origen mismo del asunto. Al contemplarse a sí mismo plasmado en el lienzo Dorian Gray adquiere conciencia de su propia hermosura, y de la futilidad de un tiempo que a la larga acabará con la misma, dejandole tan solo con el cruel testimonio del retrato para recordarle cuán hermoso fue... La figura de Wotton, a quien Corominas retrata con ademanes y pose mefistofelicas, ejerce de eso mismo, de particular demonio tentador que ofrece a Dorian una particular filosofía vital en la cual uno mismo es el centro de todo y la consecución del placer a través de los sentidos y la belleza es el único y postrero objetivo, sin atender a ningún otro tipo de consideraciones éticas y morales.
Los encuetros y desencuentros de estos tres caballeros se producen en la city de Londres, un lugar que comprende desde los sucios callejones del East End repletos de lupanares y fumaderos de opio hasta la zona de teatros del West End donde la aristocracia londinense acude a la ópera, desde los atareados y llenos de vida muelles de la ciudad hasta los palacetes más decadentes y exclusivos de la clase alta victoriana. Si algo destaca con fuerza al margen de la riqueza filosófica y aforística con la que está retratada la historia de Gray/Wilde es la plasmación pictórica que Corominas hace de Londres,convirtiendo a la ciudad y su arquitectura en el verdadero cuarto protagonista del libro, un protagonista vivo y mutable, hermoso en su variedad, terrible en sus contrastes, que se nos muestran una y otra vez ya sea en cuadros/viñeta insertados en la trama o a modo de panorámicas destacadas que muestran al ser humano perdido en la grandeza de la urbe.
He leído pocas novelas gráficas como esta que se puedan considerar un lujo en si mismas, y es que el trabajo artístico de Corominas es un verdadero tour de force que se supera viñeta tras viñeta y página tras página. Con una representación lánguida y decadente de la alta sociedad londinense, el autor separa las diferentes partes de la obra en capítulos encabezados por una ilustración a página completa del retrato de Dorian Gray, que va mostrando las señales de degradación de forma sutil primero, luego cada vez más evidente, hasta mostrar dos últimas estampas verdaderamente dantescas. Será ese el único momento en que contemplemos la degradación moral del alma de Dorian, puesto que en la narración se opta por hurtar ese detalle al lector, que sólo ve el reflejo del reflejo en el personaje, pero no el reflejo en sí mismo. Hay dos momentos en que Corominas rompe con su estilo para potenciar lo narrado, y son la narración del libro prohibido que Wotton presta a Gray para abrir sus horizontes -y que muestra el aspecto de lo que perfectamente podrían ser estampas goyescas repletas de deformidades y aberraciones- y la alucinación en Abbey Hill -o transfiguración, o revelación, o como el lector prefiera denominarlo-, donde las ilustraciones adoptan un estilo simbólico casi medieval mostrando una particular danza de la muerte. En ambos casos Corominas rompe con el rico uso del color que emplea en el resto de la obra y usa dos o tres tonos, negro y sepia para los grabados "goyescos" y verde,negro y azul para la fantasía simbolista.
Magnífica adaptación, lujosa representación gráfica... ¿Qué puedo decir de la edición española? Pues nuevamente la palabra lujo acude a mi teclado. Diabolo Ediciones acerca esta novela gráfica al lector español en un formato de gran tamaño, tapa dura, lomo de tela, papel de gran gramaje NO satinado para plasmar de la forma más fidedigna y correcta el arte de Corominas, un texto de Oscar Wilde a modo de introducción y una suerte de apéndice final con una selección de pinturas de Enrique que contextualizan la obra y los personajes -y que en su mayoría merecerían estar en un museo, créanme- y un texto del propio autor señalando las variaciones de la adaptación, los motivos de los cambios realizados en ella y el significado último de algunas de las licencias tomadas -como la de no mostrar el destino final de Dorian Gray- que terminan por redondear una novela gráfica, un tebeo, que es un verdadero lujo para los sentidos.
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