El encuentro entre un hombre y su esposa, convertida en vampiro, durante una noche de recriminación y tentaciones frente a la indiferencia del vecindario. La invocación de un demonio por parte de un brujo novato avaricioso. El relato de fascinación, horror y muerte de un hombre perdido en la niebla. La peripecia de un astronauta en sus viajes por el espacio y su extraña visita al planeta Paris. Las reminiscencias de un ciego, perdido en la oscuridad eterna, sobre su vida pasada al lado de su difunta esposa. Las reflexiones de un hombre a la espera de la gran muerte en un mundo en el que ya no nacen más niños. La claustrofóbica historia de un matrimonio que descubre los cimientos de una antigua casa contigua a la suya cuyo reflejo permanece más allá de la memoria. El repaso a los hechos que condujeron a un hombre a la cárcel tras años de preparar un crimen particularmente despreciable. El encuentro entre dos almas gemelas condenadas a entenderse a través de un foro de enamorados en la red. La historia de amor más allá de la muerte contada por un médium maldito por su don de ver a todos los fantasmas de la ciudad de Los Angeles.
Estas son a grandes rasgos las historias que nos depara el tomo Materia Oscura, una lujosa recopilación de historias cortas que tienen un común denominador, el artista británico David Lloyd. El título hace referencia tanto a la condición genérica de prácticamente todas las historias, enclavadas en los universos terroríficos o fantásticos de las publicaciones clásicas de historietas cortas, como en el carácter hasta ahora inédito de ese material en nuestro país, ya fuera por tratarse de historias de aprendizaje o publicadas en revistas inglesas o americanas que carecen de distribución fuera de esos países. Este tomo supone una oportunidad única para todo aquel que disfrute con el arte de David Lloyd, pues va a poder leer historias que aparecieron en revistas como Negative Burn (Caliber Press), Tales of Terror y Alien Encounters (Eclipse Comics), AARGH! (Mad Love), A1 (Atomeka Press), Dark Horse Presents (Dark Horse) o Heavy Metal (Metal Mammoth Inc). O lo que es lo mismo, algunas de las mejores publicaciones independientes donde los autores han podido dar mayor rienda suelta a sus necesidades creativas.
Si la recuperación de un material inédito no es suficiente aliciente, los textos de David Lloyd que acompañan a cada relato sí deberían serlo. Contextualizando cada historia dentro de su carrera artística habla de las influencias de cada una de ellas -algunas rayanas en el plagio inconsciente o adelantándose varios años a otras historias-, de la forma de encarar artísticamente cada uno de los proyectos, de su gusto por la experimentación con materiales y técnicas, de la forma de afrontar el mercado y de la confianza de un autor tanto en la evolución de su arte como en la forma de hacerlo llegar a las editoriales en primera instancia y al lector como destinatario final del mismo. Supone una oportunidad única de poder atisbar los entresijos editoriales y artísticos que no siempre están expuestos de manera tan franca y meridiana.
Es lógico que al tratarse de una recopilación de material tan diverso, realizado a lo largo de varias décadas de trabajo y destinado a diferentes publicaciones, la calidad de las historias varíe ostensiblemente. Así, las historias Harpía, El oro del demonio y Diario de un viajero espacial, todas ellas con autoría completa de Lloyd, presentan un guión bisoño y quizá no todo lo atractico que cabría desear. Es en las historias donde entran otros escritores y el artista experimenta con aguadas o pintura cuando el nivel del libro sube ostensiblemente. En el plano de lo correcto situaría El hombre en la niebla (con guión de Robert Curran y el propio Lloyd) y Una impresión duradera. El primer relato, una historia claustrofóbica ambientada en una urbe brumosa e irreal, va conduciendo al lector hacia el inevitable clímax de forma harto inteligente, mientras que el segundo presenta una historia con resabios literarios y cinematográficos (Lloyd cita a Agatha Christie, pero me parece más evidente la sombra de Alfred Hitchcok) para plasmar un crimen pasional no tan perfecto.
La mejor parte de la antología pertenece en mi opinión a la de tres guionistas cuyas obras hablan por sí mismos y que proporcionan un material de partida bastante agradecido. En Recordando a Rene (con guión de Stephen Bissette) un hombre ciego que vive solo con su perra lazarillo en su apartamento no cesa de recordar a su difunta esposa, una presencia que quizá sea más real de lo que él mismo cree. En apenas cinco páginas se nos narra una historia de oscuridad y melancolía bastante potente que merece más de una lectura. La gran muerte (Peter Milligan) plantea un relato intimista y opresivo en el que se nos refleja un mundo sin esperanza, en el que sólo el recuerdo por el pasado aleja la sombra de esa muerte final en un mundo sin niños. En su lugar adapta una historia de Ramsey Campbell y es una de las historias más largas del libro, jugando con la cotidianeidad de un ambiente suburbano y una relación particular para irnos conduciendo al terreno de lo fantástico e irreal que acabará por succionar a los protagonistas en un mundo desconocido. Finalmente, y recuperando la contundencia de la parquedad narrativa, en ocho páginas y con guión de Josef Rother, Ciudad de fantasmas cuenta una historia próxima a El sexto sentido con vuelta de tuerca final aterradoramente lógica pero para mí genuinamente sorprendente.
La edición de 001 ediciones, en tapa dura y papel satinado, que quizá no sea la mejor elección para plasmar las historias en blanco y negro o sepia de Lloyd, se completa con un dossier sobre todos los autores del libro, guinda final a un tomo imprescindible para los admiradores de David Lloyd y que permite descubrir la voz de un autor que es alguien más que el tipo que dibujó al personaje que sirvió de modelo para las caretas que tanto Anonymous como diversos movimientos reivindicativos han popularizado. Y ojo, que sólo eso, no es poco...
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