La batalla final entre Superman y el general Zod asola Metrópolis. Rayos de calor derriban edificios, nubes de polvo recorren la ciudad, las víctimas se cuentan por miles mientras dos dioses dirimen sus diferencias por encima de la aterrada población. Bruce Wayne (Ben Affleck) emerge de uno de sus edificios intentando ayudar a quien pueda y contemplando con determinación a los culpables de esa situación. Entre escombros y civiles muertos, nace una misión: detener a Superman.
De las cenizas de esa hecatombe surge un mundo nuevo que mira a la vez con terror y admiración al Hombre de Acero, única esperanza para millones que solicitan su ayuda y fuente de miedo para otros tantos, inseguros de si la batalla de Metrópolis volverá a ocurrir. El tecno gurú multimillonario Lex Luthor (Jesse Eisenberg) manipula el miedo colectivo y empuja a políticos como la senadora Finch (Holly Hunter). Superman (Henry Cavill), atormentado por la destrucción, se cuestiona si puede ser salvador o amenaza para la humanidad. Lois Lane (Amy Adams)lucha tanto por desvelar una ominosa amenaza en la sombra como por recuperar la fe en sí mismo y en la humanidad de Kal El. En Gotham los métodos del Caballero Oscuro se radicalizan y siembran el terror tanto entre criminales como aquellos que sufren su yugo. Todos los actores en un drama cósmico de culpa y redención acabarán confluyendo junto a desconocidos pero poderosos aliados en algo que sólo podremos denominar como el Día del Juicio para la humanidad.
Tras el impacto del reinicio con Man of Steel y con la ambición de cimentar un Universo DC cinematográfico propio a imagen y semejanza del puñetero Universo Cinematográfico Marvel que estaba comiéndose la tostada económica, Warner apostó en 2016 por lo reunir en pantalla a Batman y Superman y sentar las bases tanto de un universo compartido con los principales personajes de DC como de futuras producciones . Alejado del modelo Marvel de diversión ligera y espectáculo luminoso, la casa estaba obsesionada con la solemnidad marcada por la trilogía de Nolan, encargado de la producción. Se quiso trasladar el tono adulto de El caballero oscuro al último hijo de Krypton; con guiones de David S. Goyer y dirección de Zack Snyder (tras 300 y Watchmen), el proyecto arrancaba teñido de tragedia épica, algo que quizá no se asociara exactamente con Superman. El gancho en las convenciones y en los avances resultaba claro: el encuentro al estilo Regreso del Caballero Oscuro entre Batman y Superman que en el film se saldó con una gloriosa escena de pelea entre ambos que casi mimetizaba varias viñetas de la obra de Miller. Bien oculto al fandom quedó la gran sorpresa del film, nada menos que la aparición de Doomsday via Lex Luthor y la recreación de otra historia mítica como La muerte de Superman (qué gusto da hablar de esto a casi 10 años vista y sin pensar en los dichosos spoilers).
Snyder imprime una estética pictórica y operística: narración excesiva, ralentizaciones marca de la casa, encuadres angularmente dramáticos y una intensidad visual que busca sentar las bases de ese futuro universo apocalíptico que se nos muestra fugazmente. Affleck ofrece un Batman maduro, agotado, casi alcohólico... Un justiciero con cicatrices al que sólo el sarcasmo y la presencia familiar de su amigo, colaborador Alfred (maravilloso Jeremy Irons) alejan del abismo de la locura. Cavill, por su parte, encarna la gravedad física del héroe sin renunciar a su soledad introspectiva. Eisenberg como Luthor aporta una desagradable psicopatía con momentos francamente incómodos como los de la regaliz o el té de la abuela, que es algo que uno nunca pensó que vería en una peli de super-héroes. La regia presencia de Gal Gadot, debutando como Wonder Woman al son de Junki XL, deslumbra en cada aparición y los aficionados lo agradecieron en masa acudiendo al cine a ver el debut de la amazona en su posterior película de origen. Hay menos respiro del esperado, humor casi inexistente, una narrativa demasiado fragmentada en base a la cantidad de personajes y tramas condensados en la cinta, y un clímax que se percibe como apocalíptico desorden técnico más que como cierre emocional. La música y el montaje pretenden elevar la épica, pero a veces se perciben demasiado grandilocuentes, quizá el mayor lastre que ha acompañado siempre a la carrera de Zack Snyder, del cual reitero una y mil veces que realizó su mejor trabajo en su debut, Amanecer de los Muertos, acompañado de la manita del maravilloso guión de James Gunn, rotundo, retondo, tremendo...
La taquilla acompañó recaudando casi 1000 millones de dólares, la crítica no fue demasiado compasiva con las muchas carencias del film y el fandom se cebó con algunas soluciones de guión que pese a resultar quizá discutibles a mí me resultaron emocionalmente satisfactorias. En este caso el chiste en redes con memes y continuos ataques fue el punto de conexión que dos enemigos encuentran en el fragor del combate, el nombre en común de sus respectivas progenitoras, Martha, Martha.... El experimento resultó lo suficientemente bien como para que DC tirara del carro hacia delante y encomendara a Snyder desarrollar esa JLA que aquí vislumbrábamos fugazmente en los archivos descubiertos por Diana y Bruce. Personalmente, disfruté la película como un enano, con esa fugaz referencia a la KGBestia, los cameos de Flash y Aquaman, la brutal aparición de Wonder Woman, la batarmadura y el tanque que tanto recordaban a Miller... Es una visión puntual y concreta de un personaje que ha tenido decenas de etapas puntuales y concretas, cada una de ellas con su peculiar idiosincrasia otorgada por los autores encargados de cada una de ellas, y cada una de ellas tanto o más válidas que las demas. Eran buenos tiempos para los aficionados, con Marvel enfilando el camino final hacia su cénit, estrenando esos años Civil War, Doctor Extraño o Black Panther, todas disfrutadas resignadamente en pantalla doméstica por un servidor robando horas al sueño y haciendo equilibrios para no despertar a cierto adorable enano maligno que acunábamos con las fanfarrias de Zimmer o de Silvestri.
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