Ali, Noor, Zill y Safa son el orgullo del zoo de Bagdag, una manada de leones que recibe cientos de visitas y toda clase de mimos por parte de sus cuidadores. Pero esa plácida existencia no satisface a algunos de ellos, por ejemplo a Zill, el maduro macho dominante que ansía recordar las viejas experiencias vividas en libertad, una vida libre que sólo la tuerta y anciana Safa recuerda como lo que era: una continua lucha por buscar alimento y sobrevivir a un entorno hostil. Por su parte Noor es la hembra dominante en la pequeña manada y madre del impulsivo cachorro Ali, y no ha abandonado el sueño por esa vida en libertad, llegando a conspirar incluso con otros animales del zoo para promover una rebelión contra los cuidadores y así poder escapar de un cautiverio que encuentra indigno. Todo su mundo volará por los aires con los bombardeos indiscriminados sufridos por la capital iraquí. En medio del caos y la confusión reinantes en la ciudad los cuatro leones, libres a su pesar, descubrirán que el mundo más allá de los muros de su hábitat es completemante diferente a como lo recordaban o a cómo se lo habían imaginado. El goce de los instintos salvajes en libertad, el encuentro con otras criaturas salvajes mantenidas en cautiverio, la toma de conciencia de la fragilidad y mortalidad de sus cuidadores/carceleros, al fin y a la postre carroña de la que se plantearán alimentarse o la huida hacia un mítico e idealizado horizonte en el que poder vivir en libertad serán las etapas que jalonen un viaje a ninguna parte condenado al más rotundo de los fracasos.
En el año 2003 los bombardeos sufridos por Bagdag durante la invasión estadounidense destruyeron, entre otras muchas cosas, el zoo de la ciudad, del que escaparon muchos animales, entre ellos los leones protagonistas de esta historia. En base a una anécdota contada por los periodistas en su momento -cómo tropas estadounidenses abatieron a un grupo de leones que vagaban por la ciudad- el guionista Brian K. Vaughn hilvana una historia pequeña y cerrada protagonizada por animales dotados de pensamiento y habla -que no antropomorfizados, ojo, eso son los gatos de Blacksad- que se debaten contra su cautiverio, reflexionan sobre las consecuencias de la invasión desde su peculiar punto de vista y luchan por sobrevivir en el entorno más hostil imaginable. Remachando la labor de Vaughn tenemos al dibujante Niko Henrichon (autor del arte de la novela gráfica Barnum!, que no he leído), el cual logra dotar a los animales de vida propia dentro de unas coordenadas bastante naturalistas y alejadas de la idealización o simplificación con que el cine animado de la Disney tiende a tratar este tipo de historias.
La historia se lee de un tirón con mucho interés, ya que no resulta difícil empatizar con los protagonistas, pero sí que se echa de menos una mayor claridad en el mensaje, diluído por entero a lo largo de la trama y brutalmente expuesto en un final seco, duro y cortante que me dejó un regusto amargo en la boca durante bastante tiempo. Un comic que merece la pena leer, aunque esté lejos de la profundidad de obras como Fax from Sarajevo, en la que la exposición de los hechos subraya de forma clara y explícita el mensaje. Cuando menos felicitar a Vaughn por lograr que, tras leer 120 páginas de animales que hablan, se nos quede en el cuerpo una sensación de desamparo y angustia que no es sino la sombra de la que miles de iraquíes habrán experimentado en la realidad cientos de veces.
2 comentarios:
Venga... sere yo el primero... a quien más se le encharcaron los ojitos en una mezcla de rabia y lastima?
Que mala ostia, que mal lo pase...
Nacho
Skellington, a la lagrimica no llegué, pero el mal cuerpo no me lo quitó nadie. La verdad es que igual hubiera preferido un final en plan rótulo, pero el que Vaughn y Henrichon nos tiran a la cara consigue el efecto deseado, conmover y hacer sentir incómodo a un lector generalmente insensibilizado ante la descarnada realidad diaria que los informativos ofrecen. Y hablo por mí, que quede claro.
Un saludo y en breve nos vemos, supongo ;D
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