1982. Un vehículo de exploración antártica noruego cae por una grieta en el hielo. Sus ocupantes no pueden dar crédito a lo que yace en el fondo de la sima. Un equipo de investigación liderado por el doctor Sander Halversen (Ulrich Thomsen) comienza a preparar el viaje a la Antártida, pero antes reclutan a la paleontóloga Kate Lloyd (Mary Elizabeth Winstead) con la promesa de que investigará un espécimen único. El equipo es conducido hasta la base en helicóptero por dos curtidos pilotos acostumbrados a trabajar en aquellas tierras heladas e inhóspitas, Sam Carter (Joel Edgerton) y Derek (Adewale Akinnuoye-Agbaje).
Una vez en la base la naturaleza del descubrimiento se revela en toda su asombrosa magnitud. El hielo ha hecho emerger un objeto volador no identificado que se estrelló en la tierra hace 100.000 años, y uno de sus ocupantes se congeló a unos metros de la nave, intentando llegar a no se sabe dónde. El equipo de científicos noruego se frota las manos ante un descubrimiento que huele a premio Nobel, mientras que Kate Lloyd se muestra renuente a alterar el envoltorio helado del ser en unas condiciones tan poco seguras como las de la base científica antártica. Tras una exploración preliminar la criatura del hielo cobra violentamente vida y huye del bloque de hielo, pero la amenaza es contenida en primera instancia.
Los científicos están desconcertados ante la celeridad con que se suceden los acontecimientos. Las bajas se amontonan mientras que los análisis parecen demostrar un comportamiento aberrante en las células de la criatura, que absorben y mimetizan las de cualquier otro ser que tengan a su alcance, ya sean aliens, perros o seres humanos. El horror, la paranoia y la muerte se apoderan de la base antártica. Todos pueden ser una cosa, nadie confía en nadie y las opciones se van agotando para detener una amenaza que puede poner en peligro a la entera humanidad.
La cosa (2011) no es el remake de La cosa (1982), aunque pueda parecerlo en más de un momento. No. Se trata en realidad de la precuela del magistral film de John Carpenter en la que se nos narra los hechos sucedidos previamente a lo reflejado en aquel film, esto es, el descubrimiento por parte de los noruegos de la nave y su tripulante, y qué condujo a la destrucción y horror que McCready (Kurt Russell) encontró en dicha base. Los guiños al respecto son muchos, y bastante ajustados: el noruego con las venas abiertas y la sangre congelada fantasmagóricamente, el hacha clavada en la pared, la aberrante criatura bicéfala quemada a la que Blair (Wilford Brimley) practicó la autopsia... Nada se puede objetar al respecto salvo una pequeña concesión a la espectacularidad que altera en cierta manera la continuidad de ambos films, referente a la explosión que dejó al descubierto la nave espacial.
Ese respeto por el material original y la búsqueda de mantenerse fieles al mismo parte desde los primeros intentos de desarrollar la película. Al establecerla como precuela se perdía cierta frescura -todo aquel que hubiera visto La cosa (1982) sabría cómo terminan la mayor parte de personajes- pero se mantenía virgen el film de Carpenter. El interés del director Matthijs van Heijningen, que acababa de ver cancelado un proyecto de película con zombis en Las Vegas, fue muy importante al tratarse él mismo de un entusiasta del clásico carpenteriano. El guión original escrito por Ronald D. Moore fue reescrito posteriormente por Eric Heisserer, en lo que prejuzgo como el fallo más grave de la película. Dudo mucho que Moore, experto en desarrollar personajes y escenas de acción y tensión con sobrada solvencia -¡¡Galáctica!!- hubiese ofrecido tan pronto y tan rápido algunas de las soluciones narrativas que La cosa (2011) emplea para mimetizar hasta el rídiculo su modelo original.
Si bien es cierto que no había sorpresa a la hora de abordar el final, sí se podía haber jugado con una estructura cinematográfica distinta, con unos tiempos diferentes, con unos modelos de personaje que no nos sonaran a conocidos. Tenemos de nuevo al piloto con vocación de héroe, tenemos autopsia, análisis celular, escena con perros, prueba dental (es brutal cómo se pone la vida de los ocupantes de la base en juego en base a su higiene dental), explosiones de violencia gore (aquí un tanto más falseadas por los efectos digitales, que si bien más vistosas y efectistas carecen de la sobria sensación de sucio realismo que Rob Bottin consiguió crear hace 30 años), y clímax ambiguo que, por si las moscas, se resuelve pronto para que la audiencia no tenga duda alguna. Si ese mimetismo juega claramente en contra de la película, a toro pasado podemos decir que se desperdicia igualmente uno de los elementos novedosos de la precuela, la exploración del hábitat alienígena en el que se nos muestran elementos con múltiples posibilidades que carecen de explicación alguna y que son obviados inmediatamente en detrimento de la acción pura y dura.
No voy a decir que La cosa 2011 sea una mala película, en tanto que como película de horror exprime un único escenario y una historia ya conocida para lograr que el espectador se interese por sus personajes, reciba un par de sustos genuinos a lo largo del metraje, se asquee con alguna de las delirantes transformaciones de las cosas y en suma, pase un mal rato que es de lo que se trata. Si la película se hubiese llamado El terror helado que cayó del espacio estoy seguro que habría sido mucho más benevolente con esta producción, pero al tratarse de La cosa 2011, uno no puede dejar de pensar en lo mismo de siempre. En cuánto talento atesoraba Carpenter en cada una de sus películas y en cómo parece haber quedado cada vez más al margen de un sistema que prefiere gastar 35 millones de dólares en este vehículo de lucimiento para un fanboy entregado antes que darle ese mismo dinero al Maestro para que se suelte la melena y nos entregue de una vez por todas el testamento cinematográfico que él como artesano y nosotros como adoradores rendidos de su obra nos merecemos.
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