Me permito la licencia de fusilar la letra de una de mis canciones favoritas de R.E.M. para subtitular este artículillo centrado en la serie que acaba de comenzar a publicarse en nuestro país y que dentro de unos meses marcará el pistoletazo de salida para el nuevo universo DC, en el evento conocido como All New 52, donde a través de 52 colecciones se nos irá descubriendo qué es válido y qué no del UDC tal y como lo hemos conocido desde 1985. La sensación que tengo ahora mismo es un retro dejà vú, ya que no pude sentirla en 1985 en tanto que fui uno de los beneficiados de aquel reseteo de personajes y editorial y me subí al carro con verdadero entusiasmo. Algo menos de tres décadas después la editorial repite jugada, y las sensaciones son verdaderamente contradictorias. Pero de eso me extenderé debidamente en su momento. Vayamos con el repaso a la miniserie central del evento, a la madre del cordero, por así decirlo, para pasar a analizar brevemente los crossovers y especiales conectados a la misma y para comentar, breve,subjetiva y sentidamente las sensaciones que este All New despierta en mí, lo que dejo apropiadamente para un domingo por la tarde en que la resaca y el cansancio me colocan en el estado anímico ideal para escribir la poco menos que despedida definitiva a los personajes que marcaron mi adolescencia y juventud... Aunque lo de definitivo no existe para las editoriales y lo cierto es que la jugada que tengo en mente, Heroes Reborn, no duró más allá del año... Cruzaré mis deditos frikis...
El camino a Flashpoint: Dime con quién andas y te diré de que tiempo eres
Tras el regreso de Barry Allen de más allá de la Fuerza de la Velocidad, este ha retomado su trabajo como policía científico en el departamento de Central City donde ya se las ha visto con una acusación de asesinato lanzada por un cuerpo de vigilantes del siglo XXV conocidos como Los Renegados. A su complicada situación personal, en la que no termina de conectar con el amor de su vida o con su nieto, y su atracción por una compañera de trabajo, hay que sumarle la irrupción de un bizarro personaje en las calles de Central City, Hot Pursuit, un misterioso policía venido del futuro con la capacidad para arrebatar la Fuerza de la Velocidad a aquellos que la poseen y ominosas intenciones.
Los caminos de Bart y Barry Allen, separados por el distanciamiento emocional mostrado por Barry tras su regreso, se cruzan con los de Hot Pursuit, una suerte de Motorista Fantasma Velocista con expeditivos métodos a la hora de enfrentarse a sus objetivos y de recuperar aquello que vino a buscar a nuestro tiempo, toda la Fuerza de la Velocidad que atesoran los velocistas de nuestra época, con el fin de evitar un cataclismo temporal de épicas proporciones que pondrá en peligro la existencia misma del universo, un Punto de impacto al que nuestros héroes parecen abocados irremisiblemente y en el que Eobard Thawne, el Flash Reverso, parece tener mucho interés por encontrarse en su epicentro.
Flashpoint: Ya no estamos en Kansas, Barry
Barry Allen despierta un día cualquiera y acude a su trabajo en el departamento científico de la policía de Central City. Todo parece igual, pero una sensación de extrañeza se va apoderando de él. Cuando el aviso de un crimen se recibe en la comisaria Barry Allen hace mutis por el foro y decide acudir al lugar de los hechos como Flash, el hombre más rápido del mundo... solo que no puede correr. O sí puede hacerlo, pero no a supervelocidad. Barry Allen ha perdido sus poderes, pero no solo eso. Para combatir el crimen, Central City ya cuenta con su propio campeón, el Capitán Frío... Esta será la primera de las muchas dolorosas y sorprendentes revelaciones que Barry Allen irá sufriendo en ese mundo que podría ser una realidad paralela o un mundo alternativo, excepto por el hecho de que sus recuerdos, vivencias y sentimientos le gritan a cada momento que ese es su mundo, esas es su realidad, y las sombras y recuerdos de una existencia diferente en otro mundo distinto van desapareciendo progresivamente como, bueno, ya saben, lágrimas en la lluvia.
Sólo Booster Gold, viajero temporal, y su nieto Bart Allen -perdido en el futuro del siglo 30- parecen ser conscientes de que la realidad ya no es la que era, y que esa tierra, inmersa en una guerra genocida entre atlantes y amazonas -liderados por Aquaman y Diana respectivamente- que ha costado millones de vidas y el hundimiento de media Europa como daños colaterales, se halla en el límite mismo de un punto de impacto fatal y definitivo para los hechos desatados que amenaza con consumirlo todo y a todos. Al asalto final y definitivo en una guerra movida por oscuros intereses de terceros, a la preparación de una fuerza internacional de asalto liderada por Cyborg, el mayor héroe de esa tierra, a los esfuerzos de una resistencia heróica liderada por Grifter en el seno de la Gran Bretaña ocupada por las amazonas, hay que añadir los desesperados intentos de un Barry Allen más desesperado a cada segundo que pasa por recuperar sus poderes, mantener los pocos recuerdos que le quedan intactos y devolver al mundo a su estado anterior, al estado en que estaba cuando de su anillo fluía el uniforme rojo que representaba la valentía y la generosidad personificadas y no la cruel burla del traje amarillo que representaba los valores reversos, la mortal e infame crueldad y el terror absolutos.
Flashpoint, serie limitada de cinco números escrita por Geoff Johns y dibujada por Andy Kubert, es el núcleo central del evento editorial de DC del año pasado, un megacrossover que afectó a todas las colecciones de la compañía y que marcó la culminación de un proyecto editorial iniciado casi 30 años atrás. Con esta historia se cierra la etapa de continuidad que se abrió con Crisis en tierras infinitas -y enmendada posteriormente por los sucesivos crossovers Hora cero y Crisis Infinita- y da paso a algo no totalmente nuevo pero sí diferente que surge directamente de las páginas del clímax de este Flashpoint que no es intrínsecamente un mal tebeo, pero que deja encontradas sensaciones en un lector veterano y encariñado con los personajes a los que maltrata, como es mi caso. Lo cierto es que como historia, Johns parece hacer un juego de espejos con su primera saga con Flash -Wally West-, aquella Wonderland en la que Wally acababa en un mundo alternativo al otro lado del espejo y tenía que hacer lo posible por escapar de él. Aquí es Barry, el recientemente recuperado tras el Flash: Renacimiento, el que se ve envuelto en una confrontación directa con su más mortal y directo enemigo, de resultas de la cual acaba perdido en un mundo muy diferente del que conocemos, en el que se mantienen apenas unos conceptos, pero desvirtuados y deformados por una realidad cruel y brutal.
Johns siempre ha sabido manejar muy bien a sus personajes, y jugar en algunas de sus historias -me viene a la mente la que llevó hasta el número 200 de Flash, con la introducción de Zoom y la gloriosa aparición de Barry Allen- con los dos niveles que convierten un tebeo de pijamas en un glorioso y épico canto a la grandeza de un personaje: la humanidad de los seres que describe, y la grandeza de las acciones que las circunstancias les ayudan, obligan o impulsan a realizar. En este caso, en tan solo cinco números, el último de ellos doble, el guionista tiene que introducir al lector un mundo completamente diferente, descubrir a sus principales personajes del modo en que han cambiado respecto a los conocidos, plantear las dos tramas que vehiculan la acción de la serie -el marco general de la III Guerra Mundial Atlante-Amazona y el particular de Barry Allen intentando lidiar con la pérdida de poderes y memoria y la amenaza de Thawne- y desarrollarlas de forma relativamente coherente y finalmente culminar todo ello en un fin de fiesta que debería ser épico, espectacular y emotivo capaz de conmover al espectador. Demasiadas cosas que hacer en tan poco espacio y tiempo.
La sensación que acaba dejando la serie es que Johns tenía planteada esta historia desde hacía tiempo, y que habría supuesto algo así como el canto del cisne de Barry Allen tras su regreso, enfrentado a su mayor enemigo y volviendo a demostrar que es un personaje más grande que la vida al afrontar uno de los más duros y exigentes sacrificios de toda su carrera, pero que por las dichosas injerencias editoriales, y por esa peculiar falta de ideas que ha convertido a Johns en el corazón impulsor de la editorial a lo largo de la última década, se decidió que la historia sería la piedra angular del evento anual de marras que toda editorial grande que se precie -véase Marvel y DC- parece forzada a hacer cada año para vender decenas de miles de cruces inútiles amén del tomito recopilatorio de lujo de turno englobando a la colección central. Y es ahí cuando la historia, por intentar volar demasiado alto, acaba pinchando. La historia global que tiene que contar es tan grande, el protagonismo coral tan diluido, las formas de esa realidad tan crueles, que personalmente como lector lo veía todo sin implicación o sentimiento alguno. Solo en aquellos momentos puntuales en que se centra en Flash -quitando la ocurrencia de quemarse a lo bonzo... ¡dos veces!-, en su relación con su entorno, y en su interactuación con Batman, contados pero que concentran lo mejor del escritor, uno puede llegar a interesarse por las motivaciones de cada personaje y dejarse llevar por la empatía por sus respectivas necesidades emocionales, que culminan en un final parco, sencillo y emotivo a tamaño festival de destrucción, paradojas y muerte.
Del arte de Andy Kubert, autor del dibujo de esta miniserie, servidor poco malo puede decir y sí bastante bueno. Los diseños de los "nuevos" personajes son vistosos y espectaculares, quizá un poco dark and gritty para adecuarse al tono de ese mundo paradójico. El menor de los Kubert, que ha mantenido su vinculación a DC y que en los últimos años ha ofrecido trabajos tan destacados como ¿Qué le sucedió al cruzado enmascarado?, aquí lo da todo en una historia muy propicia para las escenas de acción y lucha, las páginas completas o las dobles repletas de personajes y escenas grandilocuentes, con una planificación de la narración fluida y una composición espectacular que sabe, cuando toca, enfatizar el plano corto y poner el freno narrativo a una historia que, por las mencionadas necesidades editoriales, parece ir a 100 millas por hora desde la primera hasta la última viñeta.
Resumir mi sensación sobre Flashpoint es fácil. Agridulce. Por un lado la historia planteada, narrada al margen de un megacrossover y sin suponer lo que supone a nivel editorial, me habría gustado, aunque bien es cierto que sin llegar a la grandeza de algunas de las sagas de Johns y Kolins con Wally, prodigios narrativos donde la épica y el desarrollo de personajes iban de la mano, y que culminaron en aquel maravilloso Flash 200 -que curiosamente también daba pie a otro reinicio del personaje, pero con sensaciones completamente diferentes a este-, uno de esos tebeos que uno lamenta no poder volver a leer de nuevo por primera vez. El equipo creativo cumple con el expediente con la solvencia que su talento les permite, pero no brilla con la grandeza de trabajos previos, por lo menos en la parte del guión. Mañana les hablaré muy por encima de los crossovers -16 miniseries de tres números y varios especiales- y de la proyección de futuro de la editorial. A mi pesar.
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