Gotham llevaba un año sin saber del Payaso del Crimen, desde que fuera encerrado en Arkham y su rostro fuera extirpado quirúrgicamente. La cara del payaso, colgada de la pared, y la desaparición del villano, no hizo más que crear incertidumbre en las fuerzas del orden de Gotham y en su cruzado enmascarado, pero durante doce meses nada se supo de él. Quizá hubiese muerto, quizá hubiese empezado de nuevo... O quizá estaba preparando su regreso por la puerta grande al colorido y grotesco panteón criminal gothamita. Una incursión para recuperar lo que era suyo, su cara, en la comisaría de la ciudad no será sino el comienzo de la que puede ser considerada su más ambiciosa y perfecta ola de crímenes y de risas histéricas. Poco a poco Joker revisita algunos de sus pasados crímenes y escenarios, como el intento de asesinato del alcalde de Gotham, el envenenamiento de las reservas de agua de la ciudad o una incursión en la fábrica de productos químicos que le vio nacer.
Pronto se hará evidente para Batman que su némesis ha emprendido un sendero incierto, peligroso y mortal que ha puesto en el punto de mira a su "familia", a todos los aliados que le han acompañado a lo largo de los años, y que según el Joker, no sólo le han hecho más confiado y menos efectivo, sino que además le han robado parte de sus sentimientos. La solución para el Joker resulta meridiana y necesaria. Por un lado empujar hasta el límite al Hombre Murciélago y mostrarle esa verdad evidente poniéndolo al filo del fracaso una y otra vez, por otro derrotar uno tras otro a sus aliados (Nightwing, Red Robin, Robin, Capucha Roja, Catwoman y Batgirl) sembrando la desconfianza entre ellos y atacándoles en el momento más inesperado, y finalmente creando un cisma mortal entre todos ellos del que quizá nadie salga demasiado bien parado.
Segundo arco argumental guionizado por Scott Snyder para Batman, y segundo gran crossover que reúne a todas las colecciones de la bat-familia -entendiendo El tribunal y La noche de los Búhos como dos actos de una misma historia- en un evento editorial ampliamente publicitado y que ha mantenido la colección de Batman entre las más vendidas y mejor valoradas de la editorial. Lo cierto es que La muerte de la familia se desarrolla en 23 números que incluyen cruces con Batgirl, Batman y Robin, Catwoman, Escuadrón Suicida, Detective Comics, Nightwing, Capucha Roja y los Forajidos y Jóvenes Titanes, pero la historia principal se desarrolla en Batman, y más concretamente entre los números 13 y 17 de la misma. ¿Se puede entender la historia sin leer todos y cada uno de los cruces? Sin duda. El ritmo que Snyder imprime a la historia acaba siendo tan demencial como el propio Joker, y alguno de los cliffhangers finales son tan brutales que uno desearía saltarse la paja y acudir directamente al siguiente episodio, pero como uno es masoquista y completista, pues se empeña en leer historias que van desde lo interesante (Batman y Robin, Batgirl), a lo entretenido (Escuadrón Suicida, Catwoman, Nightwing), hasta lo abiertamente intrascendente o infumable, como las aventuras centradas en los grupos juveniles.
Scott Snyder ha hecho algo muy bueno y algo muy malo con esta historia, y todo ello relacionado con un mismo factor, el de que todo autor que ha tratado a Batman con ciertas pretensiones de calidad o de dejar huella en el universo del personaje antes o después se las tiene que ver con su villano más característico y reconocible. Inolvidables son las visiones que Frank Miller, Jim Starlin (quitando aquella ridícula viñeta del Joker árabe), Grant Morrison, Alan Moore o Chuck Dixon han ofrecido del Joker a lo largo de los años. Es todo ese trasfondo acumulado de historias pasadas lo que redunda en beneficio de Snyder, pues el guionista repasa, rememora, revisita y homenajea algunas de esas historias, con la sombra de la muerte de Jason Todd y la mutilación de Bárbara Gordon revoloteando en todo momento, o el recuerdo de aquel paseo infernal por Arkham City, que aquí vuelve a producirse de forma aún más aterradora y terrible. Hasta aquí la cosa funciona.
Pero luego llega la segunda parte del invento, que es dejar la impronta personal de cada autor, la huella del guionista en la historia editorial del personaje, y aquí a Snyder se le va un poco la mano. Nada que objetar al escalofriante rediseño que nos lo muestra a modo del Caracuero de La Matanza de Texas con su cara ajustada al cráneo mediante correas, un poco que objetar a la ambigüedad de las motivaciones que, por otra parte no requeriría alguien con la psique desquiciada y perturbada del Joker... Mi mayor reparo a la historia se centra en el catálogo de barbaridades y salvajadas que se amontonan en los crímenes del villano a lo largo de la historia, crímenes que por cantidad y exceso de crueldad son difícilmente digeribles, hasta el extremo de que jamás llegué a pensar que podría ver en un tebeo de Batman algo parecido al Ciempiés Humano que tan escatológicamente llegó a nuestras pantallas hace unos años.
En el apartado artístico, centrándome en la serie principal, nos encontramos con un Greg Capullo tan espectacular como siempre, un dibujante que sabe dotar a las escenas de acción de energía y visceralidad y a sus personajes de una presencia física importante, aunque vuelve a caer en cierta tendencia a presentar secuencias un tanto confusas que no facilitan la lectura del tebeo precisamente. Me gustaría destacar el buen trabajo que los dibujantes españoles realizan en los cruces de la saga, con un espectacular Rafa Sandoval dibujando a Catwoman, Dani Sampere y Vicente Cifuentes colaborando con Ed Benes sin desmerecer lo más mínimo en las andanzas de Batgirl, y Fernando Dagnino manejando al Escuadrón Suicida con soltura y espectacularidad.
Uno de los más anticipados acontecimientos que rodeaba la serie era el de rememorar la histórica Una muerte en la familia, aquel infame invento editorial guionizado por Jim Starlin y Jim Aparo que ponía a Robin (Jason Todd) en un trance mortal a manos del Joker y dejaba a elección de los lectores por vía telefónica el decidir si el personaje vivía o moría, con los resultados de sobra conocidos. Así pues, con cuatro Robins revoloteando en la historia, era más que probable que uno de ellos lo pasara especialmente mal, aunque se repite en este caso el esquema editorial de Batman: R.I.P. y los acontecimientos clave no se nos narran en la historia central sino en una suerte de emotivo y crudo epílogo. Aunque no he disfrutado tanto como la historia de los Búhos esta Muerte de la familia, lo cierto es que llegado un momento no podía dejar de pasar las páginas de forma compulsiva, satisfaciendo la necesidad de saber qué demonios iba o podía sucederle a unos personajes que antaño amara con todo mi corazoncito friki y hoy se me presentan como primos lejanos a los que me cuesta reconocer, sobre todo por culpa de esa manía de devolver a los personajes y a las historias a algunos de los hitos editoriales de los años 90, como el abuso de cruces editoriales, personajes diseñados al gusto de los quinceañeros de turno (Arsenal con gorrita de béisbol y salido como una esquina... Sí, hombre...) y autores directamente recuperados de la antigua Image (como Scott Lobdell o Brett Booth). ¿Me estaré haciendo realmente demasiado viejo para esto?
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