Bienvenidos al estado soleado, al lugar de aire limpio, sol caliente y diversión por doquier, donde los jubilados del país vienen a disfrutar del buen tiempo y los amantes de la vida sana y el ejercicio físico encuentran el entorno perfecto para sacar partido a su esfuerzo y lucir esculturales cuerpos bajo el sol de Miami. Ese es el entorno en el que desenvuelve su vida Daniel Lugo (Mark Whalberg), un preparador físico que trabaja de machaca en gimnasios entrenando a yuppies de medio pelo y que tiene ambiciosos planes para un futuro que espera sea mucho más prometedor que su gris y esforzado presente. Su mejor amigo, Adrian Doorbal (Anthony Mackie) comparte con él horas de gimnasio y sueños de prosperar en un entorno donde nada es fácil y el pez grande suele zamparse a los chicos sin apenas inmutarse.
Las vidas de Lugo y Doorbal comienzan a complicarse cuando se cruza en su camino Victor Kershaw (Tony Shalhoub), un tipo abiertamente desagradable que posee un restaurante cercano al aeropuerto, que hace ostentación de su dinero y que trata a sus empleados como a basura, pero que, lo que es la vida, quiere además tener un cuerpo que vaya acorde con su posición, para lo que se pone manos a la obra bajo la ávida mirada de Daniel Lugo. En la cabeza de este comienza a surgir un plan basado en la envidia de las riquezas de Kershaw y en la codicia de pasar a ser el propietario de todo lo que este posee. Un reticente Doorbal se unirá al plan que cobrará definitivamente forma cuando un tercero en discordia entre en escena, el antaño cocainómano y atracador Paul Doyle (Dwayne Johnson), ahora cristiano renacido y adicto al ejercicio, que puede suponer el músculo necesario para emprender una acción criminal.
Cuando tres tipos osados, inteligentes y capaces organizan un secuestro seguido de extorsión y asesinato, nada podría salir mal. Desgraciadamente para el trío formado por Lugo, Doorbal y Doyle ellos no son esa clase de tipos, y pronto se encuentran en una situación repleta de situaciones descontroladas, absurdas y delirantes y tratando con estrafalarios personajes que les pondrán cada vez más difícil el alcanzar su particular sueño americano como una enfermera rellenita con un voraz apetito sexual (Rebel Wilson), una stripper ingenua con ínfulas de actriz y espía (Bar Paly), un gerente de gimnasio interesado (Robb Corddry) o un detective retirado con más integridad que sensatez (Ed Harris).
Pain & Gain, que remite a ese lema tan habitual a la hora de entrenar de que sin dolor no hay gloria, y que por una vez ha servido para que los destribuidores españoles arreglen un título sin atentar contra el original -Dolor y dinero- resulta una de las películas más extrañas que haya parido Hollywood en los últimos años y un soplo de aire fresco gamberro y negrísimo para el panorama cinematográfico actual. El responsable absoluto de este desmadre repleto de cuerpos esculturales, personajes descerebrados y axiomas relativos a la Ley de Murphy no es otro que Michael Bay, uno de los mayores exponentes del cine comercial contemporáneo con perlas en su haber como Transformers 1 a 4, Bad Boys, Armageddon o Pearl Harbor, casi todas ellas películas que, entiéndanme, se cuentan en mi videoteca en la sección de cinefagia sin complejos. Cómo un director entregado al cine de espectáculo y palomitas destinado a las grandes audiencias acaba realizando una película como Pain & Gain bien merece una breve explicación.
En 1999 el Miami New Times publicó una serie de artículos sobre un desastroso plan criminal que había sembrado de cadáveres la ciudad y en el que habían intervenido una serie de curiosos personajes. Michael Bay leyó dichos artículos e intentó desarrollar un proyecto basado en los mismos desde el año 2000, pero continuos retrasos se fueron produciendo debido a la producción de la película Transformers y sus sucesivas secuelas. Finalmente, y tras llegar a un acuerdo que le comprometía a dirigir dos truños más para todos los públicos y que amasasen cientos de millones de dólares, la Paramount rebuscó en sus bolsillos la calderilla necesaria para rodar Pain & Gain, 26 millones de dólares con el sueldo de Bay, Whalberg y Johnson sensiblemente rebajado. Rodar con un bajo presupuesto y una historia en apariencia tan pequeña no ha sido óbice en absoluto para que los principales rasgos formales de Michael Bay aparezcan en esta película: Miami como localización privilegiada, escenas rodadas a cámara lenta, planos circulares que ofrecen un panorama completo de eventos realizados en diferentes estancias de un mismo lugar, personajes andando hacia la cámara con explosiones tras ellos... Para entendernos, nos encontramos con el cruce temático de Fargo con el aspecto visual de Dos policías rebeldes, y tengo que reconocer que es un pastiche que funciona espectacularmente bien.
Si Bay arriesga trabajando en un proyecto personal y de espaldas a la taquilla, no resulta menos cierto que la implicación de los actores es absoluta e igualmente peligrosa para sus carreras. Con la excepción del agradecido papelito que desempeña Ed Harris, prácticamente el resto del reparto encarna a personajes abyectos, desagradables, ridículos, estúpidos y deleznables, con los que ciertamente resulta bastante difícil empatizar. Empezando por el aspecto físico, tanto Mackie como Whalberg ganaron una considerable masa muscular para encarnar a sus personajes adictos al fitness, a los batidos de proteínas, a las inyecciones y a las series de levantamientos de pesas. Johnson, que ya es un mastuerzo de por sí, todavía desarrolló más músculo para su personaje de drogadicto cristiano renacido. Si Whalberg, que ha demostrado con creces ser un actor versátil y con recursos que pocas veces ha ido por el camino fácil de lucir cara bonita, aquí consigue el retrato de un bobo redomado inasequible a la realidad y al desaliento, The Rock reivindica una vez más que no es solo una masa de músculos incapaz de realizar otra cosa que espectáculos de acción, y presenta a un personaje risible y cándido en ocasiones. Pese a todo, el tratamiento de todos ellos deja la sutileza de lado y se centra en un humor entre absurdo, marciano y negro que acaba convirtiendo la trama en una película de dibujos animados alocada y cruel, que, ojo, funciona perfectamente como tal y uno acaba riendo a carcajadas ante la siguiente desgracia que acontece o barbaridad que realizan nuestro trío protagonista.
La película se inicia con un Basado en hechos reales, que no Recreación de hechos reales, y eso pronto se comprueba si uno lee los hechos en sí, que desvelan una trama de secuestro, extorsión y asesinato en la que participaron muchas más personas que las mostradas en la película. Lo aterrador y ridículo es que aunque muchas cosas no sucedieran tal cual, si sucedieron de manera aproximada, y eso a uno le pone la carne de gallina, sobre todo cuando el nivel de exceso llega a cotas rayanas en la incredulidad y aparece de nuevo el cartelito Sigue estando basado en hechos reales y no cabe otra cosa más que estallar en una carcajada nerviosa para seguir aguantando el festival de barbaridades.
Siempre he defendido y disfrutado el cine de Michael Bay en su campo, recordemos, el de los truños espectaculares, excesivos y con cierta tendencia a lo bufo y lo grotesco, por lo que aún tengo que defender con mayor pasión esta película, un proyecto antipático y contracorriente, que escupe contra muchas de las filias yanquis sin misericordia (el sueño americano, los cursos de autoayuda y motivación, los hombres hechos a sí mismos, el mundillo que rodea a los gimnasios, la eficacia policial, el crisol de culturas, las historias de amor) y ofrece un retrato cruel pero divertido al mismo tiempo de todos aquellos perdedores que buscan un atajo a la hora de buscar la salida correcta de la miseria y alcanzar su propio pedazo de pastel del llamado sueño americano, encontrándose en un callejón sin salida. Porque a veces, sólo hay dolor y muy poca ganancia.
De propina les dejo un anuncio que Bay realizó hace unos años y que vuelven a mostrar su lado gamberrete y cómico a la vez que promociona Transformers y de paso vende una conexión por cable... Awesome Pussycat!!!
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