La joven Kristen (Amber Heard) permanece en camisón y cubierta de arañazos frente a una casa en llamas. Una patrulla de policía conducirá a la muchacha hasta un Hospital psiquiátrico, donde será internada en el pabellón de pacientes mentales femeninas. Allí se encuentran ingresadas otras cuatro muchachas con las que Kristen tendrá ciertos problemas de entrada, cada una de las cuales con una personalidad y unos trastornos tan diferentes como delicados: Iris (Lyndsay Fonseca), Sarah (Danielle Panabaker), Emily (Mamie Gummer), y Zoey (Laura Leigh). La habitación donde se aloja la nueva residente perteneció a una muchacha desaparecida en extrañas circunstancias y cuya mención provoca en el Doctor Stringer (Jared Harris), encargado del pabellón y del tratamiento de las chicas, una reacción de cautela y reserva.
Pronto Kristen tomará conciencia cierta de que algo va mal en el pabellón, algo relacionado con Tammy, la chica desaparecida, y de lo que sus compañeras de encierro parecen saber más de lo que dicen. Rostros vislumbrados fugazmente en la noche, desapariciones, susurros en la oscuridad y una presencia que circula a voluntad por los pasillos y las habitaciones del pabellón serán una amenaza cada vez más real y aterradora para una Kristen que buscará desesperadamente escapar de allí antes que lo que se esconde en la oscuridad la alcance a ella y al resto de sus compañeras.
John Carpenter estrenó Fantasmas de Marte en el año 2001, y desde entonces su trabajo se había visto reducido a dos capítulos para la serie antológica Masters of Horror (la magistral Cigarette burns y la funcional Pro-life). En ese lapso de tiempo el director rechazó varios proyectos (Crónicas Mutantes, Zombieland) y vio cómo se producían hasta tres remakes de sus películas, con resultados bastante dispares que van de lo infame (Terror en la niebla), pasando por lo decente (Asalto al distrito 13) hasta el digno homenaje (Halloween y Halloween II de Rob Zombie). Parecían correr malos tiempos para el que fuera figura referente del fantástico de los ochenta y uno de los más influyentes y homenajeados directores de terror contemporáneos. La noticia de que había terminado un nuevo proyecto, estrenado en Sitges el pasado año corrió como la pólvora entre el fandom, aunque bien es cierto que ya desde el primer momento sonó la alarma de la cautela.
La misma venía motivada por el aparente carácter alimenticio de un proyecto en el que Carpenter no sólo no colabora con ninguno de sus sospechosos habituales delante o detrás de las cámaras sino que únicamente asume las funciones de director, sin estar implicado en labores de escritura, montaje o composición de la banda sonora. Eso revierte obviamente en un aspecto muy frío de la película, que pese a contar con algunas de las constantes del director -personajes asediados por una amenaza que los va acorralando progresivamente, la dosificación matemática de los golpes de efecto y la tensión de la narración, el empleo de los travellings para delimitar el espacio físico de la acción- acaba ofreciendo como resultado una película que podría haber dirigido cualquier otro y que en la filmografía del director sólo encuentra comparación con aquella Memorias de un hombre invisible que tantas sensaciones contradictorias produce en el aficionado carpenteriano.
Dejando de lado la pérdida de personalidad dentro de unos valores de producción que responden a lo habitual en una película de terror hecha hoy día -protagonista joven con carrera ascendente (Amber Heard), abundancia de sustos de sonido en detrimento del suspense- y manejando un exiguo presupuesto de 10 millones de dólares Carpenter hace lo que puede para elaborar una película digna que entretenga al espectador, lo asuste en los momentos clave de la trama, lo interese por los personajes y lo conduzca hacia un clímax satisfactorio. Lo cierto es que el director cuenta con recursos sobrados para salir no sólo indemne sino triunfante de esa papeleta, pero en este caso se encuentra con un escollo difícilmente superable. Ese obstáculo tiene dos nombres -Michael y Shawn- y un apellido -Rasmussen-. Los encargados de escribir el libreto pergeñan una historia muy tradicional con fantasma al fondo y venganza de ultratumba como hilo conductor pero fallan estrepitosamente en el tramo final del film, cayendo en una serie de tópicos que conducen a The ward a una resolución completamente idéntica a la de otra película del año 2003 cuyo título me voy a abstener de mencionar -porque arruinaría por entero el visionado de la película de Carpenter-, con el problema añadido de que aquella resulta mucho más satisfactoria y aún a día de hoy puede ser vista y disfrutada como un ejemplo de manual de película de suspense psicológico con toques de terror.
Por si fuera poco, y esto ya es una apreciación personal de cómo funciona a día de hoy la industria, The Ward podría ser vista como la hermana pobre de Sucker Punch, con un planteamiento argumental, una ambientación y un casting femenino similares pero con un presupuesto y una intención completamente diferentes -fuegos artificiales frente a juegos de miedo en la oscuridad- y un resultado final de crítica y público que distan mucho de lo que sus creadores habrían deseado. Personalmente no me llevé una desilusión muy grande con The Ward porque, para bien o para mal, servidor no esperaba mucho más que lo que recibió. Una historia decente, cuatro sustos bien pegados y el placer de reencontrarme artísticamente con un viejo amigo que sabe cómo colocar la cámara, como contar una historia y cómo entretener mejor que nadie, sólo que no parece encontrar un proyecto a la altura de sus bondades artísticas. Lo triste es que en otoño se estrenará otro nuevo film precuela esta vez de una de sus indiscutibles obras maestras, The Thing. Veremos, pero a priori me temo que me va a gustar más que su última incursión cinematográfica. Mientras tanto, seguiremos disfrutando del trabajo del maestro en sus clásicos de toda la vida.
2 comentarios:
Enhorabuena por una reseña... que, por cierto, podría haber escrito y firmado yo de tener tiempo y ganas para hablar de "The Ward", porque pienso lo mismo que ud, incluyendo apreciaciones sobre cuestiones anexas como los remakes y sobre el parecido con esa película de 2003 que no es otra que... bueno, ya sabe, aquella cuyo título original y español empiezan ambos por I.
Eso sí: tampoco creo que fastidiase la sorpresa a nadie, porque la cosa -y no la de Carpenter- se ve venir de lejos.
Un abrazo, y enhorabuena también por el lavado de cara.
Había que hacerla por completismo, pero lo cierto es que tampoco se podía hacer mucho más. Si acaso resaltar alguna escena, como esa en la que bailan en la sala común, o el parecido entre algunos sustos y los de Sam Neill en el manicomio de En la boca del miedo, pero en fin, Carpenter se lo merecía. Y yo la verdad es que tampoco me ví venir el final, y cuando de sopetón me lo encuentro la decepción fue mayúscula... Qué gran película esa del 2003, copón...
Muchas gracias por seguir pasándose por aquí caballero, y me alegro que le guste el nuevo diseño ;D ¡¡¡Un abrazo!!!
Publicar un comentario