La familia Myers es un auténtico modelo a seguir. La madre (Sheri Moon Zombie, esposa del director), bailarina de strep-tease en un garito de mala muerte tiene que lidiar con un marido tullido (William Forsythe) que la insulta cuando puede a la vez que acosa sexualmente a su hijastra, una muchacha descocada que sólo piensa en montárselo en casa con el novio mientras su madre está trabajando. En ese idílico entorno Michael Myers sobrevive como puede, esquivando a los matones del colegio que se ceban con él, matando mascotas y coleccionando fotografías de animales muertos. Lo normal para un muchacho de su edad. En la festividad de Halloween el bueno de Michael se pone una máscara casera y un disfraz cutre y desea con todas sus fuerzas ser un muchacho normal que recoge caramelos de casa en casa, y no el asesino que ya realmente es. Su mente, en el filo de la navaja hace CATACROKER y en un frío e implacable arrebato homicida extermina a casi toda su familia (hermana, novio de ésta y padrastro).
Encerrado en una prisión psiquiátrica de máxima seguridad serán el psicólogo infantil Sam Loomis (Malcolm McDowell) y el conserje Ismael (Danny Trejo) su único contacto con el mundo real, siempre parapetado tras una colección de diversas máscaras realizadas por él mismo que son un pálido remedo de aquella con la que cometiera sus crímenes. El muchacho parece no tener arreglo y el tiempo pasa. En vísperas de Halloween, Michael Myers vuelve a hacer CATACROKER y tras un discreto y sutil plan de fuga llevado a cabo con total limpieza este angelito de casi dos metros y presencia física de Dientes de Sable (Tyler Mahne) regresará a su casa en la apacible localidad de Haddonfield, Illinois.
Allí celebrará un segundo Halloween sangriento que los habitantes del pueblecito no olvidarán jamás, y mucho menos su hermanita pequeña, Laurie Stroud (Scout Taylor Compton) ahora adolescente modelo y canguro ocasional, que sufrirá el particular reencuentro familiar y un salvaje e implacable acoso por parte de su hermano del que quizá no salga con vida. El doctor Loomis, acompañado del sheriff del pueblo, intentará adelantarse a las intenciones del asesino que, implacable, dejará un reguero de cadaveres y sangre a su paso.
Ya era hora, tras la funcional película de acción Asalto a la comisaría del Distrito Trece (Jean-François Richet, 2005) y la horrenda La Niebla (Rupert Wainwright, 2005), así como toda la serie de exploits desarrollados alrededor de la figura de Michael Myers, de que alguien se tomara seriamente un material como este y elaborara un remake que, si bien innecesario, resulta un rotundo homenaje para un director que sigue siendo absolutamente fundamental para el cine fantástico de los últimos 30 años. Para un servidor de ustedes, rendido admirador de Carpenter y fan irredento de Halloween, ver esta nueva aproximación a la figura de Myers supuso todo un reto, pues ver fríamente la cinta sin caer en comparaciones injustas es una tarea harto difícil. Por fortuna el músico y cineasta Rob Zombie sabe aportar lo justo como para que el espectador no considere una pérdida de tiempo el ver la nueva versión, a la vez que se respeta el material original lo suficiente como para no ver una película totalmente distinta o simplificada, sino una especie de Ultimate Halloween repleto de tensión y garra y con momentos que están a la altura del original.
Encerrado en una prisión psiquiátrica de máxima seguridad serán el psicólogo infantil Sam Loomis (Malcolm McDowell) y el conserje Ismael (Danny Trejo) su único contacto con el mundo real, siempre parapetado tras una colección de diversas máscaras realizadas por él mismo que son un pálido remedo de aquella con la que cometiera sus crímenes. El muchacho parece no tener arreglo y el tiempo pasa. En vísperas de Halloween, Michael Myers vuelve a hacer CATACROKER y tras un discreto y sutil plan de fuga llevado a cabo con total limpieza este angelito de casi dos metros y presencia física de Dientes de Sable (Tyler Mahne) regresará a su casa en la apacible localidad de Haddonfield, Illinois.
Allí celebrará un segundo Halloween sangriento que los habitantes del pueblecito no olvidarán jamás, y mucho menos su hermanita pequeña, Laurie Stroud (Scout Taylor Compton) ahora adolescente modelo y canguro ocasional, que sufrirá el particular reencuentro familiar y un salvaje e implacable acoso por parte de su hermano del que quizá no salga con vida. El doctor Loomis, acompañado del sheriff del pueblo, intentará adelantarse a las intenciones del asesino que, implacable, dejará un reguero de cadaveres y sangre a su paso.
Ya era hora, tras la funcional película de acción Asalto a la comisaría del Distrito Trece (Jean-François Richet, 2005) y la horrenda La Niebla (Rupert Wainwright, 2005), así como toda la serie de exploits desarrollados alrededor de la figura de Michael Myers, de que alguien se tomara seriamente un material como este y elaborara un remake que, si bien innecesario, resulta un rotundo homenaje para un director que sigue siendo absolutamente fundamental para el cine fantástico de los últimos 30 años. Para un servidor de ustedes, rendido admirador de Carpenter y fan irredento de Halloween, ver esta nueva aproximación a la figura de Myers supuso todo un reto, pues ver fríamente la cinta sin caer en comparaciones injustas es una tarea harto difícil. Por fortuna el músico y cineasta Rob Zombie sabe aportar lo justo como para que el espectador no considere una pérdida de tiempo el ver la nueva versión, a la vez que se respeta el material original lo suficiente como para no ver una película totalmente distinta o simplificada, sino una especie de Ultimate Halloween repleto de tensión y garra y con momentos que están a la altura del original.
Respecto a las nuevas aportaciones, hay que decir que los cincuenta primeros minutos de cinta se dedican a narrar la génesis del perturbado asesino a partir del entorno familiar, completamente desestructurado, que en poco ayuda a una psique ya de por sí enferma, a mantener la cordura. Poco puede hacer la madre para evitar que su hijo sufra la ira ciega de su padrastro o las burlas de su hermana, aunque el amor maternal dejará la suficiente huella en el muchacho como para que años después intente encontrar algo de cariño en su hermana, adoptada por otra familia y completamente ajena a sus trágicos antecedentes familiares, reflejando en su personaje que el psicópata nace, pero también se hace... El papel de Sam Loomis, aquí más un facultativo oportunista que convertirá al trágico muchacho en el centro de sus lucrativos estudios, y no tanto el obsesionado galeno que interpretara Donald Pleasance, se empeña en explicar psiquiátricamente una locura que, en esta nueva versión, queda despojada de cualquier explicación sobrenatural que el personaje tuviese originariamente. Adiós a la entidad conocida como La Silueta y hola al psicópata imparable Michael Myers. Otra mejora argumental del film con respecto a la serie original es la de convertir desde el primer momento a Laurie en hermana del asesino, algo que se desvelaba en alguna de secuelas de Halloween para justificar el acoso de Myers a su sobrina, la hija de Laurie (interpretada en Halloween 4 y 5 por una Danielle Harris niña que aquí, pese a sus treinta tacos interpreta a una adolescente... ¡cosas del cine!). Rob Zombie mantiene la atención del espectador en todo momento a lo largo del prólogo generando una sensación de amenaza latente absoluta, algo a lo que ayuda el chaval con cara de tarado que interpreta al Myers adolescente y prepara el terreno para esa segunda parte del film en que el slasher se apodera de la pantalla y asistimos a un remake casi escena por escena del Halloween original, respetando desde los homenajes cinéfilos a El enigma de otro mundo a la presencia de similares canciones en la banda sonora (Don't fear the reaper), pasando por las alusiones a Myers como hombre del saco y las sugerentemente morbosas composiciones del asesino con los cadáveres que acumula en el sótano de su antigua casa. Otro acierto aún mayor que los citados anteriormente, dentro del género en el que nos movemos (slasher o películas con asesino desencadenado mata-adolescentes), es no prolongar el acecho de Myers a las muchachas y entrar en materia casi inmediatamente, llegando incluso a provocar auténticos sobresaltos en los momentos más inesperados jugando con la comodidad del espectador que no se espera según que variaciones de la trama. Ya para acabar, el final de la película entronca directamente con el de esa otra gran película dirigida por Zombie, Los renegados del diablo, y hace uso de un recurso formal muy frecuente pero que aquí viene al pelo, pasando de la resolución del clímax a unos planos de una película familiar en la que Michel y Laurie jugaban, los paraísos perdidos de la inocencia. Aparte de ese recurso, y de un nutrido elenco de actores afines al director que repiten con él en papeles secundarios (su mujer, Forsythe, Trejo, Mosely, Foree, Haig...) Zombie filma la cinta con un clasicismo encomiable, dejando al margen la habitual mezcla de formatos y texturas con las que rodó La casa de los 1000 cadáveres y Los renegados...
Uno puede discutir si un film así es necesario u oportuno en la filmografía de un director que con tan solo dos películas en su haber ya ha despertado gran interés entre la crítica especializada por su fuerza narrativa y su peculiar universo personal repleto de outsiders y asesinos, universo que aquí apenas se atisba en detrimento de una plasmación fría y contemplativa de la violencia irracional, salvaje, con que Myers se relaciona con el mundo. Personalmente lo entiendo como un homenaje sincero hacia un director cuya obra es todo un referente para los que crecieron viendo el cine de los años 70 y 80 y hacia el que Zombie profesa una gran amistad. De hecho, si hacemos caso a IMDB, Rob consultó a Carpenter sobre la posibilidad de dirigir este proyecto, a lo que el veterano realizador respondió afirmativamente, siempre que Zombie hiciera su propia película... y vaya si le hizo caso.
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