viernes, febrero 05, 2010

Rockefeller Plaza: Aquellos chalados y sus locos programas

Liz Lemon (Tina Fey) es la directora de The girlie show, un programa de sketchs cómicos y números musicales emitido en directo semanalmente desde la sede de la NBC en Nueva York, situada en el número 30 de la Plaza Rockefeller. Pese a la calidad del programa y a la popularidad de su estrella, Jenna Maroney (Jane Krakowsky), los índices de audiencia han ido bajando hasta llamar la atención de los gerifaltes de la cadena, que no dudan en tomar cartas en el asunto. Para reconducir la marcha del programa -y de la cadena en general- la directiva recurre a Jack Donaghy(Alec Baldwin), director de la división de hornos microondas de General Electric, que empleará toda su experiencia como tiburón corporativo para revitalizar el show y darle un nuevo aire.


La primera medida impulsada por Donaghy es la contratación de una figura mediática con más relumbrón que Jenna. El elegido será Tracy Jordan (Tracy Morgan), bala perdida, golfo, rapero, actor de derribo en producciones mediocres pero con gran tirón popular y de carácter abiertamente psicótico. Desde ese momento la vida de Liz Lemon se volverá en un verdadero infierno en el que intentará conciliar su solitaria vida familiar de mujer blanca de clase alta neoyorquina entregada por entero a su trabajo con su devoción por el medio televisivo y por el programa. Junto a Tracy y Jenna, enzarzados en una pelea continua de divos por llamar la atención y lograr ver satisfechos sus caprichos, encontramos a Pete Hornberger (Scott Adsit), la voz de la razón -en ocasiones, que no siempre- en un entorno frenético y hombre de confianza de Liz, a Frank (Judah Friedlander), el más alocado y excéntrico de todo el equipo de guionistas, o a Kenneth Parcell (Jack McBrayer), el cándido botones de la cadena que igual guía una visita que hace recados que atiende a las necesidades personales de las estrellas del programa.


En ese entorno es en el que se desarrollan las frenéticas peripecias de 30 Rock (en España Rockefeller Plaza), una de las telecomedias que mayor número de premios y nominaciones ha acaparado en los últimos años pese a contar con unos índices de audiencia relativamente bajos. La serie parte de la experiencia personal de Tina Fey como actriz y jefa de guionistas del mítico Saturday Night Live, cuya sombra planea sobre la concepción argumental de la serie y al que se rinde homenaje y pleitesía casi en cada momento, al desvelar las dificultades, problemas y exigencias que un programa de esas características requiere semana a semana y lo difícil que resulta mantener el nivel de frescura, inteligencia y diversión en unos níveles de calidad medios durante más de dos décadas (aquí en España el invento no duró siquiera una). En ese sentido, la presencia de Tina Fey como productora de 30 Rock, protagonista y escritora de algunos de los episodios resulta fundamental, y el resultado, creíble y extremadamente divertido.


Si la labor y la presencia de Fey resultan vitales, no menos importante para la consolidación de 30 Rock ha sido el logro de conjuntar un reparto variopinto de personajes capaces de enganchar al espectador como secundarios de peso o como secundarios recurrentes. Jenna camina en todo momento entre la estulticia de las divas superficiales oxigenadas de la televisión y la fragilidad de un juguete roto en potencia buscando el plano final de su carrera. Tracy Jordan, revulsivo del programa y parodia desaforada y efectiva de los Eddie Murphy, Will Smith y Martin Lawrence de turno, dado a protagonizar bodrios de ficción y excesos de todo tipo en la vida real, es capaz de asentarse en un papel vociferante e histriónico y ofrecer momentos de genuina comedia surrealista. En el cupo de secundarios me gustaría destacar a ese Kenneth que cumple el papel de Woody Harrelson en Cheers, el inocentón de campo llegado a la gran ciudad para vivir día a día su sueño -trabajar en televisión, aunque del modo en que muchos podrían verlo como una pesadilla, desde abajo y con una candidez y una entrega que sorprenden episodio a episodio.


Pero en el reparto de secundarios de 30 Rock, sin duda uno de los más atractivos del momento en el formato de telecomedias, aún cabe resaltar algunos secundarios que aportan jugosos elementos a la serie, como el guionista Dospor (Keith Powell) que contrapone su prototipo de afroamericano cultivado al estereotipo de estrella negra proveniente del gueto que supone Tracy Jordan; la secretaria Cerie (Katrina Bowden), sexy y bobalicona que se enfrenta a una Liz Lemon que ha hecho todo lo posible por hacer valer su talento y su esfuerzo por encima de cualquier otra consideración, o Lutz (John Lutz), otro miembro del equipo de guionistas cuya estulticia e inoportunidad le convierten en el bufón trágico del grupo. Mi personaje favorito dentro de la nómina de secundarios es sin duda el doctor Leo Espacial (Chris Parnell), un tipo estrambótico que obtendría el título en una tómbola, adicto a las terapias más peregrinas, peligrosas y de dudoso éxito y cuya competencia está peligrosamente por debajo de los límites exigibles no ya a un doctor, sino a un homo sapiens.


Me he dejado un nombre a propósito para el final, la madre del cordero del reparto, el tipo que se lo lleva crudo capítulo tras capítulo y que arranca desde sonrisas cómplices hasta carcajadas sonoras con sus réplicas, comentarios, reflexiones y actos. Jack Donaghy es el rey de la función y el caramelito que le ha servido a Alec Baldwin para reivindicarse como actor tras años de malas elecciones y de vivir a la sombra de su antaño señora Kim Bassinger. La calidad de su interpretación y la variedad de registros que Baldwin proporciona al personaje son de antología, haciendo gala de un gran poder de convicción y logrando crear capítulo a capítulo a un irlandés de carne y hueso, iracundo, capaz de emborracharse por despecho o despedir a cientos de personas sin torcer un gesto, sensible a las necesidades de sus subordinados pero incapaz de lidiar con su madre, y sobre todo profundo conocedor de los entresijos de la cultura empresarial y de los mecanismos de supervivencia dentro del mismo.


Dos cositas más antes de acabar este repaso a una de las telecomedias más divertidas que he visto nunca. El primero es la capacidad de convocatoria de la serie para atraer a rostros conocidos de la televisión, el cine o la política yanqui. A lo largo de sus cuatro años de vida la serie ha contado con la aparición de actores como Salma Hayek, Isabella Rossellini, Steve Buscemi, Alan Alda o Rip Torn en la categoría de cameos recurrentes, pero como invitados especiales ha contado con Carrie Fischer, Jennifer Anniston, Ophra Winfrey, Al Gore, Whoopi Goldberg, John McEnroe o Steve Martin. Mención especial merece el capítulo final de la tercera temporada donde parodiando los típicos números musicales multiestelares con fines benéficos encontramos en el mismo plano y cantando una canción demencial a Elvis Costello, Sheryl Crow, Mike D. (vocalista de Maroon 5), Wyclef Jean, Cindy Lauper y Moby entre otros músicos, terminando por todo lo alto y permitiéndose un chiste metalingüístico de esos para enmarcar.


Y temáticamente hablando, la serie ofrece situaciones y sketchs para todos los gustos: réplicas mordaces y reflexiones cínicas sobre la vida en la gran ciudad, estresantes y estrelladas relaciones sentimentales, lucha desaforada de egos, números musicales bufos, gags surrealistas y chistes reiterativos. Para mí lo más espectacular del cotarro es que sin aspavientos pero con altas dosis de cinismo y mala leche los creadores de 30 Rock se permiten el lujazo de lanzar puñetazos directos a la sociedad norteamericana, y créanme que con una sonrisa en el rostro y un alfiler acerado en la broma se logran críticas incendiarias contra las grandes corporaciones y sus despiadados medios de promoción, despido o creación de un entorno laboral productivo en el que lo políticamente correcto y las relaciones sociales marcadas por la hipocresía y la adulación permiten medrar más que trabajando duro y derrochando talento y esfuerzo. Algunos capítulos son homenajes descarados y desopilantes a clásicos del musical (Mamma Mia) o del cine (Amadeus, en este caso con un Tracy Jordan obsesionado por crear el videojuego pornográfico perfecto con Frank ejerciendo de Salieri) o hacen mofa y befa de los culebrones hispanos (lo que permite a Baldwin rizar el rizo y bordar... dos personajes diferentes). Hacía tiempo que no me enganchaba tanto a una telecomedia, y las tres temporadas emitidas hasta el momento en España han caído en apenas mes y medio, con sesiones de dos y tres capítulos diarios que me permitían esbozar por un momento una sonrisa complice y disfrutar de las peripecias de esos locos enamorados de la tele y sus chaladuras en el número 30 de Rockefeller Plaza.


Foto de familia durante una de sus triunfales noches en la gala de los Emmys.

6 comentarios:

Pablo dijo...

¡Una de mis series favoritas! Me alegra compartir gustos.

Oneyros dijo...

Yo tarde el cogerla el pulso, pero ya me tiene enganchadisimo, me he visto todos los capitulos, gran parte a ritmo USA y me encanta.
Mi capitulo favorito es el de "Harry y los Henderson".
Alec Baldwin nació para este papel.
Por cierto, menudo post mas chulo te has marcado, lo unico que falta es alguna foto mas de Cerie XD

Jorge Iván Argiz dijo...

Sí es una gran serie. Aunque de TINA FEY y ALEC BALDWIN al resto media un abismo, jeje

Plissken dijo...

Don Pablo, será compartir otra cosa más, porque anda que no coincidimos ambos dos... ¡Un abrazo, caballero!

Plissken dijo...

Oneyros, a mí me enganchó desde el capítulo dos, y he parado un poco para ver la cuarta doblada al castellano, pero mono, ya tengo. No me acordaba de ese capítulo, con cameo incluído de John Lithgow y desopilante homenaje que además permite ver al actor Judah Friedlander sin pinta de desarrapado. ¡Un saludo tío!

Plissken dijo...

Jorge, a mí me gustan todos los actores, y cada uno borda su papel en la medida en que les dejan. Me llama la atención que Scott Adsit, pese a ser uno de los personajes principales se diluye conforme avanza la serie y en la tercera temporada desparece casi por completo. Parece que las telecomedias contemporáneas acaban encontrando un personaje filón y lo acaban convirtiendo en la piedra angular de la serie, o el sindrome Barney/Sheldon/Donaghy. ¡Un saludo mu grande desde la ciudad de las palmeras!

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