sábado, junio 19, 2010

Aquellos (no) tan maravillosos años: El secreto de Joey

Joey (Joshua Morell) asiste al funeral de su padre, acompañado por su madre, Laura (Eva Kryll), y arropado por familiares y amigos, el muchacho de nueve años intenta asumir el fallecimiento de su progenitor y la pérdida del que hasta ese momento había sido su mejor amigo. De regreso a su casa en Virginia Beach Joey se refugia en su cuarto y busca en ese santuario de la infancia repleto de tebeos, muñecos y juguetes un poco de consuelo y paz para una situación devastadora que no se ve capaz de manejar. Esa misma noche Joey empezará un viaje sorprendente y aterrador cuando los juguetes de su cuarto parecen cobrar vida, incluído un pequeño robot cilíndrico de nombre Charlie que se comunica con pitidos y silbidos. Desconcertado, Joey les grita que paren, pero en ese momento un teléfono rojo de juguete comienza a sonar y la voz de su padre, desde dondequiera que esté, comienza a hablarle a través de él...


En el colegio, donde Joey no tiene precisamente muchos amigos más allá de Sally (Tammy Shields), una niña sensible que no soporta las burlas y las bromas pesadas que algunos compañeros, capitaneados por el insufrible William (Jerry Hall) se empeñan en hacer sufrir a Joey, algo que tampoco escapa a la atención de su profesor (Jan Zierold). Joey, por su parte, da un paseo por las cercanías de su casa, y descubre una vieja casona abandonada en cuyo sótano encuentra un misterioso muñeco de ventrilocuo. En cuanto el muñeco está en la habitación de Joey, muestra señales de estar animado y de poseer poderes telequinéticos similares a los que Joey ha estado mostrando tanto en casa como en la escuela. Niño y muñeco tienen un primer enfrentamiento después de que el muñeco haya proyectado unas imágenes en el televisor sobre su origen: el ventrílocuo Jonathan Fletcher, implicado en una serie de asesinatos de niños falleció calcinado en 1954, dejando a su compañero de espectáculo más popular huérfano. Algo poderoso y maligno se esconde en Fletcher, y Joey, consciente de ello, hace todo lo posible por deshacerse de él.


Tanto la capacidad de Joey de mover objetos con la mente, como las perturbaciones sufridas por toda la ciudad en el cableado telefónico coincidentes con las llamadas al teléfono de juguete del padre de Joey, llaman la atención de las autoridades, y un impresionante y masivo operativo de agentes, científicos y técnicos, liderados por la Doctora Haiden (Bárbara KLein) toman la casa de Laura y Joey poco menos que al asalto con la intención de investigar lo que allí ocurre. Aprovechando la confusión la pandilla del colegio irrumpe en la casa con la intención de darle su merecido a Joey, que les repele mostrando todo su potencial telequinético moviendo los juguetes de su habitación. Una niña del grupo se lleva a Fletcher -maniatado y colgado por Joey en su habitación- hasta la mansión cercana del ventrílocuo.


Fletcher, desatado, acosa a los muchachos mostrando unos vastos poderes, y les empuja hacia un laberinto subterráneo lleno de pasillos y puertas en los que se esconden algunos de los miedos más profundos de los niños: monstruos de piedra, hamburguesas gigantes con dientes y hasta un ominoso Darth Vader acosan a los niños por el peculiar inframundo gobernado por el muñeco. Joey y Sally se verán obligados a bajar allí para ayudar a sus compañeros de colegio y enfrentarse de una vez por todas a Fletcher y a la poderosa y terrible fuerza que le da poder.


El secreto de Joey (Joey, 1985) es una producción alemana rodada en inglés que supuso el debut cinematográfico del hoy mundialmente famoso Roland Emmerich, el tipo que más veces ha destruido el mundo, que más gente ha matado en pantalla y que más efectos especiales por metro de celuloide está acostumbrado a emplear. De aquellos barros humildes vinieron lodos tan espectaculares como Independence Day, El día de mañana, 10000 AD o 2012. Pero en el año 1985 lo único que teníamos era a un tipo entusiasta, con unas referencias muy claras y con una intención todavía más clara: la de llamar la atención de la industria norteamericana a cualquier precio. De ahí la ambientación norteamericana, el empleo de actores estadounidenses (muchos de los niños eran hijos de militares destacados en Alemania), el uso de referentes reconocibles -algo sobre lo que volveré más adelante- y una vocación de lograr un producto cinematográfico lo más vendible y lo más transplantable a otros países posible.


La película, que no destaca ni por su guión, ni por la interpretación de sus actores (la mayoría rozan la categoría amateur salvo las honrosas excepciones de Kryll y Klein) ni por su diseño de producción sí cuenta con un par de factores a su favor. El primero sería la familiaridad de la trama, de las escenas, de las situaciones. Todo suena a reconocible, a sabido incluso. El caso es que lo que hoy podría haber sido entendido como un juego posmoderno de referencias y homenajes, visto en su contexto, se nos presenta como un plagio directo que amalgama principalmente el argumento y algunas escenas de tres películas: E.T. y Poltergeist (ambas de 1982), y Los Goonies (1985). La cercanía en el tiempo de esta última es la que más me hace dudar, pero es que hay una escena idéntica en ambas películas, la de los muchachos rescatados de su peripecia en un laberinto subterráneo de cuevas siendo entrevistados por prensa y policía. Si la semajanza con el film de Donner se circunscribe únicamente al tramo final de El secreto de Joey no podemos decir lo mismo del resto de la película, que es una versión alemana de E.T. sustituyendo al extraterrestre por Fletcher y adornando la trama de elementos sobrenaturales relacionados con fenómenos extraños en una típica casa suburbial.


La lista de escenas transplantadas directamente desde sus modelos es larga, pero me gustaría citar algunas de las más escandalosas. La danza mágica de los juguetes surge directamente de Encuentros en la Tercera Fase. Las escenas en la escuela, el juego del escondite de Fletcher entre los peluches, la propia Sally (un trasunto de Drew Barrymore), el niño sin padre, los planos nocturnos de la casa, el paseo en bicicleta, la llegada de los científicos y las escenas del clímax final, todas ellas remiten directamente, homenajean e incluso emplean los mismos movimientos de cámara que se pueden ver, disfrutar y admirar en esa obra maestra -que me resisto a intentar homenajear en esta sección porque no me siento digno ni capaz- que es E.T. El extraterrestre. Todo el aspecto sobrenatural que rodea al muñeco y a las demostraciones de telequinesis de Joey nos recuerdan sobremanera a Poltergeist, aunque para hacer honor a la verdad parece que el elemento del teléfono de juguete no aparecía hasta Poltergeist 2 (1986) -corríjanme si me equivoco- con lo que a Emmerich cabría anotarle ese tanto. Lo que visto de niño es una gozada de situaciones similares y confortablemente reconocibles, visto hace un par de semanas en una tortura al reconocer prácticamente todas y cada una de las tumbas cinematográficas saqueadas por el entonces joven director germano.


El segundo factor con que cuenta El secreto de Joey para calar entre el público, es que la película, diseñada para captar a una audiencia infantil, logra su objetivo desde el primer momento. Durante años el recuerdo de El secreto de Joey fue una suerte de obsesión cinéfaga, pues la había visto dos o tres veces en el cine y había un buen puñado de escenas que llevaba grabadas a fuego en mi memoria sentimental. En foros y webs de cine se pueden leer comentarios similares de treintañeros que la vieron en su momento y se quedaron impresionados por el muñeco, por la oscuridad de algunas de las situaciones y por lo vistoso de algunos efectos especiales. Por desgracia para mí, y para muchos de ellos, pues la sensación parece ser mayoritaria, El secreto de Joey no ha resistido el paso del tiempo -ni en ella ni en sus espectadores- tan bien como sus modelos, y así hoy cualquiera de las películas citadas anteriormente sigue proporcionando toneladas de entretenimiento y emoción mientras que Joey, debo reconocerlo, me hizo tener que sofocar con todas mis fuerzas las ganas de darle a la tecla de avance rápido y saltarme alguna escena. Aunque no sea habitual en esta sección la deconstrucción de mitos cinéfagos de la infancia, en este caso sí me apetecía constatar una decepción materializada tan recientemente y de paso, saber si alguno de ustedes, sufridos lectores, recuerda esta película y qué opina de ella caso de haberla visto recientemente.

9 comentarios:

Pablo dijo...

Amigo Pedro, yo esa peli no la vi ni siquiera en su día, que ya por entonces tenía mala pintilla, jajaja. Un abrazo!

Txema SG dijo...

A mi me acojonó de niño, pero hace un lustro la compré de saldo de las liquidaciones del Blockbuster, la volví a ver, y joderme volvio a acojonar.

Eso si, tú crítica es la mar de acertada.

Plissken dijo...

Pablo, con doce años te puedo asegurar que la flipé en colores, y la vi varias veces en cine. Qué mala es la perspectiva del tiempo ;D

Yota, debo confesar que todavía pega un par de buenos sustos. La pena es que desaprovecha toda la parte del ventrílocuo, que podía haber dado muchísimo más juego.

Bruce dijo...

Esta fui a verla al cine con los amiguitos del colegio. Me acabo de enterar de que es alemana :O

Plissken dijo...

A mí me pilló entre séptimo y octavo, Bruce, y ya te digo, uno se da cuenta de esas cosas con la edad: exploit alemana cutre, pero cutre de nuestros clásicos de infancia. Si Emmerich ya apuntaba maneras, ya ;D

Anónimo dijo...

Aquí uno que nació en 1974 y que acaba de descubrir cómo se llamaba esa película "tipo Spielberg" que vio en el cine y que no recordaba su nombre. A mí me atemorizó el muñequito y ese aire fantasmagórico de las cosas moviéndose (entonces todavía no había visto "Encuentros 3 fase", ya la vi en la TV pero "ET" sí la había visto en el cine, como todo niño de esa época, y como muy bien dices tú, los chicos ya sabíamos reconocer el estilo cinematográfico de Spielberg (niños con problemas familiares y con mucha imaginación que de pronto, zas, dan en la realidad con lo fantástico). Tu crítica es muy buena, amigo. Estoy buscando descargarme la peli y no la encuentro, porque no la he vuelto a ver desde aquella vez, o sea, 30 años. ¿Me decepcionaré como otros 30ñeros/40tones al revisitarla?

Plissken dijo...

De la misma quinta somos, Anónimo. La primera vez que la vi en cine fue casi una película de miedo hasta el final fantástico, mezcla de Poltergeist y ET casi a partes iguales. Gracias por tus amables palabras. La verdad es que esta sección es la que más comentarios a toro pasado atrae. ¡Pocos, pero muy bien recibidos! Por si vuelves a leer esto te dejo un enlace. No he comprobado si está disponible en otros lugares. http://www.pordede.com/peli/making-contact
Yo probaría a verla de nuevo. El factor nostalgia ya lo lleva incorporado, y qué demonios, por lo menos recordarás como fue la primera vez que la viste. Un saludo y gracias por pasar por aquí :D

Anónimo dijo...

Crítica muy acertada.
No la llegué a ver de niño, pero como treintañero me ha costado acabarla.
Hace poco revisité LOS GOONIES (1985) y me pasó lo mismo. Muy aburrida.
En cambio UNA PANDILLA ALUCINANTE (1987), LA PUERTA (1987) y CHICOS MONSTER (1989) me encantaron.

Plissken dijo...

Amigo Anónimo, personalmente Los Goonies me sigue provocando sentimientos de simpatía y nostalgia, pero está claro que tiene bula por haber sido uno de mis clásicos de infancia. Ver algo de nuevas con mentalidad y bagaje de adulto coloca las cosas en un lugar que quizá no habría ocupado de niño. Una pandilla alucinante es otro de mis clásicos juveniles y de hecho hace poco me hice con las ediciones en blue ray de esa peli y de El terror llama a su puerta, las dos joyas ochenteras que Fred Dekker nos legó a los cinéfagos de pro. Un saludo y gracias por dejarte caer por aquí!

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