sábado, noviembre 16, 2013

Bienvenidos al fin del mundo: Noche de bares apocalíptica

El 22 de junio de 1990 cinco amigos terminaban el instituto en la pequeña localidad de Newton Haven, un idílico pueblecito de la campiña inglesa que contó con el honor de tener la primera rotonda de las islas. Para celebrar la ocasión, los amigos decidieron recorrer todos y cada uno de los pubs de la ciudad en una noche de fiesta, cerveza y diversión. Doce bares, doce pintas de espumosa y fría cerveza. El reto de la Milla de Oro de Newton Haven les llevaría a los bares de nombres tan clásicos como El Primer Correo, El Viejo Conocido, El Gallo Famoso, Las Manos Cruzadas, Los Buenos Compañeros, El Fiel Sirviente, El Perro Bicéfalo, La Sirena, El Panal, La Cabeza del Rey, El Hueco en el Muro y finalmente, para rematar la noche, el último de los bares, El Fin del Mundo. En esa autodenominada odisea hacia la madurez, los muchachos bebieron, y rieron, hicieron el gamberro, y pelearon, y vomitaron, y fueron perdiendo efectivos por el camino hasta que, sin poder concluir su épica noche de bares, vieron amanecer desde una colina cercana y separaron sus caminos durante más de una década...


La vida no ha sido muy generosa con Gary King (Simon Pegg), un alcohólico que acude a terapia grupal donde refiere una y otra vez la noche en que intentó llevar a buen puerto el recorrido de La Milla de Oro de Newton Haven. Sin amigos, sin oficio ni beneficio, una loca idea se apodera de King, que decide reunir de nuevo a la banda y asaltar quince años después todos y cada uno de los bares para cumplir lo que en su momento no pudieron. Para ello vuelve a ponerse en contacto uno tras otro con sus viejos amigos. Peter Page (Eddie Marsan) es un apocado vendedor de coches en el concesionario paterno; Oliver "O-Man" Chamberlain (Martin Freeman) trabaja el sector inmobiliario de alto standing; Steven Prince (Paddy Considine) es un arquitecto exitoso y con una envidiable vida sentimental; finalmente, Andy Knightley (Nick Frost), antigua mano derecha de Gary, hoy exitoso abogado corporativo, totalmente sobrio y resentido a muerte con el que fuera su mejor amigo. Y de esta forma, no sin gran esfuerzo y encaje de bolillos dialéctico Gary King reunió a su corte (príncipe, caballero, chambelán y paje) para regresar a su Newton Haven natal y afrontar la épica empresa del recorrido de La Milla de Oro.


La Milla se inicia con cierto calma y recelo mutuo. Los viejos amigos se ponen al día, recuerdan la época dorada de su juventud y algunos trapos sucios van saliendo a la luz. Conforme caen las pintas y los bares se suceden las tensiones se suceden, y la aparición de la hermana de Oliver, Sam (Rosamund Pike) no hace sino aflorar una vieja rencilla romántica entre Gary y Steven. Al tiempo que una verdad se va haciendo cada vez más evidente, la de que mientras todos prosiguieron con sus vidas lejos de allí, Gary King quedó atrapado en la visión idílica de un pasado que quizá no fuera del todo como a él le gustaría recordar y que dista mucho de poder ser recuperado o revivido como quisiera, los amigos comienzan a quedar atrapados en una serie de pubs uniformes y parecidos los unos a los otros y a ser seguidos por unos vecinos y parroquianos que se comportan de manera cada vez más extraña. Para la cuarta pinta se hará evidente que algo muy extraño está sucediendo en el antaño idílico Newton Haven, y que los cinco amigos tendrán que ser inteligentes, valerosos y serenos para afrontarlo con posibilidades de éxito. O eso o seguir bebiendo pinta tras pinta en una maníaca y desesperada carrera hacia El Fin del Mundo que les aguarda al final del camino de La Milla de Oro de Newton Haven.


Nos encontramos con otra de esas películas ante las que un servidor no puede ni quiere ser objetivo. Bienvenidos al fin del mundo (The world's end) es la tercera colaboración cinematográfica del director y guionista Edgar Wright con los actores Simon Pegg y Nick Frost, cerrando la que ha sido llamada de manera no oficial Trilogía del Cornetto, una serie de tres películas que parodiaban un género concreto cada una y en la que sus protagonistas aparecían comiendo un cornetto de diferente sabor en cada una de ellas. Así, en Zombies Party (Shaun of the Dead), donde se partía de una situación cómica para acabar en una ordalía zombi de proporciones apocalípticas reflejada con bastante gore e influencias de George Romero, el sabor de cornetto elegido es el de fresa (rojo sangre). En Arma Fatal (Hot Fuzz), comedia costumbrista que desarrolla el enfrentamiento entre un policía de ciudad y un agente de pueblo y que de nuevo, partiendo de la comedia, acaba desarrollando una película de colegas con altas dosis de acción, el cornetto degustado es el azul original. Finalmente, en Bienvenidos al fin del mundo nos encontramos con el cornetto verde de menta y chocolate y una historia que mezcla la comedia con la ciencia ficción.



Pero aún tenemos que remontarnos un poco más, a la madre del cordero de esta generación tan particular de cómicos británicos que han desarrollado uno de los más coherentes corpus cinematográficos de los últimos años con una buena dosis de elementos comunes -sobre los que más tarde entraremos-, un casting de actores recurrente y una conexión sentimental bastante potente con la actual generación de treintañeros. Los más veteranos del lugar seguro que sabrán a que me refiero, pues en tiempos fui uno de los más devotos apóstoles de esa pequeña serie británica de dos temporadas, doce capítulos de veinte minutos de duración, que fue Spaced. Para el público español es una de esas rarezas inexistentes que no ha sido emitida por televisión o editada en modo alguno en nuestro país, pero en ella se asientan todas las bases del universo multigenérico y polifriqui de Wright, Pegg y Frost que con tanto acierto han sabido trasladar a la pantalla grande, aunque bien es cierto que ninguna de las películas llega a hacerme sentir la diversión genuina y la morriña que me provoca el revisionado de una serie que descubrí en 2004 gracias a la visita de unos amigos a casa y que ya me ha acompañado durante casi diez años, bien sea mediante ocasionales revisiones, momentos inolvidables que he vuelto a ver decenas de veces (con el famoso tiroteo a lo Platoon a la cabeza) o mediante los nuevos trabajos que cualquiera del trío calavera ha realizado para cine, entre los que podríamos destacar además de los citados Paul (con Pegg y Frost), Son of Rambow (con Jessica Stevenson, la tercera en discordia en Spaced), Attack de Block (Frost) o los cameos de Stevenson y Pegg en diferentes temporadas de Doctor Who. Cabe decir que la presencia de Simon Pegg en dos franquicias que adoro como Misión Imposible y Star Trek ha sido la guinda para disfrutar todavía más de esos pasteles.


Ya sabemos de dónde vienen, ahora veamos cómo han llegado hasta esta tremendamente satisfactoria conclusión de la Trilogía del Cornetto. Empezaremos por algunas de las similitudes que unen las tres películas, algunas de ellas formales y otras relacionadas con la temática o el tratamiento de los personajes. Lo primero que llama la atención es que pese a la diversidad genérica de las cintas nos encontramos con una serie de estilemas formales recurrentes que uniformizan el aspecto narrativo de cada una de las cintas: montaje rápido de planos cortos para reflejar acciones concretas que pueden ser repetidas en varias ocasiones a lo largo del metraje (en este caso el gesto de tirar una pinta, poner en marcha un coche, etc), empleo de canciones reconocibles que se adecuan como puño al guante a la narración mostrada y que, en este caso concreto además remite de manera directa a la memoria sentimental de sus protagonistas y a la del espectador que se identifique generacionalmente con ellos (éxitos de los 90 y de la era Madchester aparecen generosamente a lo largo de todo el metraje, con especial peso de Charlatans, Primal Scream, Soup Dragons, Happy Mondays, Blur, Suede, James, Stone Roses) y el uso de gags repetidos que unen las tres películas, como aquel que muestra a un personaje saltando una valla con catastróficas consecuencias.


Si entramos en el campo de los temas que obsesionan a Wright y cía, nos encontramos en primer lugar con el eterno complejo de Peter Pan que muestran sus protagonistas, reticentes a aceptar responsabilidades eminentemente adultas y con tendencia a vivir en un mundo menos exigente y más centrado en las aficiones de cada personaje: música, videojuegos, cine de entretenimiento. La importancia de la amistad y la panda de amigos como núcleo vertebrador de las relaciones contemporáneas, muchas veces en conflicto directo con las exigencias que supone una relación de pareja estable, es algo que se inició en Spaced y que ha aparecido de una u otra manera en cada una de las películas, siendo en este cierre de trilogía donde el tono se hace más amargo y melancólico, en tanto que se reabren viejas heridas, se dan segundas oportunidades y algunos personajes se muestran abiertamente en contra de cualquier posibilidad de cambio, madurez o evolución. Como tercer elemento vertebrador, y consecuencia directa de los dos anteriores, nos encontramos con el escenario perfecto para que esas personas y sus amigos desarrollen a la perfección su relación: el pub como centro de reunión, como ecosistema poblado por semejantes con la teórica intención de pasarlo bien y regar buenos momentos con toda clase de bebidas espirituosas.

Me gustaría destacar el último par de elementos unificador de la trilogía. Por un lado, el recuperar a una serie de actores británicos de cierta edad pero probada solvencia profesional (Timothy Dalton, Paul Freeman, Kenneth Cranham) al tiempo que mantener un sólido cuerpo de intérpretes que participan de manera recurrente en varias de sus películas -algo que pueden comprobar de manera exhaustiva en este enlace-. Así, ver los cameos de Jessica Stevenson, Mark Heap, Michael Smiley o Julia Deakin siempre remite emocionalmente a Spaced, mientras que la presencia de actores tan dotados para la comedia como Martin Freeman, Paddy Considine o Bill Nighy eleva el nivel medio de cada película en la que colaboran. Por otra, está el tratamiento dado al factor paródico de cada género. Lo habitual en estos casos es caer en un tono de farsa abierta propio de las spoof movies, o no llegar a un adecuado término medio entre los extremos genéricos que se tratan en la película, pero Edgar Wright ha sabido destilar la esencia de cada género e imbricarlo en su película de tal modo que nos encontramos con películas que abordan una invasión zombie, una conspiración rural armada y una situación de paranoia de ciencia ficción (adviertan lo exquisitamente vago que estoy siendo en lo referente a toda la parte genérica de esta última película, evitando todo espoiler que pueda arruinar alguna de las abundantes y divertidas sorpresas que aguardan en el fondo de esa pinta deliciosamente refrescante que es Bienvenidos al fin del mundo) de manera seria, mientras que los personajes aportan la dosis cómica necesaria para mantener la sonrisa en todo momento.


Menuda chapa que les he soltado a cuenta de Cornettos, viejos amigos, bares de pueblo y pintas de cerveza, pero es que personalmente este el tipo de cine que me encanta y concretamente Bienvenidos al fin del mundo es el tipo de película que retrata de manera aproximada una situación personal concreta, ese momento en que los amigos se van a otra ciudad/provincia/país a trabajar o emprenden nuevas etapas personales que les alejan de lo que fue en su momento una colección de buenos momentos, dejando la cosa en el aire para ese futurible momento de reunión o reencuentro en el que rememorar los buenos viejos tiempos y tratar de recuperar por un instante la magia perdida que nos recuerde por qué cuando eramos jóvenes y más irresponsables la vida se afrontaba de otra manera más sencilla, luminosa y divertida. Se cierra así un corpus temático espectacular que debería comenzar con el visionado de Spaced (en Youtube tienen muchos episodios) y proseguir con el disfrute de la Trilogía del Cornetto en todo su etílico, multigenérico, irresponsable e inmaduro esplendor. Y para dentro de año y medio, esperemos que Edgar Wright nos ofrezca una más que decente y divertida película protagonizada por el Hombre Hormiga, lo que no sería moco de pavo...


2 comentarios:

Rogue Leader dijo...

Excelente post, yo disfrute muchisimo The World's End, desde sus primeros minutos hasta el final, Edgar Wright es de mis directores favoritos.

Saludos

Plissken dijo...

Para mí Wright sólo tiene un pequeño fallo en su expediente, y es su anterior película, que o no entendí o no estaba hecha para mí... Desde luego tanto la trilogía del Cornetto como Spaced son productos que están en lo más alto de mi olimpo friki particular. Que por cierto, para echarse unas risas a cuenta de Star Wars con Wright y cía, nada mejor que http://www.youtube.com/watch?v=LmdOuXyTJIk. Un saludo, caballero!

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