Un bar en mitad del desierto durante una noche como cualquiera de las que suele reunir allí a un hatajo de perdedores que consumen su tiempo de la misma manera que beben cerveza. De improviso llega al bar una pareja de jóvenes apuestos, esbeltos y con actitud heróica. Ambos vienen cubiertos de sangre y gritan algo sobre unos monstruos que les han atacado. Ante la atónita mirada de los parroquianos comienzan a amontonar muebles frente a la puerta y a intentar bloquear las ventanas con lo que puedan. Nadie presta demasiada atención a las advertencias del tipo... hasta que unas garras deformes irrumpen por una ventana del bar y le arrancan la cabeza de cuajo.
Desde ese momento el reducido grupo de parroquianos del bar pondrán todo su empeño, algunas ocasiones de forma completamente inepta, y todas sus aptitudes, en la mayoría de los casos inexistentes, en intentar sobrevivir al acoso al que son sometidos por un número indeterminado de criaturas que buscan alimento y cuya fisiología y habilidades exceden con mucho a las conocidas dentro del orden natural. El elenco de deshechos humanos que entablará esa lucha desigual esta capitaneado por Bozo y su hermano paralítico, Hot Wheels, contando con la ayuda de Jefe, Pastelito, Abuela, Camarero, Entrenador o Heroína 1 y 2. Que alguno de ellos consiga ver la luz del alba será todo un milagro, pero uno nunca debe despreciar los buenos milagros que incluyan sacrificios inútiles, planes descabellados, abandono de compañeros a su suerte, ineptitud mezclada con cobardía y una pizca de egoísmo y una elevada dosis de insensatez y ansias de supervivencia.
Ha pasado la noche del festín sangriento celebrado en el bar de carretera, y hasta el lugar, cubierto de restos humanos y destrozado por explosiones e incendios llega una banda de moteras dirigidas con mano de hierro por la Reina Motera, que se tropieza de bruces con el panorama. Una de las víctimas de la noche anterior resulta ser su hermana y aquél el lugar de encuentro establecido entre ambas, y a la Reina Motera no le gusta un pelo descubrir el destino aciago sufrido por su hermanita. Cargada de mala leche, ganas de venganza y arropada por su grupito de amazonas moteras (Chica Motera 1 y 2, Chica Tatuada), se dirige como alma que lleva el diablo hasta un pueblecito cercano.
Hasta ese lugar se ha desplazado un nuevo grupo de criaturas monstruosas, de las que no llegamos a tener noticia de su origen ni de su historia ni falta que hace, y que sólo interesan en tanto que comienzan a aniquilar a todo ser humano que encuentran a su paso y de cuando en cuando violan a cualquier fémina que cometa la imprudencia de dejarse coger viva para de ese modo perpetuar su especie. Tras una masacre salvaje y despiadada sólo un reducido grupo de personas sobrevivirá al ataque: Trueno y Relámpago (dos hermanos mexicanos retirados de la lucha libre cuya máxima preocupación es reparar motores y ligar con cualquier mujer), el Machacador (de precios, se entiende, dueño de un negocio de coches usados cuyo socio se está beneficiando a su mujer justo delante de sus narices), Secretos (mujer del anterior, que además de ligera de cascos resulta ser una colgada de la new age y de las teorías de autoayuda), Greg (el socio traidor, ególatra, engreído y con una especial capacidad para meterse en situaciones que superan sus limitadas habilidades mentales y físicas). Todos ellos sufrirán una situación igual de angustiosa y con las mismas posibilidades de supervivencia que los protagonistas de la primera entrega, perpetuando la estupidez y las miserias del ser humano enfrentado a un problema que se ve incapaz de afrontar.
El concepto de Feast como película surge dentro del Proyecto Greenlight, un concurso amparado por Miramax en el que un realizador es seleccionado para realizar su película. En el año 2005 fueron el director John Gulager y los guionistas Marcus Dunstan y Patrick Melton los que vieron seleccionado su proyecto para ver "luz verde" y conseguir ver en pantalla grande su sangrienta y cínica epopeya de terror de serie B. Realmente no hay nada muy novedoso en la película: personajes planos, localización reducida, ambiente claustrofóbico, sangrientos maquillajes gore, situaciones inverosímiles... Lo que permite que el espectador salve todos esos lastres de partida y disfrute de Feast es el sano sentido del humor macarra y cafre que tiñe la película de rojo de principio a fin, comenzando por la presentación de cada uno de los personajes, identificado por su apodo, con un leve apunte biográfico cargado de mala baba y por si fuera poco indicando de forma totalmente humorística su esperanza de vida dentro del film.
Si esta gente -el director John Gulager, con su padre Clu y Diane Goldner- no se lo pasó teta haciendo la película yo me como uno de mis sombreros.
Partiendo de esa pirueta metacinematográfica y con un par de giros de guión descacharrantes que rompen con alguno de los estereotipos (personajes positivos y simpáticos para el espectador) y tópicos (el sacrificio por el bien común, los actos de valentía individual, los planes elaborados para hacer frente a las amenazas) habituales de la serie B terrorífica, Feast se disfruta a medio camino entre la risa burra y la mueca de asco, pasando en el mismo plano de la salvajada más bestia al chiste chusco más adecuado para aliviar la tensión del momento, por otro lado bastante bien conseguida al centrar la historia en una situación única y un reducido grupo de protagonistas. Hasta el reparto sigue al pie de la letra el manual de cine de explotación terrorífica, con un rostro reconocible haciendo de protagonista carismático -Balthasar Getty como Bozo-, una vieja gloria en un papelito bastante agradecido -Clu Gulager, con más de cincuenta años de profesión a sus espaldas, y además padre del director e impulsor del proyecto, como Camarero- y un rostro especialmente agraciado interpretando un papel lleno de aristas y completamente desagradable -Jenny Wade como Pastelito-.
Trueno afrontando un combate que tiene muy difícil para ganar.
Para la continuación de esta epopeya terrorífica se cambió la localización y la ambientación. El espacio cerrado y oscuro del bar deja paso al luminoso y amplio pueblo en el que se localiza la acción de Feast 2: Sloppy Seconds, y lejos de atenuar la sensación de agobio, al final uno tiene la certeza de que los personajes no tienen salida. El equipo formado por guionistas y director se mantiene, pero, conocedores de la positiva recepción de Feast entre el público cinéfago de terror y serie B -entre el que me incluyo-, en buena parte gracias a su humor socarrón y bastardo, deciden dar un paso más allá en la caracterización de personajes y en la creación de situaciones grotescas. Y a fe mía que lo consiguen. Los personajes oscilan entre el esperpento de los luchadores mexicanos sexualmente hiperactivos, el grotesco retrato del triángulo formado por el vendedor de coches, su mujer y el amante de ésta, que no dudarán en ponerse zancadillas durante su huída para resolver su peculiar situación y la antipatía que despierta el clan de las moteras o el traficante de drogas. Y el caso es que a pesar del repelús que despiertan todos ellos, al final un servidor no puede sentir otra cosa más que lástima por el destino cruel y despiadado que director y guionistas deparan a prácticamente la mayoría de ellos.
Por si no fuera suficiente el tono grueso en la caracterización de personajes, la película aún se guarda un par de set pieces que ponen la carne de gallina hasta el más sufrido y veterano espectador. Me refiero al rescate del bebé y a la autopsia del monstruo, escenas autoconclusivas en que la resistencia del estómago de la audiencia se pone a prueba a base de una salvajada tras otra y de una sensación de no serán capaces de hacer semejante burrada en pantalla. En concreto, durante el rudimentario examen que el inepto Greg (hermano del director, aquí todo queda en casa) practica a una de las criaturitas que se están cebando con los pueblerinos, asistimos a todo un catálogo de desviaciones sexuales que empiezan por un poco de urofilia y finaliza por un brutal facial que el alienígena muerto, ayudado por Greg, realiza sobre la banda de moteras. Que estas barbaridades se cuelen de rondón en la conservadora cinametografía yanqui resulta bastante de agradecer aunque un tanto difícil de contemplar. Actualmente está ya en producción la tercera parte de este proyecto que ha tirado para adelante a base de ilusión, buen ambiente entre los implicados, talento y elevadísimas dosis de mala idea y peor baba, cuyo título provisional es Feast 3: The happy finish. Un servidor está deseando ver qué burradas preparan los Gulager para su próximo festín de tripas, monstruos y sangre.
2 comentarios:
¡Suena muy divertido, habrá que echar un ojo a estas pelis! :D
Tenga a mano palomitas y bolsa para vómitos y unas cuantas cervezas ;D
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