Porque la reflexión, la poesía, la diversión, el mensaje, el pundonor, el arte y la artesanía, el amor a la profesión y al medio, la humildad constante al pie del cañón de Carlos Giménez lo ejemplifican.
Porque es quien más y mejor ha sabido dar obras que nos explican cómo somos y qué camino hemos recorrido.
Porque si hay alguien que se merezca, en nombre del medio y en nombre de las muchas y grandes obras maestras que nos ha ofrecido en más de cuarenta años de profesion, es él.
Porque Carlos Giménez es todos nosotros: el cómic en su encarnación máxima, el cómic que trasciende fronteras y medios, el cómic que demuestra que todas las historias pueden contarse, y contarse como se escribe un poema, o se pinta un cuadro, o se rueda una película, o se toca un clarinete, o se marca un gol o se gana un campeonato.
Porque ya es hora de que se reconozca y se iguale el trabajo de una profesión humilde con el de otras profesiones de más relumbre.
Creemos que es hora, hoy, ya, de empezar a movernos, desde los blogs, desde las revistas, desde otros ámbitos de la cultura, desde los salones y jornadas del cómic, desde la crítica y desde el aficionado, desde la Universidad y desde los periódicos, para solicitar el Premio Príncipe de Asturias para Carlos Giménez.
Y queremos que sea un premio pedido por todos, y conseguido para quien es el primero entre los primeros, en España y en el mundo.
Hagamos ruido. Pidamos lo posible.
Carlos Giménez es uno de los pocos autores españoles que he leído extensamente, prácticamente todos sus álbumes editados por Toutain, gracias a la biblioteca de mi pueblo y a las maratonianas sesiones de estudio dedicadas a la carrera. Cada jornada contaba con un descanso de 20 minutos que dedicaba a leer la prensa o a coger algún album de la sección de comics, escasa por lo general, pero bien abastecida en cuanto a tebeos firmados por Giménez. Así, las desventuras de los huérfanos de Paracuellos, uno de esos tebeos que acongoja y que enfrenta al ser humano con lo más abyecto de sí mismo, los avatares iniciáticos del joven artista que marchaba a Barcelona a trabajar en una agencia de dibujantes en la que las bromas pesadas se alternaban con la sana camaradería y las argucias para llegar a fin de mes en Los Profesionales, la crónica social, económica, histórica y política de un país en plena transición, en pleno cambio, que retrató de forma tan acerada, cruel, melancólica, humorística o cínica, dependiendo de cada historia, de cada personaje, en las series de Romances de Andar por Casa, Historias de Sexo y Chapuza o Sabor a Menta. Todos y cada uno de esos álbumes invitaban a la reflexión, a la relectura, en ocasiones a la lagrima contenida y en otras -en muchas otras, para qué negarlo, ya que me supusieron más de una situación embarazosa con ese agradable y comprensivo cuerpo de funcionarios municipales denominados bibliotacarios- una carcajada histérica por la resolución de una historia o por un gag concreto imbricado magistralmente en una historia dramática. Mucha gente identifica a Carlos únicamente con sus álbumes más combativos y políticos, con su serie de Paracuellos o con la más reciente 1936-39, y creo que se están olvidando de toda una obra riquísima en conceptos que no ha despreciado ningún género (Hom, Dani Futuro, Bandolero) y que se ha convertido en crónica viva de toda una época y de varias generaciones, transmitiendo, a través de unas vivencias y de una crónica sentimental la radiografía de varios momentos complejo y convulsos de nuestra historia contemporánea. Así pues, un servidor apoya incondicionalmente esta iniciativa y ojalá que Carlos pueda recibir en vida un reconocimiento que sin duda merece.
