viernes, febrero 13, 2009

Universo DC Flash 3: Alcanzando la velocidad terminal (!!)

Durante su epopeya temporal Wally West trascendió su humanidad y se fundió con la Fuerza de la Velocidad, una energía que otorga sus poderes a los velocistas y que los conecta a todos a través del tiempo y del espacio. En ese campo de energía más allá de todo, Wally vislumbró relámpagos de información sobre acontecimientos pasados y futuros, siendo testigo de un trágico suceso que le acompañará de regreso, empañando la alegría de reencontrarse con Linda, Jay, Bart e Iris. Sobre las espaldas de Flash se cierne la certeza de una terrible desgracia que le amenaza a él y a alguien cercano, una amenaza que ya ha comenzado a materializarse en los primeros enfrentamientos con el Imperio Kobra (y no precisamente el juego de mesa) y que tendrá fatales consecuencias. Alterado y aterrado por lo que está por venir, Wally levanta un muro defensivo para que sus seres queridos no lean su preocupación y se lanza como un poseso a evitar con todas sus fuerzas el desastre inminente. Comienza Velocidad Terminal, saga iniciada en el número 95 de la colección y cuyos capítulos desgranan una cuenta atrás hacia el número 100 USA en el que todo quedará desvelado y cumplido... o tal vez no.

Portada del para mí histórico y ya añejo tomo de Ediciones Zinco en que se recopilaba el final de la saga Velocidad Terminal. Mi primer tebeo firmado, de rebote. Lo compré de segunda mano, y su anterior propietario, un tal Miguel, lo tenía dedicado por Óscar Jiménez. Era el destino que acabara en mis manos.

Los esfuerzos de Wally por encontrar un sucesor lo antes posible le llevan a celebrar una reunión de velocistas a los que comunica su próxima desaparición. Uno de ellos deberá recoger el testigo de Flash y salvar el día una vez que Wally ya no esté en condiciones de hacerlo. Jay Garrick, Max Mercury, Johnny y Jesse Quick y Bart Allen escucharán atónitos esa asombrosa revelación al mismo tiempo que ponen todo su empeño en desbaratar los planes de Kobra en las ciudades gemelas de Keystone y Central City y en proteger a Linda e Iris, en el punto de mira de la organización por sus perspicaces investigaciones periodísticas. Por desgracia para Wally parece que la elección de sucesor no es nada fácil y los acontecimientos se van desarrollando justo de la manera que querría evitar a toda costa, confirmándose cada vez más la futilidad de sus esfuerzos y la inevitabilidad del destino.


Pero es en esos momentos de máximo peligro en el que todos los implicados pondrán su vida en el filo de una navaja cada vez más afilada cuando Linda y Wally se demostrarán el uno al otro la autenticidad de un amor que hemos visto crecer número a número, madurar con el devenir de los acontecimientos y transformarse en una pasión arrolladora por encima de la vida y de la muerte en la que cada uno de ellos es capaz de sacrificarlo todo por el otro. La revelación pública de las artimañas de Kobra fuerza a los héroes a actuar aún a sabiendas del sacrificio que van a afrontar. Linda decide acudir por su cuenta al escenario de la batalla para ayudar en la medida de lo posible y los hechos se precipitan en un clímax explosivo inolvidable que se convierte en uno de esos tebeos de superhéroes modélico, de libro, con acción, épica, emoción y un sentimiento de la magia y de la maravilla como sólo un fanboy con talento -mucho talento- como Mark Waid puede escribir.

Primera página íntegra dibujada en solitario por Óscar Jiménez para la colección que le lanzaría a la fama. No se puede empezar mejor una carrera...

Tras la tempestad llega la calma relativa, y Wally arregla todos los malentendidos causados por su actitud extrema y por sus polémicas decisiones durante la recién superada crisis al tiempo que colabora en la reconstrucción de la ciudad que es su hogar. Entre Bart y Wally existe ya una relación a medio camino entre el respeto y la amistad, y Jesse Quick entra a formar parte de pleno derecho de la familia de velocistas. El tomo se cierra con una serie de números en los que asistimos a historias más breves, que enfrentan a la pareja formada por Linda y Flash con un Mongul desatado en Keystone City, con una secta arcana que mezcla la magia con la ciencia para invocar a un ser primordial y atraerlo a nuestro plano de realidad y con un Señor de los Espejos letalmente artero en busca de su amor perdido.

Han pasado ya varios años desde que Mark Waid se hiciera cargo de la colección, y su confianza en el dominio del personaje y en el mecanismo narrativo de las historias de los velocistas escarlata es total. Las subtramas fluyen siempre hacia delante, y detalles nimios apenas entrevistos o incluidos en otra trama en curso preparan acontecimientos futuros de manera natural. Cada paso que da la colección es hacia adelante, y eso se aprecia tanto en lo que cuenta la historia como el modo en que la cuenta. Por un lado, y como el propio Waid comenta en el postfacio del tomo, su intención a la hora de escribir Velocidad Terminal era la de consolidar la relación entre Linda y Wally más allá de lo que normalmente vemos en un tebeo convencional. El personaje ya ha superado sus deudas con el pasado y se ha liberado de la pesada carga de vivir a la sombra de su mentor (El regreso de Barry Allen), ha afrontado sus propias limitaciones como héroe (el juicio de Wally) y dado un paso importantísimo hacia la madurez personal asumiendo él mismo el papel de mentor -si bien esto será temporal- del joven y, ejem, impulsivo Impulso.

Con la saga que celebra el centenario -en numeración- de la colección de Flash se establece una relación inolvidable que a día de hoy sea una de las más estables, duraderas y bien construidas de la ficción superheróica contemporánea, en buena medida gracias a que el personaje está al margen de cambios editoriales absurdos (estilo rupturas cool en 4F o en Spiderman que reflejan la incapacidad de escribir sobre personajes manteniendo una relación de pareja estable y convencional) y a que los linajes Allen y West pueden ser considerados en conjunto como defensores de la familia y del respeto al legado ajeno. Si a ello le sumamos que guionistas posteriores (aquí destaca Geoff Johns, como siempre) han sabido respetar ese concepto de pareja enamorada cuya relación se basa en unos pilares sólidos basados en el respeto, la confianza y el amor incondicional, nos encontramos con que Waid está en la base de todos esos conceptos, y Velocidad Terminal es la primera de las muchas ocasiones en que este par emocionarán al lector más curtido.


Pero la otra gran faceta en la que destaca Waid como escritor de tebeos es en la de saber construir grandes historias épicas. De su mano ha salido por ejemplo una de las mejores etapas del Capitán América, una más que digna aportación a la historia de los 4F o la que muchos consideran su obra magna y la que yo considero su Obra Maestra, el Kingdom Come, canon hacia el que DC parece orientar cada vez más su universo superheróico y que basa su éxito, además de en las preciosistas pinturas de Alex Ross en una historia perfectamente dosificada y estructurada que sabe hacer uso de la épica más espectacular y desesperada y de una cierta melancolía crepuscular que encaja a la perfección en el relato. En anteriores números de Flash ya ha forzado sus límites al máximo, pero aquí Waid fuerza la máquina y obliga a la familia Flash a ir todavía más allá, en un clímax tremendo y electrizante repleto de momentos épicos.


Y en el apartado artístico también tenemos bastante tela que cortar. Al margen de unos funcionales Kris Renkewitz (entintado por un bisoño Mike Deodato Jr.), Roger Robinson o Ron Lim, que se encargan de los fill-ins, llegamos al final de la etapa de Wieringo como dibujante del velocista de Keystone City. Con los números Mike Wieringo va cogiendo soltura a la hora de realizar composiciones que reflejen la velocidad -o la ausencia de la misma en la historia "fuera del tiempo"- y el dinamismo del personaje, y consigue que las abundantes escenas de diálogo entre personajes no resulten monótonas o aburridas de leer. La expresividad de Linda, Wally y los suyos gana enteros con el transcurrir de los números, hasta llegar al fantástico número 0 en el que Wally se encuentra con su versión del pasado y con el "misterioso desconocido" que encaminó su vida hacia un futuro mejor. Pero si Wieringo es un buen dibujante, no lo son menos los españoles que debutarán sucesivamente a lo largo de la saga Velocidad Terminal plantando una pica en el mercado americano y demostrando con su debut que todos ellos tenían calidad más que sobrada para permanecer en él. Por supuesto, me estoy refiriendo a Salvador Larroca, Carlos Pacheco y Óscar Jiménez, que llegan a colaborar en el dibujo del número 100 y que aportan un dinamismo y una espectacularidad al título como no se había visto en tiempo.

Gustándome con locura el dibujo de Larroca y Pacheco, lo mío con la versión de Flash realizada por Óscar Jiménez es de locura, ya que creo que hay pocos dibujantes que hayan sabido plasmar una galería tan amplia de sentimientos y reacciones y a la vez componer unas escenas de acción tremendamente espectaculares, que, si bien no pueden lucir todavía en las pocas páginas suyas de Velocidad Terminal ya apuntan maneras en el enfrentamiento con Mongul. De ahí a Calor Muerto, la próxima saga, nos espera un salto enorme en calidad y experiencia que compone otro de los mejores tebeos de superhéroes escrito en los años 90.

2 comentarios:

Jiman dijo...

¿Quien puede vender un tebeo dedicado?Yo desde luego no lo haria nunca

Bueno si,has escrito mas,pero es mi mania de leer ante los pies de fotos :P

Plissken dijo...

Jiman, por los pies de foto se empieza, jejeje. Lo curioso es que con el tiempo prácticamente conseguí que Óscar me firmara todos sus números de Stormwatch, JLA, Flash...

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