La noche del sábado nos deparaba una cita muy especial que esperábamos con muchas ganas. Y es que no suele coincidir que los salones o jornadas a los que asistimos coincidan con eventos musicales o teatrales interesantes, pero aún así con los años hemos podido disfrutar de algún musical (El fantasma de la Ópera) o de algún concierto interesante (MC5) al tiempo que ejercíamos de frikis de pro en los salones de turno. Pero este año los astros se alinearon para que pudiéramos asistir a un evento estelar, a un Eclipse musical de proporciones cósmicas que nos permitiría disfrutar del espectáculo inimitable del Lado Oscuro de la Luna.
He sido gran seguidor de Pink Floyd desde que los escuchara con 14 añitos. Quede anestesiado por su etapa psicodélica, hipnotizado por sus sinfonías de rock progresivo y enamorado de los álbumes que supusieron la cima artística del cuarteto británico: Animals, The Dark Side of the Moon, Wish You Were Here y The Wall. La arrolladora y egomaníaca personalidad de Roger Waters, miembro fundador y alma compositora del grupo acabó degenerando en una lucha fratricida por el liderazgo de la banda que acabó ganando el guitarrista David Gilmour, último en entrar en la formación. A partir de ahí el grupo se dedicó a un rock más comercial y accesible, grandilocuente en la puesta en escena y con melodías inolvidables pero carentes de la profundidad emocional y trascendencia temática que Waters había sabido imprimir en los álbumes mencionados y en el que fue su testamento como compositor, vocalista, bajista y alma del grupo, The Final Cut.
Dicho esto, el anuncio de la gira mundial de Roger Waters interpretando el album más emblemático del grupo -ÍNTEGRAMENTE- fue una grata sorpresa, pero el que las fechas de su concierto en Barcelona coincidiesen con las fechas del Salón del Comic fue una carambola milagrosa que no quisimos dejar pasar.
Con el aforo del Palau Sant Jordi completamente vendido (aunque había multitud de reventas en las puertas de acceso) y un público cuya edad media rondaba la cuarentena larga a mí me comían los nervios. ¿Merecería la pena el concierto? ¿Me defraudaría? En absoluto. Ya desde la primera canción Waters se metió al público en el bolsillo, con un potente In the flesh seguido de la intimista, melancólica y crítica Mother. El meridiano de la primera mitad del concierto estuvo dedicado a Sid Barrett, ya que tocó de forma consecutiva Shine on you crazy diamond, Have a cigar y Wish you were here, las canciones que fueron un homenaje a Barrett, consumido por sus demonios internos y sus problemas psicológicos. El final de estos primeros cincuenta minutos de música fue la tremenda y enérgica Sheep, con el cerdo volador de la portada de Animals flotando sobre nosotros -cubierto de pintadas contra Bush y Blair- y los espectadores completamente entregados, pero aún faltaba lo mejor.
La segunda parte del concierto consistió en la interpretación íntegra del album The dark side of the moon, ejecutada con tal perfección técnica por la banda de músicos que secundaban a Waters (con un guitarra solista -Kilminster- y un saxo -Ritchie- especialmente inspirados que ofrecieron muchos momentos de la mejor música en directo). Temas como Money, Time o Us and them te ponen la carne de gallina, pero escuchar a Carol Kenyon desgañitarse con los coros de The great gig in the sky fue algo sencillamente impresionante.
Tras el típico amago de retirada y la posterior ovación la noche aún nos deparaba media hora de magia, con una selección de temas de The Wall, partiendo de Another brick in the wall part II, pasando por Bring the boys back home y finiquitando el concierto por todo lo alto con Confortably numb (los asiduos recordarán la vara que dí con la inclusión de este tema versionado por Van Morrison en la OST de Infiltrados). Si acaso la única pega es que Waters podía haber culminado el festival con la continuación natural del disco The Wall, Run like Hell, pero tampoco era cuestión que el pabellón de deportes se viniera abajo.
Tras el típico amago de retirada y la posterior ovación la noche aún nos deparaba media hora de magia, con una selección de temas de The Wall, partiendo de Another brick in the wall part II, pasando por Bring the boys back home y finiquitando el concierto por todo lo alto con Confortably numb (los asiduos recordarán la vara que dí con la inclusión de este tema versionado por Van Morrison en la OST de Infiltrados). Si acaso la única pega es que Waters podía haber culminado el festival con la continuación natural del disco The Wall, Run like Hell, pero tampoco era cuestión que el pabellón de deportes se viniera abajo.
2 comentarios:
¡Te vi, te vi!
Fugazmente nos cruzamos, Jorge, una pena. La verdad es que cuando más relajado estás es cuando te dejas caer por tierras alicantinas ;D ¡Viva Unicomic!
Publicar un comentario