Will Proudfoot es un muchacho callado, aplicado y sensible que lleva como un bendito la cruz de pertenecer a una congregación religiosa, los Plymouth Brethren, que le aleja de todas las diversiones que un niño de su edad podría practicar y le convierte en un bicho raro en la escuela. La timidez del muchacho y su fértil imaginación quedan plasmadas en decenas de pinturas que Will realiza en un cuaderno o en su particular santuario en la escuela, un lavabo cuyas paredes están completamente cubiertas por los dibujos del niño. Por el contrario, Lee Carter es el niño terrible del lugar. Maleducado, pícaro, hiperactivo y con cierta tendencia a la violencia descontrolada el chaval es un verdadero terremoto que no dudará en aprovecharse de la candidez de Will en su primer encuentro.
Los dos niños, que no tienen aparentemente nada en común, descubren una pasión común por la película Acorralado, estrenada en esos momentos y pirateada en video por el hermano mayor de Lee. La imaginación de Will desde ese momento queda prendada de esos personajes duros como la roca y de una violencia cruda en la pantalla pero que el muchacho, carente de malicia alguna convierte en infantil y colorista en sus dibujos. Lee, que tiene tan pocos amigos como Will en la escuela, o sea, ninguno, aprovechará la fascinación que ha despertado en su nuevo amigo para embarcarlo en un proyecto que lleva tiempo intentando realizar: grabar su propia versión de Acorralado con una cámara de video doméstico. Lo que empieza como un juego de dos muchachos inadaptados en colisión con el mundo que les rodea acaba siendo un proyecto ilusionante que afectará a muchas otras personas.
Esta película es una declaración de amor a la infancia, a los sueños compartidos y un homenaje genuino hacia todos aquellos que quieren hacer cine. El director y escritor de Son of Rambow, Garth Jennings, viejo conocido de este blog que inauguró la sección de critiquillas con La guía del autoestopista galáctico, ha puesto mucho de su propia infancia en la película, reflejando esos primeros pinitos en los que las ganas y el entusiasmo iban cimentando la experiencia adquirida y conformando el talento del futuro cineasta. Con un sentido del humor agridulce, la película dista mucho de ser una comedia al uso, pues detrás de cada gag –caso del asilo y el abuelo interpretando a Rambo o de los relacionados con los estudiantes de intercambio- se aprecia una mirada entre cínica, melancólica y cariñosa hacia unos personajes que se descubren a sí mismos al tiempo que impostan una serie de personajes delante de la cámara. Junto con los temas antes mencionados la cinta también da un repaso a la congregación de los Plymouth Brethren y sus rígidas normas que no dejan demasiado hueco a la libertad, al seguidismo que impera en las camarillas de instituto, a las relaciones familiares desestructuradas, y todo siempre visto desde los primero tímidos y tristones y luego cada vez más ávidos y entusiastas ojos de Will Proudfoot. La ambientación de la historia en los primeros ochenta permite, además de un diseño retro lleno de cardados y hombreras, recuperar una gran selección de temas de la época, con canciones de Duran Duran, Depeche Mode, Siouxsee and the Banshees o The Cure.
Desde que viera el trailer de la película hace ya bastante tiempo quedé prendado de la historia, y tengo que decir que verla resultó un placer, una verdadera delicia en la que la ilusión y el entusiasmo de los personajes -y de los creadores tras ellos- se transmite con gran fuerza hacia el espectador, que, al menos en mi caso, viaja por unos momentos dos décadas atrás y se convierte en uno más de esa peculiar pandilla dedicada a soñar y a convertir esos sueños en una película.
Los dos niños, que no tienen aparentemente nada en común, descubren una pasión común por la película Acorralado, estrenada en esos momentos y pirateada en video por el hermano mayor de Lee. La imaginación de Will desde ese momento queda prendada de esos personajes duros como la roca y de una violencia cruda en la pantalla pero que el muchacho, carente de malicia alguna convierte en infantil y colorista en sus dibujos. Lee, que tiene tan pocos amigos como Will en la escuela, o sea, ninguno, aprovechará la fascinación que ha despertado en su nuevo amigo para embarcarlo en un proyecto que lleva tiempo intentando realizar: grabar su propia versión de Acorralado con una cámara de video doméstico. Lo que empieza como un juego de dos muchachos inadaptados en colisión con el mundo que les rodea acaba siendo un proyecto ilusionante que afectará a muchas otras personas.
Esta película es una declaración de amor a la infancia, a los sueños compartidos y un homenaje genuino hacia todos aquellos que quieren hacer cine. El director y escritor de Son of Rambow, Garth Jennings, viejo conocido de este blog que inauguró la sección de critiquillas con La guía del autoestopista galáctico, ha puesto mucho de su propia infancia en la película, reflejando esos primeros pinitos en los que las ganas y el entusiasmo iban cimentando la experiencia adquirida y conformando el talento del futuro cineasta. Con un sentido del humor agridulce, la película dista mucho de ser una comedia al uso, pues detrás de cada gag –caso del asilo y el abuelo interpretando a Rambo o de los relacionados con los estudiantes de intercambio- se aprecia una mirada entre cínica, melancólica y cariñosa hacia unos personajes que se descubren a sí mismos al tiempo que impostan una serie de personajes delante de la cámara. Junto con los temas antes mencionados la cinta también da un repaso a la congregación de los Plymouth Brethren y sus rígidas normas que no dejan demasiado hueco a la libertad, al seguidismo que impera en las camarillas de instituto, a las relaciones familiares desestructuradas, y todo siempre visto desde los primero tímidos y tristones y luego cada vez más ávidos y entusiastas ojos de Will Proudfoot. La ambientación de la historia en los primeros ochenta permite, además de un diseño retro lleno de cardados y hombreras, recuperar una gran selección de temas de la época, con canciones de Duran Duran, Depeche Mode, Siouxsee and the Banshees o The Cure.
Desde que viera el trailer de la película hace ya bastante tiempo quedé prendado de la historia, y tengo que decir que verla resultó un placer, una verdadera delicia en la que la ilusión y el entusiasmo de los personajes -y de los creadores tras ellos- se transmite con gran fuerza hacia el espectador, que, al menos en mi caso, viaja por unos momentos dos décadas atrás y se convierte en uno más de esa peculiar pandilla dedicada a soñar y a convertir esos sueños en una película.
2 comentarios:
Magnifica cinta.
Totalmente alejada de lo que es una comedia comercial y trasmitiendo cosas en cada fotograma.
En mi opinión una verdadera joya.
Me alegra descubrir que no soy el único que la ha visto.
J.A., por aquí por Elche hay unos cuantos que ya hemos disfrutado con ella, lo malo es que su estreno de tapadillo y con pocas copias pues ha hecho que la película pasase injustamente desapercibida y que la gente no pudiese disfrutar de ella como lo que es, una auténtica delicia :D ¡Un saludo!
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