sábado, febrero 11, 2006

Muertos como esta serie

No sé que fue más perturbador: el hecho de estar muerta o que el primer hombre que tocó mi cuerpo desnudo fuera un forense.

Georgia Lass es una atractiva muchacha de diecho añitos recién cumplidos. Acaba de conseguir su primer empleo en una empresa de trabajo temporal llamada Happy Time. No se lleva nada bien con su familia (padres y hermana menor) y es de trato algo difícil. Georgia Lass es virgen, aunque pronto cualquier relación sexual con ella bordará en la necrofilia. Y es que Georgia Lass (Ellen Muth) muere a los diez minutos de comenzar Tan muertos como yo (Dead like me), una comedia negra fantástica condensada en 26 capítulos, repartidos en dos temporadas.
En efecto, a Georgia le impacta la taza de un váter de la estación espacial MIR y pasa a otra vida, y no digo mejor, ya que el destino que la espera es el de engrosar las filas de unos funcionarios de ultratumba autodenominados "aparecidos". Su función desde ese momento, y hasta que llegue su propio turno, será la de "quitar" el alma de las personas que están a punto de morir accidentalmente para ahorrarles sufrimiento y facilitarles el tránsito a la "otra vida". Tránsito que será por cierto, diferente para cada individuo. Repartidos de forma gremial, los aparecidos se ocupan de las muertes accidentales, las que son fruto del crimen, la muerte natural por enfermedad, las muertes de las mascotas... Muchos inconvenientes y casi ninguna ventaja, ya que además, Georgia vuelve a tener un cuerpo físico -eso sí, los demás la verán con una apariencia completamente distinta-, inmortal pero al que tendrá que alimentar, vestir y procurarle un lugar donde descansar. Vamos, que además de actuar como "aparecidos" deben trabajar o trapichear para mantenerse, con lo cual está claro que ni la muerte es una excusa para librarse del pluriempleo. La némesis de los aparecidos son los "gravelings", monstruosas criaturas que con sus "travesuras" provocan los mortales accidentes, unas veces grotescos, otras extremadamente improbables o incluso ridículos.
La serie girará en torno a tres ejes, que articularán las tramas de los 26 capítulos. En primer lugar seguiremos la trayectoria de la familia de Georgia tras su muerte. El dolor de los padres, su relación cada vez más tensa, la incapacidad de aceptar la pérdida por parte de su hermana, su comportamiento extravagante. Ninguno de ellos finalizará el periplo vital al cabo de la serie de la misma forma que lo empezó, y esto es de agradecer. Personajes que sufren, que cambian, que evolucionan en base a lo experimentado... El padre, Clancy Lass (Greg Kean), es un profesor universitario enfrascado en su trabajo y sus libros y quizá demasiado atento con alguna alumna, mientras que Joy (Cynthia Stevenson), su esposa, debe luchar contra la asfixiante rutina y contra el abismo que la va separando cada vez más de sus hijas. Reggie (Britt McKillip), la menor de los Lass, sufre la típica relación fraterna en la que se intenta deslumbrar por cualquier medio al hermano mayor, logrando únicamente el desprecio o la ignorancia. La muerte de Georgia supondrá que todos ellos reflexionen sobre los sentimientos que existían hacia la desaparecida, examinan sus recuerdos, los momentos compartidos...
En segundo lugar está la fauna que puebla Happy Time, principalmente la Jefa de Personal, Dolores Herbig (Christine Willes), un terremoto de mujer amante de los gatos y que mantiene una página web donde se muestra haciendo tareas del hogar cuando está en casa. Su relación con Georgia pasará del cauteloso respeto a la amistad sincera. Otro personaje secundario extravagante pero con jugosas intervenciones resultará Crystal, la oronda y hermética recepcionista de Happy Time, que deparará alguna sorpresa en varios capítulos.
Y finalmente llegamos a los Aparecidos (o Reapers), que ocupan el grueso del desarrollo de la serie. Capitaneados por Rube (Mandy Patinkin), un lacónico e iracundo "jefe" atormentado por su pasado, cada día se reunen en la Casa de los Gofres para desayunar y recibir los postits que aquel lleva preparados con los "encargos" del día. Una hora, un lugar y un nombre es lo único que necesitan para evitar el sufrimiento innecesario del alma -o almas- en cuestión. Betty (Rebecca Gayhart) guiará los primeros pasos de Georgia y la introducirá en los trucos de supervivencia de los aparecidos. Alegre, excéntrica e impulsiva, no tardará en dar "el gran salto" siendo sustituida por la hermosa y sexualmente hiperactiva Daisy, una actriz de reparto de los años 30 que falleció antes de lograr algún éxito en su carrera como estrella (su mayor éxito fue practicar sexo oral en un restaurante con alguien "que parecía Errol Flinn"). Roxy (Jasmine Guy) es una mujer dura como el acero, próxima siempre al enfado, pero con un corazón del tamaño de Arizona. Mason, uno de los personajes más complejos y simpáticos permanece varado en sus eternes veintipocos años, tras morir en los 70 fruto de una sobredosis de... TODO y de un exceso de sexo, rock y alcohol.
Divertidísima ya desde los simpáticos títulos de crédito, amenizados por una pegadiza composición de Stewart Copeland, merece la pena seguir las andanzas de todos los personajes y reflexionar sobre algunas de las historias que presentan los difuntos: soledad, examen de las propias creencias, negación, necesidad de transmitir los propios conocimientos, autoaceptación, dolor por lo que dejamos atrás... Son muchos los capítulos que dejan una sensación especial en el espectador, como los relacionados con el novio "peculiar" de Daisy, aquel en que Mason se lleva nada menos que el alma de su guitarrista favorito o el capítulo en el que Rube y el cocinero de la Casa de los Gofres parten del enfrentamiento hasta llegar a la comprensión e incluso la admiración mutua. Es una pena que Georgia no consiguiera hacerse un hueco en el corazón de los telespectadores más allá de estas dos parcas temporadas, repletas de hallazgos visuales (muchos de los accidentes son de una comicidad grotescamente elaborada), de reflexiones acerca de la vida, la muerte, los desayunos, el sexo o la familia y de personajes que como Georgia, Mason o Rube han pasado a formar parte de mi particular Olimpo televisivo -que estos últimos años está aumentando espectacularmente por cierto-.

6 comentarios:

Pep dijo...

He de reconocer que siempre me han gustado mucho las series de televisión (la explicación a ello la encuentro a mi doble afición por el cine y los comics... ya que comparten el elemento cinematográfico de las películas y el elemento seriado de los tebeos).

Y es más cierto aún, que en los últimos 5 años aproximadamente, la cantidad de series que me están atrapando es enorme... llegando al punto de que a dia de hoy, me gustan más unas cuatro o cinco series concretas que gran parte del cine que veo.¿Será grave? No creo: Jack Bauer, Kate Austen, Sidney Bristow y la familia Fisher están ahí para recordarme que no.

Plissken dijo...
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Plissken dijo...
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Plissken dijo...
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Plissken dijo...

La flor y nata de las series televisivas has citado, y todas ellas poseen una calidad por encima de la media. Alguna más hay por ahí. Veremos si poco a poco voy escribiendo unas lineas sobre alguna de ellas.

Pamplonauta # 1 dijo...

Unos picaos es lo que somos, y así nos va. Pero entre el JJ y unos cuantos más no me queda tiempo para nada. Y es que una peli buena es redonda y te deja bien agusto, pero la continuidad propia de las series de TV crea una adicción que el cine no puede superar. Además, el cine, últimamente, es taaaaaan maaaaaalo, que la opción serie en DVD se está convirtiendo en la mejor y única escapatoria.

Por cierto, las entradas omitidas son errores o es que estás vetando gente...

Abrazos

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