miércoles, mayo 21, 2008

Speed Racer: El ruido y la furia (gou espíd raiser, gou)

La familia Racer lleva las carreras en la sangre, desde que el patriarca Pops Racer (John Goodman) transmitiera a sus hijos Rex (Scott Porter) y Speed (Nicholas Elia) su habilidad con los bólidos y su amor por la competición en las carreras automovilísticas. Mom Racer (Susan Sarandon) es el otro pilar fundamental e inamovible de una familia que sufre una tragedia terrible cuando Rex comienza a correr sucio y fallece en un accidente en el rally campo a través Costa Cristo. El tiempo pasa, Speed crece (y pasa a ser encarnado por Emile Hirsch) y la familia Racer crece con tres nuevos miembros, el travieso Spritle (Paulie Litt), su mejor amigo Chim Chim y Trixie (Cristina Ricci), la virginal-pero-sexy novia de Speed desde el colegio, la cual ha permanecido desde entonces a su lado apoyándole en todo momento. El clan, apoyado por el fiel mecánico Sparkle mantiene el legado de Racer Motors en un mundo dominado por las grandes corporaciones que mueven miles de millones y hacen de los circuitos su campo de juegos empresarial. En ese ambiente dominado por la codicia, plagado de trampas, artimañas y malas artes Speed corre como el viento y pilota los mandos del flamante Mach 5 con una pericia casi sobrehumana, a la altura -si no por encima- de la de su malogrado hermano Rex.




Las hazañas deportivas de Speed en el circuito local de Thunderhead llamarán la atención del poderoso magnate Royalton, dueño de Royalton Industries, que intentará convencer a los Racer para forjar una alianza entre la escudería de unos y los recursos como fabricante y dueño de equipo del otro. La tentación del oropel y la gloria no harán mella en la integridad de Speed, pero Royalton le desvela entonces la cruel realidad que existe tras las carreras y los equipos. Todo es una pantomima, un juego de poder en el que la pericia de los pilotos tiene poco o nada que ver con el resultado de la competición y en la que tiene más peso que la victoria las consecuencias en bolsa del resultado de cada carrera. Desengañado, Speed hará frente común con el piloto Taejo Togokhan (Rain), acosado por mafiosos, y con el misterioso agente libre Racer X (Matthew Fox) para intentar cambiar siquiera un poco los entresijos de la corrupción que dominan las carreras, arriesgando su vida en los circuitos de Fuji y Costa Cristo y pugnando por devolver la pureza del espíritu de la competición al mundo del automovilismo.


La película esta basada en el manga y posterior anime Match GoGoGo que gozó de mucha popularidad a finales de los sesenta y que contó con una versión occidentalizada que debió impactar sobremanera a unos hermanos Wachowski que hicieron suyo hasta límites imposibles un proyecto que llevaba en proceso de desarrollo desde 1992, cuando se anunció la intención de crear un film en imagen real basado en las aventuras de Speed Racer y su Mach-5. La lista de directores y actores que han sido relacionados con el proyecto es de vertigo, desde Alfonso Cuarón hasta Gus Van Sant, desde Johnny Depp a Vince Vaughn. El proceso de escritura del guión no ha sido menos azaroso, puesto que hasta siete guionistas intentaron crear un argumento para la película que resultase satisfactorio. Finalmente Andy y Larry hicieron suyo un proyecto para el que además de ejercer como directores, desarrollaron el guión y realizaron labores de producción, por lo que podemos considerar a Speed Racer como un proyecto que han querido hacer tan personal como lo fuera en su momento la trilogía de Matrix. Precisamente la sombra de Neo y Smith es la que ha planeado sobre ellos en todo momento, y el salto de una epopeya de ciencia ficción, ciberpunk y filosofía a una película para toda la familia basada en un anime ha sido no ya bien recibido, sino directamente condenado por crítica y público, a mi modo de ver de forma totalmente injusta. Y ahora me toca explicarme.


Todo lo anterior es la información puramente objetiva sobre el film, todo lo que cualquiera puede saber sobre Speed Racer consultando un artículo en internet, pero luego uno va al cine, se sienta en una sala vacía (sólo me ha pasado tres veces en mi vida, y en dos de ellas Speed Racer ostenta el dudoso honor) y comienza el delirio visual, el derroche de imaginería futurista y la explosión cromática. Desde la primera escena en "exteriores" uno ya comprende que no puede medir la película con los criterios aplicados tradicionalmente a otras películas, porque Speed Racer no es una película, no es cine en el sentido estricto de la palabra. El juguete de los Wachowski es un divertimento realizado para deleite propio y disfrute del equipo de producción y actores, que resulta de una amalgama de técnicas de filmación y lenguajes narrativos de por lo menos seis medios distintos: cine, anime, manga, cartoon, videoclip y videojuegos. Es una experiencia visual única en la vida porque no se ha hecho nada así, a esta escala, antes y dados los pobrísimos resultados de taquilla y la deblacle crítica es probable que nadie vuelva a intentar algo así en mucho tiempo. Resulta curioso que una adaptación tan fiel al anime original no llegue al público familiar al que originariamente iba destinada la producción, pese a contar con todos los elementos para ello, y aquí me dejo llevar por el entusiasmo: hay mascota cachonda y trufitas de mono, hay niño divertido y travieso, hay exaltación de los valores de familia, hay violencia cómica e inofensiva, hay carreras frenéticas y emocionantes, hay vikingos, hay ninjas, hay golosinas y disfraces y explosiones y un tío enmascarado con una X en la frente y más explosiones y malos malísimos. Realmente Speed Racer parece hecha para llegar a la mayor variedad posible de público pero parece quedarse corta para todos y cada uno de ellos. Los seguidores de la serie original se van a encontrar con un look visionario y rompedor que no es el que se esperaría de una adaptación más tradicional. Los más pequeños se van a perder en una historia cuya estructura narrativa es compleja por momentos (flashbacks imbricados en la narración, flash-forwards, diálogos en plano-contraplano con personajes que van en coches diferentes y a 500 kms/h, cortinillas), y los más jóvenes no van a conectar con una historia que de blanca y pura parece quedarse en inmaculada (no hay lenguaje malsonante, no hay sexo, no hay violencia cool) y los adultos directamente o rehuyen este tipo de producciones o van a encontrar el argumento simplista y los personajes planos.


¿Cómo demonios, entonces, puede uno disfrutar de Speed Racer? Pues muy fácil. Entrando de lleno en el juego de los Wachowski, un juego adornado con colores primarios y chillones repleto de coches rápidos, mujeres guapas y gadgets imposibles, y aceptando las reglas que plantean desde el comienzo y a las que son fieles en todo momento. Diversión absoluta por encima de todo, espectacularidad epatante y emoción a raudales servida por personajes monolíticamente íntegros, devotos o canallescos según se tercie, y todo contado como a ellos les viene en gana, intercalando recuerdos en la narración en los que los protagonistas miran fuera de plano y luego vuelven a la acción como despertando de un flashback, rompiendo los monólogos del villano de turno con descacharrantes secuencias cómicas (Lynird Skynird, un niño y un mono con subidón de azucar y un coche eléctrico desbocado. No les digo más), empleando líneas cinéticas en las peleas para acentuar la sensación de movimiento y frenesí y aderezándolo todo con la necesaria desfachatez y considerables dosis de la poca vergüenza necesaria no ya para ensamblar todos esos elementos, sino para creer en el producto resultante y amarlo como una obra propia. Los hermanos Wachowski se han jugado su prestigio profesional en una película como esta, como en su momento les pasara a otros directores como Paul Verhoeven o Peter Jackson, que tras hallarse en la cresta de la ola hollywoodiense emprendieron proyectos personales que resultaron en desastres económicos y críticos absolutos (Showgirls) o relativos (King Kong). Cuando un artista, sea cual sea el campo en que desarrolla su labor, se juega de esa manera su futuro y su credibilidad, no puedo hacer menos que apoyarle y disfrutar en la medida de lo posible del resultado final, y en el caso que nos ocupa hoy reconozco que me lo he pasado bomba. Los 130 minutos de carreras y charlas familiares se me han pasado volando las dos veces que he visto la peli. He disfrutado como un loco de ese chavalín que se parece a John Goodman como si fuera su hijo biológico, de esa Suran Sarandon perdiendo la respiración por las piruetas de su hijo, de las trufitas de mono, de las "trampas" argumentales, de los momentos de alivio cómico, de la imaginería visual tanto de las carreras como del mundo futuro e indeterminado en que se sitúa la acción, de las piruetas que realizan los coches en carrera, de lo candidamente sensual que aparece Cristina Ricci cada vez que sus enormes ojazos amenazan con absorber todo lo que aparece en pantalla...


Por cierto que mención especial merecen las carreras en sí, primero por el modo en que están rodadas y segundo por el trasfondo de manipulación, corrupción e intereses económicos que plantea y que tantos paralelismos con el mundo real permite establecer (escuderías que representan los intereses del fabricante, piques artificiales entre pilotos para alimentar el morbo, ingresos millonarios derivados de la publicidad). Cada una de las carreras está rodada no como si de una carrera al uso se tratara, sino como un auténtica pelea de gladiadores motorizados en la que no importa quién llegue primero sino quién es el último que queda en pie sobre los circuitos tecnificados y repletos de obstáculos. Es un auténtico festín visual ver cada una de las cuatro carreras que aparecen en el film y ver el modo en que los coches giran, saltan, derrapan, escalan, esquivan y en definitiva luchan entre sí como si de una pelea de kung-fú sobre ruedas se tratara. Mención especial merece el plano acuático de la carrera de Fuji o la diversidad de entornos (arquitectura árabe, desértico, helado) que ofrece el rally Casa Cristo, pero donde la cosa ya alcanza cotas de absoluto delirio visual es en el Campeonato del Mundo, el explosivo y satisfactorio climax de la película en que el espectador corre el riesgo de sufrir un desprendimiento de retina entre tanta explosión, coche volando y esquirlas de cristal aderezadas con un millón de colores diferentes, alguno de los cuales aún está por recibir nombre según Vernie (sufrido lector y amigo, que pidiera esta reseña en los comments de la semana pasada. Si quieres arroz, ¡toma tocho de post!) y que ponen punto final por todo lo alto al delirio precedente.


Pese a todo lo anteriormente, o quizá precisamente a causa de todo ello, Speed Racer ha sido el fracaso absoluto de la temporada a todos los niveles, un fracaso que convertirá el hipotético próximo trabajo de los Wachowski en un proyecto seguramente más acomodaticio y menos arriesgado que este juguete de cien millones de dólares, un paso atrás al género negro con el que debutaran en Lazos ardientes o una nueva visita al ciberpunk visualmente próxima a Matrix que les permita coger el impulso necesario como para hacer Speed Racer 2 o una película con el mismo sentido de la locura, la maravilla, el humor y la imaginación sin complejos de que hace gala la adaptación fílmica de Meteoro.

Les dirijo a otros sitios amigos para que puedan disfrutar de otras opiniones sobre la película, como es el caso de Beldarín o Jon Osterman, o del completo post en el que Lord Absence repasa las notables similitudes entre anime y película.

10 comentarios:

milo dijo...

Jodó, tantas líneas para un coñazo de película. Quizás en el futuro la recordemos con el cariño que ahora recordamos a Tron pero lo dudo :P
Aunque lo que no se les puede negar es que perdieron las pelotas en el proceso :)

Plissken dijo...

Milo, yo le habría dedicado el DOBLE, pero no quería torturarles más de la cuenta ;D Y ya que mecionas Tron, en más de un momento recordaba en lo visual. Speed Racer estaba condenada a ser película de culto desde el momento en que los Wachowski decidieron incluir el concepto "trufita de Chim Chim".

Osukaru dijo...

Pues siento discrepar contigo, Plissken, a pesar de entender y respetar toda tu opinión, la película me aburrió hasta límites insospechados.

Quizás sea porque nunca llegué a ver el anime...

Un saludo

Plissken dijo...

Jajaja, Osukaru, sé que en este caso soy una minoría mínima, pero no sé imagina lo bien que me lo pasé... ¡las dos veces! Y yo tampoco había conocido el concepto original, pero es que así era todo aún más espectacular y lisérgico. ¡¡Viva la poca vergüenza!!

Anónimo dijo...

Ni yo podría haberlo dicho mejor...


Si la semana que viene está todavía, repetimos?

Pep dijo...

La última foto del mono con el niño ¿Es Froilán el nieto del Rey? Porque se parece bastante...

Santiajin dijo...

¡Dios, qué ganas tengo de verla otra vez!
Una película que tiene casi más desfachatez que Bad Boys II (otra obra maestra, por cierto).

Plissken dijo...

Vernie, se nos amontona el trabajo. La semana que viene toca visitar de nuevo al Doctor Jones ¿no?

Plissken dijo...

¿El niño o el mono? ;D En serio creo que ese tandem merece el oscar al mejor actor secundario, siendo chim chim la parte de mejor actor y el crío la de mejor secundario. ¡Menudo par!

Plissken dijo...

Santiajin, otra cima del cine caradura de exceso, descontrol y poca vergüenza. Michael Bay, ese gran incomprendido, jejeje.

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