Hauk: ¿Vas a matarme ahora?
Plissken: Estoy demasiado cansado... Quizá más tarde.
Hauk: Juntos seríamos un infierno de equipo, Serpiente.
Plissken: ¡Llámame Plissken!
Snake Plissken: Bienvenidos a la raza humana.
Hauk: ¿Vas a matarme ahora?
Plissken: Estoy demasiado cansado... Quizá más tarde.
Hauk: Juntos seríamos un infierno de equipo, Serpiente.
Plissken: ¡Llámame Plissken!
uerto y terminando con la espectacular aparición de Sloth y del "capitán" Gordi, o ese plano final en el que el barco pirata surca los mares una postrera vez, afrontando libre el que será su último viaje. A modo de anécdota decir que Richar Donner prohibió que ninguno de los Goonies viera el barco antes del rodaje, para sí lograr una genuina reacción de éstos ante el impresionante decorado construido a tamaño real y con un detallismo asombroso. La guinda del pastel la aporta Dave Grusin, compositor prestigioso y solvente que se aparta aquí de su linea habitual de producciones "serias", y realiza un score soberbio en el que aúna los momentos de intimista melancolía, con las melodías cómicas y los temas de claro aliento épico. Una de mis bandas sonoras favoritas de la época junto con la de Regreso al futuro (que Cuatro emitió ayer mismo como regalo de Reyes. ¡Esa cadena me va a sepultar en un pozo de nostálgica melancolía!)
Pese a tratarse de una película de aventuras que no cuenta con elementos sobrenaturales ni eminentemente fantásticos, el tono fantasioso de las aventuras de los Goonies, así como de algunos escenarios -caso de las cavernas o el barco pirata- hace que en más de una ocasión creamos estar viendo un auténtico cuento para niños en el que se nos narran las peripecias de estos osados cazadores de tesoros. Algún que otro elemento oscuro salpica el relato, pero lejos de suponer una abierta contraposición entre realidad y fantasía, esos bocados de cruel realidad son salvados con un sanísimo sentido del humor: las situaciones con el cadáver en la nevera de los helados o el intento de torturar a Gordi, el modo en que se nos presenta a Sloth es propio de las películas de terror para luego pasar al gag de las chocolatinas -nuevamente con Gordi-. Superando ese tono, hay una serie de momentos "serios", subrayados por un hermoso leit-motiv del compositor Dave Grusin, a lo largo de la epopeya aventurera de andar por casa de los Goonies, y son cuatro momentos muy concretos: el arranque de la aventura en el ático de los Walsh mientras se cuenta la historia de One-Eyed Willie; el hallazgo del cadáver de Chester Copperpot, que les hace ser conscientes por primera vez de que están poniendo en juego sus vidas en pos de un sueño, acaso imposible; la secuencia del pozo de los deseos, hermosa paráfrasis de la perdida de inocencia de la infancia y el paso al desencanto rabioso de la adolescencia y al tiempo confirmación de la constitución definitiva de la formación al completo del grupo, cuando Andi y Stef rechazan marcharse con el pijo Troy; la conversación de Mikey con Willie a bordo del barco pirata, en el que aquel considera al corsario el primer Goonie. La sensación que deja finalmente la película, con el plano del navío dirigiéndose hacia el horizonte -como si su destino final fuese el País de Nunca Jamás- es la de haber visto un cuento, una bonita fábula que nos muestra la evolución moral, intelectual o sentimental de sus protagonistas pero que no va más allá, ni lo pretende. Poco importa si la amistad de Gordi y Sloth no pasará del instituto, o que Andi y Brand acaben divorciados y peleándose por la casa, o que Data acabe matando accidentalmente a alguien con uno de sus inventos. Lo que importa en esa escena final de la reunión con las respectivas familias es que los Goonies han triunfado, han mantenido su mundo intacto, su amistad a salvo y sus hogares vivos. Todos ellos han quedado congelados en ese momento, y siempre estarán allí, en los muelles de Goon, eternamente jóvenes. Sólo hace falta enchufar el DVD y volver a vibrar con las aventuras de esta pandilla.
El trailer cinematográfico de la película tal y como se presentó hace 21 añitos
Tres detalles de frikismo cinéfilo para terminar:
Cuando Sloth se abre la camiseta y deja ver el símbolo de Superman suena el famoso tema compuesto por John Williams. Recordemos que Donner dirigió Superman y que no ha sido hasta este año que su Superman II ha podido ver la luz.
El personaje de Data siente una malsana pasión por los gadgets al estilo Bond. La broma se refrenda con el famoso tema de James Bond y con la pulla que le dirigirá uno de sus amigos cuando falle uno de sus inventos: "Cero cero negativo".
Cuando el sheriff habla con Gordi menciona una de las tolas de éste sobre animalillos que se multiplican cuando entran en contacto con el agua. No hace falta decir que el año anterior Columbus había escrito el guión de Gremlins.


(El Espectro Jordan con el simbolito de la linterna en el pecho. Ni muerto dejaron descansar al pobre Hal.)
El clamor entre el fandom fue impresionante desde el primer momento, llegando a crearse asociaciones cuyo único fin era que se restaurase a Jordan como el auténtico Linterna Verde y desaparecieran los "imitadores" (sic). El caso es que Kyle Rainer, personaje más que simpático y con grandes posibilidades (como demostraron guionistas como Morrison o Winick) no merecía ese sambenito. En mi opinión, para intentar hacerle grande a él no hacía falta destruir de ese modo treinta y tantos años de historia. Hace unos meses dejé por aquí el intento junto con Pep de volver a traer a Hal Jordan al lugar que nunca debía haber abandonado, y al parecer no éramos los únicos en pensar así. Sería otro el encargado de hacerlo condenadamente bien.
Renacimiento
Y aquí, contra mi habitual prudencia, sí destripo argumento, así que los que no hayan leído GL: Renacimiento y vayan a hacerlo en un futuro, que se salten este párrafo. Lo que Ganthet y Rayner desvelan es la existencia de una impureza en el anillo conocida como Parallax, una entidad primigenia que se alimentaba de miedo y que tras ser derrotada por los Guardianes de Oa fue confinada en la cárcel más segura que aquellos pudieron concebir: la batería de poder verde. Así, la famosa impureza de los anillos no era en sí el color amarillo, sino lo que simbolizaba dicho color, el miedo irracional y primordial aprisionado en la fuente de poder de los anillos. Esa fuerza corrompió a Jordan aprovechando el miedo de éste a la soledad y la pérdida de los suyos tras la desaparición de Coast City. Ya empujado por la entidad Parallax, Jordan luchó contra sus propios compañeros y contra Siniestro, al que mató… aparentemente. Porque esa fue la pantomima final que Siniestro y Parallax, confinados ambos en la misma prisión, habían urdido para obtener la libertad y la cumplida venganza contra sus enemigos. Sería un Jordan poseído por Parallax el que impulsara la Hora Zero, y el mismo que se sacrificara para volver a dar vida al sol moribundo en La noche final… Sólo que el cuerpo de Hal quedó protegido en el sol por la energía verde mientras que su alma acabaría convertida en el Espectro. Es su cuerpo lo que Rayner ha traído de vuelta a la tierra, y es el miedo a la impureza lo que le obliga a no usar su anillo.
Lo que queda es un Hal Jordan completamente rehabilitado de todos los actos de maldad cometidos en el pasado, ya que en realidad fueron realizados por Parallax, ocupando su cuerpo. Junto a John Stewart, Kyle Rayner, un Guy Gardner de nuevo con anillo, Kilowog, Sentinel, Jade, y toda la Liga de la Justicia, Hal Jordan deberá afrontar la amenaza desatada de un Parallax liberado de toda atadura y de su compinche Siniestro, haciendo honor a su nombre como nunca.
Serie limitada de seis números frenética en su desarrollo, repleta de momentos épicos que se alternan con las conversaciones intimistas entre antiguos amigos que rememoran con nostalgia una época de inocencia ya pasada para siempre. Me gustaría resaltar la conversación mantenida con Carol Ferris o con Oliver Queen, que caracterizan al personaje tan bien como los momentos de grandeza heroica. Geoff Johns es el encargado de orquestar esta sinfonía épica con mano maestra, y encaja las piezas del universo esmeralda de los últimos quince años en una de esas historias retroactivas que de estar bien documentadas, argumentadas y desarrolladas pueden arreglar un desaguisado mayúsculo –como es este caso- pero que tantas otras veces fracasan en el intento de arreglar un personaje o dar un nuevo giro a una colección. Afortunadamente Geoff Johns ya llevaba varios años dejando muestra de su buen hacer en títulos de la casa como Stars and S.T.R.I.P.E, Flash, JSA, Teen Titans o Hawkman. Una de sus virtudes fundamentales es la de conocer a la perfección el material con el que trabaja, en este caso la historia del Universo DC, y ha sido capaz en más de una ocasión de lograr una mirada unificadora e integradora de diversos elementos dispersos a lo largo de los años y que habían degenerado en una serie de reboots a la moda de cada época. El mejor ejemplo lo tenemos con el modo en que integró las diferentes encarnaciones de Hawkman en la renacida JSA y del modo en que devolvió a la continuidad DC al personaje, de cuya colección también se ocupó en su primera etapa en solitario. Conocedor del Universo DC, devoto del concepto de herencia, de familia, de respeto a una tradición heroica, nadie mejor que Johns para devolver a Hal Jordan a la grandeza que nunca debiera haber abandonado.
Para ilustrar la historia se contó con Ethan Van Sciver, ilustrador minucioso y detallista en el trazo que ya había hecho el especial Flash: Iron Heights para la casa y cuyo estilo, algo rígido y repleto de líneas me recuerda un tanto a Brian Bolland. A destacar de este dibujante sus números para New X-Men y el arco argumental que recientemente ha elaborado para Superman/Batman.
Para acabar, la valoración final de la historia es netamente positiva –siempre desde la óptica de un servidor- ya que cumple con su doble objetivo: por un lado, el de ofrecer una historia épica, entretenida, emotiva y divertida; y por otro, el de devolver a Hal Jordan a su sitio, y al tiempo reintegrar otros elementos que también habían sido maltratados por los devenires editoriales a lo largo de los años. Es el caso de Guy Gardner, un personaje de lo más cool en los ochenta que convirtieron en un payaso en los 90 a base de repetir siempre el mismo chiste y de descolocarlo una y otra vez, primero con el nefasto uniforme azul en su colección regular (ilustrada por un Joe Staton en clara decadencia) y posteriormente transformándolo en un Warrior cuya única intervención destacable en la última década fue la conversación mantenida con Parallax en La noche final. Se avecinan buenos tiempos para el renacido Cuerpo de Linternas Verde. ¡Que la batería de poder de Oa les sea propicia y venturoso su futuro!