viernes, septiembre 23, 2005

John Carpenter, de profesión narrador (y II)


LA OBRA

Hay una serie de características comunes a la mayoría de sus películas, y que vendrían a definir el modo de hacer cine de Carpenter. Cito a mi parecer las más destacadas, sin entrar en demasiadas profundidades:
a) Cineasta cuidadoso, no duda en desempeñar las facetas de guionista, montador, músico o productor de sus películas. Si a eso sumamos un grupo de actores (Kurt Russell, Donald Pleasence, Charles Ciphers, Nancy Loomis, Peter Jason, Jamie Lee Curtis) que no han dudado en trabajar varias veces con él, y un equipo técnico más o menos estable (la productora Debra Hill, el músico Alan Howarth, el director de fotografía Dean Cundey), entendemos el grado de control que el cineasta ha intentado ejercer sobre su obra, dotándola de una acentuada personalidad que para unos (volviendo a la cita del comienzo) deriva en autoría, para otros en eficacia, o en mera funcionalidad para sus detractores.
b) El amor por el cine clásico y la narración tradicional, que plasma en todas sus películas. Nada de artificiales estructuras temporales complejas (salvo, curiosamente, en su último film, contado en flashbacks sucesivos y yuxtaponiendo el punto de vista de los diferentes personajes), o atropellamiento de planos para deslumbrar/epatar al espectador. Compone los planos en scope, aprovechando todo el ancho que le permite la pantalla, y sus movimientos de cámara suelen ser suaves (esos travellings marca de la casa...), centrados siempre en la acción, situada en un escenario físico bien definido. Podría decirse que prima sobre lo narrado la narración en sí misma y la claridad prístina de esta última.


c) La pasión por el cine de Howard Hawks, que más allá de lo evidente (remakes de producciones suyas) se deja notar en varios detalles: los protagonistas establecen lazos de camaradería, amistad o profesionalidad entre ellos que les harán ir hasta el fin del mundo por sus camaradas/amigos; la obsesión por las situaciones de enclaustramiento claustrofóbico y asedio por fuerzas exteriores; la repetición de esquemas argumentales o tipos similares (recordemos que Río Bravo y Río Lobo son muy parecidas, pero El Dorado repite exactamente el argumento de la primera) en varias de sus películas.


d) Escasa caracterización de los personajes, definida por sus acciones y modo de actuar. Proliferan los tipos "duros" o antihéroes (de los que Kurt Russell en sus diversas encarnaciones de Plissken, McCready o Jake Burton sería el ejemplo perfecto), con cualidades poco edificantes pero más próximas a la realidad que la mayoría de los plastificados protagonistas del cine más actual.
e) La amarga visión de la realidad que el cineasta posee, más cercana al desencanto que a cualquier otra consideración, se plasma en un profundo cinismo de sus personajes, actitudes nihilistas, situaciones que ofrecen poca o casi ninguna esperanza. A bote pronto, sólo cuatro films de Carpenter ofrecen finales eminentemente "positivos": Christine, Starman, Memorias de un hombre invisible y El pueblo de los malditos. Curiosamente las tres primeras pertenecen a su etapa más descafeinada, al abrigo de los grandes estudios.

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