miércoles, agosto 29, 2007

La cruzada de los niños: los paraísos perdidos también defraudan

A finales de los 80 se produjo una paradoja muy interesante en el seno de algunas colecciones DC. Una serie de autores, partiendo de unos planteamientos adultos a nivel argumental (construcciones complejas que exigían mayor atención por parte del lector, preponderancia del guión sobre el dibujo) y artístico (dibujo experimental, alternativo, minimalista cercano al comic underground en ocasiones), desarrollaron varias series que inmersas en el Universo DC (Sandman, Hellblazer, Animal Man) poseían unas características completamente peculiares y una idiosincrasia propia que las hacía desarrollar sus historias más o menos al margen de la continuidad "normal".

Con la aparición del sello Vertigo como tal en 1993, la situación se agravó con la dicotomía entre la inmersión de las colecciones del sello en el universo madre (Los libros de la Magia, Dreaming, Orquidea Negra) o la exclusión total y absoluta respecto al mismo, esto es, existiendo en su propio y aislado universo (Fábulas, Transmetropolitan, Predicador). Obviamente, para las segundas no había problema alguno de contextualización o de conexión interna, los sucesos se desarrollaban al margen de cualquier otra exigencia que no fuera la aceptación por parte del editor de las ideas del guionista. Otro cantar es el de las colecciones que actualizaban, revisaban o recreaban personajes que existían dentro de la continuidad DC, ya que había que adaptar el citado tono "adulto" (lo entrecomillo porque en muchas ocasiones se confundió confuso con complejo y adulto con guiños absurdos al lector) a un universo poblado de pijamas, archienemigos y sidequicks.


La primera generación de autores (la que sembró las semillas del sello Vertigo antes de que este existiese) había sabido solventar ese problema con una brillantez y una magistralidad absolutas, consiguiendo que casi dos décadas después esos tebeos sigan funcionando perfectamente, al tiempo que consiguieron cohesionar a esos personajes con el sustrato superior en el que se incluyeron. Matt Wagner dio una lección de contextualización histórica con su Sandman Mistery Theatre haciendo aparecer en la colección a miembros de la JSA, a villanos de la época (de hecho vimos el origen de uno de ellos, La Niebla) o a personajes como Blackhawk, y todo ello a la vez relacionado con el encierro de Morpheo en Gran Bretaña. Neil Gaiman se preocupó muy mucho en los primeros números de Sandman de dejar claro al lector que John Constantine, el Detective Marciano o Mr. Milagro vivían -y soñaban- en el mismo plano de existencia que los Eternos, aunque ya luego las historias de Sueño y los suyos transcurrieran por otros derroteros. Igualmente, en los Libros de la Magia hizo un esfuerzo por zambullir de lleno a Tim Hunter en el rico mundo esotérico que DC podía ofrecer en aquel momento. Alan Moore había hecho lo propio en Swamp Thing introduciendo a la JLA o Batman, y resolviendo además la parte mágica de la Crisis original en la colección de Swampy, siendo de hecho el precursor de todos ellos y el que marcó las lineas maestras de como hacerlo correctamente. Mención aparte merece Grant Morrison, que fue capaz de coger conceptos inmersos en el mundo de los superhéroes y construir con ellos dos etapas experimentales, repletas de ideas imaginativas y poderosas e imborrables para la memoria de los lectores. Nos referimos, claro, a la Patrulla Condenada y Animal Man, series ambas que mostraban claramente su pertenencia a un mundo en el que Superman podía detenerse a saludarte un segundo o la Hermandad del Mal atacarte de improviso.



Lamentablemente esa cohesión interna se fue perdiendo, y parecía que, tras haber establecido una base común para cada cabecera, luego cada una de ellas tirara por su lado y ya no hubiese relación alguna entre los personajes. En un intento de resolver esa incongruencia y de establecer unas nuevas bases partiendo de la creación del nuevo sello Vertigo que agruparía las series adultas de la editorial, surgió este crossover que nos ocupa, La cruzada de los niños (Children’s crusade).



La historia es muy sencilla: en base a la desaparición masiva de todos los niños del pueblecito de Flaxdown, los Muchachos Muertos Detectives (protagonistas del nº 25 de Sandman desarrollado en un internado, excelente cuento de terror victoriano) son contratados por la hermana de uno de esos niños para encontrarle y traerle de vuelta. Paralelamente a las investigaciones de los muchachos, se nos van contando una serie de sucesos relacionados con la desaparición de niños a lo largo de la historia, comenzando por la trágica anécdota histórica que da título a la serie (una cruzada formada únicamente por niños que partió en el siglo XIII para tierra santa pero cuya verdadera finalidad era la trata de esclavos) y revisitando fabulas como la del Flautista de Hamelin.


(Grabado de Doré reflejando la Cruzada de los Niños, a medio camino entre la anécdota histórica y la leyenda.)

La relación entre ambos sucesos viene determinada por los doce niños supervivientes de la Cruzada de los Niños, los cuales desesperados y a punto de morir consiguieron abrir un portal a un mundo de fantasía al que los niños maltratados de diferentes épocas y lugares han conseguido llegar mediante sus juegos desesperados, sus canciones tristes y su dolorosa necesidad de escapar a la realidad circundante. Allí vivirán felices para siempre entre juegos y risas. Pero ese mundo está muriendo, su energía mística está disipándose, y los muchachos originales harán lo que sea necesario para que el País Libre siga existiendo, aunque se trate de atraer mediante engaños y artimañas a los niños con energía mágica más poderosos de la Tierra. Y así es como Rowland y Payne, los detectives muertos, se cruzarán en su investigación con Tim Hunter, el más poderoso aprendiz de mago (cada vez que pienso en la "inspiracion" que este personaje debió ejercer en J. K. Rowland me pongo enfermo); Tefé, elemental hija de Abby y la Cosa del Pantano; Maxine Baker, la hija con poderes animales de Animal Man; Suzy, una Orquidea Negra y Dorothy, miembro de la Patrulla Condenada.


Con guión de Neil Gaiman y arte de Chris Bachalo y Peter Snejbjerg, la historia central se desarrollaba en dos especiales. El primero de ellos planteaba la premisa argumental de la historia, mientras que en el segundo asistíamos a su resolución. En teoría el nudo de la historia debía desarrollarse en los anuales de las colecciones relacionadas, esto es, aquellas series Vertigo que contaban con un niño entre sus protagonistas: Orquidea Negra, Animal Man, Swamp Thing, Patrulla Condenada y Libros de la Magia. Digo en teoría porque la historia va dando tumbos inconexos, se usan algunos elementos comunes (la utilización de canciones infantiles como conjuro, los niños del País Libre) pero de forma errática. Así, los Detectives Muertos que vehiculan el crossover llegan al extremo de aparecer únicamente en una sola página de alguno de los anuales, mientras que en otro de ellos la resolución de su historia se relaciona abruptamente con el País Libre (el caso de la rebelión animal de Maxine y la irrupción del Conejo mágico… ¡en las dos últimas páginas), como si a Jaime Delano la imposición del crossover le hubiese cogido a disgusto. También el resultado artístico es desigual, pues pasamos del dibujo sucio y casi underground de Mark Wheatley en la Doom Patrol al clasicismo de Peter Gross en Books of... o a las rotundidades de Russell Brown en Animal Man. Solo Bachalo y Snejbjerg ofrecen unos resultados hermosos, con espectaculares composiciones de página e interesantes juegos de claros y oscuros al servicio de la trama.

(Contraportada de la edición de Zinco. Qué tiempos....)

Resulta curioso que hace más de diez años ediciones Zinco publicara los dos números troncales del crossover, pues más de uno –yo incluido- lamentó no haber podido leer la historia en su integridad y blablabla. Planeta ha recuperado todo el material editándolo en dos recopilatorios y permitiendo cubrir otra laguna de la edición de material DC en España. Lo cierto es que en este caso he sufrido una decepción bastante importante, pues leer anuales como el de Swamp Thing, Orquidea Negra o la Doom Patrol, totalmente descontextualizados, resulta una tarea ardua y difícil, mientras que las elucubraciones ecologistas de Delano ya me aburren directamente. En suma, una buena edición para un tebeo mediocre que sólo remonta el vuelo cuando Gaiman, todo un maestro, maneja la batuta, y que obtiene sus mejores resultados cuanto más se acerca el resultado final a un tebeo sin alardes rupturistas o modernos. Pero Vertigo siempre fue así, capaz de lo mejor y de lo peor.

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