jueves, octubre 16, 2008

La carrera de la muerte: Distopias demasiado cercanas

En el año 2012 la economía estadounidense se va definitivamente al garete y el estado privatiza diversos servicios públicos, entre ellos el sistema de penales y prisiones. Las empresas que dirigen la prisión de Terminal Island busca rentabilizar ese servicio mediante la organización de brutales carreras con coches trucados en circuitos repletos de obstáculos. Los perdedores a menudo mueren en brutales choques o son acribillados o quemados por las armas de otros corredores en un cruel remedo del pan y circo con que Roma contentaba a sus súbditos. Pero hay un aliciente para que los presos corran en esas carreras casi suicidas, pues el ganador de cinco de ellas ganará su libertad independientemente del delito que haya cometido. La emisión televisiva de las carreras alcanza índices millonarios de audiencia en las cadenas de pago por visión, y el engranaje busca más nuevos competidores que convertir en carne de hamburguesa chamuscada delante de las camaras antes que la reinserción en la sociedad de sus reclusos.




En esa maquinaria corrupta y sin escrúpulos caerá para su desgracia Jensen Ames (Jason Statham), antiguo corredor de coches reconvertido en trabajador de la industria del metal. Acusado por un delito del que es totalmente inocente, Ames será conducido a Terminal Island, donde la administradora de la cárcel y directora de la Carrera de la Muerte, Hennessey (Joan Allen), le conminará a participar en la misma atendiendo a sus condiciones y con el bienestar de su familia en el punto de mira. Obligado por las circunstancias Ames contará con la ayuda de Entrenador (Ian McShane) como mecánico y de Elisabeth (Natalie Martinez) como copiloto a la hora de afrontar una carrera de tres etapas en la que se enfrentará a uno de los mejores pilotos vivos de la misma, Machine Gun Joe (Tyrese Gibson) intentando hacer honor a la leyenda de otro piloto, Frankenstein, cuya popularidad atrae por sí sola a millones de espectadores. Sobrevivir a disparos de ametralladora, llamaradas de napalm, embestidas de coches a cien millas por hora y escapar de un sistema que deja poca posibilidad, no ya para la reinserción sino para la supervivencia misma del individuo, será la principal preocupación de Jensen Ames desde el momento en que ocupe el asiento de su Ford Mustang modificado.




La película Death Race es el remake puesto al día de un clásico menor del año 75, La carrera de la muerte del año 2000, producida por Roger Corman y dirigida por Paul Bartel. Con un reparto capitaneado por David Carradine que incluía a un pipiolo Sylvester Stallone encontramos muchos de los elementos aquí reproducidos: crisis económica mundial, estado policial con modos fascistoides, espectáculos narcotizantes para mantener a las masas adocenadas y violencia a raudales. Hay que reconocer que el sistema de bonus que incluía el original es algo que de puro gamberro y políticamente incorrecto resulta memorable y ha contribuido no poco al status de film de culto del que goza la película: los atropellos de peatones daban puntos extra a los pilotos, siendo las adolescentes (con 40 puntos) y los ancianos (100) las víctimas más apetecibles para los pilotos y demandadas por la audiencia. Estamos en una época que vuelve a verle las orejas al lobo de la crisis económica mundial y es lógico que el cine, incluso el de simple evasión, refleje una realidad cada vez más preocupante, pero ciertamente se ha perdido gran parte de la incorrección y el salvajismo de las andanzas del Frankenstein encarnado por Carradine con su carisma habitual así como gran parte de una subtrama política más elaborada que la presenteda por La carrera de la muerte versión 2008.


El promotor de este proyecto ha sido Paul W. S. Anderson, director que ya cuenta en su haber con un par de películas de culto (Shopping y la para mí más que estimable Horizonte Final, fuente de pesadillas y amalgama sui generis entre Alien y Hellraiser) y con una amplia trayectoria en el cine fantastique más palomitero de los últimos tres lustros, con perlas como Mortal Kombat, Soldier, Resident Evil o Alien versus Predator. Pese a lo que pueda parecer, la competencia de Anderson como hábil artesano en el mundo de la serie B plagada de efectos especiales, zombis y personajes de videojuego queda ampliamente demostrada comparando sus producciones con las secuelas originadas a partir del planteamiento seminal, en la mayoría de los casos auténticas debacles sin sentido del ritmo y que estiran la vida comercial de productos ya de por sí limitados en un futil intento de conseguir franquicias más o menos rentables. En cualquiera de sus películas se observa un intento, más o menos logrado, bien es cierto, de contar una historia de forma competente, creando unos personajes sólidamente caracterizados y estableciendo estructuras argumentales con pocos tiempos muertos y en las que la acción destaca como un elemento primordial. Igualmente se aprecia un gran cuidado en el diseño de producción que hacen pasar por producciones de gran presupuesto películas que cuentan con ajustada dotación económica. Todo lo anterior está presente en esta su última película por el momento, desde una caracterización de personajes ajustada a un diseño visualmente decadente y gris de un mundo que parece a punto de colapsarse, todo ello servido con un ritmo rápido y un montaje cardiaco que sirve las dosis justas de acción con la convicción y la furia necesarias para llegar a toda clase de espectadores.

El encargado de protagonizar esta producción, mucho más sobria de lo que los avances pueden hacer pensar (las secuencias de acción se reducen a las tres carreras y a un par de peleas carcelarias) es Jason Statham, carismático actor se diera a conocer en Lock & stock y que ha participado en películas como Fantasmas de Marte o The italian job interpretando a tipos duros con importante peso en la trama pero siempre a la sombra del protagonista, para pasar a ser el intérprete principal de toda una serie de producciones de acción adrenalínicas como la franquicia Transporter, Crank o The bank job. Su fuerte personalidad en pantalla y su rotundo físico no terminan de convertirle en la estrella del cine de acción del nuevo siglo como lo fueran Mel Gibson y Bruce Willis, aunque esfuerzo y voluntad no le faltan al bueno de Statham, aún lejos de la ínfima calidad de los subproductos protagonizados por las estrellas de las pelis de hostias directas a alquiler que protagonizaran los Seagal, Van Damme y compañía. Arropando a Statham en su intento por escapar de esa tierra de nadie fílmica en la que parece haberse encontrado encontramos a Tyrese Gibson dándole la réplica dentro de la pista de carreras como el corredor Machine Gun Joe (el papel de Stallone en la original), todo un badass dentro del coche con el mayor índice de copilotos muertos de la Carrera de la muerte. Joan Allen borda el papel para el que nació, el de arpía gélida y controladora que pasea sin escolta por los lodazales de la prisión y cuyo personaje tiene la siempre ingrata tarea de representar al Sistema Opresor a derrotar, en este caso la alcaide con un as en la manga y una escopeta bajo el escritorio que manipula, engaña y ordena asesinar con el único objetivo de aumentar los índices de audiencia y conseguir más dinerito para sus patrocinadores. Natalie Martinez, modelo-barra-actriz de culebrones recibe el ingrato papel para ella y muy agradecido para la audiencia de la compañera de Statham, una aguerrida copiloto que no tiene demasiada cancha para perfilar su papel pero que por lo menos cumple con creces a la hora de dar un perfil duro, decidido y capaz de tomar decisiones por sí mismo sin arredrarse ante los momentos de mayor peligro. Al margen de Statham/Ames como protagonista, para mí merece una mención especial el sólido papel de secundario que compone Ian McShane interpretando al Entrenador, y es que McShane, con varias décadas de trabajo en Gran Bretaña a sus espaldas se dio a conocer al público mayoritario con su composición del personaje real Al Swarengen en la serie de la HBO Deadwood, es un actor capaz de sugerir emociones encontradas sin torcer el gesto y con unos pocos planos clava su personaje de experimentado recluso que sirve de mentor y consejero y, aun asumiendo su condición de siervo del sistema y su carácter de recluso institucionalizado (como decía Morgan Freeman en Cadena perpetua) guarda un par de trucos en su caja de herramientas.


Por las parrafadas anteriores, creo que ya habrán deducido que pasé un buen rato viendo Death Race, y no se equivocarán en absoluto. La película está plagada de tíos duros con actitud, bastardos desatados, coches rápidos y metralletas de alto calibre, chicas guapas y duras con actitud, acción en su justa medida y una cierta dosis de crítica social bastante conveniente hoy día con el mercadeo de los medios de comunicación puesto en la picota (esas cuñas comerciales anunciando las "ventajas" de la carrera y enumerando las bajas en su correspondiente marcador con repetición de las mejores muertes a cámara lenta son impagables) y reflejando la cruda realidad de una sociedad cuya industria va muriendo lentamente y deja en la estacada a decenas de obreros que ni siquiera reciben una compesación justa. Esos breves apuntes, junto a unas cuantas -bastantes- incorrecciones políticas que salpican el metraje convierten a esta película en digna heredera en espíritu de las producciones más bestias de los años 70 y en forma del cine de serie B más carpenteriano (aunque pasado por el tamiz de Michael Bay en la sala de montaje). Cuando se editen ambas en formato doméstico, se impondrá un programa doble junto con Doomsday. Por mis...

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola señor plisquen, me podría decir que es una distopía. Sin otro particular quede en la gracia de Dios, si es que cree en él.

Plissken dijo...

Anónimo mío, que en la Virtu se encuentra a estas horas improbas en que ninguno de los dos está durmiendo una más que merecida siesta, le pego la definicion que Wikipedia tiene a bien ofrecer:

Una distopía es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal, es decir, en una sociedad opresiva, totalitaria o indeseable. El término fue acuñado como antónimo de utopía y se usa principalmente para hacer referencia a una sociedad ficticia (frecuentemente emplazada en el futuro cercano) en donde las tendencias sociales se llevan a extremos apocalípticos.

Ale ;D

Osukaru dijo...

Plissken, jodio, que bien te salen estas reseñas!.

Yo también la vi la semana pasada. Justo lo que esperaba, ni más ni menos: Entretenimiento macarra. Una peli que no engaña a nadie.

Una peli de esas para verla en "piloto automático" pero que al menos, como bien apuntas, oculta cierta critiquilla que el espectador con más de dos dedos de frente siempre agradece.

Un saludaco, caballero!.

PD: Gracias por la definición de distopía. Yo tampoco la conocía ;)

Anónimo dijo...

Buena reseña.


Sí, a mí me parece que lo mejor de esta película en principio es que no tiene demaiadas pretensiones...

Ya veré si la veo...

Impacientes Saludos.

Plissken dijo...

Osukaru, no tiene mérito, como sólo hablo de las que me gustan, pues me lío la manta a la cabeza, jejeje. Las distopías han servido para que durante años la ci-fi literaria y cinematográfica le diera su buena ración de palos a la sociedad contemporánea. Mis favoritas, sin duda, son 1984 y Farenheit 451. ¡Un abrazo alcoyano!

Plissken dijo...

Pablo, la verdad es que la peli no tiene demasiadas pretensiones salvo entretener, pero permite que los fans de A todo gas y los aficionados a las visiones pesimistas y gamberras de la serie B más macarrufa disfrutemos por igual. Y si encima esta bien hecha...

Anónimo dijo...

Maldicion, otro año sin cartel en Expocomic!!!!

Y la peli sí, es entretenia, palomitas power :-D

Bruce dijo...

Pienso lo mismo de Joan Allen...y me mola!

Plissken dijo...

Adri, ¿sin cartel? ¿Te lo han robado o es que no ha llegado todavía de la imprenta? Porque menuda lista de invitados, amigo ;D

Plissken dijo...

Bruce, su otro gran registro es el de esposa reprimida que oculta una gran pasión interior,estilo Pleasantville o Cara a cara.

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