domingo, octubre 30, 2005

Tres...

6. Génesis

Lo que mucha gente esperaba, junto con el duelo fratricida entre caballeros jedi, era ver cómo nacerían los mellizos Skywalker. Y Lucas, que cuando quiere es tan listo y apañado como el que más, se las ingenia para, después de toda la acción que nos sirve el Episodio III, y en un larguísimo epílogo, mostrarnos la génesis de lo que será la siguiente trilogía (aquella que primero conocimos, la que a muchos nos robó el corazón). Y así, en un montaje paralelo somos testigos de dos partos antitéticos. Por un lado, sobre la mesa de operaciones está el mutilado Anakin, al que unas máquinas limpian sus heridas y quemaduras sin ningún cuidado, a la vez que recubren su carne cubierta de ampollas con las prótesis biónicas que darán lugar al Vader “de toda la vida”. Por otro, en un entorno esterilizado, unos droides relucientes con voces atercipeladas atienden a una desfallecida y desfalleciente Amidala, ya sin ánimo para seguir viviendo, en el parto de lo que serán hermanos mellizos, Luke y Leia. Lo cierto es que ambas escenas tienen sus pegas (ese primer paso a lo Frankenstein de Vader, si bien tiene excusa argumental queda horrible en pantalla, y la niñera-robot es ridícula con los corazones en la frente y las manos fórcep), pero tienen todo el terreno ganado, ya que eso es precisamente lo que se esperaba que ocurriese. Que se podía hilar más fino, cierto. La muerte de Amidala, cuya única explicación es que se deja ir por desamor, podía haber sucedido de muchas otras maneras, al igual que la elección de los nombres podía haber sido rodada con algo más que monosílabos y miradas tiernas. Si en algo funciona el montaje es en la oposición de dos formas de ver la vida, y en ambos casos se produce una pérdida; en propiedad se podría decir que Anakin Skywalker fallece al tiempo que su mujer, y tendrán que pasar más de dos décadas hasta que un atisbo de su humanidad vuelva a aflorar por encima de la máscara.


5. Atardecer Binario

Y a modo de continuación de la anterior. Fantaseé durante meses con cual sería el plano final perfecto para las precuelas de Star Wars, y una imagen me venía a la mente clara y hermosa... La de ese gran personaje trágico que es Obi-Wan, zarandeado por los avatares del destino en su juventud y madurez, y que durante 20 años permanece oculto cerca de aquél a quien ha jurado proteger y educar llegado el momento (y a quien mentirá contando medias verdades y mandará de un lado a otro de la galaxia hasta ver cumplida finalmente la famosa profecía del equilibrio). Tras el nacimiento de los niños, y ya sin decir una sola palabra en los últimos minutos de proyección, Leia es encomendada al senador Bail Organa de Alderaan y Luke es llevado por Obi-Wan hasta Tatooine, planeta natal de su padre, donde el hermanastro de éste se hará cargo de él. Momento bellísimo de imágenes a la vez espectaculares (los planos generales descriptivos de Alderaan y de Tatooine) e intimistas (los bebes con sus respectivos padres adoptivos) que se ve apoyado por el inteligente –obvio, podríamos decir- montaje musical que mezcla los temas de Leia y Luke de la trilogía clásica. Y en Tatooine, antes de que el jedi Kenobi desaparezca por el horizonte, contemplamos como un Owen Lars absorto ve ponerse los soles gemelos tras las dunas del desierto en esa pose tan característica. Un personaje que ha sido circunstancial, al que se adivinaba apocado –y aún así, noble- en el Episodio II, pero que aquí, en dos planos, aparece determinado y seguro de sí mismo, tal vez alimentando los mismos sueños que su sobrino abrigará en un fututo no muy lejano, pero sacrificándose a una existencia gris en el culo de la galaxia, pasando todo lo desapercibido que una granja de humedad permite, y criando a un bebé ajeno como si fuera propio. Creo que la formación de un niño es muy importante en el desarrollo de su personalidad y de su forma de ser. Y con únicamente esos dos planos, apenas dos minutos de metraje, me gustaría pensar que parte de la generosidad, valentía, entrega, dedicación y tantas otras cosas que –al margen de la fuerza- harían tan grande a Luke Skywalker en el futuro, provenían en parte, sólo en parte, del abnegado Owen y de la tierna y no menos esforzada Beru Lars.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La escena final,con los tios de Luke, es una de las más bonitas de Star Wars (como saga cinematográfica en general), además de que enlaza magnificamente con la clásica imagen de un Luke soñador mirando al horizonte (quien le iba a decir que saldría por la puerta grande de Tatooine para formar parte de los corazones de toda una generación).

Y ese Obi Wan... Sin duda, para un servidor, el personaje por excelencia de toda la "bi-triología". Le pese a quien le pese (en especial a esos frikis recalcitrantes que le quieren quitar mérito reduciéndolo a un "jedi patoso" y le hacen más caso a los dibujitos de las clone wars que a las propias películas).

Macgregor/Guinnes... que grandes sois!!

Plissken dijo...

Pues sí, la verdad es que, si Anakin/Vader es el protagonista "principal" de las seis pelis, creo que Kenobi es el "otro" gran personaje... La pena es que a lo mejor McGregor no ha conseguido darle el carisma suficiente, pero aún así su interpretación ha sido más que digna.

Anónimo dijo...

Yo creo que McGregor le ha dado al personaje todo el carisma que ha podido. En este caso creo que no es su culpa, si no de quien dirige el cotarro...

Saluditos galácticos!

Plissken dijo...

Lo cierto es que sí. Al final ha acabdo siendo uno de los personajes más interesantes de toda la saga, y el bueno de Ewan se mete bastante en las botas del maestro Guinnes.

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