4. Sangre en la arena de Geonosis
El Ataque de los Clones, narrativamente, tenía una doble intención, necesaria para el desarrollo de la historia: mostrar a Anakin como un jedi valiente, a la altura de su maestro, y dejar establecida su relación sentimental con Padme. La venganza del Sith pivotará sobre esos dos puntales: la corrupción de un gran guerrero utilizando como excusa el miedo a perder aquello que ama por encima de todo. Y dejando de lado conversaciones mal traducidas (“cuanto más me acerco, más crece”... la angustia claro, pero parece otra cosa) y prados idílicos con vacas gigantes, la escena del circo en Geonosis supone la plasmación perfecta de ese doble objetivo. En un momento similar al clímax del Imperio Contraataca –de nuevo los espejos- Padme y Anakin, antes de afrontar una más que posible muerte se confiesan su amor, sincero y trágico por las implicaciones que tiene. El emotivo tema de Williams “Across the stars” ahonda en la intensidad del instante, y la cámara abre plano mientras el carro que les conduce a la arena se pone en marcha. Allá les espera un impasible Obi-Wan y la gloria de la batalla desesperada, el apoyo de amigos y camaradas que afrontarán la lucha desigual con bravura y osadía sin límites, la llegada in extremis del viejo general con los refuerzos -que a la postre no serán tales- y la primera vez que vemos en acción a dos personajes cuya destreza con el sable láser será determinante años más tarde, pero que aún no habíamos tenido ocasión de comprobar. Primero, en su enfrentamiento con Dooku y Jango Fett, Mace Windu demuestra que su reputación está a la altura de sus habilidades. Más tarde, Yoda, el maestro Yoda que conocimos viejo y achacoso (entonces no sabíamos cuán mal le había tratado el destino) y que esconde lo que es bajo el disfraz de anciano encorvado con bastón planta cara a un Dooku que se ha limpiado de un plumazo a los dos jedi que le habían atacado simultáneamente. Espectacular traca final la del Episodio II, pero yo me sigo quedando con ese momento, esa mirada de entrega y ternura antes de la muerte.
3. La caída de los Jedi
“Ejecuten la Orden 66”. Con esa orden seca, transmitida a todos los miembros del ejército clon de la República se sella el destino final de la orden Jedi. Planificado con décadas de antelación, y en espera del momento justo, Palpatine se asegura, ya con un aprendiz digno de sus oscuras y vastas artes, tanto el poder absoluto como la eliminación de aquellos que pueden suponer la más leve amenaza para su nuevo orden galáctico. Los jedi mueren solos, a traición, en la mayoría de los casos acribillados por la espalda y superados abrumadoramente en número, siendo sus enemigos aquellos que tomaban por fieles compañeros de batalla. De nuevo Williams subraya con una estremecedora composición, elegíaca, las imágenes terribles de una casta de nobles guerreros exterminados sin honor ni dignidad. Un ejemplo claro de ello sería la muerte de la jedi Aayla Secura, abatida por la espalda y rematada en el suelo, mientras, con pudor, la cámara inicia un travelling hacia lo alto, omitiendo el detalle de su muerte, pero transmitiendo toda la tristeza y la crueldad de lo que acaba de suceder. Lo mismo podríamos decir del asalto por parte de Anakin y las tropas clon al Templo Jedi de Coruscant, del que sólo llegamos a ver las consecuencias –terribles, bien es cierto-, la aniquilación absoluta de todos los cadetes jedi o caballeros que allí permanecían. Viendo lo terrible de los actos de Anakin –seguidos por otros igualmente execrables en años venideros, a buen seguro- se hace un poco más difícil entender esa redención milagrosa en el Episodio VI a bordo de la agonizante Estrella de la Muerte. O por contra, engrandece su gesto, ya que ahonda el pozo de vileza, maldad y degradación del que la escasa humanidad de Anakin Skywalker debe emerger para sobreponerse a sus pecados y ayudar a su hijo a derrotar a Palpatine definitivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario