lunes, octubre 31, 2005

Dos...


4. Sangre en la arena de Geonosis

El Ataque de los Clones, narrativamente, tenía una doble intención, necesaria para el desarrollo de la historia: mostrar a Anakin como un jedi valiente, a la altura de su maestro, y dejar establecida su relación sentimental con Padme. La venganza del Sith pivotará sobre esos dos puntales: la corrupción de un gran guerrero utilizando como excusa el miedo a perder aquello que ama por encima de todo. Y dejando de lado conversaciones mal traducidas (“cuanto más me acerco, más crece”... la angustia claro, pero parece otra cosa) y prados idílicos con vacas gigantes, la escena del circo en Geonosis supone la plasmación perfecta de ese doble objetivo. En un momento similar al clímax del Imperio Contraataca –de nuevo los espejos- Padme y Anakin, antes de afrontar una más que posible muerte se confiesan su amor, sincero y trágico por las implicaciones que tiene. El emotivo tema de Williams “Across the stars” ahonda en la intensidad del instante, y la cámara abre plano mientras el carro que les conduce a la arena se pone en marcha. Allá les espera un impasible Obi-Wan y la gloria de la batalla desesperada, el apoyo de amigos y camaradas que afrontarán la lucha desigual con bravura y osadía sin límites, la llegada in extremis del viejo general con los refuerzos -que a la postre no serán tales- y la primera vez que vemos en acción a dos personajes cuya destreza con el sable láser será determinante años más tarde, pero que aún no habíamos tenido ocasión de comprobar. Primero, en su enfrentamiento con Dooku y Jango Fett, Mace Windu demuestra que su reputación está a la altura de sus habilidades. Más tarde, Yoda, el maestro Yoda que conocimos viejo y achacoso (entonces no sabíamos cuán mal le había tratado el destino) y que esconde lo que es bajo el disfraz de anciano encorvado con bastón planta cara a un Dooku que se ha limpiado de un plumazo a los dos jedi que le habían atacado simultáneamente. Espectacular traca final la del Episodio II, pero yo me sigo quedando con ese momento, esa mirada de entrega y ternura antes de la muerte.


3. La caída de los Jedi

“Ejecuten la Orden 66”. Con esa orden seca, transmitida a todos los miembros del ejército clon de la República se sella el destino final de la orden Jedi. Planificado con décadas de antelación, y en espera del momento justo, Palpatine se asegura, ya con un aprendiz digno de sus oscuras y vastas artes, tanto el poder absoluto como la eliminación de aquellos que pueden suponer la más leve amenaza para su nuevo orden galáctico. Los jedi mueren solos, a traición, en la mayoría de los casos acribillados por la espalda y superados abrumadoramente en número, siendo sus enemigos aquellos que tomaban por fieles compañeros de batalla. De nuevo Williams subraya con una estremecedora composición, elegíaca, las imágenes terribles de una casta de nobles guerreros exterminados sin honor ni dignidad. Un ejemplo claro de ello sería la muerte de la jedi Aayla Secura, abatida por la espalda y rematada en el suelo, mientras, con pudor, la cámara inicia un travelling hacia lo alto, omitiendo el detalle de su muerte, pero transmitiendo toda la tristeza y la crueldad de lo que acaba de suceder. Lo mismo podríamos decir del asalto por parte de Anakin y las tropas clon al Templo Jedi de Coruscant, del que sólo llegamos a ver las consecuencias –terribles, bien es cierto-, la aniquilación absoluta de todos los cadetes jedi o caballeros que allí permanecían. Viendo lo terrible de los actos de Anakin –seguidos por otros igualmente execrables en años venideros, a buen seguro- se hace un poco más difícil entender esa redención milagrosa en el Episodio VI a bordo de la agonizante Estrella de la Muerte. O por contra, engrandece su gesto, ya que ahonda el pozo de vileza, maldad y degradación del que la escasa humanidad de Anakin Skywalker debe emerger para sobreponerse a sus pecados y ayudar a su hijo a derrotar a Palpatine definitivamente.

domingo, octubre 30, 2005

Tres...

6. Génesis

Lo que mucha gente esperaba, junto con el duelo fratricida entre caballeros jedi, era ver cómo nacerían los mellizos Skywalker. Y Lucas, que cuando quiere es tan listo y apañado como el que más, se las ingenia para, después de toda la acción que nos sirve el Episodio III, y en un larguísimo epílogo, mostrarnos la génesis de lo que será la siguiente trilogía (aquella que primero conocimos, la que a muchos nos robó el corazón). Y así, en un montaje paralelo somos testigos de dos partos antitéticos. Por un lado, sobre la mesa de operaciones está el mutilado Anakin, al que unas máquinas limpian sus heridas y quemaduras sin ningún cuidado, a la vez que recubren su carne cubierta de ampollas con las prótesis biónicas que darán lugar al Vader “de toda la vida”. Por otro, en un entorno esterilizado, unos droides relucientes con voces atercipeladas atienden a una desfallecida y desfalleciente Amidala, ya sin ánimo para seguir viviendo, en el parto de lo que serán hermanos mellizos, Luke y Leia. Lo cierto es que ambas escenas tienen sus pegas (ese primer paso a lo Frankenstein de Vader, si bien tiene excusa argumental queda horrible en pantalla, y la niñera-robot es ridícula con los corazones en la frente y las manos fórcep), pero tienen todo el terreno ganado, ya que eso es precisamente lo que se esperaba que ocurriese. Que se podía hilar más fino, cierto. La muerte de Amidala, cuya única explicación es que se deja ir por desamor, podía haber sucedido de muchas otras maneras, al igual que la elección de los nombres podía haber sido rodada con algo más que monosílabos y miradas tiernas. Si en algo funciona el montaje es en la oposición de dos formas de ver la vida, y en ambos casos se produce una pérdida; en propiedad se podría decir que Anakin Skywalker fallece al tiempo que su mujer, y tendrán que pasar más de dos décadas hasta que un atisbo de su humanidad vuelva a aflorar por encima de la máscara.


5. Atardecer Binario

Y a modo de continuación de la anterior. Fantaseé durante meses con cual sería el plano final perfecto para las precuelas de Star Wars, y una imagen me venía a la mente clara y hermosa... La de ese gran personaje trágico que es Obi-Wan, zarandeado por los avatares del destino en su juventud y madurez, y que durante 20 años permanece oculto cerca de aquél a quien ha jurado proteger y educar llegado el momento (y a quien mentirá contando medias verdades y mandará de un lado a otro de la galaxia hasta ver cumplida finalmente la famosa profecía del equilibrio). Tras el nacimiento de los niños, y ya sin decir una sola palabra en los últimos minutos de proyección, Leia es encomendada al senador Bail Organa de Alderaan y Luke es llevado por Obi-Wan hasta Tatooine, planeta natal de su padre, donde el hermanastro de éste se hará cargo de él. Momento bellísimo de imágenes a la vez espectaculares (los planos generales descriptivos de Alderaan y de Tatooine) e intimistas (los bebes con sus respectivos padres adoptivos) que se ve apoyado por el inteligente –obvio, podríamos decir- montaje musical que mezcla los temas de Leia y Luke de la trilogía clásica. Y en Tatooine, antes de que el jedi Kenobi desaparezca por el horizonte, contemplamos como un Owen Lars absorto ve ponerse los soles gemelos tras las dunas del desierto en esa pose tan característica. Un personaje que ha sido circunstancial, al que se adivinaba apocado –y aún así, noble- en el Episodio II, pero que aquí, en dos planos, aparece determinado y seguro de sí mismo, tal vez alimentando los mismos sueños que su sobrino abrigará en un fututo no muy lejano, pero sacrificándose a una existencia gris en el culo de la galaxia, pasando todo lo desapercibido que una granja de humedad permite, y criando a un bebé ajeno como si fuera propio. Creo que la formación de un niño es muy importante en el desarrollo de su personalidad y de su forma de ser. Y con únicamente esos dos planos, apenas dos minutos de metraje, me gustaría pensar que parte de la generosidad, valentía, entrega, dedicación y tantas otras cosas que –al margen de la fuerza- harían tan grande a Luke Skywalker en el futuro, provenían en parte, sólo en parte, del abnegado Owen y de la tierna y no menos esforzada Beru Lars.

sábado, octubre 29, 2005

Cuatro...


8. Felpudos con malas pulgas y buen corazón

Una de esas historias de lo que pudo haber sido y no fue es la de que la luna de Endor debía haber estado habitada por Wookies y no por Ewoks. La batalla de los bosques de Endor habría sido otra cosa, sin duda alguna. A George Lucas debió quedarle el gusanillo de tener a decenas de wookies en pie de guerra. En el Episodio III Yoda viaja al planeta Kashyyyk para hacer frente a las fuerzas independentistas droides. Con la ayuda de Tarfful, un guerrero bravo y poderoso al que se adivina veterano en mil batallas, y un joven a la sazón Chewbacca, los wookies se enzarzan en una violenta escaramuza. La escena no es todo lo larga que me hubiera gustado, pero permite hacerse una idea clara de que los wookies son una raza de guerreros temibles. Pero la parte de Kashyyk que me encanta es la final. Cuando el emperador ha ejecutado su orden 66 y las tornas giran peligrosamente para los jedi y sus aliados, cuando Yoda debe huir del planeta para salvar su vida y a los wookies se les avecina un periodo de lucha por la libertad o la esclavitud. En ese momento incierto y peligroso, Chewie le tiende el brazo a Yoda con delicadeza para subirlo a sus hombros y conducirlo hasta su cápsula de huida. Reflejando los lazos que existían entre el maestro y los wookies, y la veneración por un gran guerrero en trance de perderlo todo. La despedida entre ellos es triste y premiosa. Deja la sensación de que realmente se trata de un adiós entre amigos. Y que desde ese mismo instante las cosas ya no serán fáciles para ninguno de ellos.


7. El insidioso Darth Palpatine

La infamia justa en el momento adecuado. La pregunta lanzada con malicia. La orden perentoria en el instante preciso. La insinuación, la mentira encubierta por preocupación amistosa. Desde el principio una oculta mano Sith ha manejado los hilos de políticos, clonadores, diplomáticos, militares e incluso jedi, encaminando el sistema hacia un peligroso punto de inestabilidad, el que encontramos en el comienzo de La venganza del Sith. El encapuchado Darth Sidious, que desde la sombra impulsara el bloqueo de la federación de comercio a Naboo o la creación de una alianza independentista que amenazara a la República, busca ahora lo que perdió a manos de los jedi: un aprendiz. Y nadie mejor que el elegido, “aquel que traería el equilibrio a la fuerza” (a eso se le llama acertar con una profecía; claro que Anakin traería el equilibrio al exterminar a todos los demás: dos jedi contra dos sith). Habiendo desplegado ya sus fichas sobre el tablero del senado de la República, Palpatine, canciller supremo con un poder cada vez mayor gracias a la guerra en curso, siempre con inteligencia artera y sutileza suprema comienza a pulsar las emociones de Anakin: el odio y la rabia acumulados, el miedo a perder a aquella que ama por encima de todo. El paralelismo de la primera aparición de Palpatine en el Episodio III con las escenas de El retorno del Jedi son un guiño al espectador en el continuo juego de espejos invertidos entre una y otra trilogía. La escena en la ópera resulta especialmente importante en el proceso de manipulación, al igual que la que tiene lugar en las estancias del futuro emperador, cuando Palpatine, ya seguro de su victoria moral sobre su pupilo, se revela a a Anakin como el lord Sith que toda la Orden andaba buscando, sin éxito, a lo largo y ancho de la galaxia. Skywalker no ve venir mucho de lo que le sucede en la película, y cae cada vez con más fuerza bajo el magnético influjo del Canciller, hasta que finalmente, lo inevitable sucede: “De ahora en adelante... serás conocido como Darth Vader”.

Cinco...

Faltan 5 días para que el Episodio III esté disponible a la venta, cerrando el círculo que comenzó Star Wars en 1977. Yo tenía 3 añitos por aquel entonces, así que la fiebre galáctica comenzaría algo más tarde, coincidiendo con el estreno del Imperio Contraataca. O sea, prácticamente toda mi vida adulta, unos 25 años, enganchado a unos personajes y a una historia. Que ya se ha cerrado en lo que a cine se refiere (si hacemos caso a George Lucas, que en esto el hombre nunca ha sido de fiar). Si esto de los gustos y opiniones ya es algo muy subjetivo, en este caso lo es todavía más, y yo aquí, me declaro sin criterio alguno para con lo referido al universo de Star Wars. Si lleva el sello Lucasfilm y ha sido aprobado por tito Lucas, a mí me vale, me gusta, me apasiona. Como he dicho, 5 días. Y haciendo un esfuerzo (y lo digo en serio, que estas semanitas el trabajo se me está comiendo por los pies) voy a intentar colgar un post diario, con mi TOP TEN de momentazos de la nueva trilogía, centrándome preferentemente en el Episodio III. Muy subjetivo seré, así que vuestra indulgencia os ruego, jóvenes aprendices de la Fuerza.

10. Duelo de destinos
El clímax del Episodio I fue, creo, el más espectacular visualmente de los vistos hasta entonces. Mediante un cuádruple montaje paralelo asistimos al asalto de la Reina Amidala al Palacio de Naboo, al ataque de los cazas a la estación de control droide, a la maniobra de distracción gungan... y al duelo de sables más vistoso (hasta ese momento, ojo) de la saga. Qui-Gon y Obi-Wan se enfrentan a Darth Maul, y la agilidad de Ray Park y la coreografía de la pelea te hacen pensar que, en efecto, se trata de una lucha en desigualdad de condiciones... para los jedi. Como ya ocurriera en Arma Letal 4, el hecho de que los "buenos" deban enfrentarse en superioridad numérica al villano de turno (en aquel caso Jet Li), no hace sino demostrar su inferioridad frente a él. Planificada como si de un duelo al sol en el Far West se tratara, los contendientes se despojan de sus ponchos y túnica antes de mostrar sus armas. Más adelante, Lucas nos mostrará un primer plano del rostro de cada uno de ellos estudiando al contrario, mostrando la determinación de Qui-Gon, la rabia de Obi-Wan o el odio de Darth Maul en una especie de stand-up mexicano, tan querido a Leone o Tarantino. Planificada a través de un vasto escenario, determinante para el desarrollo de la pelea (los haces de energía a modo de barrera, el pozo de ventilación, los pasillos que comunican los distintos niveles). La agilidad y energía que los duelistas presentan hereda la magia de los clásicos del género como Scaramouche o Robin Hood. Si a todo ello le sumamos un montaje basado en planos generales o medios que lo único que pretenden es mostrar la acción, sin mareos ni montaje videoclipero, y la impresionante composición minimalista de Williams apoyada por un estremecedor coro, este momento merece estar entre lo mejor de la saga.


9. La sombra de Vader es alargada
Meridiano del Episodio II, y por tanto de la nueva trilogía. Anakin ha regresado a Tatooine en busca de su madre, desoyendo los consejos de sus maestros y actuando impulsivamente, al igual que obrará su hijo 25-30 años más tarde, afrontando algo para lo que no está preparado. Shmi Skywalker, ahora desposada con el granjero de humedad Lars, ha sido secuestrada por los moradores de las arenas. Los intentos de rescate han sido infructuosos y su angustia y miedo han contagiado los sueños de su hijo desde la distancia. En el momento de despedirse de una Amidala bellísima en ese traje inmaculado sobre el desierto, Anakin, contrariado, estático bajo los soles gemelos, refleja su sombra contra la pared, y sí señores, es la sombra de un futuro oscuro y sombrío, de ominosos sucesos por venir que afectarán fatalmente a la vida de todos ellos... A partir de ahí, los acontecimientos no harán más que ahondar la herida en la que se plantará la semilla de Vader: el fallecimiento de su madre en sus brazos, la ira desbocada que le conduce a la masacre de todo un campamento Tusken, el dolor, la impotencia durante el funeral, el resentimiento, la soberbia de querer creerse omnipotente... El reverso tenebroso se ha hecho un hueco en el corazón del joven Skywalker, y a veces el diablo sólo necesita una rendija para entrar en la casa.

viernes, octubre 28, 2005

Desde que encontré a Serenity...

“-¿Cuánta munición nos queda?
-Tres cargadores y mis pelotas.”




Frase tan macarra dicha en el momento justo pertenece a la película Serenity, más que derivada, continuación directa de la serie Firefly, de la que tuve ocasión de hablaros hace un par de semanas. Muy buenas vibraciones tenía antes del estreno de la película, y debo decir que se vieron confirmadas apenas comenzada la proyección.
En cinco minutos introductorios, una profesora da una clase magistral de historia universal donde se nos cuenta el ascenso de la Alianza y su victoria sobre los Independentistas. Tras ello, el prólogo del film, que lo es también de la serie, nos cuenta como el doctor Tam rescató a su hermana del complejo médico en el que experimentaban con ella. Sin pausa, ya entramos de llenos en las andanzas de la tripulación de la Firefly casi al completo (Inara y el Pastor brillan por su ausencia). Un atraco complicado por una incursión Reaver (esos ominosos cavernícolas antropófagos y violadores de cadáveres que sólo aparecían mencionados en la serie de tv), la subsiguiente persecución por un desierto rocoso, peleas de bar, trampas urdidas por un misterioso y despiadado Operativo de la Alianza que no se detendrá ante nada para capturar a la fugada River Tam... El secreto que ésta oculta en lo más recóndito de su mente, capaz de hacer tambalear la estructura de la Alianza, será el motor que impulsará la trama, llevando a los personajes de un lado a otro de la galaxia en busca de unas respuestas que no serán nada fáciles de asimilar.
El ritmo de los acontecimientos no da tregua al espectador. Bien es cierto que sin el background de la serie Firefly, muchas de las referencias al pasado inmediato de los personajes (como la ausencia inicial de Inara o el reverendo), las pullas que se lanzan entre ellos (la rivalidad manifiesta entre Jayne y los Tam) o la evolución de algunos personajes, pueden resultar algo crípticas para el no conocedor del universo galáctico de Joss Whedon, pero la acción y el espectáculo inundan la pantalla tan a menudo que tampoco importa demasiado. Además, hasta cierto punto de la película, dichas escenas están rodadas con un tono festivo que remite directamente a las producciones clásicas de aventuras, esas donde Errol Flynn podía poner en peligro su vida con una sonrisa en la boca. Eso sí, llegados al tercio final del metraje el amigo Whedon deriva la trama hacia unos derroteros mucho más oscuros y peligrosos que lo que hacía suponer el tono general de la serie. Y es que los Reavers resultan un enemigo temible desde cualquier punto de vista: salvajes hasta lo indecible, imparables, su único impulso es la obtención de presas a cualquier coste para satisfacer sus muchos y brutales apetitos. Y la acción festiva se torna en huida desesperada, maniobras a vida a muerte y resistencia hasta el último aliento, estrechando en un pucho el corazón del espectador. Y no quiero desvelar nada más. La banda sonora de David Newman mantiene la ambientación de la serie, con guitarras folk y violines country. Los efectos CGI dan el pego bastante bien, y pese a contar con la tercera parte de presupuesto que Star Wars Episodio III los mundos que nos presenta y las batallas espaciales resultan de lo más conseguido. Eso sí, para lograr un mayor grado de espectacularidad, aquí las naves sí rugen y las explosiones espaciales retumban por doquier, alejándose de la sobriedad de sonido televisiva. En el debe, que algo hay, como en todo, el hecho de que la película sólo será apreciada en su totalidad por los chaquetas marrones, aquellos que hayan tenido la suerte de ver Firefly antes, ya que los personajes y las situaciones se dan por conocidos de entrada, y las explicaciones son las mínimas. También se desaprovecha mucho a algunos personajes, caso de Inara (viendo la película nadie sabría que pertenece al ramo de señoras de compañía), el reverendo, Wash, el piloto, o Kaylee. El protagonismo se centra principalmente en Mal y en River y ello hace que el tono coral de la serie se diluya un tanto y haciendo que algunos elementos que habrían podido dar mucho juego pasen casi de refilón ante nuestros ojos.
En resumidas cuentas, no me lo pasaba tan bien en el cine desde hacía bastante tiempo. Divertida, emocionante, con momentos emotivos y emocionantes, Serenity ha resultado ser el estupendo broche final para Firefly. Y dado el relativo fracaso económico de la cinta, mucho me temo que hemos sido testigos del grandioso y último periplo de la luciérnaga Serenidad.

Como buenos "chaquetas marrones" -como se autodenominan los fans yanquis, que llegaron a protagonizar campañas de presión para impulsar el proyecto del film- solo queda esperar que todo se edite en España para que el común de los mortales pueda disfrutar de este pedacito de universo. Abajo, unos enlaces. Quizá alguien más quiera unirse a los "browncoats"...

http://www.serenitymovie.com/

http://www.fireflyfans.net/

http://www.scifispace.com/html/firefly.php

http://www.scifi.com/firefly/

miércoles, octubre 26, 2005

John Carpenter, de profesión narrador (y VI)

Ya con un par de éxitos a cuestas, los presupuestos de sus films, exiguos hasta el momento, se agrandan, llegan los actores estrella, las grandes producciones estilo Hollywood... y cierta despersonalización del estilo carpenteriano, provocada mayormente por la necesidad de “producir” éxitos comerciales que proporcionen pingües beneficios a los productores. Así Christine (1983) -dirección, música- entra dentro de la oleada de adaptaciones de Stephen King, el midas de la literatura de terror, rodadas en esa década. Entre ellas podríamos destacar La zona muerta (dirigida por un Cronenberg resolutivo que también se alejaría de muchas de sus constantes habituales), Cujo, Ojos de fuego, Los chicos del maíz, Cuenta conmigo... Descontento con el resultado de muchas de ellas King acabaría dirigiendo Maximum Overdrive, y la verdad, hizo bien en volver a su máquina de escribir. Christine nos cuenta la historia de un joven problemático que compra y restaura un Plymouth rojo del 58, que resulta ser la encarnación del mal y acaba influyendo -negativamente, claro- en la vida del joven y de los que le rodean. Esta sosa historia de adolescentes, aburrida por momentos, sólo se salva por aquellos instantes en que el impresionante coche se convierte en el rey de la función. Antológica es la escena en que el automóvil persigue a los miembros de la pandilla de gamberros que lo destrozaron, y no precisamente para darles un paseo. King se quejó amargamente de la adaptación, aduciendo que simplificaba en exceso el argumento de su novela, y que sólo le gustaba la selección de música rock de los años 50. Algo de razón no le faltaba al buen hombre...
En el 84 nos llega Starman, protagonizada por Jeff Bridges, Karen Allen y Charles Martin Smith. Un extraterrestre se "encarna" en el marido muerto de la Allen, y juntos emprenden una huida desesperada de las fuerzas del gobierno que intentan apoderarse del alienígena antes de que este llegue al punto de encuentro con su nave nodriza. Film amable, no exento de ciertos momentos de gran lirismo (la resurrección del ciervo, el encuentro romántico en el vagón de tren) subrayados por una emotiva banda sonora de Jack Nietzche. El espectacular despliegue de efectos visuales de la ILM, marca de la casa no logró que el film tuviera el éxito que a lo mejor merecía. Poco más decir de esta película de mensaje positivo, expresado por el protagonista en el que acaso sea el mejor momento del film: "Lo que más me sorprende de los humanos es que sacáis lo mejor de vosotros mismos cuando peor están las cosas". La labor de Carpenter se redujo a la dirección, y quizá por ello este sea su producto más impersonal. Dos años después se produjo una serie de televisión con el mismo título.Protagonizada por Robert Hays, Starman (la serie) se centraba en la vuelta del extraterrestre para conocer a su hijo y a la huida que ambos debían emprender de una malvada agencia gubernamental. El relativo fracaso económico de la cinta tal vez hiciera replantearse al director el rumbo de su carrera y decidió jugarse el todo por el todo en su siguiente película, las extravagantes aventuras del camionero Jack Burton.

domingo, octubre 23, 2005

Sketch-busters (VI): Francisco Ibáñez



Y he aquí el fruto de nuestros esfuerzos. Una cola menos para futuros salones y un honor haber conocido a este hombre que tanto nos ha hecho reír a lo largo de los años.

sábado, octubre 22, 2005

Dibuja un Mortadelo, dibuja un Filemón...

Ayer saldamos una deuda histórica en esto del saloneo. Y es que año tras año, ya sea en Madrid o en Barcelona, siempre pasamos de hacerle cola al ilustre pope del humor en nuestro país, el creador de ese par de ineptos espías, de ese cegato aborrecible, de esos chapuzas tan hispánicos, de esa escalera de vecinos tan “normal”... Don Francisco Ibáñez. Ríanse ustedes de las colas que Stan Lee pudiera tener en su día, este hombre las repite año a año, y como que echaba un poco para atrás. Siempre había algún otro autor más goloso. Nos enteramos que celebraba una sesión de firmas en un centro comercial y ala, expedición planificada al canto. Y una cien personas, madre mía, que tirón tiene este hombre, menos mal que puso el modo turbo de “firmas a cascoporro” y nos ventiló en un periquete, aquí os lo dejo, al maestro en plena acción.

martes, octubre 18, 2005

Sketch-busters (V): Dave Dorman (II)

Aquí os dejo el segundo dibujín del amigo Dorman, este perteneciente a mi querida y santa friki pareja. Para los que no conozcáis la obra de Dorman, en su página web(http://www.davedorman.com/index.shtml) hay un montón de galerías sobre Batman, Aliens, Star Wars, etc. Para los que lo conozcan y lo admiren como artista, está la sección de encargos. Miedo me da preguntar cuánto costaría una ilustración pintada de la princesa Leia o de Darth Vader... Igual esta semanita toca ese superbote de 20 millones de eurazos y le encargo un par de óleos. Soñar es barato, y mi prosa es de saldo, así que por hoy me despido, dejandoos bien acompañados, eso sí.

lunes, octubre 17, 2005

Sketch-busters (IV): Dave Dorman (I)

[Siento lo de los numericos, que el asunto ya parece el resultado de un partido de futbol entre aficionados y autores, pero es que así clasifico mejor los articulillos.]

Sicilia, 1912... No, no era eso. Madrid en el 2002, uno de los Expocomic más húmedos que he vivido. Tampoco es que haya ido a muchos, pero así me hago el interesantón. Año más que interesante por la calidad de los autores invitados (Arthur Adams, no digo más. Bueno sí: Chris Warner, Juan Jiménez, Randy Stradley, Ramón F. Bachs. Parecía que andaba por allí medio staff de Dark Horse... Y se cayó del cartel Paul Gulacy, menudo Expocomic habría resultado). El artista sobre el que os hablo hoy, el amigo Dorman, es conocido principalmente por su labor como ilustrador del universo Star Wars y portadista de series como Batman, Aliens, Indiana Jones o, de nuevo, Star Wars. El hecho de que estuviera invitado un autor de su categoria, con un estilo de dibujo muy detallado, casi foto realista, me hizo, de entrada, pensar en que sólo conseguiría firma. Menos da una piedra. Y esto es lo que el amigo Dorman tuvo el detallazo de hacer para los fans que se congregaron en su cola. No es un Picasso, pero a mí me alegró la tarde. Mañana, Dorman II...

sábado, octubre 15, 2005

John Carpenter, de profesión narrador (y V)

Tras 1997: Rescate en Nueva York los grandes estudios se fijan en él para dirigir un proyecto que llevaba años rondando por Hollywood, el remake de The thing... from another world, film de serie B de los años 50 dirigido por Christian Nyby y producido por Hawks, al que Carpenter tenía cierto aprecio. El guión, a cargo del hijo de Burt Lancaster, Bill, se fija más en el relato original en el que se inspiró Nyby que en la película de este. Escrito por John W. Campbell Jr., Who goes there? marcaba el punto de inicio del film de los 50, pero la mayor parte del relato quedaba al margen de lo que la película mostró, un alienígena vegetal patoso y anquilosado que acosaba a un grupo de curtidos soldados en una base polar, con científico desquiciado e historia de amor incluidos. La paranoia o el horror físico que, según dicen ya que no lo he leido, destilaba el relato original brillaban por su ausencia. Y eso es lo que Carpenter pretenderá recuperar en su John Carpenter's The thing.
Una nave espacial entra en la atmósfera terrestre. Fundido en negro. Tras los títulos de crédito un perro corre por el blanco manto de la Antártida, mientras un helicóptero intenta abatirlo a toda costa. El perro se refugia en una base estadounidense, y los noruegos ocupantes del aparato, que llegan a poner en peligro la vida de los americanos, son abatidos ante la aparente irracionalidad de sus acciones. El perro es acogido sin reservas y la cámara, en suaves travellings, recorre el interior de la base, describiendo tanto el espacio físico (pasillos, habitaciones) como el espacio moral (aburrimiento, hastío, roces) del lugar. Con unas escasas pinceladas se nos indica el carácter de cada personaje. En una inspección rutinaria del campamento noruego descubren que está completamente destruido, sus ocupantes muertos. Un hallazgo resulta particularmente ominoso: un bloque de hielo que tenía algo en su interior almacenado. Tras inspeccionar las cintas encontradas en la base noruega, marchan a una excavación, de la que procede dicho bloque, y en la que encuentran una gigantesca nave espacial que lleva millones de años bajo el hielo. Esa noche, alertados por los ruidos de la perrera, los miembros de la misión descubren un horror más allá de su comprensión, el perro recogido ha sufrido una grotesca mutación y ha intentado asimilar a los demás animales... A partir de ahí las sospechas irán pasando de unos a otros, la desconfianza se apoderará del grupo y algo que no es de este mundo intentará transformarlos a todos ellos en algo completamente distinto de la naturaleza humana, algo frío, alienígena y aparentemente imparable.
La película se rodó en Alaska, en condiciones muy duras, y contó con un reparto enteramente masculino, dentro del cual destacaremos a Kurt Russell, Keith David, Richard Dysart o Wilford Brimley. El equipo técnico, soberbio, dotó al film de una factura excelente. Rob Bottin se hizo cargo de los -escalofriantes- efectos visuales de las transformaciones y de las criaturas; Albert Whitlock (un habitual colaborador de Hitchcock) se ocupó de las maquetas y transparencias; Dean Cundey realizó una labor de fotografía tan gélida como las áridas estepas antárticas en las que se desarrolla el film; y Ennio Morricone compuso la banda sonora, tomando como modelo los anteriores trabajos de Carpenter en sus films y empleando una minimalista melodía para sintetizador que marca el pulso de las aterradoras situaciones que el metraje va desgranando. La composición en scope tan habitual en Carpenter sabe aprovechar todo el ancho de la pantalla, ya sea con los planos "de grupo" o aquellos que ubican a los personajes en el exterior, desamparados en mitad del glacial aire antártico. Carpenter supo hacer suyo un guión ajeno, hasta el punto de que ésta sería una de las películas más personales del director, su mejor film sin duda para el que escribe estas palabras y una obra maestra del género.
Ya desde el inicio la irracionalidad se apodera del relato. El aburrimiento se ve roto por acontecimientos cada vez más extraños, más grotescos, que superan la capacidad de comprensión de los ocupantes de la base. A medida que la desconfianza se apodera de ellos, el desconcierto y la incomodidad del espectador crecen. Cualquiera puede ocultar el mal en su interior, aunque ahora la alegoría no sería anticomunista, sino tal vez sobre los males que nos corrompen de forma silenciosa, imparable y sin piedad: el cáncer, el sida, los males del fin de siglo. Incluso, cuando durante el impresionante clímax (subrayado por la música de Morricone excepcionalmente) los supervivientes deciden asumir con entereza su destino y hacer "lo que tienen que hacer", Carpenter filma con cierta épica desesperada sus acciones, retratando el sacrificio heroico de unos personajes tan hawksianos como Carpenterianos, afines a la filmografía de ambos directores. El descorazonador final del film, valiente por su ambigüedad, su nihilismo último, no impidió que este film obtuviera una buena acogida por parte del público, en el mismo año en que se estrenó un film antitético -aunque de igual calidad cinematográfica, añadiría yo- como fue E.T. (El extraterrestre). La crítica fue muy severa con el film, sobre todo por la comparación con el clásico de Nyby y por el despliegue de efectos especiales, sobrecogedores, realistas (aunque por su exceso, rozando los delirios visuales del surrealismo). En su momento se ignoró, o se quiso ignorar, que acaso los momentos más tensos del film no presentaron ningún efecto especial en la pantalla. Ahora mismo recuerdo dos de ellos: el acceso de locura del científico Blair (Brimley), o la escena de la prueba de sangre, prodigio de narración contenida que mantiene en vilo al espectador, atemorizándolo antes de golpearle visualmente con los FX excepcionales (y aún vigentes en estos tiempos de efectos por ordenador) del Sr. Bottin. Durante años se especuló con la posibilidad de una secuela, pero hasta ahora las únicas continuaciones han venido en forma de comic (Dark Horse ha editado tres miniseries) y de videojuego (donde aparecen personajes de la película).
Extraoficialmente, se considera este film como el primero de la trilogía del apocalipsis, junto a Prince of Darkness e In the Mouth of madness, películas sin relación argumental pero que retratan tres diferentes situaciones apocalípticas...
Disfruten John Carpenter’s The Thing... si consiguen mantener la mirada fija en la pantalla.
[Para los fans de la peli recomiendo este frikisitio: http://www.outpost31.com/. Están planeando un viaje al set de rodaje en Canadá. ¡¡Me apunto!!]

miércoles, octubre 12, 2005

Maestro Obi-Wan de la Orden Jedi

Y el que faltaba para el duro. El tercer vértice del triángulo felino, la tercera persona de la Santísima Trinidad gatuna: les presento a todos ustedes a Obi-Wan... Y nosotros que pensábamos que ya se había cerrado el cupo de acogida. No podíamos estar más equivocados. Situémonos en el trabajo. A primera hora de una mañana de verano. Vemos un gatito entre las matas. Le llamamos como solemos hacer con todo gato que se nos cruza por la calle, ese bisbisbis tan de taradín, y en vez de esconderse por si somos una amenaza para él, el tontorrón se nos acerca como un perrillo faldero. Y se queda a la puerta de acceso a las salas de trabajo esperando alguna caricia. Y se llega a colar dentro buscando algo de cariño y encontrando el escándalo y la irritación de estreñidos e histéricas... Hay dos intentos de adopción frustrados, uno a causa de un mastín de 20 kgs y otro a causa de una intensa e inoportuna alergia. Y yo me mosqueo porque con tanto entrar y salir de casas ajenas al final el gato se va a volver loco. Así que, como somos taaaaaan ricos y podemos asumir otra boca más que alimentar, vacunar y cuidar, pues alaaaa, ¡¡¡bienvenido a tu nuevo hogar, Obi-Wan!!!! Patoso como él solo, desgarbado (debe ser uno de los pocos gatos al cual felino no resulta un epíteto, sino un adjetivo admirativo), cariñoso son calificativos que se ciñen como anillo al dedo. La verdad es que el proceso de adaptación fue un tanto lento, y que Leia aún mantiene las distancias con él y no quiere jugar, pero creo que este invierno los tres gatos van a dormir más de una noche hechos un ovillo. Si Amidala deja de dormir en la almohada junto a nuestras cabezas, claro.

lunes, octubre 10, 2005

Sketch-busters (III): Adam Kubert

Uno de los “objetivos” principales del Salón del Comic de Barcelona 2005 era Adam Kubert, para mí el más aventajado de los vástagos del gran Joe. A lo espectacular del dibujo de este hombre se suma el hecho de haber ilustrado algunas de mis historias favoritas, como fue el caso de la muerte de Betty Ross en Hulk, el especial Onslaught Marvel Universe o la miniserie Adam Strange. Más recientemente su labor en el universo Ultimate (X-Men y Fantastic Four) confirma su talento como narrador, y el contrato en exclusiva firmado con DC no hace sino augurar un futuro lleno de historias brillantes y comics memorables (hey, de ilusión también se vive). Para conseguir el sketch hice cola dos días consecutivos, ya que la lentitud y el detallismo con que elaboraba cada dibujo hacía que solo pudiera realizar unos pocos en cada sesión de firmas. Aún así, debo decir que mereció la pena esas horitas de plantón.

sábado, octubre 08, 2005

John Carpenter, de profesión narrador (y IV)

La niebla (1980) -dirección, guión y música- es un cuento de terror a la antigua usanza centrado en la comunidad de Antonio Bay, que en el centenario de su fundación se ve asediada por una niebla sobrenatural que busca venganza por tenebrosos sucesos del pasado. Poco a poco los protagonistas acaban encerrados en la iglesia y en el faro, asedio al que asistimos mediante un ejemplar montaje paralelo, usual en la filmografía Carpenteriana. Esta sugerente película reúne a Janet Leigh con su hija Jamie Lee Curtis, ofrece un protagonismo coral, y unos larguísimos títulos de crédito, que tardaron varios días en rodarse. Toda la película evoca el universo de Poe, como la cita inicial y el prólogo nos recuerdan, mezclando las texturas oníricas de la noche con la inquietante luminiscencia espectral de la niebla, que no anuncia más que el parto antinatural del horror que irrumpe abruptamente en una anodina comunidad de pescadores.
La semana que viene se estrenará en los USA The fog, remake dirigido por Rupert Wainwright y protagonizado por Tom Welling (el Clark Kent de Smallville), Maggie Grace (vista en Perdidos como Shannon) y Selma Blair. Parece que Hollywood ha encontrado un filón de ideas en estos cláscios menores del fantástico de finales de los 70 y comienzos de los 80, mientras que los creadores originales (Tobe Hooper, George Romero o el propio Carpenter) se ven obligados a sacar adelante proyectos modestos e ínfimos con esfuerzo casi sobrehumano.
A continuación llega 1997: Rescate en Nueva York (1981), primera aparición del rudo y parco en palabras 'Snake' Plissken, ex-militar reciclado en criminal y obligado a introducirse contra su voluntad en la isla de Manhattan -reconvertida en prisión- para rescatar al presidente de los USA. Homenajes al "spaghetti western" y más concretamente a Sergio Leone, en la creación de tipos y situaciones, para una película tensa, eléctrica, cínica, con un final amargo (tras un clímax brutal y embrutecido sobre el puente de Brooklyn, donde la lucha por la supervivencia saca lo mejor y lo peor de los seres humanos) que eleva la cinta a la categoría de alegoría crítico-política contra los sistemas autoritarios y deshumanizados. Ejemplo de nihilismo, el parche y la barba de tres días convirtieron a una estrella juvenil de la Disney, Kurt Russell, en uno de los antihéroes de actitud más adusta y recia que han pasado por la pantalla. Poca esperanza queda tras el gesto final de Snake...

miércoles, octubre 05, 2005

La tripulación de la luciérnaga

Yo no soy fan de Buffy. Nunca conseguí entrar en el juego de melodrama adolescente a lo Dawson crece mezclado con vampiros, andanzas sobrenaturales, profecías y puertas al infierno... Y no lo digo con orgullo, lo seguiré intentando. Ante el estreno americano de Serenity, escrita y dirigida por Joss Whedon, e influido por algunos comentarios positivos leídos en la red, decidí ver la serie de la que la película parte, Firefly, otra creación del demiurgo de la cazadora de vampiros más sexy de la televisión. Prendadísimo he quedado tras ver los 14 capítulos de que consta más un episodio piloto.
La serie se centra en las andanzas del capitán Malcolm “Mal” Reynolds (Nathan Fillion) y su tripulación de contrabandistas por una galaxia lejana pero muy reconocible. A bordo de la nave Serenity (de la clase firefly o luciérnaga, nombre que recibe por la peculiar forma del motor) se reúne una heterogénea tripulación. La segundo de a bordo, Zoe (Gina Torres) luchó junto al capitán en la llamada guerra de unificación, y mantiene hacia él una lealtad y respeto absolutos. De carácter fuerte y combativo, está casada con Hoban “Wash” Washburn (Alan Tudyk), el alegre piloto de la nave que adora a su mujer por encima de todo y no pierde la sonrisa en ningún momento. Kaylee Frye (Jewel Staite) es la mecánico de a bordo, un auténtico ángel que tiene una palabra tierna de apoyo para todo el mundo y una auténtica manitas con las herramientas y los recambios. Jayne Cobb (Adam Baldwin) es el mercenario de la nave, experto en armas y en el cuerpo a cuerpo supone la contrapartida de Zoe como guerrero. Al código de honor y lealtad que aquella posee, Jayne antepone el provecho personal y la propia seguridad, aunque no por ello deja de tener su corazoncillo y su fibra sensible. Por último tenemos a Inara Serra (Morena Baccarin), una acompañante que pertenece a una de las castas más elevadas de su categoría. Estas “acompañantes” escogen a sus propios clientes entre aquellos que solicitan sus servicios, y es por esa influencia y facilidad de movimientos que el capitán Reynolds permitió que Inara se incorporara con su propio transbordador a la Serenity manteniendo total independencia.
Estos son los tripulantes de una nave que en el primer capítulo de la serie está buscando pasajeros para costear gastos. Como si de un Halcón Milenario se tratara, son tres los recogidos. Los hermanos Tam, Simon (Sean Maher) y River (Summer Glau), huyen de la justicia y darán pie a la subtrama más importante de la serie, que quedará sin resolver al final de ésta. Shepherd Book (Ron Glass) –literalmente pastor del libro- pertenece a una casta de sacerdotes, aunque su identidad, habilidades y disposición parecen esconder algo más que lo que hay a simple vista.
Pese a que el protagonismo es todo lo coral que la duración de los capítulos –unos escasos 42 minutos- permite, es la personalidad de Mal Reynolds la que mejor define Firefly. Fue el último soldado del ejército rebelde en rendirse, en la cruenta batalla del valle Serenidad, junto a Zoe, y desde entonces mantiene su pedacito de libertad a bordo de su propia nave. En ella es el amo, y allí mantendrá una personal idiosincrasia a veces a costa de su propia seguridad o –las más de las veces- tranquilidad. De igual manera, a la hora de aceptar los “trabajos” y de llevarlos a cabo, su peculiar honradez y su sentido de la moral le meterán en más de un atolladero. Igualmente, el cariño que siente por su tripulación –el cual es más que recíproco- convierte a los moradores de Serenity en una suerte de “familia” de parias de la sociedad que solo cuentan los unos con los otros para sobrevivir en un universo hostil. En especial, su relación con Inara se desarrolla de una manera similar a las peleas provocadas por la mutua atracción de parejas tan ilustres como Spencer Tracy y Katherine Hepburn o más recientemente Bruce Willis y Cybill Shepherd.
Con estos personajes Whedon pergeña un excelente decorado en el que desarrollar las situaciones que tanto le gustan: atracción entre personajes, evolución en el carácter de estos, conflictos internos, traumas... Todo ello aderezado con las situaciones de riesgo que el trabajo de contrabandista conlleva habitualmente. Unas líneas argumentales que recorren la serie desde su comienzo y la aparición de los mismos personajes secundarios en varios capítulos contribuyen a crear una cohesión interna que apunta a lo que podría haber sido y no fue, ya que el escaso índice de audiencia de la serie motivó que fuera cancelada abruptamente, dejando sin emitir los tres últimos episodios filmados. Sólo el éxito de ventas de la recopilación de la serie en dvd hizo confiar en Whedon para rematar/continuar la historia en un largo cinematográfico.
Por aspecto y temática, la serie debería verse como una especie de western espacial. Reynolds pertenece al ejercito "sudista" confederado derrotado por la Unión, y prosigue, irreductible, con una labor de rebeldía u hostigamiento al orden establecido mediante su oficio de contrabandista. Un encargo consiste en trasladar ganado, otro en el asalto a un tren, otro más consistirá en defender a un grupo de prostitutas del cacique local (como si de Sin perdón estuviésemos hablando)... Casi todas estas situaciones acaban derivando en duelos al sol al más puro estilo John Wayne. La mayoría de los planetas tienen un aspecto desértico a lo Monumental Valley, mientras que en el vestuario abundan los guardapolvos, el cuero, los cinturones caídos de pistolero y las armas presentan un aspecto donde los colt de cañón largo y las escopetas de cañones recortados abundan en los planetas del borde exterior. En los centros administrativos de los planetas unidos, en las naves de la Alianza se busca un aspecto más sofisticado, limpio y moderno, logrando un acertado contraste entre ambos mundos, separados no sólo geográfica, sino social y económicamente. Si todo lo anterior no fuera suficiente, el score de Greg Edmonson recurre continuamente a guitarras, violines e instrumentos que recuerdan en más de una ocasión al folk más melancólico que podría componer un Carter Burwell inspirado, como el de Muerte entre las flores. En este apartado no podemos dejar de lado la canción que ilustra los títulos de crédito, "Ballad of Serenity", compuesta por el propio Whedon y que comienza así: “Quítame mi amor, quítame mi tierra, llévame donde no me pueda quedar, no me importa, todavía soy libre, no me puedes quitar el cielo”.
Vista la serie completa no entiendo el motivo del fracaso. Los personajes son atractivos, tienen carisma, y apuntaban a más que interesantes desarrollos de sus caracteres. La acción es trepidante cuando la historia lo requiere, o se centra en situaciones cómicas o de relciones interpersonales en capítulos donde lo importante es conocer mejor a los tripulantes de la Firefly. Tal vez haya sido por el carácter "marginal" o diferente de alguno de los personajes, como Zoe (guerrera, fuerte, lleva la voz cantante), Inara (prostituta de altísimo nivel) o Jayne (amoral, egoísta, cínico, y pese a ello, simpático)... al que el público yanqui no estaría acostumbrado. O por el peculiar uso de los efectos especiales, sin mostrar sonido alguno en el espacio de motores o explosiones (como las leyes de la física mandan). En su estreno este mismo fin de semana el film Serenity ha recaudado 10 millones de dolares, 2º en el ranking, frente a un presupuesto de 40 kilitos... Espero que la Firefly sepa remontar en su andadura internacional este traspiés y que un merecido éxito nos brinde la posibilidad de seguir disfrutando de las aventuras del amigo Mal y de su panda de outsiders a bordo de la nave más hermosa de la galaxia...

lunes, octubre 03, 2005

Sketch-busters (II): Rodney Ramos

Una de las cosas que más llama la atención de las Jornadas de Avilés es que, año tras año, diversos profesionales se acercan a ellas, aun sin ser invitados "oficiales". Esto es, el desplazamiento, el alojamiento y la manutención corren de su cuenta. No es extraño ver allí autores que viven en Galicia o en la propia Asturias. Cuando un autor extranjero hace eso, y no uno, sino dos años consecutivos... Cuando dibuja a todo cristo, siempre con una sonrisa y una palabra amable... Cuando es el primero en levantarse y el último en acostarse, y se puede decir que no se pierde una... Pues ese tipo se convierte automáticamente en un PERSONAJE. Os hablo de Rodney Ramos, conocido por su labor como entintador en series como Transmetropolitan, Green Arrow o recientemente la serie de zombies de George Romero para DC. Este dibujo es del año pasado, realizado a las dos de la mañana y con unas vervezas en el cuerpo. Fue el colofón de las jornadas del 2004, el último sketch que conseguimos, y en él se unen dos cosas que me encantan: Spider Jerusalem y los gatos -aunque sean mutantes, je. Se lo debió pasar tan bien que este año se pasó por el Salón del Comic de Barcelona -de nuevo sin contar con el status de invitado- y repitió en Avilés. Esperemos contar de nuevo con él el año que viene.

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