domingo, noviembre 28, 2010

Los Exterminadores: El Apocalipsis de los Insectos

Recordemos parte de la historia. La compañía exterminadora Matabichos emplea un potente insecticida contra plagas, el Draxx, desarrollado por una multinacional con oscuros intereses, la corporación OCRAN. El insecticida, además de provocar peligrosas e imprevisibles mutaciones en los insectos, acelerando su evolución, puede emplearse como una droga altamente adictiva pero totalmente letal para el consumidor. Los efectos de la droga insecticida se dejan sentir tanto en insectos como en humanos, y los trabajadores de Matabichos deben hacer frente a la amenaza que se cierne contra la humanidad en general y sobre ellos muy en particular. Antes de seguir leyendo podéis revisar las entradas dedicadas a Una vida bicha e Insurgencia.

Las mentiras de nuestros padres (Exterminators 11-16)

Investigando sobre los efectos del Draxx, el doctor Saloth Sar descubre ciertas urgencias fisiológicas en su cuerpo que intentará satisfacer contando con los sabios consejos tanto de Nils Peterson como de sus conocimientos sobre plagas y entomología. En el transcurso de una romántica cita en un callejón rodeados de ratas, Sar hablará de su pasado en Camboya y de su trágica historia, una historia incompleta que amenazará con estallarle en la cara cuando un viejo conocido se encuentra con él y quiere recuperarle para una causa que Saloth Sar ya no considera suya.


Mientras tanto, la vida sigue para todos. Henry y Stretch siguen luchando contra plagas de todo tipo (hormigas en un hospital, una piscina llena de ranas) mientras Laura se consolida en el entramado empresarial de OCRAN acercándose cada vez más a su presidenta y Page y Henry estrechan una relación nacida de sus peculiares trabajos (prostituta literaria y exterminador) al tiempo que se conocen mejor. Matabichos cuenta con la incorporación de una nueva trabajadora, la sra. Pérez, cuyo piso infestado liberaron meses atrás y que ahora, con un particular sentido de la justicia, busca venganza contra el mundo de las plagas en todas sus formas, mostrando una entereza y unas ganas de exterminar encomiables para una novata.


La aparición en escena de Cleo Chrone, antigua conexión criminal de Henry James en la cárcel, buscando hacerse con partidas de Draxx con las que traficar, las investigaciones policiales del detective Hunter sobre las muertes relacionadas con Matabichos y una nueva aparición del símbolo egipcio en una mansión de Los Angeles van conformando un escenario cada vez más oscuro y peligroso para Henry, Page y Stretch (el vaquero afroamericano zen), un escenario que cambia radicalmente cuando unas cucarachas centroamericanas, las conocidas como silbadoras entran en contacto con el Draxx...


Fuego cruzado y daños colaterales (Exterminators 17-23)

Ni siquiera una aburrida convención de compañías de insecticida y exterminio de plagas es una reserva india está exenta de peligros. Stretch, Henry y Saloth viajan hasta allí para estar al día de los últimos avances en el gremio, pero se encuentran en medio de una guerra cruzada entre antiguos compañeros y un robo al casino del que serán los principales sospechosos. Stretch tendrá que enfrentarse a los demonios de un pasado demasiado oscuro si quiere salvar su vida y la de sus amigos, aunque por el camino deba enterrar alguno de los esqueletos que acaban de salir de su armario.


De vuelta a casa la situación ha empeorado ostensiblemente. Las noticias de la desaparición de indigentes podrían estar relacionadas con el acelerado proceso evolutivo al que se han visto sometidas unas cucarachas silbadoras, acercándolas peligrosamente hacia un súperespecimen de la conocida como silbadora maya, un insecto que se relaciona directamente con la desaparición de la cultura centroamericana de forma abrupta y silenciosa. La comercialización del Draxx como droga en las calles ha creado notables tensiones entre los camellos y los familiares de los muertos por sobredosis, y esas tensiones amenazan con estaller mientras OCRAN prosigue con sus estrategias comerciales dudosas y recupera un activo de la compañía verdaderamente inaudito: la población de una isla llamada Koribati en la que se experimentó durante décadas. Mientras que ECRON cree usarlos para sus fines los koribatianos parecen tener un conocimiento muy claro de la caja egipcia, de un plan maestro y de algo conocido como Kepheron.


Si la ciudad de Los Angeles siempre ha sido un escenario proclive a cruzar vidas de la forma más inesperada posible, es normal que los exterminadores Henry y Stretch acaben hablando con un traficante de Draxx justo en el momento en que el resucitado CJ, primera víctima mortal del Draxx, y un ejército de silbadoras mayas ataquen el almacen de la droga insecticida. La batalla a muerte por el destino del mundo prosigue y en este nuevo episodio Darwin se revolvería en su tumba al comprobar lo fácilmente que la mano del hombre ha alterado el equilibrio evolutivo acelerando su propia probable extinción.


Hermanos de bichos para siempre (Exterminators 24-30)

Nos quedan dos paradas antes del apocalíptico enfrentamiento final entre hombres y bichos. El recuerdo de un trabajo de exterminio realizado por Henry y Stretch a bordo de un crucero de lujo acaba destapando un Bufé sangriento en el que las más bajas pasiones del ser humano se enfrentan al apetito y al ciclo reproductor de unas preciosamente letales mariposas. Y si alguien dudaba de que nunca conocería el destino de CJ y los motivos tras su regreso es que no pesaba leer un tebeo como Los paletos van al cielo, en el que el repugnante yonki excombatiente de Iraq se pega un garbeo por el panteón egipcio y hace un amigo nada recomendables entre ellos, un tal Kepheron...


El escenario está dispuesto. CJ, apoyado por sus nuevos aliados (X e Y, no querrán que les chafe todas las sorpresas de un tebeo prolijo en ellas) lanza el asalto final contra los únicos que pueden impedir su triunfo final, la plana mayor de Matabichos (Nils, Harry, Stretch y la sra. Pérez) y sus aliados Page y la profesora Wolfe, la anciana investigadora que además de excelente sabueso se revela como estoica y valiente luchadora. La batalla final por la supervivencia tendrá sus heridas de guerra, sus bajas, sus sacrificios inútiles, sus traiciones y una dosis de épica homérica que casi convierte a los exterminadores en guerreros espartanos que se constituyen en la peculiar última línea de defensa que separa a la humanidad de su extinción.


Lo cierto es que pese al buen sabor de boca que me habían dejado los dos primeros tomos de esta serie claramente situada en el contexto del sello Vertigo (altas dosis de sexo, violencia bizarra, escenas repulsivas hasta decir basta), he tardado una eternidad en hacerme con los restantes recopilatorios de la misma, que leí de tirón, de forma compulsiva y con las únicas pausas que me provocaron un par de momentos concretos en los que no supe si atreverme o no a pasar de página. Como creo que ya comenté en su momento, el impulsor del proyecto fue el guionista Simon Oliver, que desarrolló la historia como germen para una posible serie de televisión, aunque acabara desechando la idea por las dificultades que un proyecto así tendría a la hora de rodarse, emitirse y lograr un hueco en el gran público. Una vez plasmado el proyecto como serie de comics, Oliver desarrolló una historia que debería desarrollarse en una cincuentena de números, aunque las ventas no acompañaron lo suficiente y la editorial decidió cerrarla en su número 30.


Aunque la serie cuenta con una conclusión muy bien desarrollada y que cierra todos los cabos de la historia, sí que es cierto que se aprecia una cierta sombra de 100 balas en el planteamiento original de Los exterminadores, presentándonos a nuevos personajes en cada arco argumental, con números independientes que desarrollan su personalidad, trasfondo y relaciones y dando más profundidad a los arcos que desarrollan el argumento en sí mismo. Una mayor extensión de la serie habría permitido desarrollar mejor a personajes secundarios como el traficante o su némesis en busca de venganza, dar mayor peso al detective Hunter (a quien estoy casi seguro se le habría dedicado un jugoso número de desarrollo), a los habitantes de Koribati o incluso a Crowley, el ricachón fundador de Matabichos con tendencias ocultistas cuya sombra planea sobre buena parte del relato pero a quien no terminamos de conocer en ningún momento.

A pesar de ese cambio de planteamiento sobre la marcha forzado por la editorial, hay que reconocer que Oliver hace un trabajo soberbio en el desarrollo de esta historia con ribetes fantásticos, terroríficos y mitológicos ambientada en un entorno suburbano más propio de los personajes de Kevin Smith o Quentin Tarantino. La trama avanza entre conversaciones reveladoras del carácter de cada personaje, golpes de efecto demasiado reales tanto en lo que se refiere a luchas empresariales como a relaciones de pareja o supervivencia en entornos sociales degradados y momentos de acción pura y dura que alcanza cotas de intensidad verdaderamente épicas y brutales en los momentos finales de los arcos Fuego cruzado... y Hermanos de bichos... Antes mencioné el adjetivo homérico, y lo sostengo. El enfrentamiento final acaba siendo planteado como la lucha de unos héroes determinados por las circunstancias que extraen fuerzas y valor de cada átomo de su cuerpo en su enfrentamiento con un enemigo superior amparado por fuerzas místicas de carácter casi divino. Eso sí, en esta particular epopeya el encargado de poner los diálogos habría sido Aristófanes, dado el carácter satírico de muchos de ellos y el saludable y necesario humor negro que impregna una trama que podría haber llegado a ser insoportable de no haber contado con ese matiz.


En el apartado artístico la serie se beneficia de contar no sólo con Tony Moore, cuyo dibujo naturalista y sucio resulta ideal para manejar a las toneladas de bichos que aparecen en escena y reflejar de forma real pero no realista a sus personajes enfrentados a ese horror casi cósmico y connatural con la especie humana. Junto a él encontramos en estos tomos a Darick Robertson empleando su habitual estilo sucio visto y disfrutado en Transmetropolitan y que lo acerca mucho al tono de Moore. Ty Templeton, viejo conocido de un servidor por sus incursiones en la JLI y que últimamente andaba ilustrando los tebeos de la franquicia animada de Batman se hace cargo de tres números que son una verdadera delicia, adaptando su estilo limpio y su narrativa a las necesidades del género negro de Tiroteo en Scatshot y a las de conspiración empresarial y repugnancia máxima en el encuentro con los bichos de El resbalón de Laura. Es una pena que el dibujante no se prodigue más en este tipo de historias. Quizá el momento más flojo a nivel gráfico lo proporciona el entintador Josh Lucas, que dibuja en solitario una historia, Un nuevo Ché, en la que el tono sucio y caricaturesco al mismo tiempo no termina de cuajar.

Dudo mucho que en un futuro próximo Planeta dedique un integral a esta serie, y sí estoy bastante cierto de que en sus librerías más cercanas es probable que pronto aparezcan lotes con la colección saldada o a un precio asequible, y es entonces cuando ustedes deberían permitirse un paseo por un mundo tan atractivo como repulsivo a partes iguales, tan heróico como miserable, tan sensual como crudo en su plasmación de los sentimientos, la violencia y las más altas y bajas pasiones humanas, que es, en el fondo, de lo que habla un tebeo como este, aunque para hacerlo emplee a millones de bichos que no son sino la plasmación de nuestros miedos más atávicos y el aterrador aviso de lo que estamos haciendo a nuestro entorno, sin remordimiento ni conciencia alguna. Hasta que el Draxx se haga realidad y cualquier insecto o animal decida que el hombre ya no es la cima de la pirámide alimenticia sino un snack apetitoso... Les dejo, que voy a fumigar mi casa, sólo por si las moscas, ya me entienden.

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