domingo, octubre 18, 2009

Moon: Paranoia en el lado oscuro de la luna

En un futuro no demasiado distante, la Luna se ha convertido en fuente de aprovisionamiento energético para la Tierra. Los yacimientos de Helio 3 ofrecen una alta rentabilidad por el bajo coste de recolección y la alta capacidad energética que posee. La empresa Lunar Industries es la encargada de desarrollar esas labores de prospección, y para ello han construído una base en la cara oculta de la Luna. Desde allí, un operario se encarga de recoger los contenedores repletos de Helio 3 que gigantescas máquinas recolectoras van extrayendo de la superficie lunar. Esos contenedores son enviados a la Tierra periódicamente en lanzaderas. El trabajo, monótono, repetitivo y no exento de peligro es desarrollado por ese único operario en turnos de tres años.


En los compases finales de su turno de trabajo encontramos a Sam Bell (Sam Rockwell), a punto de regresar a la Tierra. El aislamiento y la añoranza de su mujer Tess (Dominique McElligott), con la que únicamente puede mantener videoconferencias grabadas en diferido debido a un fallo en el satélite de comunicaciones van sumiendo al trabajador en un estado mental cercano a la confusión y a la paranoia. El único compañero de Sam en la estación lunar Sarang es el computador Gertie (Kevin Spacey), encargado de mantener los sistemas a punto y ayudar en la medida de lo posible a su apoyo humano. A medida que el deterioro físico y mental de Sam se va acentuando conforme se acerca su fecha de partida, la incertidumbre sobre si finalmente podrá regresar a casa y el miedo a no volver a ver a los suyos hacen mella en el trabajador y convierten su situación en algo totalmente inestable e impredecible.


Moon, película rodada con un presupuesto escasísimo (unos cinco millones de dólares), medios de producción tradicionales (maquetas, transparencias) y dos actores sobre los que recae el peso dramático del film (Rockwell y Spacey) supone el triunfal debut como director de Duncan Jones. Hijo de David Bowie, graduado en filosofía y con estudios de dirección de cine en la London Film School, Jones concibe esta historia como una minimalista pieza de ciencia ficción filosófica, concepto que sería desarrollado por el guionista Nathan Parker. Para plasmar una historia tan contenida y centrada en un par de personajes Jones recrea a la antigua usanza un entorno gris y ceniciento, cubriendo de polvo lunar los vehículos de prospección y creando unos interiores inmaculados con abundantes dosis de iluminación blanca. En el centro de todo ello, dos hombres y una máquina.


Seré más vago -por menos concreto, ojo, no por perezoso- de lo usual en esta reseña porque me niego a desvelar el primer gran giro argumental del film, a partir del cual de desarrollará ya toda la película y permitirá plantear no pocas dudas acerca de la identidad del individuo y las características que nos hacen personas humanas a todos y cada uno de nosotros. Sólo resaltaré un par de puntos que me llamaron poderosamente la atención. El primero de ellos es la habilidad de Jones para manejar una historia con tan pocos actores en danza y no caer ni por un momento en el aburrimiento. Con un ritmo lento, pero inexorable -la trama se desarrolla en poco menos de un par de días- somos testigos de las peripecias y miserias que sufre Sam Bell a lo largo de todo el metraje, y nos sentimos plenamente identificados con un currito como él, como nosotros, un tipo explotado por sus superiores que analizan la situación en base a los gastos provocados por tal o cual factor y basan sus decisiones sobre un asunto en aquello que provocará menor coste a la compañía. El segundo factor que quiero destacar es el tono empleado para narrarnos el periplo de Sam Bell. Alejándose de modelos previos con los que presenta algunas similitudes -como 2001, Atmósfera Cero o Alien- y evitando casi por completo clichés del cine de género más orientados a la acción o al terror, Jones y Parker nos presentan una historia de decisiones personales, de añoranzas y anhelos que, aún incluso en el filo del precipicio encuentra una salida para sus actores, una opción de humanidad escogida en el peor trance posible. En este sentido, Moon es una película hondamente humanista y optimista en su planteamiento y resolución, algo que servidor agradece en tiempos más propicios para el nihilismo o el exhibicionismo de fuegos artificiales.


A todo lo anterior tenemos que sumar la prodigiosa interpretación de sus actores principales. Por un lado tenemos a Sam Rockwell como el trabajador cosmonauta Bell, uno de los tipos más interesantes que pululan por la industria a día de hoy, capaz de dignificar con su desvergonzada presencia bodrios infumables de la categoría de Los Ángeles de Charlie o echarse encima el peso dramático de toda una película como en el caso de las interesantes Confesiones de una mente peligrosa, Asfixia o esta Moon en la que da un recital de interpretación sin excesos ni histrionismos. La voz calma y atonal de Kevin Spacey da vida al otro gran personaje de la película, Gertie, cuyas palabras sirven de hilo conductor a la trama y que están ilustradas por oportunos emoticonos que confieren emoción y trascendencia a las frías palabras de la computadora. Por desgracia, para disfrutar de esto último tendremos que esperar a la edición en dvd y disfrutar de la versión original de una película que merece no uno, sino varios visionados.


Con un estreno reducido en nuestro país, frente a los cientos de copias de, pongamos G-Force en la que Rockwell también participa, Moon ha sido una de las sorpresas cinematográficas de la temporada, acreedora de críticas positivas por doquier y premiada en el reciente festival de Sitges con los premios a mejor película, actor, guión y diseño de producción. Todos estos aspectos han sido ya comentados previamente, pero no quiero dejar de citar la excepcional labor del compositor Clint Mansell, habitual de Darren Aronofsky y autor de la melodía de Requiem por un sueño, empleada en decenas de trailers que quieran transmitir el agobia y la desesperanza que la tonada transmite. En Moon encontramos a un Clint Mansell minimalista, tranquilo, que juega con las melodías de una nana o que refleja la melancolía del personaje cada vez que examina sus recuerdos, ofreciendo el contrapunto perfecto para una historia humana y humanista que, según todos los inicios, será la primera parte de una trilogía lunar que Jones tiene planeado realizar. Difícil tarea será la de superar la calidad lograda con este debut cinematográfico, aunque vistas las muestras de talento y sensibilidad no creo que sea tarea imposible.

6 comentarios:

Bruce dijo...

Aquí sólo ha durado una semana en cartelera, y no me ha dado tiempo...

Mirims dijo...

A mi me pareció un poco rollo la verdad

Plissken dijo...

Bruce, tuvimos que acercarnos a Alicante porque en Elche tampoco se estrenó, pero vamos, que mereció mucho la pena.

Plissken dijo...

Mirims, a mì me dejó encantado. Me das un poco de camaradería y optimismo final y me alegras el día. Ahora a ver si puedo ver Distrito 9...

Mirims dijo...

distrito 9 me encantó. Fui a la única del grupo que fuimos al cine que salió contentisima.
Va a ser que soy rarita.

Jaime Sirvent dijo...

No la he podido ver, entre que ando fatal de tiempo y de pelas, y además tengo el examen ahí..., pues en fin, que no está la cosa para ir al cine. Magnífica reseña caballero.

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