viernes, julio 20, 2007

Susurros de muerte, taxistas y Kevin Bacon

El año 1974 se estrenaba la película Death Wish, protagonizada por un Charles Bronson cuya carrera llevaba languideciendo unos cuantos años en western de serie B europeos y dirigida por el competente artesano Michel Winner. Bronson interpreta al arquitecto Paul Kersey, el cual ve cómo su idílica existencia vuela por los aires cuando una banda de maleantes irrumpe en su casa. Ante la falta de dinero los angelitos golpean hasta la muerte a su esposa y violan salvajemente a su hija, que queda catatónica por el trauma de la agresión. Ante un sistema de justicia ineficaz y unas fuerzas del orden incapaces de afrontar la creciente criminalidad, Kersey decide erigirse en juez, jurado y verdugo e impartir una justicia expeditiva a los que sabe culpables de la agresión sufrida por su familia. Pese a lo escabroso del argumento, lo abiertamente reaccionario del mensaje y la violencia seca de muchas de sus imágenes, Death Wish es un film con personajes de carne y hueso que reaccionan de una forma justificada (que no realista) ante los acontecimientos que les ha tocado en desgracia vivir.


Dos años después el talento de tres personas ofrecería una vuelta de tuerca lúcida e hiperealista a un fenómeno que iba cobrando vigencia en la sociedad norteamericana: el de la insatisfacción con las autoridades, la desconfianza ante la coyuntura social y el convencimiento de que nadie mejor para impartir verdadera justicia que uno mismo. El libreto de Paul Schrader, la dirección de Martin Scorsese y la interpretación de Robert de Niro convirtieron Taxi Driver en una carga de profundidad dentro de la industria del entretenimiento al tratarse más que del retrato de un vigilante antiheroico de la disección de toda una época presa de sus traumas y sus neurosis. Travis Bickle es un veterano de Vietnam con serias secuelas mentales que trabaja en el turno de noche como taxista. Aislado de la sociedad que le rodea, con graves problemas para relacionarse sentimental o laboralmente con las personas de su entorno, la psicosis de Bickle oscilará entre la comprensiva Betsy (Cybill Shepherd), activista en la campaña de reelección de un senador y la prostituta adolescente Iris (Jodie Foster). El rechazo final de ambas será el detonante para un estallido incontrolado de violencia que llevará a Travis al límite convirtiéndole –dentro y fuera de la pantalla- en todo un mito para la decadente y adormilada sociedad de finales de los setenta, convulsionada por crisis económicas y políticas pero incapaz de reaccionar ante el devenir de los acontecimientos.


Entre una y otra películas hay enormes diferencias a la hora de retratar un tipo concreto, el del justiciero. Si Death Wish propone que cualquiera puede ser empujado por la tragedia a esa tesitura, Taxi Driver hace hincapié en los problemas mentales que convierten a una persona en un inadaptado al margen de la sociedad. Entre ambos polos osciló la imagen del “vigilante”, tema recurrente que se apoderó del imaginario cultural yanqui durante los años 80 como sólo podía ocurrir en una sociedad que había girado su orientación hacia el conservadurismo exacerbado de la era Reagan. Paul Kersey no reaparecido hasta el año 82, momento del estreno de Death Wish II (a la que siguieron tres secuelas más y varios films en los que Bronson ya no hizo otra cosa más que poner cara de póker mientras disparaba hasta por la espalda a maleantes de todo tipo), pero la década ya estuvo en manos de Stallone (Rambo II y III, Cobra), Schwarzenegger (Ejecutor, Commando), Chuck Norris (ejem, me niego a escoger un título por temor a recibir una de sus famosas patadas giratorias), Robert Ginty (Exterminador I y II) o Steven Seagal (Por encima de la ley, 1988, fin de fiesta y cambio de generación). Ofreciendo una mirada más crítica y reflexiva al fenómeno podríamos citar Impacto súbito o El principiante de Clint Eastwood -siendo la segunda una crítica mordaz e irónica a los papeles de poli duro interpretados por el actor durante más de 20 años y de los que parecía querer despedirse-, Curso 1984, Los jueces de la ley o Zona de guerra: el parque, donde se busca dar una mayor profundidad a las posibles motivaciones de sus protagonistas y donde la violencia lejos de ser glorificada no hace sino conducir a los que la ejercen a auténticos callejones sin salida de los que es imposible escapar.

Y toda esta disgresión simplemente para comentaros que a finales de agosto se estrena en los USA el film Death Sentence. Dirigido por James Wan (director de la única franquicia de terror establecida en los últimos años con resultados aceptables en cuanto a calidad, tanto del original como de las aceptables pero alimenticias secuelas: la de Saw) e interpretado por Kevin Bacon y un casi desaparecido John Goodman, seremos testigos de la desgraciada peripecia vital de John Hume (Bacon), padre abnegado que hará todo lo posible por llevar ante la justicia a los asesinos de su hijo y proteger a su familia en lo posible durante el proceso. Con una pinta brutal, el trailer oscila entre la peripecia argumental de Death Wish y el poso nihilista, pesimista y desesperanzado de Taxi Driver. Veremos a la sombra de que vigilante se cobija Sentencia de muerte

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