jueves, enero 31, 2008

La carretera: Las frías cenizas de un mundo agonizante

Un hombre de mediana edad y su hijo preadolescente se dirigen al sur en busca de un mejor clima y condiciones de vida más saludables. Hasta ahí nada extraño, salvo que el mundo en el que viven está situado en un futuro indeterminado que ha sido devastado por un cataclismo no revelado al lector que ha diezmado la vida animal sobre el planeta, cubriendolo todo de una perenne ceniza que vuelve gélido el clima e irrespirable el aire. Padre e hijo luchan minuto a minuto por seguir andando hacia un hipotético "algo" mejor que todo lo que van dejando detrás, buscando alimento y combustible para calentarse desesperadamente entre los restos de la civilización que, como una cruel burla, recuerdan al hombre el mundo que fue y que nunca podrá llegar a explicar a un muchacho que sólo ha conocido la desolación, la soledad y la ceniza. Por el camino deberán proveerse de los mínimos elementos necesarios para la supervivencia y esconderse al mismo tiempo de las bandas organizadas de saqueadores antropófagos y de los caminantes solitarios como ellos mismos que pueden poner su supervivencia por encima de la de desconocidos. Mientras que una enfermedad pulmonar va devastando la salud del padre el muchacho irá perdiendo la escasa inocencia y esperanza que pudiera conservar en un mundo de seres perdidos incapaces ya de confiar en sus semejantes. Aunque el camino les deparará algunas sorpresas agradables para padre e hijo, "cada uno de ellos el único mundo del otro", ese gris eterno que domina el mundo les hará dudar en más de un momento de si algún día llegarán al final del camino y si tomaron la decisión correcta cuando decidieron seguir adelante en un mundo muerto.



Un servidor se queda sin palabras ante un libro como este. Ni intentaré hacer una critiquilla como suele ser habitual en mi, pues leer a McCarthy le hace sentir a uno, frustrado proyecto de escritor, como el analfabeto literario que realemente es. El estilo de Cormac McCarthy es seco, conciso, cortante como un cuchillo. Se pasa por el forro una convención tan establecida como de estructurar el diálogo con guiones e indicando en todo momento al interlocutor y su estado de ánimo. Y a pesar de esto, padre e hijo nos llegan al alma con unas conversaciones que reflejan esa soledad que les rodea, ese necesidad de sentirse "los buenos", la constatación permanente de su mutuo amor y el insoportable temor de perder al ser querido. La novela carece de capítulos, y la historia se va estructurando en párrafos de diversa extensión que, a modo de capítulos, desgranan de modo minimalista esta historia terrible sobre un fin del mundo tan posible como cualquier otro, tan inhumano como el que más. Parece mentira la cantidad de adjetivos asimilables al color gris y a la materia cenicienta, presentes a lo largo de toda la narración como elementos perennes de ambientación apocalíptica. En ese paisaje la figura humana no puede más que adoptar dos roles, el de verdugo o el de víctima que debe evitar a toda costa a los primeros para seguir muriendo poco a poco, día a día, entre el frío, la ceniza, la soledad y la locura. Poco a poco el lector va identificándose cada vez más con los protagonistas del libro, con ese padre que es capaz de cualquier cosa con tal de mantener a su hijo a salvo, y con ese muchacho que sufre en silencio la pesada carga de saberse el motivo último de la marcha que está acabando con la vida de su padre, al que no quiere perder bajo ningún concepto aunque a veces no le perdone algunas de las decisiones que deberá tomar para proseguir adelante. Las últimas 30 páginas del libro se leen en un suspiro entrecortado, cada página un obstáculo que el lector superará avidamente con tal de llegar al final del libro y descubrir si estos seres seguirán manteniendo su bondad y su humanidad hasta el final, si seguirán siendo "los buenos" en un mundo en que la bondad, aparentemente, perdió significado y presencia entre sus gentes en el mismo momento en que la civilización (esa pantomima repleta de crueles contrastes que llamamos mundo moderno) murió y un nuevo mundo lunar emergió de las cenizas de la devastación.


La favorable acogida de la novela entre crítica y público ha hecho surgir rumores sobre una posible adaptación al cine, que con un director adecuado y evitando a toda costa clichés hollywoodienses (que ya se aventuran si tenemos en cuenta la posible contratación de Charlize Theron para un papel que en la novela ocupa, aproximadamente, tres páginas) podría resultar una experiencia fílmica tan asombrosamente estremecedora como la que al parecer los hermanos Cohen han realizado con ayuda de Josh Brolin, Tommy Lee Jones, Woody Harrelson y Javier Bardem en otra adaptación cinematográfica del maestro McCarthy, No country for old men.

2 comentarios:

Pablo dijo...

Sólo te hago un par de anotaciones:
1) ¿Seguro que se dirigían al sur? Yo siempre tuve la sensación de que viajaban a la costa Oeste :D

2) La adaptación ya está en fase de preproducción, y Viggo Mortensen será el padre. En imdb tienes los datos: http://www.imdb.com/title/tt0898367/

Plissken dijo...

Yo visualicé el viaje en diagonal, en dirección SE o SO hacia el oceano, pero como el amico McCarthy busca el hermetismo casi absoluto no estoy seguro :D

Y además de Viggo -que no estaría mal- me gusta mucho más otra opción que se ha barajado últimamente, la de Guy Pierce, que da perfectamente el papel. O Christian Bale. Con tal de que respeten el material, podrían poner a cualquier actor y aun así ofrecer una experiencia fílmica acojonante.

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