martes, enero 22, 2008

Viaje a Darjeeling: El tren de la vida de los hermanos Whitman

Los hermanos Whitman llevan un año sin hablarse, concretamente desde el funeral de su padre, cada uno de ellos inmerso en su propio mundo y afrontando a su modo las consecuencias de esa pérdida y sus diferentes problemas familiares, laborales y emocionales. Jack (Jason Schwartzman) intenta mantener su carrera como escritor al tiempo que busca salvar lo que pueda de una relación sentimental autodestructiva con Natalie Portman. Esto se revela al espectador en el corto que sirve de prólogo al film, Hotel Chevalier, y que nos muestra a un lacónico y perplejo Jason Schwartzman que se ha refugiado en un hotel parisino intentando huir futilmente de su ex, que le perseguirá sólo para volver a dejarle cuando a ella le venga en gana, sin preocuparle el estado emocional en que pueda quedar Jack o la incapacidad de éste de superar una relación condenada al más absoluto de los fracasos. Corto minimalista y fascinante con apenas diálogo, punteado por la canción de Peter Sarstedt Where do you go, my lovely? (que más adelante se repetirá en el film propiamente dicho) y que nos ofrece a una Natalie Portman en todo su esplendor.



Peter (Adrien Brody) comenta sin demasiado entusiasmo la noticia sobre su próxima paternidad y habla sin ilusión sobre su matrimonio, una relación que él mismo confiesa pensaba que acabaría en divorcio pero que no termina de romperse, todo ello mientras se aferra como si de reliquias o amuletos se tratase a los objetos pertenecientes a su difunto padre que ha "rescatado" del hogar familiar. Francis (Owen Wilson, actor fetiche de Anderson que repite con él por tercera vez) por su parte intenta superar las secuelas físicas y emocionales de un accidente de motocicleta que le ha tenido al borde de la muerte y que le ha hecho replantearse el progresivo distanciamiento que ha surgido entre los hermanos a raíz de la incapacidad de asumir la muerte de su padre y afrontarla adecuadamente (lo que se nos muestra en un flash-back imbricado en la película y que podría constituir un corto en sí mismo, que cuenta con la presencia del director alemán Barbet Schröeder). Para solucionar esa desintegración del núcleo familiar Francis organiza un road trip por la India en busca de una presunta iluminación espiritual que les vuelva a unir como hermanos, aun cuando su verdadera intención sea la de encontrar a su madre (Anjelica Huston, madre espiritual del cine de Anderson que suele desempeñar papeles clave en sus cintas), misionera en un monasterio de la zona. Estos tres personajes huyendo de sí mismos y de sus circunstancias iniciarán el viaje como turistas en busca de los tópicos típicos que impregnan la visión occidental de la India: superficial trascendentalidad espiritual en base a rituales de pega, visita a lugares exóticos convertidos en poco más que atracciones turísticas y distanciamiento respecto de las gentes y las verdaderas costumbres del país. Muy a pesar de los Whitman las situaciones rocambolescas, la relación con diferentes personajes a lo largo de la geografía india y sobre todo la propia reflexión sobre sí mismos, sus sueños convertidos en decepción y sus pérdidas convertidas en rencor les ayudarán a encontrar mucho más de lo que en un primer momento fueron a buscar al país.



Este film supone el cuarto estudio de Wes Anderson sobre la condición humana, tras Academia Rushmore, Los Tenenbaum y La vida acuática, todas ellas auténticos dramas humanos aderezados por melancólicos momentos de humor que ayudan a digerir historias tan tristes como reales en su reflexión sobre el hombre y el modo en que enfrenta el mundo que le rodea, ya sea el fracaso académico y el despertar sexual (Rushmore), la vejez y la soledad (Tenenbaums) o el fracaso y, de nuevo, la vejez (Life aquatic). En todas esas películas las relaciones sentimentales condenadas al fracaso y las difíciles relaciones familiares entre diferentes generaciones de un mismo clan o incluso entre hermanos ofrecen una mirada triste y desencantada sobre el amor y la familia, lejos de las visiones adulcoradas sobre esos temas que el cine comercial suele ofrecer y ciertamente más próxima a lo que en realidad suele suceder en la vida real. En este caso la falta de comunicación y confianza entre hermanos, las rencillas absurdas sobre a qué hijo prefería el padre ausente o la búsqueda de la madre desaparecida para recuperar la ternura y el amor materno son los elementos que vehiculan este particular viaje iniciático por un paisaje peculiar no visitado a menudo por el cine y con posibilidades visuales tan atractivas como coloristas, plenamente explotadas por el director. Esta devoción por el paisaje y la cultura indias más allá de la búsqueda superficial de dar "color local" a la ambientación de la película se aprecia desde la minuciosidad con que nos enseña algunas costumbres locales (religiosas y gastronómicas), al cariño y sensibilidad con que filma a las gentes del país (todos los planos rodados en la aldea reflejan una sencillez y una autenticidad asombrosas que llegan a su clímax en la emotiva escena de despedida, ¡y no he entrado en detalles reveladores, ojo!) o el empleo para la banda sonora de temas compuestos por músicos indios para films locales.



Además de esa magnífica ambientación tengo que decir que la elección del tren como metáfora de la vida y elemento simbólico como vehículo de la historia que quiere contar me parece absolutamente maravilloso, por poco pretencioso y completamente acertado, pues a nadie se le escapa el carácter simbólico del tren en la película ya desde la primera secuencia del film, con el hombre de negocios (Bill Murray) intentando subir al Darjeeling Limited al igual que Peter Whitman. Los travelling laterales que muestran los compartimentos del tren son un recurso muy querido a Anderson, que ya lo empleó con acierto en Life Aquatic para mostrarnos el interior del barco de Steve Zissou, y que aquí sirve para reflejar el complejo microcosmos existente en el interior del tren -y por extensión quizá reflejo de la propia sociedad india- y las relaciones que se establecen entre sus diferentes ocupantes. Avanzado ya el metraje, y en un momento sumamente revelador y HERMOSO, los melancólicos compases de la canción Play with fire de los Rolling va acompañando a todos los personajes que han intervenido en el film -en la vida de los protagonistas- mostrándoles como viajeros en el tren de la vida en el que cada uno ocupa un espacio concreto, un compartimento. Finalmente, otro plano sencillo en su mensaje, hermoso en su concepción y cargado de significado -e igualmente acompañado por un impresionante tema musical, en este caso de The Kinks- resuelve el viaje físico de los Whitman por tierras indias a la vez que ilustra el fin del viaje espiritual de Francis, Jack y Peter y el modo en que afrontarán su futuro desde el momento en que decidan seguir la marcha y dejar atrás las infantiles rencillas, los miedos y las inseguridades que afrontaban a diario en su vida adulta.



Soy incapaz de hilar mejor las reflexiones que me sugiere una película tan fascinante y absorbente como esta -como el cine de Anderson en general-, que disfruto con una sonrisa triste en los labios y recuerdo al tiempo de haberla visto con nostalgia, como si yo mismo me sintiese parte de esa peculiar, disfuncional y entrañable familia cinematográfica que Wes Anderson nos viene presentando en el extraño y fascinante album familiar en que está convirtiendo su filmografía.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

De friki a friki:

NO vayáis a ver "Los crímenes de Oxford".
No.
NO.
Ya os contaré que tal Expiación...

Por cierto, el otro día fuimos Mark y yo a comer al italiano de Avilés y yo pedí los tallarines que vienen en forma de pato galáctico asesino, y me acordé de vosotros.

milo dijo...

Y el té Darjeeling de Twinings está que te cagas.
Y Leonor Watling tb :)

Plissken dijo...

Irma, ese plato está buenísimo, y es un clasico de las noches avilesinas. El año que viene repetiremos ¿no? ¡Un abrasooo!

Por cierto que a los Crimenes de Oxford no creo que vayamos. Tengo un par de pelis pendientes y tampoco me llama demasiado. Eso sí, y como comenta Raúl, me han dicho maravillas de Leo Waitling y sus "marrrlangos" ;D

Plissken dijo...

Raúl, bien bueno que está esa variedad de te, si señor. Y ya no hablemos de Leonor, jejejeje.

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