jueves, julio 30, 2009

Aquellos maravillosos años: El secreto de la pirámide. La aventura de mi vida

Antes de una vida llena de aventuras, tuvieron la aventura de sus vidas...


En medio de las ajetreadas y nevadas calles de la City londinense un coche de caballos deposita al joven Watson (Alan Cox) frente a la Academia internado Brompton. Tímido, rechoncho y con gafas Watson pronto conoce al que va a ser su compañero más cercano en el lugar, un estudiante extremadamente dotado e intuitivo pero con fuerte temperamento de nombre Sherlock Holmes (Nicholas Rowe). Ha nacido una amistad que asombrará al mundo.


La vida en el lugar se reparte entre aburridas clases en las que ambos deben aguantar las pullas y bromas del repelente Dudley (Earl Rhodes) y su camarilla y las actividades extraacadémicas que Holmes desarrolla junto al profesor Waxflatter (Nigel Stock) y su sobrina, la hermosa Elizabeth (Sophie Ward), por la que Holmes siente algo más que una gran amistad y cuya serenidad y cariño centran en gran medida el carácter del muchacho. Los excéntricos experimentos del viejo profesor Waxflatter le han granjeado una reputación próxima a la chifladura, y probar aeroplanos de madera y tela o desarrollar fórmulas malolientes -algo en lo que Holmes le secunda de forma entusiasta- no contribuye a alejar las sospechas sobre su competencia. El único otro profesor por el que Holmes siente admiración y respeto es el maestro de esgrima, Rathe, con el que mantiene una sana rivalidad deportiva.



Una serie de bizarros asesinatos se están produciendo en la ciudad, y las víctimas son personas de sobrada reputación que repentinamente sufren bizarras visiones y ataques de locura que finalizan con su muerte. La policía está desconcertada, y el detective Lestrade (Roger Ashton-Griffiths) de Scotland Yard no tiene pista alguna. Uno de esos ataques se produce sobre Waxflatter, que muere en brazos de su pupilo Holmes pronunciando unas enigmáticas palabras, Eh-tar. Expulsado de la escuela y con la firme decisión de hallar a los culpables de la ola de crímenes Sherlock Holmes decidirá empeñar todo su talento y sus dotes de observación en la resolución del misterio.





Las conexiones de Waxflatter con antiguos compañeros de exploraciones y una visita a un almacén en la zona portuaria en la que Elizabeth, Holmes y Watson se adentran inconscientemente desvela una aterradora verdad. En Londres existe una secta egipcia milenaria que está embalsamando en vida a muchachas mediante un elaborado ritual, conservándolas en cera para la eternidad. El trío es descubierto y perseguido por un cementerio en mitad de la noche. La situación se torna desesperada para Holmes cuando la policía no atiende a los resultados de su investigación y Elizabeth es secuestrada por miembros de la secta para concluir un ritual que culminará una venganza gestada a lo largo de treinta años. El valor y la decisión de Holmes y Watson serán vitales para resolver la situación, aunque dejará en ellos una dramática e indeleble huella que les acompañará a lo largo de toda su vida.


No abandonamos 1985, año de producción de Regreso al futuro, Exploradores, El club de los cinco, Los Goonies o Lady Halcón, para que vean ustedes el nivel medio al que podía aspirar un chaval que quisiera ir al cine a ver una película que le divirtiera y le hiciera soñar. La explicación básica de porqué el cine de entretenimiento juvenil de aquel momento ofrecía una calidad contrastada resulta tremendamente sencilla y aterradoramente transitoria: esas películas se ponían en manos de escritores competentes que no insultaban al público, de directores con cierta trayectoria y solvencia capaces de contar una historia y en muchos casos la mano firme de un productor como Steven Spielberg o sus delegados Frank Marshall y Kathleen Kennedy, capaces de garantizar un mínimo en cuanto a calidad. Bodrios los hubo, eso es indudable, y la repetición de esquemas y secuelas varias acabaron degenerando en películas como Mis maravillosos aliados, Cocoon 2, Cortocircuito 2 y un largo etcétera.


Centrándonos en la película que hoy nos ocupa, nos encontramos con un equipo de primer orden, y eso se nota desde el primer momento. La película fue producida en el seno de Amblin Entertainment, la productora creada por Steven Spielberg para desarrollar películas de índole familiar y que desde el primer momento acogió a una serie de directores que pudieron desarrollar sus propios proyectos en un ambiente propicio para ello. A lo largo de los años han desarrollado allí sus proyectos directores como Joe Dante, Robert Zemeckis, Joe Johnston, Martin Scorsese, Richard Donner, Don Bluth o Barry Sonnenfeld, además del propio Spielberg. En los créditos además aparecen los anteriormente mencionados Marshall y Kennedy, o Henry Winkler, también director él mismo, aportando su control y entusiasmo a un proyecto especialmente cuidado.


El encargado de firmar el libreto es otro viejo conocido de esta sección, Chris Columbus, que pronto pasaría a desarrollar tareas de director y productor en detrimento de una carrera como guionista que cuenta con joyas iniciales difícilmente superables como Gremlins, Los Goonies o este Joven Sherlock Holmes que sitúa el primer encuentro entre Holmes y Watson veinte años de los sucesos narrados por Sir Arthur Conan Doyle en Estudio en Escarlata. Pese al carácter eminentemente apócrifo del guión y a estar narrando sucesos completamente nuevos, Columbus respeta extremadamente a sus personajes y no sólo no los sitúa fuera del canon establecido sino que muchos de los acontecimientos de los que el espectador será testigo prefigurarán la figura del detective que todos conocemos, como es el caso de sus sempiternas pipa, capa y gorra o esa melancólica soltería y soterrada misoginia que le acompañarán a lo largo de toda su vida.


Al frente del timón se colocó el director Barry Levinson, cuya trayectoria hasta el momento le situaba en películas intimistas y con vocación de prestigio, como eran Diner, un relato de madurez generacional ambientado en los años 50, y la adaptación de El mejor (The Natural) de Bernard Malamud, una historia de redención épico deportiva que aún hoy me pone la carne de gallina cada vez que la veo y cuyo home run final ha sido homenajeado e imitado en varias ocasionas. Con esos antecedentes tenemos a un director capaz de presentar a sus personajes con cierto detalle y cariño y al mismo tiempo con los suficientes recursos como para emocionar al espectador implicándolo en la trama. Tanta importancia tienen en El secreto de la pirámide las escenas de presentación de cada personaje, algunas de ellas un ejemplo de como avanzar elementos de la trama sin destripar el argumento ni resultar excesivamente obvio, como las trepidantes secuencias de espectáculo o de acción trpidante, rodadas con una maestría dignas del propio Spielberg en su saga arqueológica. Así, la caza del tesoro en la escuela refleja las dotes deductivas de Holmes, la devoción de Watson y el cariño de Elizabeth al tiempo que su rivalidad con Dudley y el estatus de cada personaje dentro de la escuela en apenas tres minutos dinámicos y sin pausa, para luego demorarse en una maravillosa escena en la que la muchacha se despide de Holmes desde una ventana escribiendo en el cristal un sentido mensaje para Sherlock. Son tiempos distintos que puntúan una relación de amistad y cariño muy sincera y profunda, vital y necesaria para que nos afecte el futuro devenir del relato. Y qué decir de las escenas de acción, desde la primera visita a la Pirámide del Miedo (el otro título por el que es conocida la película) y la huida por el cementerio con pesadilla alucinógena incluida, hasta uno de los clímax más intensos que he podido disfrutar en un cine, emotivo, emocionante y dramático a partes iguales al que volveré más adelante. El Londrés que Levinson nos muestra es brumoso, tenebroso, sucio, y rodeado de un onirismo atemporal mágico que ha influido en producciones recientes, como la saga de Harry Potter, cuyo Londres oculto es muy similar a este decimonónico en el que Holmes y Watson corrieron sus primeras aventuras.


Dos últimos apuntes antes de ocuparme de los recuerdos inolvidables que esta película me produce. El primero es ensalzar una prodigiosa partitura escrita por Bruce Broughton, compositor versatil que alterna las dulces y evocadoras melodías de flauta con fanfarrias de viento y cuerda que realzan la intensidad de la acción y unos estremecedores coros para ambientar las ceremonias de embalsamamiento que recuerdad poderosamente a los cantos del Carmina Burana de Carl Orff. Recientemente pude conseguir la edición completa de la banda sonora, dos discos que te introducen de lleno en la película y que te hacen revivir las inolvidables imágenes que acompañaron en su momento. Y ya para acabar con el apartado técnico, querría destacar el impresionante avance en el campo de los efectos especiales que supuso esta película, pues en ella aparece el primer personaje enteramente digital, y en la base de ese desarrollo encontramos al futuro director de Toy Story y padre fundador de Pixar, nada menos que a John Lasseter.


¿Qué puedo añadir? Esta película es mágica para mí como pocas, por diversas razones. En primer lugar, soy un rendido seguidor del personaje canónico y he leido varias veces las obras completas de Sherlock Holmes escritas por Arthur Conan Doyle. En concreto Estudio en Escarlata me resulta fascinante, tanto la parte ambientada en Londres como el largo relato en flash-back ambientado en las comunidades mormonas estadounidenses que desvela las motivaciones del asesino. Así pues, el poder disfrutar de unos Holmes y Watson juveniles viviendo una peripecia llena de aventuras fue un verdadero placer que además, lejos de poner en solfa o actualizar al personaje lo hacía encajar con el canon, respetándolo en todo momento más allá de forzar un primer encuentro que no se produciría hasta dos décadas después, por lo menos.


En segundo lugar, dado mi carácter tímido, reposado, dado a la lectura, con un ligero exceso de peso -ejem- me hizo identificarme hasta límites insospechados con el típico secundario cómico de aquellas películas. Que si Gordi, que si Wolfgang... Entenderán que el Watson patoso, fascinado por su inteligente amigo y algo enamorado de la hermosa Elisabeth me tocara de lleno y botara en el asiento cada vez que el muchacho salvaba el día en el trepidante rescate de la pirámide. Hasta la escena de los pastelitos en el cementerio me resultaba aterradoramente familiar.


Y llegamos a la parte del león, a lo difícil, y es que esta película como pocas me lleva a un paraíso perdido imposible de recuperar. Recuerdo que acudí a verla con mis tíos y primos al cine de verano que había al lado de casa. Como ya les comenté la semana pasada, desde la terraza de mi edificio se veía perfectamente la pantalla y, dependiendo del viento, la película se escuchaba mejor o peor. En el caso de El secreto de la pirámide preferimos verla pagando entrada, llevando nuestros cojines para paliar la incomodidad de las sillas metálicas habituales en este tipo de cines hoy casi extintos en detrimentos de multisalas de centros comerciales, y con una considerable ración de pipas y chuches. El cine estaba lleno, y la audiencia estaba encandilada por la película, arrobada. Ni niños corriendo, ni charlas molestas, ni gracietas absurdas. Todo el mundo viendo la jodida película. Lo que nunca olvidaré es que en el tramo final, durante la pelea en los muelles comenzó a llover. Al ser un cine descubierto la gente estaba expuesta al fino pero molesto chaparrón de verano. Pues sólo unos pocos corrieron a refugiarse debajo de algún tejadillo o alerón. El resto del público permaneció impertérrito, con la mirada fija en una pantalla descascarillada en la que un muchacho desesperado luchaba con rabia contra el que consideraba su mentor y amigo. Eso es lo que llaman la magia del cine, y es lo que quizá más me duele que se haya perdido. No tanto la calidad de la película sino la candidez y la pasión de la mirada del espectador. Por cierto, que El secreto de la pirámide, como pocas cintas, ejemplifica el porqué de quedarse hasta después de los créditos, no sea que se pierdan el último detalle argumental jugoso del canon holmesiano. Sin duda esta fue una de las aventuras de mi vida.

10 comentarios:

Crowley dijo...

oh, qué gran película, qué gran película!. La tengo fresquísima en mi memoria a pesar de que la vi hace ya demasiados años. Recuerdo que por aquel entonces los efectos 3d eran inexistentes y en esta peli están hechos con mucha dignidad.
en mi log hay un concurso de adivinar pelis, estás invitado si te apetece.
Saludos

Bruce dijo...

Otra peli mítica! Precisamente esta mañana estaba aburrido en la oficina y me he puesto a leer Estudio en Escarlata (tengo las obras completas de Holmes en el disco duro)

Txema SG dijo...

Me has tocado la fibra sensible, que tiempos aquellos, una de mis peliculas favoritas de todos los tiempos, genial banda sonora!

Óscar Oncina dijo...

Plissken, que gran película. Yo la vi en VHS, no tuve la oportunidad de verla en cine. Disfruté como un enano... Y también es cierto que ahora cuesta mucho ver películas así, creo que porque no las hay o son difíciles de encontrar. Pero ha pasado mucho tiempo y hemos crecido mucho en el conocimiento del lenguaje audiovisual, en muchos casos para mal... Ahora necesitan grandes efectos, persecuciones, combates en los que no se puede ver nada... En fin.

Disfruta de las vacaciones.

milo dijo...

CHAPON!!!

Jeje, gran película y si mi memoria no me falla la primera que recuerdo con escenita después de los títulos de crédito.
Anecdota 2: Otro gran y recordado papel del interprete de Sherlock es el de uno de los fumetas de Lock & Stock :)

Plissken dijo...

Me perdonarán ustedes el retraso pero el fin de semana ha sido algo complicado y hasta ahora mismo no he encontrado el merecido tiempo que ustedes merecen. Así que aquí estoy, para darles a cada uno lo que merecen, ni más ni menos que sentida y cumplida respuesta.

Crowley, la dichosa falta de tiempo me ha hecho imposible participar en su concurso, aunque debo reconocer que a Fran Constantine no hay quien le gane. En la segunda convocatoria espero concursar. Sobre YSH, o ESDLP, es una película que me se casi de memoria y la verdad es que Levinson fue muy inteligente a la hora de mezclar animatrónica, transparecias, ordenador y cables. El vuelo en parapente extraño chirria un poco, más que nada por aquello de volar como si fuera ir en bici, pero vamos, le queda tan bien la partitura de Broughton y mola tanto la escena que hasta eso le perdono.

Bruce, yo soy un fetichista de la letra impresa, ya lo sabe usted. Estudio en escarlata me parece una novela tan bien concebida y tan apasionante que resiste todas las relecturas de las que uno quiera disfrutar. Resulta curioso compararla con El valle del terror, última novela del ciclo canonico holmesiano -que no libro de relatos- y que guarda muchas similitudes en estructura y contenido con Estudio... Porque tengo cola, que si no me releía El sabueso de los Baskerville...

Yota, si es que aquellas pelis molaban, ¡y siguen molando! Luego hoy entra uno a ver Transformers o la madre que los parió y sale con ganas de sacarse los ojos de las órbitas.

Jajaja, Óscar, cuánta razón tienes. Parece que con todo el conocimiento de lenguaje cinematográfico acumulado y todos los avances técnicos producidos en las últimas décadas, el único avance haya sido el montaje metralleta de plano por segundo. En fin, disfrutaremos de lo que se pueda y echaremos mano del dividi para lo demás. ¡Un abrazo y disfrute de sus merecidas vacaciones!

Milo, no veas la risa que me eché cuando vi a Rowe en Lock and Stock con cara de panoli fumado, un shock, jejeje. En mis tiempos de grabar pelis en video recuerdo que me cogí un cabreo del copón porque se emitió cortando los créditos finales y claro, me quedé sin Moriarty ;D

Guille dijo...

La magia del cine no se ha perdido. En todo caso la magia de las salas (que tampoco se ha perdido, ha disminuido en número). La gente sigue flipando y desnudándose ante una película y lo seguirá haciendo.

Plissken dijo...

Bendita magia del dvd, blue ray y reposiciones televisivas, que la mantendrán vivas mucho tiempo... Precisamente abrían hoy un Carrefour en la última sala de barrio que cerró en mi ciudad hace años... El signo de los tiempos.

Anónimo dijo...

cortocircuito 2 o nuestros maravillosos aliados, se titula asi, me parecen mejor que los gonnies. y comparables a las mencionadas, aunque exploradores esta bastante bien.

Plissken dijo...

Anónimo, gracias por tus comentarios! Cortocircuito 2 la recuerdo con menos cariño, pero tengo que decir que no he visto Nuestros Maravillosos Aliados, lo cual tiene bastante delito. A ver si me pongo y la disfruto!

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