El 17 de julio de 2002 un evento planetario cambia el destino de la humanidad para siempre. Una plaga de origen desconocido aniquila a todos los especímenes macho de todas las especies del planeta. No hay forma de parar un fenómeno que coge de sorpresa a todo el mundo y que acontece de forma simultánea en todo el mundo. Más de dos mil millones de hombres fallecen en unas horas, decenas de millones de animales e insectos macho hacen lo propio. Sin embargo, el joven Yorick Brown, aspirante a artista de fugas, y su mono Ampersand, al que está entrenando como asistente para discapacitados, siguen vivos y sin mostrar señal alguna de enfermedad. En una sola noche Yorick se ha convertido en el último hombre vivo sobre la faz de la Tierra...
La cataclísmica plaga deja un mundo con la mitad de población y con unas secuelas psicológicas devastadoras: la incertidumbre de la situación, la necesidad de continuar adelante manteniendo las estructuras políticas y económicas pero adaptándose a unas nuevas necesidades y usos sociales, la falta de esperanza a largo plazo que condena a la humanidad a su extinción, el sentimiento de culpa con el que lidian las supervivientes, o de liberación, o de autodestrucción, dan lugar a la creación de una nueva realidad dominada por la mujer a todos los niveles en la que un perplejo, asustado y desubicado Yorick deberá sobrevivir.
Siguiendo el consejo de su madre, miembro del nuevo gobierno, Yorick emprende un viaje en busca de la doctora Allison Mann, una prestigiosa genetista cuyos estudios sobre la clonación la colocan en la mejor posición para primero averiguar la causa de la plaga y luego avanzar en el intento de crear clones partiendo del único especimen de hombre sano. Para salvaguardar a Yorick y al molesto Ampersand, cuya tendencia a arrojar sus cacas a cualquiera que se ponga a tiro sólo es compensada por una absoluta y particular devoción a su dueño, la presidenta ordena a la agente 355 que se ocupe de Yorick. Miembro del Culper Ring, 355 se convertirá en la sombra del muchacho y hará todo lo que esté en su mano para garantizar su seguridad, desde evitar cualquier amenaza externa que amenace su vida hasta curtir el carácter del muchacho para lograr así que se valga por sí mismo.
En el camino al laboratorio de la Dra. Mann 355 y Yorick se cruzarán con la Hermandad de las Amazonas, a la que se ha unido su propia hermana, Hero, y con un particular grupo de soldados de élite israelitas que consideran a Yorick como un objetivo militar prioritario que permitirá al gobierno que lo controle su supervivencia a largo plazo. Un peculiar regalo caído del cielo, la perenne sombra de su novia Beth, que había viajado a Australia justo antes de la plaga, las diferentes comunidades con las que toma contacto el peculiar grupo formado por Mann, 355, Yorick y Ampersand, una letal ninja, una travesía transoceánica agitada, la constatación de que la teoría del caos halla un particular sentido del orden cósmico no exento de humor negro, el descubrimiento de la plaga y el destino final de todos y cada uno de los protagonistas de la serie es lo que nos encontraremos antes de terminar de leer Y, El último hombre en su número 60.
La serie consta como ya hemos dicho de 60 números, publicados entre septiembre de 2002 y marzo de 2008, y constituye como serie del sello Vertigo una fascinante historia de ciencia ficción con sólidos retratos de personajes, diálogos adultos sobre las nuevas estructuras sociales o formas de relacionarse en el nuevo mundo, continuas referencias a la vieja cultura popular -la nuestra, vamos-, y un periplo muy dilatado en el tiempo que abarca varios años en el grueso de la serie y un epílogo que situado décadas después deja claro el destino final del peculiar y maravilloso nuevo mundo de Yorick Brown. Los principales encargados de haber llevado esta historia a feliz puerto son el guionista Brian K. Vaughn, uno de los calvos más prolíficos en la actual industria del comic mainstream, y la dibujante Pia Guerra. Vaughn, que es conocido por otras series como Ex Machina o Runaways hace gala aquí de algunas de sus mejores virtudes a la hora de escribir un guión.
En primer lugar, la historia gira en torno a los personajes, y estos deben estar solidamente construidos y definidos para que su evolución, cambios, muertes, provoquen una emoción, una reacción en el lector, y a la vez mantengan la atención del mismo sobre la trama conforme sus acciones la hacen progresar. Y de personajes atractivos anda realmente sobrada esta serie, empezando por Yorick, un tipo normal, ocurrente y bromista con una amplia cultura popular a sus espaldas que se ve convertido de la noche a la mañana en la persona más importante del planeta. No se quedan atrás la doctora Mann y 355, la primera con una complicada historia familiar detrás y llena de inseguridades, la segunda una letal y decidida máquina de matar que en el fondo oculta un corazón pequeñito pero de oro. Pero junto a ellos, protagonistas absolutos, encontramos todo un universo de personajes secundarios que les complementan y enriquecen y permiten ofrecer algunos momentos verdaderamente sorprendentes o inolvidables, como podrían ser las soldados rusas; Alter, la granítica e hijoputesca líder de las tropas israelíes; Hero, hermana de Yorick y uno de los personajes de trayectoria más convulsa; Beth, suerte de Dulcinea de nuestro héroe, cuya idealización articulará un viaje a través de tres continentes con explosivo final en París que, como suele suceder, dista mucho de ser como se esperaba; Rose, soldado australiana que entabla una relación con la Dra Mann y que resultará decisiva en el tercio final de la serie...
Si con ese elenco Vaughn hace maravillas gracias a diálogos que alternan la reflexión con mordaces toques de humor o de cinismo, el desarrollo de la historia resulta ejemplar. Partiendo de la situación particular de Yorick y Ampersand el plano se va abriendo hasta ser testigos de una historia de ciencia ficción que narra el fin de la humanidad tal y como la conocemos y el nacimiento de una nueva sociedad, que, como todo parto, viene acompañado de sus convulsiones y sus consecuencias dolorosas. Para narrar eso de forma fluida, la historia no duda en hacer elipsis narrativas de semanas o meses, colocando a los protagonistas en localizaciones diferentes sin previo aviso y explicando lo justo para que no nos perdamos pero tampoco para que nos aburramos con continuos recordatorios sobre dónde y cómo han llegado hasta allí. Las elipsis, primero breves, se hacen cada vez más largas, hasta alcanzar la última de ellas, un epílogo situado décadas en el futuro. El otro mecanismo narrativo que convierte a Y en un gran fresco con multitud de historias es el de los flashbacks que narran los orígenes de algunos de los personajes más importantes de la serie. Rompiendo la progresión natural de la trama, las historias de Ampersand, Mann, Alter o 355 aportan mayor profundidad si cabe a una serie que atrapa desde el primer momento y que a su finalización dejará un regusto extraño en el lector, agridulce y optimista a partes iguales.
En el apartado artístico contamos con la dibujante canadiense Pia Guerra como artista principal de la serie. Siendo este uno de sus primeros trabajos en la industria no podría haber empezado con mejor pie, dado que además de completar una de las series más aclamadas de los últimos tiempos, ha recibido el beneplácito de la crítica con un premio Eisner al mejor equipo artístico y un Joe Shuster al Artista más destacado. Con un estilo muy sobrio y realista, una gran capacidad para la expresividad gestual y facial y una narrativa muy fluida, Guerra se echa sobre los hombros la difícil tarea de conseguir que una serie en la que priman los diálogos entre por los ojos al lector. Al tiempo, las escenas de acción no rompen con lo anterior sino que se muestran de forma igualmente fluida, alcanzando en no pocos momentos unas dosis de dramatismo y de intensidad realmente fuertes. De hecho, me llevo a mi memoria comiquera un buen puñado de viñetas realmente emocionantes que me provocaron un nudo en la garganta, de las que la señora Guerra es artífice. Resultaría injusto olvidar la meritoria labor de otros dos dibujantes que colaboraron con Guerra a la hora de mantener el ritmo de publicación de la serie, encargándose de algunos arcos. Es el caso de Paul Chadwick, dibujante con más de un punto de contacto con Guerra, o de Goran Sudzuka, que contribuyen dentro de su estilo a mantener la homogeneidad artística de una serie que ha gozado de apoyo por parte del público, ha contado con excelentes críticas y reconocimiento en forma de premios y que ha sido uno de los pilares del sello Vertigo durante su periplo editorial. Tampoco podemos dejar de citar a esos dos monstruos de la ilustración que son J. G. Jones y Massimo Carnevale, que con sus portadas pintadas nos dan el primer atisbo de lo que vamos a encontrar en el interior del comic, verdaderos cuadros que juegan con el simbolismo, la caricatura y el diseño para ofrecer un vistazo apocalíptico, referencial y humorístico a ese particular mundo del mañana.
Personalmente no comencé la serie con la primera edición parcial española a cargo de Norma, sino que me subí al carro con los cuadernillos mensuales de Planeta. Posteriormente, con el paso a tomo y el baile de números repetidos, un auténtico desbarajuste que ha causado cierta confusión entre no pocos lectores a la hora de continuar la serie, la dejé durmiendo el sueño de las series incompletas, hasta que gracias a un amiguete friki del trabajo he podido terminar de leerla en condiciones y casi de tirón. Dada la extensión y emoción del rollo que les he metido creo que resulta ridículo que reitere mi opinión sobre la serie. Lo único que les recomiendo es que la lean. No que la compren. Eso vendrá luego, cuando quieran atesorar la historia de Yorick Brown y de su compañero Ampersand en un mundo sin hombres.
6 comentarios:
La verdad es que esta serie está muy bien de principio a fin. Aunque, quizá, una vez leída entera creo que hay algo de relleno que no aporta nada pero, aún así, entretenido que es lo que importa. Es toda una interesante distópia y a mi eso me encanta. Aunque lo mejor de la serie, a parte de ese Yorick con ciertas reminiscencias a lo Peter Parker, es la agente 355. Un personaje genial que me recuerda siempre, mucho, a la Michonne de Los Muertos Vivientes de Robert Kirkman. Incluso fisicamente.
Yo con eso de los lios que se hicieron al publicarla tengo toda la serie pero se me repite algún número en su paso de los prestigios al tomo.
Aii que wai!! Es el primer comic que comentas que tengo y que ademas me he leido enterooooo jasjajaja.
Eso de que las mujeres sean quien manden... pos que quieres que te diga ma emooollaaaaa
Mythos, el amigo Vaughn juega a ser Tolkien y nos lleva a alguna que otra recóndita comunidad en aventuras que parece que luego no tendrán trascendencia, y luego te encuentras de nuevo con viejos personajes en nuevas situaciones cada vez más relevantes. La saga final en París, en la que se reúnen la mayoría de personajes de peso en la serie resulta verdaderamente estremecedora por la intensidad que alcanzan muchas de las decisiones a vida o muerte que allí se toman. Otras series Vertigo me defraudaron un tanto en su conclusión, como Sandman o Predicador -entendiendo que habían alcanzado cotas de calidad tan altas que sus finales no me llenaron completamente-, mientras que Y o Transmetropolitan me parecen obras cerradas y redondas. 355 creo que sería una Michonne antes de caer presa del estrés y volverse completamente loca, pero la verdad es que las dos comparten mucho, sí.
Mirims, pues ya tienes un tebeo que yo no tengo jodía. Te recomiendo Los Muertos Vivientes o Predicador, te lo vas a pasar bomba con los dos y vas a encontrar un montón de personajes femeninos bien retratados y con dos ovarios como pianos ;D ¡Un abrazooo!
De Los muertos vivientes tengo los 5 primeros... ya sabes mi amor por los zombis jiji
Pues ponte al dia deprisa, Mirims, que los últimos tomos son de infarto ;D
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