sábado, agosto 23, 2008

Universo DC Flash 1: Nacidos para correr

Aunque los artículos que acompañan el tomo resumen bastante bien la situación de la colección de Flash en el momento en que Mark Waid llegó para hacerse cargo de la misma, nunca está de más hacer un breve resumen de las andanzas de nuestro velocista favorito. El número uno de la serie dedicada a Flash III vio la luz en 1987, y fue una de las consecuencias directas del relanzamiento del universo superheróico de DC tras Crisis en Tierras Infinitas y Legends. Wally West, sobrino del difunto Barry, decide adoptar el uniforme y el nombre de su venerado tío, quizá el héroe más grande del UDC. Los encargados de iniciar la carrera fueron Mike Baron y Jackson Guice, y por lo poco que hemos podido leer en España queda bastante claro que ambos establecieron un tono oscuro, acorde con los tiempos de héroes de mandibulas apretadas y aventuras extremas que empezaban a popularizarse en aquellos años. La velocidad de Wally había disminuido drásticamente, ganaba el gordo de la lotería y los villanos con los que se enfrentaba dejaban de ser coloristas y entrañables y se convertían en psicópatas celosos, organismos mecánicos asesinos o velocistas soviéticos con aviesas intenciones. Tras catorce números Baron abandonó la colección (Guice lo había hecho unos números antes siendo sustituido por Mike Collins) y el nuevo equipo creativo llegó con voluntad de permanencia.


El guionista William Messner-Loebs se mantuvo hasta el número 61, mientras que el dibujante Grag LaRocque aún trabajaría un año más dibujando los guiones de Waid y despidiéndose por todo lo alto con una de las mejores sagas protagonizadas por Wally West. Pero no adelantemos acontecimientos. La etapa de Loebs es todavía más desconocida en España que la anterior, y únicamente se publicaron un par de episodios en una miniserie pupurrí que Zinco editó a principios de los 90 con motivo del 50 aniversario del personaje. La serie incluía los Secret Origins de los tres Flash históricos y la recreación de Grant Morrison y Mike Parobeck del mítico Flash de dos mundos que supuso el primer encuentro de Barry Allen con su modelo Jay Garrick. De la etapa de Messner-Loebs únicamente incluyeron dos números, curiosamente ambos de tono marcadamente humorístico, quizá para acomodar al personaje a la visión que entonces ofrecía por sus colaboraciones con la JLE.


Para la editorial había llegado la hora de dar un cambio a la colección, y el elegido para hacerlo fue Mark Waid un hombre de la casa que ejercía labores de editor y cuyo conocimiento de la historia de los personajes de la editorial era legendario -además de ser lo que comúnmente llamamos uno de los nuestros o cocinero antes que fraile, esto es, lector y coleccionista antes que profesional, como se puede comprobar echando un vistazo a su estudio de trabajo-. Y para comenzar, nada mejor que ir hasta el inicio de todo el asunto, hasta el proverbial Año Uno de Wally West. Así, Flash: Born to run (Flash 62-65) es un cuento que nos devuelve a la Edad de Plata y nos permite volver a disfrutar del origen del personaje desde la perspectiva de hoy día sin necesidad de reboots o ultimatizaciones. El joven Wally West vive en Blue Valley y es el presidente y miembro más activo -y único- del club de fans de Flash en su localidad. Ante las continuas riñas hogareñas, sus padres le envían a pasar un tiempo con su tía Iris West en Central City. Allí conocerá al tímido y aburrido novio de esta, el químico criminalista Barry Allen. Lo que Wally no sabe es que su sueño de conocer a Flash se verá hecho realidad con imprevistas consecuencias, cuando un relámpago incida exactamente en el mismo lugar del accidente que otorgó sus poderes a Barry Allen y le convierta a él, a Wally West, en el muchacho más rápido del mundo. El proceso de aprendizaje del chaval, la sincera devoción por la figura paterna que supone Barry/Flash, la relación con su tía Iris, sus primeros enfrentamientos con villanos como el Amo de los Espejos son algunos de los hitos que Waid repasa con un evocador sentido de la melancolía y con un tono ligero y divertido que recuerda en todo momento a las historias de la Edad de Plata.


El guionista está cogiéndole el punto al personaje, aprendiendo a hacerlo suyo, creando poco a poco un mundo en el que poder desarrollar sus historias. En los números 66 y 67 encontramos una historia en dos partes capital por dos motivos. Kadabra hace su entrada en escena con Waid -él será el último villano de esta etapa de ocho años- y somos testigos de la primera aventura temporal del personaje en esta nueva era. Un desquiciado Kadabra es perseguido por una cazarecompensas de su tiempo -nuestro futuro lejanísimo- que consigue capturarlo y llevarlo de vuelta... con un pasajero a la postre indeseable. En el siglo 64 Wally descubre una aterradora distopia en la que el mundo está gobernado por una máquina que dirige a la humanidad y en la que Kadabra es ¡un líder revolucionario por la libertad! En los números siguientes (Flash 68, 69; Green Lantern 30, 31) se produce un cross over con Linterna Verde (aún Hal, antes de su caída) que les enfrentará a dos de sus némesis clásicas, Hector Hammond y Gorilla Grodd. Revoluciones simiescas, alianzas improbables de villanos, organizaciones gubernamentales de animales inteligentes, planes absurdos de dominación mundial, intercambio de características físicas y un sano y lúdico sentido del heroismo y la aventura en el que Gerard Jones también aporta su granito de arena. Y por si fuera poco contamos con la aparición estelar de Rex, el perro maravilla, para rematar este homenaje a las historias repletas de imaginación y humor de los años 60.


Aún queda otra historia por destacar antes de centrarnos en el que considero el plato fuerte del tomo, y es el Flash 50 Anniversary Special, historia que supuso un repaso al pasado, presente y futuro de los velocistas escarlata y que introducía un personaje capital en futuros acontecimientos, John Fox, un viajero temporal que intenta contactar con Jay Garrick, Barry Allen y Wally West en sus respectivas épocas justo en el momento en que se enfrentan al villano atómico Manfred Mota. Fox fracasará en sus intentos de contacto temporal y deberá detener a Mota en su tiempo, el año 2645. Mark Waid y Mike Parobeck se encargan de las secuencias del futuro, mientras que hay un equipo creativo para cada una de las tres historias, ambientadas en la Edad de Oro (Len Strazewsky e Irv Novick), de Plata (Gerard Jones y Carmine Infantino) y la actualidad (William Messner-Loebs y Grant Miehm). Además de un encomiable esfuerzo por mimetizar estilo y guión con cada uno de los momentos elegidos para ambientar la historia, Waid presenta en sociedad a John Fox. En una historia casi de toma de contacto se introducen elementos de tremenda importancia para sagas futuras y se juega con el tiempo y los desplazamientos temporales, conceptos que darán momentos especialmente gloriosos a la colección.


Pero el punto fuerte de este primer tomo es sin duda la inclusión a modo de prólogo de la colección, y supongo que como forma de introducir la mitología del personaje a lectores con poco o ningún bagaje en el Universo DC, de la novela gráfica La historia de la vida de Flash, una biografía escrita por Iris West en la que se repasa el origen, carrera, vida sentimental, triunfos y muerte final de Barry Allen, como dije antes uno de los héroes más grandes, nobles y puros de cuantos se han escrito. Sin traumas de origen y partiendo de la devoción por un modelo previo, el Flash de los años 40, el policía científico Barry Allen emplea sus poderes para hacer el BIEN y para ayudar a sus congéneres. Inicialmente no hay trauma ni obligación. La voluntad de Barry/Flash de dedicar su vida a ayudar a otras personas surge de un imperativo categórico moral propio de origen casi kantiano, lo cual le diferencia de la gran mayoría de compañeros encapuchados. En esta mezcla de relato ilustrado y comic al uso se nos explica la historia canónica de los Flash posterior a la Crisis -y espero que sea válida después de Crisis Final, aunque mucho me temo que esto no va a ser así- y vemos la importancia para el universo de velocistas de los viajes temporales, del respeto a la tradición del legado superheróico y de la entrega por encima de todo hacia los demás. Mark Waid hace un repaso documentado y sentido desde el punto de vista del gran amor de Barry, Iris, que apuntilla la narración con sus propias impresiones y sentimientos y tiñe el relato de un sentimiento de nostalgia evocadora y de melancólica tristeza. Los encargados de ilustrar la crónica de la vida y milagros de Flash son Gil Kane, Joe Staton y Tom Palmer, tres ilustres veteranos con décadas de experiencia y buen hacer a sus espaldas que confieren al arte un aspecto a la vez clásico y atemporal.


La inclusión de esa historia, publicada en 1997, quizá hubiese quedado mejor en su lugar cronológico, a la altura del 120 de la colección regular, puesto que en su tramo final establece una serie de apuntes sobre el futuro que Iris ya conoce -al venir del futuro- y que el escritor ya ha publicado con anterioridad con lo cual no se puede contradecir a sí mismo, pero que el lector todavía desconoce. De todos modos, me parece perfecta su inclusión a modo de introducción a esta serie de tomos recopilatorios por una sencilla razón. La grandeza de un héroe se establece por la nobleza y la valentía de sus actos y por el recuerdo y el ejemplo que siembra entre los suyos y entre sus herederos. Si Barry Allen fue el mayor y mejor héroe de su tiempo y Wally recoge su testigo... ¿se convertirá en el mejor velocista de todos los tiempos?

2 comentarios:

Peribáñez dijo...

¡Buen artículo!

Plissken dijo...

Muchísimas gracias, caballero. La verdad es que este es uno de mis tebeos favoritos, y sólo de pensar que, por fin, voy a poder disfrutar de la etapa completa, ya estoy emocionado. Así que no está de más en intentar enganchar a algún nuevo Flash-lector ;D

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