Pues ya hace casi tres años que pude disfrutar de esta pequeña joyita de fantasía, relaciones humanas y humor negrísimo y la grata impresión y el buen rollo que me dejó su visionado no han menguado lo más mínimo. Creo recordar que a lo largo del pasado año la serie fue emitida por Cuatro y si cogía empezado algún capítulo me quedaba unos minutos acompañando a Georgia, Rube, Mason, Daisy y Foxy. Cargada de diálogos divertidos, de reflexiones sobre la vida y la muerte en el mundo actual y planteando una atractiva mitología propia que no pudo ser desarrollada extensamente dada la corta vida de la serie (dos temporaditas), Muertos como yo está pidiendo a gritos el segundo visionado que ya he dado a Spaced o que quiero dar a Firefly. A la espera de que se estrene Dead like me, la película, con Henry Ian Cusick (el Desmond de Perdidos) sustituyendo a Mandy Patinkin, aún están ustedes a tiempo de darle una oportunidad a esta serie repleta de muertes accidentales absurdas, discusiones gastronómicas sobre los mejores gofres y unos duendecillos aviesos llamados gravelins que son los encargados de ponernos la zancadilla cuando nos ha llegado la hora.
No sé que fue más perturbador: el hecho de estar muerta o que el primer hombre que tocó mi cuerpo desnudo fuera un forense.
Georgia Lass es una atractiva muchacha de diecho añitos recién cumplidos. Acaba de conseguir su primer empleo en una empresa de trabajo temporal llamada Happy Time. No se lleva nada bien con su familia (padres y hermana menor) y es de trato algo difícil. Georgia Lass es virgen, aunque pronto cualquier relación sexual con ella bordará en la necrofilia. Y es que Georgia Lass (Ellen Muth) muere a los diez minutos de comenzar Tan muertos como yo (Dead like me), una comedia negra fantástica condensada en 26 capítulos, repartidos en dos temporadas.
En efecto, a Georgia le impacta la taza de un váter de la estación espacial MIR y pasa a otra vida, y no digo mejor, ya que el destino que la espera es el de engrosar las filas de unos funcionarios de ultratumba autodenominados "aparecidos". Su función desde ese momento, y hasta que llegue su propio turno, será la de "quitar" el alma de las personas que están a punto de morir accidentalmente para ahorrarles sufrimiento y facilitarles el tránsito a la "otra vida". Tránsito que será por cierto, diferente para cada individuo. Repartidos de forma gremial, los aparecidos se ocupan de las muertes accidentales, las que son fruto del crimen, la muerte natural por enfermedad, las muertes de las mascotas... Muchos inconvenientes y casi ninguna ventaja, ya que además, Georgia vuelve a tener un cuerpo físico -eso sí, los demás la verán con una apariencia completamente distinta-, inmortal pero al que tendrá que alimentar, vestir y procurarle un lugar donde descansar. Vamos, que además de actuar como "aparecidos" deben trabajar o trapichear para mantenerse, con lo cual está claro que ni la muerte es una excusa para librarse del pluriempleo. La némesis de los aparecidos son los "gravelings", monstruosas criaturas que con sus "travesuras" provocan los mortales accidentes, unas veces grotescos, otras extremadamente improbables o incluso ridículos.
La serie girará en torno a tres ejes, que articularán las tramas de los 26 capítulos. En primer lugar seguiremos la trayectoria de la familia de Georgia tras su muerte. El dolor de los padres, su relación cada vez más tensa, la incapacidad de aceptar la pérdida por parte de su hermana, su comportamiento extravagante. Ninguno de ellos finalizará el periplo vital al cabo de la serie de la misma forma que lo empezó, y esto es de agradecer. Personajes que sufren, que cambian, que evolucionan en base a lo experimentado... El padre, Clancy Lass (Greg Kean), es un profesor universitario enfrascado en su trabajo y sus libros y quizá demasiado atento con alguna alumna, mientras que Joy (Cynthia Stevenson), su esposa, debe luchar contra la asfixiante rutina y contra el abismo que la va separando cada vez más de sus hijas. Reggie (Britt McKillip), la menor de los Lass, sufre la típica relación fraterna en la que se intenta deslumbrar por cualquier medio al hermano mayor, logrando únicamente el desprecio o la ignorancia. La muerte de Georgia supondrá que todos ellos reflexionen sobre los sentimientos que existían hacia la desaparecida, examinan sus recuerdos, los momentos compartidos...
En segundo lugar está la fauna que puebla Happy Time, principalmente la Jefa de Personal, Dolores Herbig (Christine Willes), un terremoto de mujer amante de los gatos y que mantiene una página web donde se muestra haciendo tareas del hogar cuando está en casa. Su relación con Georgia pasará del cauteloso respeto a la amistad sincera. Otro personaje secundario extravagante pero con jugosas intervenciones resultará Crystal, la oronda y hermética recepcionista de Happy Time, que deparará alguna sorpresa en varios capítulos.
Y finalmente llegamos a los Aparecidos (o Reapers), que ocupan el grueso del desarrollo de la serie. Capitaneados por Rube (Mandy Patinkin), un lacónico e iracundo "jefe" atormentado por su pasado, cada día se reunen en la Casa de los Gofres para desayunar y recibir los postits que aquel lleva preparados con los "encargos" del día. Una hora, un lugar y un nombre es lo único que necesitan para evitar el sufrimiento innecesario del alma -o almas- en cuestión. Betty (Rebecca Gayhart) guiará los primeros pasos de Georgia y la introducirá en los trucos de supervivencia de los aparecidos. Alegre, excéntrica e impulsiva, no tardará en dar "el gran salto" siendo sustituida por la hermosa y sexualmente hiperactiva Daisy, una actriz de reparto de los años 30 que falleció antes de lograr algún éxito en su carrera como estrella (su mayor éxito fue practicar sexo oral en un restaurante con alguien "que parecía Errol Flinn"). Roxy (Jasmine Guy) es una mujer dura como el acero, próxima siempre al enfado, pero con un corazón del tamaño de Arizona. Mason, uno de los personajes más complejos y simpáticos permanece varado en sus eternes veintipocos años, tras morir en los 70 fruto de una sobredosis de... TODO y de un exceso de sexo, rock y alcohol.
Divertidísima ya desde los simpáticos títulos de crédito, amenizados por una pegadiza composición de Stewart Copeland, merece la pena seguir las andanzas de todos los personajes y reflexionar sobre algunas de las historias que presentan los difuntos: soledad, examen de las propias creencias, negación, necesidad de transmitir los propios conocimientos, autoaceptación, dolor por lo que dejamos atrás... Son muchos los capítulos que dejan una sensación especial en el espectador, como los relacionados con el novio "peculiar" de Daisy, aquel en que Mason se lleva nada menos que el alma de su guitarrista favorito o el capítulo en el que Rube y el cocinero de la Casa de los Gofres parten del enfrentamiento hasta llegar a la comprensión e incluso la admiración mutua. Es una pena que Georgia no consiguiera hacerse un hueco en el corazón de los telespectadores más allá de estas dos parcas temporadas, repletas de hallazgos visuales (muchos de los accidentes son de una comicidad grotescamente elaborada), de reflexiones acerca de la vida, la muerte, los desayunos, el sexo o la familia y de personajes que como Georgia, Mason o Rube han pasado a formar parte de mi particular Olimpo televisivo -que estos últimos años está aumentando espectacularmente por cierto-.
2 comentarios:
No tenía ni idea de que hubiesen cortado esta teleserie, yo la seguía en Cuatro y la última vez que estuve delante de un episodio eran las ocho de la mañana de un sabado hace ya mucho tiempo. Aún así, siempre la recordaré.
La galería de muertes impensables sí que era alucinante. No creo que yo haya visto las dos temporados al completo: ¿el niño-muerto del patinete acabó uniéndose al grupo?
Vaya horitas de emisión, eso es condenar a una serie al fracaso... o buscar un público interesado. A mí me cautivo el sano sentido del humor de los personajes, el sarcasmo ácido de Mandy Patinkin y el cariño que antes o después se mostraba para todos y cada uno de los personajes. Sin destriparle mucho, creo recordar que no se unía al grupo. Demonios, me han entrado ganas de revisarla, jejeje.
¡Un saludo, caballero!
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