martes, septiembre 11, 2007

John Carpenter: De profesión narrador


[A continuación publico un extenso artículo que repasa la vida y obra de uno de mis directores de cine favoritos -aunque eso ya se habrá adivinado por el título del blog, ejem-. Originalmente escribí este artículo para ilustrar un ciclo dedicado a él y celebrado en la Casa de Cultura de Villena en el año 2003. Con enmiendas y actualizaciones, aquí tenéis a su alteza, el amo del cine de terror contemporáneo, Juan Carpintero.]



"En Francia soy un autor, en Alemania un cineasta, en Gran Bretaña
un director de género, y en los USA, otro tío más..."


John Carpenter






Con estas palabras no exentas de ironía y de amarga reflexión, este cineasta polifacético, devoto militante de los clásicos, reconoce la diversa recepción crítica que han sufrido sus films, y que han conducido su obra a un ostracismo por parte del gran público. Carpenter ha filmado películas de géneros diversos, compuesto la mayor parte de bandas sonoras de sus films, montado alguno de ellos, escrito otros tantos y aun así, su obra continúa siendo una de las más injustamente olvidadas por el gran público y la mayor parte de la crítica especializada. Y si hablo de olvido injusto, no es para menos. ¿Hay acaso una cinta de terror más influyente en el cine de terror de los 80 que La noche de Halloween? ¿Hay alguien que no reconozca la procedencia de esta frase: "Llámame Serpiente"? ¿O que no identifique las viscosas mutaciones alienígenas de La cosa? Bueno, tal vez tu hermana y tu tío, pero cualquiera que haya visto tres pelis de terror en los últimos veinte años probablemente haya caído en las garras de este hábil narrador de lo fantástico y haya sufrido con alguna de sus creaciones. Y aun así, su obra ha sido incapaz de hallar una adecuada recepción en salas de cine, reducida a un contado grupo de incondicionales que malviven con las ediciones especiales en DVD de importación o las que las distribuidoras se dignan a sacar en España.


EL HOMBRE

John Howard Carpenter nació en Cartague, New York, en el año 1948. Su padre intentó educarle en el arte de la música, pero las musas y Ray Harryhausen orientaron sus pasos hacia el cine. Tras foguearse con varios cortos amateurs, cursó estudios en la escuela de cine de la USC (Universidad del Sur de California), donde llegó a asistir a clases impartidas por los mismísimos Orson Welles, John Ford o Alfred Hitchcock. Participó allí en la producción de un corto que acabaría ganando en 1970 el oscar de su categoría, The resurrection of Bronco Billy, aunque no llegó a graduarse. Inició cuatro años después una carrera cinematográfica que le ha llevado a dirigir diecisiete films, algunos telefilms, a formar su propio grupo de música con algunos amigotes (The Coup de Villes), y a crear alguna de las franquicias más rentables de todos los tiempos (Halloween, ¿recuerdan?). Casado en dos ocasiones, su primera mujer fue la exuberante Adrienne Barbeau, actriz que trabajó a sus órdenes en dos ocasiones (y con la que tuvo un hijo, Cody). Su actual esposa es la productora Sandy King.




LA OBRA

Hay una serie de características comunes a la mayoría de sus películas, y que vendrían a definir el modo de hacer cine de Carpenter. Cito a mi parecer las más destacadas, sin entrar en demasiadas profundidades:

a) Cineasta cuidadoso, no duda en desempeñar las facetas de guionista, montador, músico o productor de sus películas. Si a eso sumamos un grupo de actores (Kurt Russell, Donald Pleasence, Charles Ciphers, Nancy Loomis, Peter Jason, Jamie Lee Curtis) que no han dudado en trabajar varias veces con él, y un equipo técnico más o menos estable (la productora Debra Hill, el músico Alan Howarth, el director de fotografía Dean Cundey), entendemos el grado de control que el cineasta ha intentado ejercer sobre su obra, dotándola de una acentuada personalidad que para unos (volviendo a la cita del comienzo) deriva en autoría, para otros en eficacia, o en mera funcionalidad para sus detractores.


b) El amor por el cine clásico y la narración tradicional, que plasma en todas sus películas. Nada de artificiales estructuras temporales complejas (salvo, curiosamente, en su último film, contado en flashbacks sucesivos y yuxtaponiendo el punto de vista de los diferentes personajes), o atropellamiento de planos para deslumbrar/epatar al espectador. Compone los planos en scope, aprovechando todo el ancho que le permite la pantalla, y sus movimientos de cámara suelen ser suaves (esos travellings marca de la casa...), centrados siempre en la acción, situada en un escenario físico bien definido. Podría decirse que prima sobre lo narrado la narración en sí misma y la claridad prístina de esta última.



c) La pasión por el cine de Howard Hawks, que más allá de lo evidente (remakes de producciones suyas) se deja notar en varios detalles: los protagonistas establecen lazos de camaradería, amistad o profesionalidad entre ellos que les harán ir hasta el fin del mundo por sus camaradas/amigos; la obsesión por las situaciones de enclaustramiento claustrofóbico y asedio por fuerzas exteriores; la repetición de esquemas argumentales o tipos similares (recordemos que Río Bravo y Río Lobo son muy parecidas, pero El Dorado repite exactamente el argumento de la primera) en varias de sus películas.


d) Escasa caracterización de los personajes, definida por sus acciones y modo de actuar. Proliferan los tipos "duros" o antihéroes (de los que Kurt Russell en sus diversas encarnaciones de Plissken, McCready o Jake Burton sería el ejemplo perfecto), con cualidades poco edificantes pero más próximas a la realidad que la mayoría de los plastificados protagonistas del cine más actual.

e) La amarga visión de la realidad que el cineasta posee, más cercana al desencanto que a cualquier otra consideración, se plasma en un profundo cinismo de sus personajes, actitudes nihilistas, situaciones que ofrecen poca o casi ninguna esperanza. A bote pronto, sólo cuatro films de Carpenter ofrecen finales eminentemente "positivos": Christine, Starman, Memorias de un hombre invisible y El pueblo de los malditos. Curiosamente las tres primeras pertenecen a su etapa más descafeinada, al abrigo de los grandes estudios.


Dark Star: Aburridos chatarreros del espacio exterior





Su primera película se rueda a trompicones, retomándose cada vez que se ahorra lo suficiente para continuar la producción. Dark Star (1974), es un debut prometedor, que apunta buenas maneras y donde Carpenter ya asume varias tareas -dirección, producción, guión y música-. La acción se centra en una nave espacial donde cuatro abúlicos astronautas se dedican a destruir planetoides, a discutir de filosofía con bombas inteligentes, a lidiar con alienígenas calabaciles y a soportar las ocurrencias del ordenador de a bordo.

Asalto a la comisaría del distrito 13: Asedios, pandilleros y violencia urbana

Lo más destacable de Dark Star, aparte de la colaboración como guionista/actor de Dan O’Bannon, fue que le permitió producir Asalto a la comisaría del Distrito 13 (1976) -dirección, guión, montaje y música-, película sobre la que la sombra de Hawks planea en casi cada plano. Un grupo de pandilleros de una gran ciudad asedia durante una larga noche una comisaría aislada, donde un policía, dos secretarias y un grupo de reclusos deberán luchar por sus vidas, forjando lazos de camaradería más allá de las diferencias que los separan. Las escenas de acción están soberbiamente rodadas, y envueltas de un halo fantasmagórico, pues nunca llegamos a apreciar bien a los asaltantes, sombras en la noche. Una brillante alegoría sobre la violencia irracional que puede estallar en nuestras ciudades en cualquier momento, perfectamente plasmado en el brutal asesinato que abre el film o en el plano del pandillero apuntando con su pistola a varios transeúntes desde un coche. La película parece mezclar el western clásico de asedio con una película de zombis imparables; el propio título provisional de producción fue The Anderson’s Alamo.



El año 2005 se estrenó un remake dirigido por Jean-François Richet y protagonizado por Ethan Hawke, Larry Fishburne y Gabriel Byrne. Dicha cinta se centraba más en los aspectos de acción al uso actual hollywoodiense, y constituía un entretenimiento más que valido, aunque pierde parte de la fuerza del original al convertirlo todo entre el típico enfrentamiento entre polis corruptos y criminales con corazón.

La noche de Halloween: La fría hoja del cuchillo

A continuación Carpenter filma La noche de Halloween (1978) -dirección, guión, producción y música-, la epopeya asesina de Michael Myers al acecho de varias niñeras de un pueblecito de Illinois. Una virginal Jamie Lee Curtis con la ayuda del obsesionado psiquiatra del asesino (Donald Pleasence) se enfrentará a la implacable presencia de éste. Con una milimétrica composición de los planos y un ritmo matemático que se acomoda a la perfección en el formato panorámico en que se rueda, asistimos a las andanzas del psicópata Myers, también conocido como "La Silueta", cuya inexpresiva máscara remarca el horror irracional de cada crimen. Junto con el sensacional prólogo narrado en cámara subjetiva, la primera parte en el psiquiátrico nos permite conocer un poco más al origen de todo lo que se desencadenará posteriormente. Si acaso un pero, el de siempre; será la chica pura y virginal la que se enfrente a la pesadilla y la derrote [aparentemente], mientras que las “chicas malas” son degolladas, apuñaladas o asfixiadas por sus pecadillos. El tema principal de la banda sonora, minimalista, se ha convertido en uno de los más reconocibles del cine de terror contemporáneo. Esta es una de las producciones más rentables de toda la historia, y ha generado siete secuelas, ninguna de ellas a la altura del original. Para 2006 se anuncia Halloween: Retribution, con guion del propio Carpenter.

[Actualización: Esta película finalmente no se llevó a cabo, pero sí un remake dirigido por Rob Zombie que se estrenará en breve en nuestras pantallas y que en los EEUU fue número uno de recaudación el fin de semana de su estreno, habiendo dejado un agradable sabor de boca a crítica y público. En un mes podremos comprobar si Rob mantiene el nivel de sus anteriores incursiones fílmicas o si simplemente ha hecho la película a modo de homenaje a uno de sus mitos cinematográficos.]


A modo de curiosidad, cabe decir que el inconfundible aspecto de Michael Myers es fruto de la casualidad. El departamento de producción recurrió a la máscara más barata para esconder la apariencia del mal absoluto: la de William Shatner como capitán Kirk, que convenientemente pintada de blanco resultaba irreconocible. ¡Teletranspórtanos al infierno, Michael Myers!!

La Niebla: Los fantasmas del pasado acechan Antonio Bay

La niebla (1980) -dirección, guión y música- es un cuento de terror a la antigua usanza centrado en la comunidad de Antonio Bay, que en el centenario de su fundación se ve asediada por una niebla sobrenatural que busca venganza por tenebrosos sucesos del pasado. Poco a poco los protagonistas acaban encerrados en la iglesia y en el faro, asedio al que asistimos mediante un ejemplar montaje paralelo, usual en la filmografía Carpenteriana. Esta sugerente película reúne a Janet Leigh con su hija Jamie Lee Curtis, ofrece un protagonismo coral, y unos larguísimos títulos de crédito, que tardaron varios días en rodarse. Toda la película evoca el universo de Poe, como la cita inicial y el prólogo nos recuerdan, mezclando las texturas oníricas de la noche con la inquietante luminiscencia espectral de la niebla, que no anuncia más que el parto antinatural del horror que irrumpe abruptamente en una anodina comunidad de pescadores.


Este año 2005 se estrenará en los USA The fog, remake dirigido por Rupert Wainwright y protagonizado por Tom Welling (el Clark Kent de Smallville), Maggie Grace (vista en Perdidos como Shannon) y Selma Blair. Parece que Hollywood ha encontrado un filón de ideas en estos cláscios menores del fantástico de finales de los 70 y comienzos de los 80, mientras que los creadores originales (Tobe Hooper, George Romero o el propio Carpenter) se ven obligados a sacar adelante proyectos modestos e ínfimos con esfuerzo casi sobrehumano.

[Actualización: Dicho remake fue una blanda y típica producción con adolescentes salvando el día que ni siquiera sabe aprovechar los elementos más sugerentes del relato original para caer en el susto fácil y en los falsos finales tan habituales en el reciente cine de terror. No hay lugar para Carpenter bajo el sol del actual Hollywood, como parece demostrar la actualización de su siguiente film.]

Rescate en Nueva York: Cuando las cosas se ponen duras llamas al más duro

A continuación llega 1997: Rescate en Nueva York (1981), primera aparición del rudo y parco en palabras 'Snake' Plissken, ex-militar reciclado en criminal y obligado a introducirse contra su voluntad en la isla de Manhattan -reconvertida en prisión- para res catar al presidente de los USA. Homenajes al "spaghetti western" y más concretamente a Sergio Leone, en la creación de tipos y situaciones, para una película tensa, eléctrica, cínica, con un final amargo (tras un clímax brutal y embrutecido sobre el puente de Brooklyn, donde la lucha por la supervivencia saca lo mejor y lo peor de los seres humanos) que eleva la cinta a la categoría de alegoría crítico-política contra los sistemas autoritarios y deshumanizados. Ejemplo de nihilism o, el parche y la barba de tres días convirtieron a una estrella juvenil de la Disney, Kurt Russell, en uno de los antihéroes de actitud más adusta y recia que han pasado por la pantalla. Poca esperanza queda tras el gesto final de Snake...

[Actualización: En marzo de 2007 saltaba el rumor de que había un proyecto en marcha para hacer el remake de 1997 Escape from New York, con el ascendente Gerard Butler enfundándose el parche y los pantalones de cuero de Snake Plissken y Len Wiseman (Underworld, Live free or die hard) ocupando el puesto de Carpenter en la silla de director. Éste último parece condenado a ver como cada una de sus películas es rehecha al gusto de los estudios para ganar unos cuantos pavos mientras a él se le niega la posibilidad de volver a rodar.]

La cosa: Vino de otro mundo, se escondió dentro de...

Tras 1997: Rescate en Nueva York los grandes estudios se fijan en él para dirigir un proyecto que llevaba años rondando por Hollywood, el remake de The thing... from another world, film de serie B de los años 50 dirigido por Christian Nyby y producido por Hawks, al que Carpenter tenía cierto aprecio. El guión, a cargo del hijo de Burt Lancaster, Bill, se fija más en el relato original en el que se inspiró Nyby que en la película de este. Escrito por John W. Campbell Jr., Who goes there? marcaba el punto de inicio del film de los 50, pero la mayor parte del relato quedaba al margen de lo que la película mostró, un alienígena vegetal patoso y anquilosado que acosaba a un grupo de curtidos soldados en una base polar, con científico desquiciado e historia de amor incluidos. La paranoia o el horror físico que, según dicen ya que no lo he leido, destilaba el relato original brillaban por su ausencia. Y eso es lo que Carpenter pretenderá recuperar en su John Carpenter's The thing.

Una nave espacial entra en la atmósfera terrestre. Fundido en negro. Tras los títulos de crédito un perro corre por el blanco manto de la Antártida, mientras un helicóptero intenta abatirlo a toda costa. El perro se refugia en una base estadounidense, y los noruegos ocupantes del aparato, que llegan a poner en peligro la vida de los americanos, son abatidos ante la aparente irracionalidad de sus acciones. El perro es acogido sin reservas y la cámara, en suaves travellings, recorre el interior de la base, describiendo tanto el espacio físico (pasillos, habitaciones) como el espacio moral (aburrimiento, hastío, roces) del lugar. Con unas escasas pinceladas se nos indica el carácter de cada personaje. En una inspección rutinaria del campamento noruego descubren que está completamente destruido, sus ocupantes muertos. Un hallazgo resulta particularmente ominoso: un bloque de hielo que tenía algo en su interior almacenado. Tras inspeccionar las cintas encontradas en la base noruega, marchan a una excavación, de la que procede dicho bloque, y en la que encuentran una gigantesca nave espacial que lleva millones de años bajo el hielo. Esa noche, alertados por los ruidos de la perrera, los miembros de la misión descubren un horror más allá de su comprensión, el perro recogido ha sufrido una grotesca mutación y ha intentado asimilar a los demás animales... A partir de ahí las sospechas irán pasando de unos a otros, la desconfianza se apoderará del grupo y algo que no es de este mundo intentará transformarlos a todos ellos en algo completamente distinto de la naturaleza humana, algo frío, alienígena y aparentemente imparable.


La película se rodó en Alaska, en condiciones muy duras, y contó con un reparto enteramente masculino, dentro del cual destacaremos a Kurt Russell, Keith David, Richard Dysart o Wilford Brimley. El equipo técnico, soberbio, dotó al film de una factura excelente. Rob Bottin se hizo cargo de los -escalofriantes- efectos visuales de las transformaciones y de las criaturas; Albert Whitlock (un habitual colaborador de Hitchcock) se ocupó de las maquetas y transparencias; Dean Cundey realizó una labor de fotografía tan gélida como las áridas estepas antárticas en las que se desarrolla el film; y Ennio Morricone compuso la banda sonora, tomando como modelo los anteriores trabajos de Carpenter en sus films y empleando una minimalista melodía para sintetizador que marca el pulso de las aterradoras situaciones que el metraje va desgranando. La composición en scope tan habitual en Carpenter sabe aprovechar todo el ancho de la pantalla, ya sea con los planos "de grupo" o aquellos que ubican a los personajes en el exterior, desamparados en mitad del glacial aire antártico. Carpenter supo hacer suyo un guión ajeno, hasta el punto de que ésta sería una de las películas más personales del director, su mejor film sin duda para el que escribe estas palabras y una obra maestra del género.

Ya desde el inicio la irracionalidad se apodera del relato. El aburrimiento se ve roto por acontecimientos cada vez más extraños, más grotescos, que superan la capacidad de comprensión de los ocupantes de la base. A medida que la desconfianza se apodera de ellos, el desconcierto y la incomodidad del espectador crecen. Cualquiera puede ocultar el mal en su interior, aunque ahora la alegoría no sería anticomunista, sino tal vez sobre los males que nos corrompen de forma silenciosa, imparable y sin piedad: el cáncer, el sida, los males del fin de siglo. Incluso, cuando durante el impresionante clímax (subrayado por la música de Morricone excepcionalmente) los supervivientes deciden asumir con entereza su destino y hacer "lo que tienen que hacer", Carpenter filma con cierta épica desesperada sus acciones, retratando el sacrificio heroico de unos personajes tan hawksianos como Carpenterianos, afines a la filmografía de ambos directores. El descorazonador final del film, valiente por su ambigüedad, su nihilismo último, no impidió que este film obtuviera una buena acogida por parte del público, en el mismo año en que se estrenó un film antitético -aunque de igual calidad cinematográfica, añadiría yo- como fue E.T. (El extraterrestre). La crítica fue muy severa con el film, sobre todo por la comparación con el clásico de Nyby y por el despliegue de efectos especiales, sobrecogedores, realistas (aunque por su exceso, rozando los delirios visuales del surrealismo). En su momento se ignoró, o se quiso ignorar, que acaso los momentos más tensos del film no presentaron ningún efecto especial en la pantalla. Ahora mismo recuerdo dos de ellos: el acceso de locura del científico Blair (Brimley), o la escena de la prueba de sangre, prodigio de narración contenida que mantiene en vilo al espectador, atemorizándolo antes de golpearle visualmente con los FX excepcionales (y aún vigentes en estos tiempos de efectos por ordenador) del Sr. Bottin. Durante años se especuló con la posibilidad de una secuela, pero hasta ahora las únicas continuaciones han venido en forma de comic (Dark Horse ha editado tres miniseries) y de videojuego (donde aparecen personajes de la película).

Extraoficialmente, se considera este film como el primero de la trilogía del apocalipsis, junto a Prince of Darkness e In the Mouth of madness, películas sin relación argumental pero que retratan tres diferentes situaciones apocalípticas...

Disfruten John Carpenter’s The Thing... si consiguen mantener la mirada fija en la pantalla.

[Para los fans de la peli recomiendo este frikisitio: http://www.outpost31.com/. Están planeando un viaje al set de rodaje en Canadá. ¡¡Me apunto!!]

[Actualización: Uno de los alicientes de las Jornadas de Avilés 2006 fue conocer al ilustrador Mike Ploog que trabajó como diseñador conceptual del film. Uno de sus diseños fue la archifamosa head-spider, que protagonizó más de una de mis noches insomnes en forma de pesadilla, cosa que pude agradecerle personalemente.]

Christine: Rock, adolescentes y doscientas páginas más simple que el best-seller de King

Ya con un par de éxitos a cuestas, los presupuestos de sus films, exiguos hasta el momento, se agrandan, llegan los actores estrella, las grandes producciones estilo Hollywood... y cierta despersonalización del estilo carpenteriano, provocada mayormente por la necesidad de “producir” éxitos comerciales que proporcionen pingües beneficios a los productores.

Así, Christine (1983) -dirección, música- entra dentro de la oleada de adaptaciones de Stephen King, el midas de la literatura de terror, rodadas en esa década. Entre ellas podríamos destacar La zona muerta (dirigida por un Cronenberg resolutivo que también se alejaría de muchas de sus constantes habituales), Cujo, Ojos de fuego, Los chicos del maíz, Cuenta conmigo... Descontento con el resultado de muchas de ellas King acabaría dirigiendo Maximum Overdrive, y la verdad, hizo bien en volver a su máquina de escribir. Christine nos cuenta la historia de un joven problemático que compra y restaura un Plymouth rojo del 58, que resulta ser la encarnación del mal y acaba influyendo -negativamente, claro- en la vida del joven y de los que le rodean. Esta sosa historia de adolescentes, aburrida por momentos, sólo se salva por aquellos instantes en que el impresionante coche se convierte en el rey de la función. Antológica es la escena en que el automóvil persigue a los miembros de la pandilla de gamberros que lo destrozaron, y no precisamente para darles un paseo. King se quejó amargamente de la adaptación, aduciendo que simplificaba en exceso el argumento de su novela, y que sólo le gustaba la selección de música rock de los años 50. Algo de razón no le faltaba al buen hombre...


Starman: Romance desde más allá de las estrellas

En el 84 nos llega Starman, protagonizada por Jeff Bridges, Karen Allen y Charles Martin Smith. Un extraterrestre se "encarna" en el marido muerto de la Allen, y juntos emprenden una huida desesperada de las fuerzas del gobierno que intentan apoderarse del alienígena antes de que este llegue al punto de encuentro con su nave nodriza. Film amable, no exento de ciertos momentos de gran lirismo (la resurrección del ciervo, el encuentro romántico en el vagón de tren) subrayados por una emotiva banda sonora de Jack Nietzche. El espectacular despliegue de efectos visuales de la ILM, marca de la casa no logró que el film tuviera el éxito que a lo mejor merecía. Poco más decir de esta película de mensaje positivo, expresado por el protagonista en el que acaso sea el mejor momento del film: "Lo que más me sorprende de los humanos es que sacáis lo mejor de vosotros mismos cuando peor están las cosas". La labor de Carpenter se redujo a la dirección, y quizá por ello este sea su producto más impersonal. Dos años después se produjo una serie de televisión con el mismo título. Protagonizada por Robert Hays, Starman (la serie) se centraba en la vuelta del extraterrestre para conocer a su hijo y a la huida que ambos debían emprender de una malvada agencia gubernamental. El relativo fracaso económico de la cinta tal vez hiciera replantearse al director el rumbo de su carrera y decidió jugarse el todo por el todo en su siguiente película, las extravagantes aventuras del camionero Jack Burton.

Gran Lío en la Pequeña China: Harold Lloyd contra Fu-Manchú

Vistos los pobres resultados en taquilla de sus anteriores proyectos, films que debían haber sido rompe-taquillas como Christine o Starman lograron mediocres resultados en taquilla. El contar con un mayor presupuesto y estrellas a su servicio, aún a costa de perder parte de la personalidad autoral de Carpenter como director, no redundó en un mayor acercamiento hacia el público mayoritario. Haciendo equilibrios sobre la cuerda floja del sistema de producción de los grandes estudios, el amigo John decidió echar toda la carne en el asador, y así en 1986, Carpenter se regala -nos regala- una deliciosa excentricidad, una serie B homenaje al cine Z de magia y artes marciales realizado en Hong Kong, Golpe en la Pequeña China -dirección, música-.

Para este proyecto recupera a Kurt Russell, un actor con el que sin duda consigue una buena química y una relación distendida. La película sigue las peripecias del rudo Jack Burton, camionero típicamente americano que conduce el “Pork Chop Express”, en la Pequeña China de San Francisco, para rescatar de una red de trata de blancas a la novia de su mejor amigo. Lo que en principio parece una trama de bandas mafiosas rivales se transforma pronto en un festival de magia negra china, maldiciones milenarias, avatares de las fuerzas de la naturaleza y monstruos subterráneos. Frente a todo eso, un autoparódico Kurt Russell, completamente alejado de los rudos y secos papeles de 1997... o La Cosa, patoso, bocazas e inasequible al desaliento, recurrirá a la magia blanca de Egg Shenn y sus aliados. Todo ello queda al servicio de este divertimento repleto de acción, humor, personajes duros y carismáticos, criaturas tenebrosas, bellas mujeres en apuros, peleas de kung-fu a raudales y efectos visuales coloristas que bebe tanto de las producciones orientales de artes marciales y magia como de los pulps clásicos de Sax Rohmer protagonizados por el malvado Fú Manchú.

Esta producción tenía todo para convertirse en un éxito... pero se estrelló inexplicablemente en taquilla. Apenas recaudó la mitad de lo invertido, sellando la defunción momentánea de Carpenter en cuanto a las majors se refiere. Los continuos pases televisivos y la reciente edición especial en DVD (que ha cosechado buenas ventas en los USA, y que entre otras lindezas ofrece un videoclip donde aparecen John Carpenter, Alan Howarth... y el actor que encarnara a "La Silueta" en Halloween... Espectacular) han colocado esta película en su lugar, una eficaz muestra de cine de evasión, sin más complicación que la de hacer pasar un estupendo rato al espectador sin prejuicios. El fracaso de esta gran producción llevó a Carpenter de regreso a las series B, a los bajos presupuestos... y a recuperar la mayor parte de la personalidad que como cineasta había visto diluida en la maquinaria de los grandes estudios, volviendo a asumir varias facetas de producción y reuniendo a parte de su antiguo equipo.


El Príncipe de las Tinieblas: Volviendo a los orígenes de la serie B

Ya al margen de los grandes estudios Carpenter decide volver a la serie B donde obtuvo sus mejores resultados con la productora Alive Films (ya toda una declaración de intenciones) y firma tan sólo con la major Universal la distribución de sus películas, que vuelven a adquirir un tono cínico, pesimista, nihilista en ocasiones y donde los finales felices volverán a ser la excepción y no la regla. El príncipe de las tinieblas (1987) -dirección, guión, música-, marca el regreso triunfal del tío John al cine de terror, aunque el referente en este caso sea el terror italiano de los 70 y 80, lo que se plasma en ambientes sucios, casi pútridos, situaciones cercanas a lo grotesco (esa conversión del hombre en masa de insectos, el empalamiento con la bicicleta).

El argumento está bien de partida, ofreciendo suficientes momentos de tensión, sustos y puro terror, aunque en algunos momentos los personajes hablan demasiado y puede parecer que dicen demasiadas tonterías seudo-científico-filosóficas: un grupo de estudiantes acompañados de varios profesores y un sacerdote van a una vieja iglesia a investigar un extraño contenedor cilíndrico escondido durante siglos por una orden ancestral, que contiene un liquido verde que acabará resultando ser... el líquido seminal del Demonio, que engendrará al Anticristo. Asediados desde el exterior por unos sin hogar poseídos, y desde el interior por sus propios compañeros muertos-resucitados-por-el-líquido, avisados desde el futuro por extrañas visiones oníricas, los estudiantes deberán evitar la llegada del Príncipe de las Tinieblas a nuestro mundo.

Llama la atención el diseño de producción, que busca la suciedad, la putridez, para enmarcar un relato que, prescindiendo de alardes verbales, consigue en su parte final generar un ambiente opresivo, tenso, incómodo para el espectador y plenamente eficaz a la hora de asustar o incomodar en sucesivos visionados.

Ellos viven: Denuncia política, rebeldía y extraterrestres

Están vivos (1988) -dirección, guión, música-, es una eficaz alegoría sociopolítica que critica despiadadamente los EE.UU. de Reagan y su devastadora polçitica socioeconómica (reagonomic).

La patada en el culo al sistema es sencilla y está enunciada con claridad. Las elites yanquis ocupan su posición gracias a su obediencia a un grupo de infiltrados que copan los puestos de poder y responsabilidad, en realidad alienígenas a los que solo se puede ver mediante unas gafas especiales que un obrero en paro roba de "la resistencia" escondida en un campamente de desempleados y homeless. A partir de ahí, tiros, persecuciones, mucha mala baba contra el capitalismo salvaje, el consumismo y la publicidad; todo oculta mensajes subliminales visibles con las dichosas gafas, desde los billetes hasta los anuncios de las vallas o la televisión. Una muy buena premisa de partida –basada en el relato corto de Ray Nelson A las 8 en punto de la mañana- quizá no contada con la suficiente garra. Que el protagonista, Roddy Piper, fuera luchador de lucha libre quizá contribuyera también a que el film resultara algo fallido, aunque no podemos negarle garra y tensión a escenas como la del asalto final a la emisora o el descubrimiento de las gafas como instrumento para vislumbrar la realidad más allá de la ilusión.


La pelea entre Pipper y Keith David, 20 segundos en el plan de rodaje, fue escenificada de forma tan realista por los actores –que sólo fingieron los golpes en la cara- que Carpenter decidió dejar los cinco minutazos que pudimos ver todos y que se hacen eternos. Para el friki-recuerdo la frase de Roddy Pipper cuando entra a atracar el banco: “He venido a mascar chicle y patear culos... ¡y se me ha terminado el chicle!” Una película de estas características se queda en una tierra de nadie absoluta, ya que no satisface ni al gran público, ávido de espectáculos más vistosos y mensajes rimbombantes aunque vacuos, ni a la crítica especializada, que prefiere -o suele hacerlo, no generalicemos- pretenciosidad, intimismo y complejidad manierista en este tipo de mensajes de denuncia. Una pena.

Memorias de un hombre invisible: Si este es Chevy Chase esta no puede ser otra peli de Carpenter.... ¿verdad?

Es difícil abordar esta película, dado el carácter del film en cuestión, giro hacia la nada y cinta alienígena a las constantes temáticas y narrativas de un cineasta hasta este momento -y tras él- coherente y fiel a sí mismo.

El siguiente proyecto tras Están Vivos tardó en llegar 4 años, ya que Carpenter estuvo implicado en proyectos que no llegaron a cuajar, como sendos remakes de La momia o El monstruo de la Laguna Negra. En principio resulta terrorífico, la adaptación del best-seller de moda Memorias de un hombre invisible (1992) con ¡Chevy Chase! de protagonista. Afortunadamente para todos , resulta una comedia amable pero impersonal al tratarse de un encargo, con toques de acción y romanticismo, a cargo de Sam Neill y Daryl Hannah (respectivamente, faltaría más).


Un soso agente de bolsa conoce a una bella mujer, sufre un accidente que le deja invisible, enamora a la chica, huye de los agentes gubernamentales que quieren el secreto de la invisibilidad y se hace rico invirtiendo en bolsa. Divertida, con un reparto eficaz, efectos de la ILM muy espectaculares la película consigue entretener sin esfuerzo. Para el recuerdo el paseo de Chase invisible bajo la lluvia, con las gotas formando constelaciones efímeras allá por donde pasa (y que a la vez que asombra, refleja el estado interior del personaje, para que luego hablen de lo vacuos que resultan los efectos especiales), o los divertidos toques de comedia, como el paseo en taxi... La mala baba asoma en leves apuntes antigubernamentales, criticando los métodos de los agentes que persiguen a Nick Halloway, un hombre "que ya era invisible antes de ser invisible", auqnue Carpenter filma sin implicarse demasiado en el asunto. No busquen cinismo, nihilismo ni otros ismos ajenos al capitalismo defendido a ultranza por este broker egocéntrico que se conoce al dedillo el sistema de especulación bursatil y resolverá parte de sus problemas a base de especular. Por increíble que parezca, Chevy Chase actuó de modo contenido y funcional, evitando sus festivales de muecas habituales heredados por el Jim Carrey más desmadrado. Aún así no pudo evitar la tentación de aparecer disfrazado un par de veces, como si de Fletch, el camaleón se tratara. Su peor film aún resulta con todo, un divertimento digno y entretenido. Para los que nos temimos lo peor, fueron tres años de espera los que nos separaban de dos obras mayores de un realizador que, como el buen vino, mejora con los años. Locos y malditos, próximamente.

En la boca del miedo: de la industria editorial y los seres primordiales


El año 1995 fue uno de los más intensos en la carrera artística de Carpenter, ya que se estrenaron dos films firmados por él, y en mi modesta opinión dos de sus mejores películas. Hoy nos centraremos en la primera de ellas, un viaje al fondo de la oscuridad y de la pesadilla que se oculta en el alma de un escritor de éxito.


Nuestro hombre vuelve al cine de terror, y ¡vaya regreso! En la boca del miedo es una excelente cinta que nos cuenta las andanzas del investigador de seguros encarnado por Sam Neill, cuyo cometido será encontrar a un escritor de best sellers terroríficos cuya obra está causando olas de locura y alucinaciones entre sus lectores y que se halla desaparecido. Conforme se adentra Neill en los abismos de la obra de Sutter Cane (Jürgen Prochnow) las alucinaciones y la paranoia se van apoderando de él. Un mapa dibujado en la geografía imaginaria que adorna las portadas de los libros de Cane le permitirá llegar a Hobb’s End, terrorífico lugar en medio de una Nueva Inglaterra soñada, donde Sutter Cane ultima su próxima novela en una iglesia de aspecto gótico y tenebroso, novela con la que abrirá la puerta de este mundo a seres de un pasado abisal y remoto escapados de la obra de Lovecraft.

Película con varios niveles, consigue generar auténtico desasosiego con imágenes inolvidables (la carretera con el niño/anciano en bicicleta, atrapado en un bucle infinito que se ve obligado a repetir una y otra vez [niño que, nota para frikis, creo que está encarnado por Haydn Christensen;], la iglesia maldita, los niños demonio y la terrorífica frase "¿Quieres jugar conmigo?", los seres primigenios surgiendo del abismo, los ojos que lloran sangre ante la terrorífica lectura de la obra maestra definitiva de Cane...). Al margen de la ambientación terrorífica y de los sustos magistrales se plantean otras cuestiones, como la delgada línea que separa lo real y lo imaginario, la cordura de la locura; la capacidad creadora del genio literario, demiurgo auténtico de universos de pesadilla y creador de una metaficción compleja en la que no se distingue con claridad "quién escribe a quién"; la mercantilización de la literatura, que no se detiene ante nada con tal de vender su producto.

Una magnífica interpretación, un diseño de producción excelente y unos maquillajes absolutamente repelentes y grotescos confirman que no hay nadie como John Carpenter para hacernos pasar miedo. Si no lo creen, véanla solos, de noche, y luego díganme si vuelven a ver a los policías de proximidad, las ancianitas adorables o a los escritores de novelas de terror de la misma forma. Como dice la frase promocional del film: "¿Habéis vivido alguna buena película de terror últimamente?" Probad esta.

El pueblo de los malditos: La semilla alienígena produce frutos amargos

En 1957 se publicó la novela Los cucos de Midwich (o los cuclillos, según gustos), obra del escritor de ciencia ficción John Wyndham, popular además de por esta novela por haber escrito El día de los Trífidos o Chocky (ambas con adaptaciones televisivas a cargo de la BBC en los años 70). Los cucos de Midwich, ya desde el sugerente título -el cuco es un ave que pone sus huevos en nidos ajenos- nos presenta una historia que sigue el patrón clásico de fantasía paranoica tan en boga en los años 50, aunque con unas cuantas notables aportaciones. Si en otras fantasías de similar índole (Los ladrones de cuerpos, Amos de títeres) el ente invasor suplanta por igual a adultos, niños o ancianos, en este caso asistimos a una implantación de la "semilla exterior" dentro del seno de la propia comunidad, convirtiendo en sangre y carne de sus padres humanos a estos peculiares "invasores". Narrada además en primera persona de forma directa, sólo conocemos aquello que el protagonista ha vivido o lo que le refieren los testigos de los diferentes sucesos que sacuden la pacífica y rural Midwich. Incluso el final es una mera suposición que plantea el narrador, todo muy sugerido y con escasas dosis de acción.

Esta novela en seguida llamó la atención del realizador alemán Wolf Rilla que la llevó al cine bajo el título apropiado de The village of the damned. La película, protagonizada por George Sanders y Barbara Shelley partía de la premisa de la novela para ofrecer un desarrollo más cinematográfico y convirtiendo al protagonista menos en testigo y más en actor de los hechos. Este clásico menor contó con una secuela unos años más tarde, The Children of the damned (ambas por cierto editadas en dvd recientemente, al igual que la novela original, una recuperación necesaria de un material años ha descatalogado). Y pasaron 32 añitos...

El pueblo de los malditos (1995) -dirección, guión-, es un nuevo remake en la carrera carpenteriana. Al igual que la versión del 57, trata con notable respeto el original literario, The Midwich cuckoos, por lo que las diferencias entre ambas son pocas (marcadas sobre todo por la censura reinante en los años 60 y por la actualización de algunos aspectos del relato), y las similitudes muchas. El pueblo de Midwich cae en un sueño inexplicable de varias horas de duración. Cuando despiertan sus habitantes, todas las mujeres están embarazadas (recuerden, huevos en nido ajeno...). Algunas tienen la sensación de que algo va mal pero aun así dan a luz en el granero del pueblo, alumbrando a cinco niños y cinco niñas, una de las cuales morirá en el parto.


A partir de ahí la acción del film se desarrolla por oposición entre el médico del pueblo, un buenazo con cara de Superman (Cristopher Reeve, claro, en su çultima apariciçon fílmica antes de su lamentable accidente) y la científica que investiga el caso (una Kirstie Alley totalmente alejada de sus habituales papeles cómicos), y por las reacciones de ambos ante las "criaturitas" albinas, superinteligentes y carentes de paciencia o sentido del humor que deambulan siempre en grupo por el pueblo y que resisten cualquier intento de erradicación por violento que este sea. El clímax del film, idéntico casi plano a plano al original, rompe la habitual amargura Carpenteriana con un apunte de esperanza... Tal vez el nihilista se nos estuviera volviendo humanista.

Para el recuerdo, esos niños albinos (liderados aquí por una niña, mientras que en la cita de Rilla era un niño el que manejaba el cotarro), fríos y maquinales, que parecen sacados directamente del film del 60 con su pelo demodé, el escalofriante efecto de virado a negativo cuando aquellos hacen uso de sus poderes telepáticos, o las tres secuencias que se desarrollan en el granero: el fantasmagórico parto nocturno de todas las mujeres encintas, el violento asalto de la policía que finaliza con un baño de sangre y la resolución del film, con un Superm..., perdón, Cristopher Reeve inmenso tomando la iniciativa que la humanidad parecía haber perdido hasta ese momento. Una magnífica película que no llegó ni a estrenarse en muchas salas de cine en defecto de horrores mil que seguro recaudarían cien veces más y que hubo que recuperar a través de su edición en video. Uno se llega a plantear una cuestión ciertamente preocupante, si los remakes filmados por Carpenter ofrecen unos resultados como este, ¿cómo puede ser que los remakes de sus films vayan de lo correcto a lo miserable pasando por lo nefasto?

2013: Rescate en Los Angeles: Cuanto más cambian las cosas más siguen igual

Estamos en 1996 y ha llegado el momento de que Kurt Rusell, Debra Hill y Johnny retomen el personaje que les hizo famosos tres lustros atrás. Llamémosle Plissken o ‘Serpiente’, el protagonista de 2013: Rescate en L.A. las va a pasar moradas. De nuevo con un holgado presupuesto y unos considerables medios de producción Carpenter afronta esta película de la única manera que sabe. En el mismo año que, por ejemplo, Titanic, Carpenter convierte una producción de serie A en una serie B con espíritu transgresor, nihilista, cínico, cafre, gamberro y un mensaje bastante pesimista que plasma en uno de los finales más espectaculares que servidor ha podido ver nunca en pantalla grande.


Esta vez encontramos a Plissken, una vez más caído en desgracia, a punto de ser ejecutado en el seno de un estado aún más policial y fascista que en 1997, gobernado por un fanático religioso algo trastornado (casi diríamos que un George Bush Jr. antes de que éste llegara a la Casa Blanca dos años después). El robo del mecanismo de control de un satélite que podría acabar con todo aparato eléctrico o electrónico -mediante un impulso electomagnético focalizado- obliga a recurrir de nuevo a sus servicios "voluntarios". Introducido en la isla (sí, sí, ínsula) de Los Ángeles, se encontrará con viejos surferos hippies (Peter Fonda), pícaros que cambian de camisa como si nada (Steve Buscemi), prostitutas de buen corazón (Valeria Golino, ¡qué ojazos!), revolucionarios en plan Castro con boina, puro y ¡boleadoras! (George Corraface) y antiguos camaradas (Pam Grier, siendo Carpenter el auténtico recuperador de esta actriz famosa en los 70 por sus films "blaxsploitation", aunque el mérito se lo llevara un año más tarde Tarantino por Jackie Brown). Entre los muchos cameos que ofrece la película destacan Bruce Campbell como el cirujano deforme, Isaac Hayes (el Duque de 1997...), o varios de los actores orientales de Golpe en la pequeña China.

El film es frenético en el ritmo y la acción presentadas, lujoso en apariencia por una holgada producción aunque finalmente los efectos especiales huyen de lo digital, y ofrecen un catálogo de tradicionales montajes con maquetas, transparencias à la Hitchcok, y explosiones dignas de cualquier peli postapocalíptica italiana. Sí se emplearon retoques digitales en los disparos de las armas de fuego, para evitar quejas por el festival de tiroteos que el clímax presentaba por parte de localidades circundantes al set de rodaje. Carpenter nos ofrece espectaculares momentos (la batalla campal en el parque de atracciones, el paseíto surfero con Fonda), aderezados de otros grotescos (la descripción del estado fascistoide, la caracterización del líder del nuevo Sendero Luminoso o el encuentro con el cirujano de Beverly Hills y sus deshechos humanos adictos a la cirugía estética), y coloca a 'Snake' Plissken por encima de la mayoría de héroes de acción de los 90 con algunas de las frases más memorables del cine de consumo reciente: "Cuanto más cambian las cosas, más siguen igual" (parafrasea al Gatopardo un tipo con parche, metralleta y abrigo de cuero, ¡toma ya!) o "Bienvenidos a la raza humana", esta última tras sumir al planeta entero en una nueva edad media al apretar el botoncito del control de marras. A veces para avanzar hay que reconstruir sobre las cenizas, y pelotas para ello no le faltan al buenazo de Plissken.
Un mensaje tan pesimista y escéptico no podía sino hacer que una película así se estrellara en taquilla y relegara la carrera de Carpenter a ese ámbito en el que tan a gusto se encuentra y se maneja, la serie B.

Vampiros: El mal y su reflejo

Vampiros es la adaptación del best seller Vampire$, de John Steakley, del que afortunadamente se eliminó todo el culebrón romántico-erótico para dejarnos las vivencias de un grupo de rudos mercenarios al servicio de la iglesia que se dedican a localizar y exterminar nidos de vampiros a lo largo y ancho de los EE.UU. Este sería el punto de arranque del film, cuando el equipo exterminador dirigido por Jack Crow (James Woods) y su lugarteniente Montoya (Daniel Baldwin) elimina un "nido" de vampiros en Nuevo México. Durante la salvaje fiesta de celebración, un impresionante vampiro, Valek (Thomas Ian Griffith), irrumpe en el motel, vampiriza a Laura Palmer, perdón a Katrina (Sheryl Lee), una prostituta que iba con Crow, y elimina a la mayor parte del equipo de éste. Montoya y Crow, junto con la cada vez más débil Katrina, y un sacerdote enviado por el Vaticano, el padre Adam (Tim Guinee), inician la caza de Valek antes de que se haga con una antigua reliquia cuyo poder le permita andar bajo el sol y convertirse en el vampiro más poderoso de cuantos hayan existido.


Este film está concebido y rodado como si de un western se tratara. Paisajes desérticos, tipos duros, estoicos y malhablados, guardapolvos, tiroteos y peleas alejan Vampiros de las películas de género tradicionales. Además, el propio tratamiento de los vampiros es antitético del usual en Hollywood. Nada de glamour o de romanticismo, de elegantes modales y refinados modos de eliminarlos. Sucios, amenazadores, descansan bajo tierra -literalmente- y no malgastan palabras. Y a la hora de acabar con ellos, todo vale: pistolas, lanzas, estacas, explosivos. Todo ello contribuye a que el film muestre en ocasiones una violencia cruda, descarnada, brutalmente bárbara, sin establecer distinciones morales. Tan violenta resulta la incursión de Crow en el nido, como la posterior venganza de Valek, y ambos emplearán todos los medios a su disposición para acabar con su rival. Caras de una misma moneda, los antagonistas se conocen y se respetan.


Otro aspecto interesante del guión es la compleja relación que se establece entre Katrina, Montoya y Crow, rompiendo aquella la intensa relación de amistad/camaradería que hasta el momento mantenían ambos hombres. Y no menos interesante resulta la relación entre Crow y el recién llegado padre Adam, profundo admirador del primero que sufre sus burlas y enfados con estoica resignación. No podemos desdeñar tampoco la crítica de Carpenter a la Iglesia como organización estancada en el pasado, dedicada a sus juegos de poder, y causante, en primera instancia del propio mal que ahora tanto empeño pone en erradicar. Demasiada relación entre personajes para una peli de vampiros, ¿no? Pues todas ellas vehiculan la resolución del film, tras unas espléndidamente rodadas escenas que tienen como escenario una antigua cárcel abandonada y una ceremonia profana nocturna que quizá dé el triunfo a Valek. Sin desvelar nada, el enfrentamiento entre Crow y Valek es salvaje, sin concesiones, como aquél que enfrentara en los años 60 a Cristopher Lee y Peter Cushing en Horror of Dracula, y Carpenter, en un sentido homenaje al clásico de la Hammer, no duda en terminarlo de similar manera. Tras él, Montoya y Crow aclaran sus diferencias en una escena dramática, casi sacada de una tragedia griega en el que el destino arrolla sin compasión a sus protagonistas. Daniel Baldwin, impresionante, hace lamentar su escasa prodigalidad en otros trabajos de enjundia, y Woods, que mantiene el excepcional nivel de tipo-duro-con-corazón que le ha acompañado durante toda la película, no se queda atrás. Esta es una escena que habría podido culminar cualquier western de Hawks o de Peckinpah. Y finalmente, el film se cierra con las inmortales palabras de Crow a Adam, una vez salvadas sus diferencias: "Vamos, Padre, tenemos trabajo que hacer". No hay descanso para un cazavampiros...


Al excelente trabajo de todo el reparto, desde el rudo Woods, el estólido Baldwin, la maltrecha Sheryl Lee, el impresionante Ian Griffith, y el adecuadamente frágil Guinee, se suma la excelente fotografía de los áridos y polvorientos escenarios de Nuevo México (desiertos, casonas, pueblos semiabandonados) de Gary B. Kibbe, el vibrante score de Carpenter que emplea ritmos sureños, los efectivos FX de maquillaje de la Kurtzman-Nicotero-Berger que convierten en amenazadores a los vampiros y en aterradoras sus acciones... Alma de western fronterizo para una película "con vampiros" que corrió peor suerte que la funcional Blade o la espantosa Revenant (Vampiros modernos) -acaso la peor película que haya visto en años, y he visto muchas- cuyo protagonista, Casper Van Dien, curiosamente quisieron "colocárselo" a Carpenter para hacer de Crow... Afortunadamente para todos nuestro John fue capaz de hacer valer su criterio y deleitarnos con otro antihéroe cínico y amargado, al que Woods no sólo dio vida, sino también alma, enfrentado a problemas que le superan ampliamente... Para disfrutar la resolución del film, que por una vez en el cine de acción se centra más en la relación existente entre los distintos personajes más que en la acción sin más.

Tanta personalidad propia sólo podía llevar este film al lugar que se merece, al de cine de culto apreciado por los connoisseurs de la obra de este gran cineasta. Muy buenas críticas especializadas y escasísimo público. Al francotirador le quedaban ya muy pocas balas en la recamara…

Fantasmas de Marte: Plissken de color + Asalto a la Comisaría del Distrito Marciano

La última producción cinematográfica del bueno de John hasta el momento ha sido Fantasmas de Marte (2001) -guión, música-. Este film nos lleva a las rojas arenas del planeta Marte, donde una patrulla policial liderada por Pam Grier y Natasha Henstridge marchan a una colonia minera donde deben recoger a un criminal peligroso, Desolación Williams (Ice Cube), anteriormente héroe de guerra, y sup. ¿Les suena? Allí se enfrentan a los fantasmas de los antiguos pobladores de Marte, que van ocupando los cuerpos de los humanos como si de carcasas de usar y tirar se tratara.


Mucha acción a ritmo de rock duro, adrenalina, tensión, y una historia que no busca sorprender, sino entretener a todo aquel dispuesto a ver un buen western. Carpenter sabe que los "marshals" sitiados por los indios, esperando la diligencia en el pueblo minero abandonado, es un arquetipo transpantable -como casi todos los del western- a cualquier época y situación. Más allá de su adscripción a modo de homenaje a dicho género, el favorito de Carpenter, el protagonista masculino y su adusta actitud nos remiten directamente al modelo antiheroico de 'Snake' Plissken, las relaciones de camaradería forzadas por las circunstancias y la situación recuerdan el planteamiento de Asalto a la comisaría... y por extensión al cine de Hawks. Podría considerarse que esta película es una mezcla de ambas producciones, algo así como Scape from Precinct 13 on Mars. Una curiosidad es que se trata de una de las escasas veces en que la narración carpenteriana se aleja de su canónico desarrollo lineal y asistimos a un larguísimo flashback narrado por la bellísima Henstridge que va contando los acontecimientos conforme eran conocidos y atendiendo siempre a un punto de vista presencial: los hechos son contados siempre por los testigos.

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Al margen del plano formal y de las trepidantes escenas de acción (el tiroteo final no da respiro al espectador) una serie de apuntes temáticos resultan más que interesantes: la sociedad matriarcal futura donde los tradicionales roles han sido invertidos, la pervivencia en el tiempo de una sociedad extinta que sólo pervive a través del odio y la rabia que la impulsan, el barbarismo primitivo de esa sociedad marciana que se plasma en sus brutales piercings corporales o en las armas empleadas...

En suma, y pese a todo lo anterior, otro injusto fracaso de Carpenter en taquilla, tal vez favorecido por la escasa publicidad y distribución en salas, de las que sí gozaron en abundancia otros films coetáneos ambientados en Marte, como Misión a Marte y Planeta rojo, ambos muy inferiores tanto en planteamiento como en resultados a la cinta carpenteriana, en mi humilde opinión.Y hasta aquí puedo leer, señores. Queda una última entrega, algo así como El Carpintero Televisivo. La trayectoria de los últimos seis años no es nada halagüeña, ya que han sido varios los proyectos que se vincularon a su nombre pero ninguno llegó a plasmarse. Una pena.

El horror catódico de John Carpenter

Han sido varios los trabajos de John para el medio televisivo, y es precisamente entre estas producciones para televisión en las que encontramos sus dos últimos trabajos como realizador. Pero vayamos por partes, como dijo Jack.

Alguien me está mirando (1978) podría considerarse como la versión televisiva y descafeinada de Halloween, pues cuenta el acoso padecido por Lauren Hutton a manos de un extraño que la vigila continuamente y que elude los intentos de la policía por esclarecer el asunto. Un funcional relato rodado para una sesión de estrenos TV cualquiera que cuenta con rostros conocidos del cine carpenteriano (Barbeau, Cyphers) y que pese a estar rodado con oficio poco aporta al género.

Body Bags (1993) surge como homenaje a los comics de la EC de los años 50 (la misma inspiración de la que naciera Creepshow) y a las historias de terror con retruécano final chusco. Partiendo de unos segmentos presentados por él mismo que enlazan las diferentes historias (dos suyas y otra de Hooper), y que cuentan con la colaboración de Tom Arnold y Tobe Hooper como trabajadores de la Morgue, las historias firmadas por Carpenter son poco menos que cortos alargados. En La gasolinera una joven (Alex Datcher) sufre el acecho de un peligroso psicópata (Robert Carradine) que ya ha acabado con varios clientes y empleados antes de su llegada. Lo mejor del segmento es la aparición de compinches como Wes Craven, Sam Raimi o David Naughton. La segunda historia es aún más decepcionante.




En Cabello somos testigos de la desgracia de un alopécico Stacy Keach que acude a la consulta de un ominoso doctor (David Warner), el cual le cura con un tratamiento experimental. Lamentablemente para keach todo forma parte de un plan de invasión alienígena y en lugar de pelo le han implantado unos bichejos que acabarán devorándolo. Ni la aparición de Debborah Harry como enfermera sexy consigue que merezca la pena volver a ver la película. Ni que decir tiene que lo que podía haber sido el piloto de una exitosa serie televisiva a imagen y semejanza de Tales from the Crypt o Amazing Stories acabó siendo comercializado como subproducto de relleno en videoclubs y sesiones de madrugada.

Pero de los errores se aprende, y visto el cariz tomado por su carrera en los últimos años -o sea, cero patatero- John Carpenter decide aprovechar la oportunidad que le brinda la serie Masters of Horror -serie antológica de terror en la que cada capítulo es dirigido por un maestro reconocido en el género, lo que ha permitido recuperar a gente como Joe Dante, Tobe Hooper o Don Coscarelli- y en lugar de rodar un divertimento intrascendente o una trillada vuelta de tuerca acerca de asesinos o monstruos, firma con Cigarette Burns el que bien podríamos considerar su testamento cinematográfico en terminos cualitativos y temáticos. El propietario de un cine de arte y ensayo, Kirby Sweetman, ve como su vida se va al garete tras el suicidio de su novia y la exigencia por parte de su suegro de que le devuelva el préstamo de 200.000 dólares que le permitió abrir el por otra parte ruinoso negocio. La oferta del millonario Bellinger para que encuentre una película perdida tras su catastrófico estreno -que acabó con cuatro muertos, decenas de personas enloquecidas y el cine quemado hasta los cimientos-, La fin absolue du mon, será el clavo ardiendo al que Kirby se agarrará para salir del pozo. Las escasas pistas sobre el film y su director hacen pensar en un cineasta maldito en el más amplio sentido del término. Un crítico que vió la película a costa de perder la razón, un grupo de gente que conserva unos fotogramas y que inspirados por ellos han elevado el asesinato filmado a la categoría del arte, una entrevista grabada en audio al propio director de la apocalíptica cinta van conduciendo a Kirby hacia un camino sin retorno hacia la locura y quizá la muerte, un camino en que sus propios demonios (el remordimiento por la muerte de su esposa) se mezclan con los de Bellinger (que mantiene encadenado en su sótano a uno de los actores de la película perdida) y con los que habitan la cinta maldita, unos demonios que escapan cada vez que La fin absolue du mon es proyectada para enloquecer a los espectadores. Con un ambiente opresivo el relato avanza de forma inexorable conduciendo a su protagonista -y al espectador- a un final desesperanzado y lúgubre en el que la pena, la resignación, los remordimientos y la locura se apoderan de unos personajes abocados a la desesperación.


La locura como hálito inspirador del arte que puede transmitirse a aquellos que contemplan las obras así engendradas entronca directamente esta producción con En la boca del miedo, al igual que las visiones sufridas por el investigador tras sumergirse -siquiera brevemente- en la obra del autor en cuestión (el novelista Kane, el director maldito). La obsesión por crear al margen del stablishment, la industria que da de lado a aquellos que no se pliegan a sus exigencias, la decadencia de los circuitos independientes o alternativos al mainstream son amargos disparos desde la distancia de ese auténtico francotirador que es John Carpenter, siendo consciente quizá de que pocas oportunidades como esta se le brinden para realizar un trabajo personal, aterrador en su concepción y clásico en su desarrollo, trabajo que se graba en las retinas de los aficionados como esas "quemaduras de cigarrillo" que señalaban los cambios de bobina a los proyeccionistas y que en este universo peculiar marcan el inicio del horror y la locura.

Un año después llegaría, dentro de la misma serie antológica en su segunda temporada, el capítulo Pro-Life, que aún no he tenido la oportunidad de ver. La trama gira en torno a un padre intentando rescatar a su hija atrapada en una clínica abortista, donde al parecer pretender interrumpir el embarazo de la joven ante la posibilidad de que la criatura no sea de este mundo.

A la espera de poder resolver esa laguna, un servidor no puede más que lamentarse ante la continua sucesión de remakes realizados sobre películas de John Carpenter y ante la poca seriedad de los rumores que le colocan al frente de proyectos que van de lo seguramente fallido -Psychopath, prevista para 2008- a lo previsiblemente lamentable y alimenticio, como sería realizar un monster smash de la calaña de Freddy versus Jason versus Michael Myers. Pero todo queda tan congelado como McReady en las estepas Antárticas.

30 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder que tocho!!!

Menos mal que ya me lo habia leido :P

Txema SG dijo...

Sencillamente impresionante, me quedo sin duda con Starman, las de Plissken y Golpe en la Pequeña CHina

JON OSTERMAN dijo...

Excelente articulo, si señor. Muy completo y currado. Se nota la pasión que sientes por Carpenter.

Plissken dijo...

Adri, en verdad que fuiste de los primeros en leer el tocho-serial, participando animadamente incluso en los debates sobre Vampiros o Fantasmas de Marte... ¡Esperemos no reanimar viejos fuegos!

Plissken dijo...

Yota, yo estoy enamorado del cine de este hombre, y solo Memorias de un hombre invisible me decepcionó. El resto de su filmografía me encanta, y La cosa es una peli que no me canso de ver y de sufrir una y otra vez. ¡Menudos storyboards que tenía el amigo Carpenter para guiarse! ;D

Plissken dijo...

Jon, muchas gracias. Es lo bueno de tener el material colgado, que te permite revisiones, correcciones, recopilaciones y hasta actualizaciones, jejeje.

Pablo dijo...

Se espera un posteo avilesino como agua de mayo.

Plissken dijo...

Lo habrá, Pablo, lo habrá... ¡pero aún me estoy recuperando! Parezco un zombi agarrado a un teclado ;D

Plissken dijo...

Lo habrá, Pablo, lo habrá... ¡pero aún me estoy recuperando! Parezco un zombi agarrado a un teclado ;D

Pablo dijo...

Prácticamente habeis respondido igual tanto Raúl como tu. Pero nada, que sepais que desde el sur sigue la presión. :-D

Anónimo dijo...

Escape de L.A me parece de lo mejor, un personaje frio, de pocas palabras, y duro como Snake Plissken y el terrorista Cuervo "el che" Jones (clon del Che Guevara), mucho mejor que el negro ese que hace de malo en la uno.

Plissken dijo...

Hola :D

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Zinian dijo...

Vuelvo a la carga!!, tenía miedo de que no comentaras la participación que tuvo en Masters of Horror, pero he visto que no, y una gran sonrisa he dejado escapar.
Yo me quedo, con Golpe en la Pequeña China (mi madre y yo la habremos visto un montonazo de veces, es de nuestras preferidas), The Thing, Rescate en Nueva York, y en cierta medida todas tienen su encanto.
La verdad, es que es ya muy difícil ver este tipo de pelis, en los tiempos que corren ... TT, una auténtica lástima, pero bueno, tengo esperanzas puestas en pelis algo más rarillas, como Iron Sky ... XDDD (vale, no se puede comparar, pero es un puntazo ... y además, sale uno de los actores de Cigarette Burns :P).

Plissken dijo...

Me encanta que estas entradas sigan vivas tantos años después de haberlas publicado, y más aún las dedicadas al Maestro. La verdad es que mis favoritas son La cosa, las dos de Plissken, Vampiros, Golpe... Demonios, casi media filmografía... The Ward fue una relativa decepción, y es que ver a Carpenter a medio gas haciendo un trabajo de encargo da cierta pena. Como dices, Iron Sky es el proyecto que los aficionados al cine de serie B con poco vergüenza y ganas de divertir al cinéfago llevábamos esperando algunos años. A ver cómo termina la cosa :D ¡Un saludo!

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